Elementos de economía política: 61
§. IV. De la retribución del sabio.
editar 434. Hay sabios que descubren verdades desconocidas, que inventan, y se los llama hombres de genio, cuando la verdad que ellos ven los primeros abre una senda nueva al progreso del linaje humano; hay sabios que hacen aplicaciones nuevas de las verdades conocidas; hay, en fin, sabios que vulgarizan las ciencias.
A los ojos del economista, el sabio es el que se ocupa, ya en las ciencias físicas y matemáticas, ya en las ciencias morales y políticas, ya en la literatura o en las bellas artes.
435. La propiedad intelectual del sabio no está exactamente definida, y la sociedad se limita a conceder un privilegio temporal al autor de un método, de una obra literaria, de un patrón de dibujo, etc. A veces, sin embargo, compra esa propiedad por medio de una distinción honorífica, de un empleo lucrativo, de una recompensa pecuniaria; pero lo más común es que deje al sabio producir su obra y correr todos los azares de esta producción.
Aquí no hacemos más que sentar los hechos: no entra en nuestro plan desentrañar cuestiones tan complexas.
436. El trabajo del sabio se diferencia del de todos los demás trabajadores en que cada uno de sus servicios dura eternamente. Desde el momento en que ha publicado un hecho, una ley, un método, el adquiriente puede usar de él todas las veces y por todo el tiempo que la acomode, sin necesidad de recurrir a las luces del sabio. Además, la idea científica acaba siempre por caer más o menos en el dominio del público; de donde resulta que en nuestro estado social nada es más raro que un sabio que se enriquece únicamente con las ciencias, a menos de que se tase esa riqueza en aprecio y consideración.
437. Nuestro estado social está, pues, en desacuerdo con las doctrinas de los que quisieran recompensar a los trabajadores en razón directa de sus capacidades, pero más en armonía con la doctrina comunista, que tiende a limitar la aristocracia del talento, y a no darlo más que una sobre-recompensa de consideración, en virtud del principio de que un Newton no necesita comer más que cualquier otro productor, y de que bastante fortuna tiene ya en ejercer un monopolio tan brillante.
438. No es difícil comprender que la imprenta y la libertad de las sociedades modernas, permitiendo una gran competencia en la clase de los sabios, hayan reducido mucho sus provechos, y se observa que esos provechos no se conservan en una cuota alta, sino en los ramos útiles en que, a consecuencia de las dificultades o de cualquiera otra causa, el número de los sabios es todavía muy reducido.
439. Otra razón tiende a mantener a bajo precio los servicios del sabio. El atractivo inherente a las investigaciones científicas, la honra y fama que a ellas van anejas, son causa de que esa clase de trabajadores esté menos sometida a la consideración del provecho pecuniario; y más de un trabajador se encuentra suficientemente recompesado con el honor y el placer que experimenta en vulgarizarlas, porque del mismo modo que los provechos materiales desarrollan lo que los frenólogos llaman el órgano de la adquisitividad, así la acumulación de los elogios y de los honores hace al sabio codicioso de alabanzas [1].
- ↑ El hombre verdaderamente íntegro es, pues, aquel que no doblega su conciencia, ni bajo el peso del oro, ni bajo el de las lisonjas.