Elementos de economía política: 59
§. II. De la retribución del empresario.
editar 419. Hemos visto que para ser empresario, es preciso tener juntamente un talento o aptitud cualquiera y capitales, es decir, un capital moral y un capital inmaterial: estas dos condiciones son siempre difíciles de llenar (60, 63).
420. Además de los conocimientos especiales de su profesión, dice J. B. Say [1], «necesita tener criterio, constancia y cierto conocimiento de los hombres; debe poder apreciar con alguna exactitud la importancia de su producto, la necesidad que habrá de él, los medios de producción de que podrá disponer. Es preciso hacer que ponga manos a la obra un gran número de individuos; es preciso comprar o hacer comprar primeras materias, reunir operarios, hallar consumidores; se necesita tener una cabeza capaz de cálculos, capaz de estimar el precio de producción y de compararlo con el valor del producto terminado. En el trascurso de todas estas operaciones hay obstáculos que vencer, que exigen cierta energía; hay inquietudes que soportar, que piden entereza; hay desgracias a que hacer frente, para las cuales se necesita travesura y ser hombre de recursos. En fin, el oficio de empresario exige, en quien se dedique a él, mucha inventiva, es decir, el don de discurrir a un mismo tiempo las mejores especulaciones y los mejores medios de realizarlas».
La reunión de todas estas cualidades es menos común que la de las que necesita el hombre que ejecuta las órdenes que se le dan.
421. No es menos difícil de reunir el capital por medio del empréstito, de la asociación o del crédito. Para tener crédito es preciso que el empresario posea, no sólo todas las cualidades que pueden tranquilizar a un prestamista, lo cual excluye a cierto número de hombres de la posibilidad de encontrarle; mas también es preciso que esas cualidades sean reconocidas por hombres que tienen dinero que colocar, y acaso esta condición excluye todavía a muchos más. Hay una multitud de hombres que tendrían la aptitud y la probidad necesarias para ser unos excelentes directores de empresas; pero sus dotes permanecen sepultadas en la oscuridad, o a lo menos no son conocidas más que de personas incapaces de adelantarles fondos. ¿Han de ir a ponderar ellos mismos lo mucho que saben? ¿A protestar de su moralidad? Todos los charlatanes, todos los intrigantes pueden expresarse en los mismos términos. (Say.)
Un hombre de mérito y de probidad se recomienda por sus actos; pero para obrar, para dar pruebas de sus intenciones, de su capacidad, seríale preciso tener ya lo que trata de obtener: un capital.
422. Por último, el oficio de empresario tiene un tercer inconveniente; el empresario se ve obligado a correr los azares de la producción, azares que no corren el sabio y el obrero, los cuales reciben inmediatamente el precio de sus servicios.
423. Estas tres causas, siempre reunidas, dan por resultado el alza de la retribución de trabajo y del talento de los empresarios, que es preciso no confundir, lo repetimos, con las otras partes del rédito que perciben, con el interés o provecho de los capitales materiales que emplean.
- ↑ Curso de Economía política, parte IX, cap. VIII.