El Robinson suizo/Capítulo LII

El Robinson suizo (1864)
de Johann David Wyss
traducción de M. Leal y Madrigal
Capítulo LII


CAPÍTULO LII.


El cacao.—El plátano.—El gallo sultan.—El cocodrilo.—El té y las alcaparras.—La rana gigante.—Terror de Santiago.—Edificio de Falkenhorst.—Atalaya en la Isla del tiburon.


Las fortificaciones del desfiladero y sus adyacentes estaban ya concluidas á nuestra satisfaccion; mas tambien queria construir una habitacion sólida y cómoda donde albergarnos cuando nos viniese á cuento visitar estos parajes, y que sirviese al mismo tiempo de punto de apoyo y fuerte avanzado para aumentar la defensa. Carecíamos de brazos suficientes para levantar un edificio en regla, sin contar lo limitado de nuestros conocimientos arquitectónicos para dirigir la obra. Con todo, apelando á la memoria de cuanto se habia leido, Federico se acordó, y muy oportunamente por cierto, de las casas económicas que los kamtchadales construian, las cuales satisfarian nuestros deseos [1].

Estas casas rústicas constan únicamente de cuatro fuertes estacas sobre las cuales se cruzan en diversos sentidos vigas y tablones que forman un piso á quince ó veinte piés del suelo, con paredes de caña entretejidas y un techo de ramaje y cortezas de árboles en forma de caballete.

Semejante obra no requeria grandes conocimientos en el arte de edificar, y en este concepto era lo que más nos convenia, pues si bien tal fortaleza no presentaba un aspecto formidable, bastaba para rechazar á cualquier huésped del desierto que se acercara, pudiéndole esperar á pié firme.

En lugar de estacas, que nos hubiera sido difícil fijar sólidamente en tierra, elegímos cuatro árboles cuya disposicion y natural separacion entre sí semejaban las cuatro columnas del edificio kamtchadal. Servímonos de las ramas para apoyar los travesaños y tablas del piso á la altura de veinte piés. Estos árboles se parecian al plátano de Europa, y por sus troncos trepaba la parásita vainilla, despojada del fruto por la hábil trompa del elefante.

Con medias cañas y bambúes entretejímos las paredes del nuevo castillo aéreo, coronándolo con un techo piramidal cubierto de hojas de tallipot [2], impenetrables á la lluvia. Este árbol es una especie de palmera cuyas hojas adquieren tal desarrollo que una sola puede cobijar diez hombres; tienen ademas la ventaja de poderse hacer con ellas un tejido grueso y compacto que escupe el agua pluvial sin deteriorarse. Sobrepuestas unas á otras sirvieron de tejas, bien ligeras por cierto, pero en armonía con el resto de la construccion y recursos industriales de que podíamos disponer. Ademas, las ramas superiores de los cuatro árboles caian airosamente en derredor, formando el conjunto una como cuna semejante á la habitacion de Falkenhorst.

Para subir á la reciente discurrímos un medio sencillísimo. La escalera se reducia á una viga cuadrada con entalladuras ó rebajos de trecho en trecho que servian de escalones, y para mayor seguridad, esta misma viga perpendicular fijada al extremo de otra horizontal que sobresalia de la pared, por medio de una rueda dentada podia subirse y bajarse á voluntad. Todo en fin tenia el aire y severidad de una obra militar.

Debajo de la cabaña y á pié llano rodeáronse los troncos de los árboles con una empalizada de cuatro ó cinco piés de alto que formaban una especie de corral donde podia encerrarse ganado y volatería; y por último, el espacio intermediario entre la empalizada y el piso de la habitacion cubrióse con una celosía de bambú que daba ventilacion y cerraba al mismo tiempo aquel recinto.

Federico y Santiago estaban pagados de la nueva fortaleza, que dominaba el fuerte muro del desfiladero y la gran vega hasta el lejano horizonte, así como el rio que serpenteaba por ella, distinguiéndose con el anteojo las manadas de búfalos y otros animales que acudian á apagar la sed en su corriente.

—Los salvajes que vengan por esta tarde, decia uno, sufrirán nuestros fuegos sin saber de dónde parten los tiros.

—Los salvajes no me quitan el sueño, añadia otro; porque, ¡quién sabe si existen! Los elefantes é hipopótamos sí que nos deben dar cuidado; pero aquí bien podemos aguardarlos.

Interin venian ó no los salvajes é hipopótamos la fortaleza aérea sirvió de provisional albergue á los pacíficos animales que se habian adquirido últimamente. La garza real se acomodó en él muy bien, así como los cisnes negros y demas aves acuáticas que pasaban la mayor parte del dia chapuzándose en el arroyo, sin acordarse del gran lago de donde salieran. El pájaro del paraíso fue el que sufrió más que todos, pues limitada su estancia al estrecho recinto que le habíamos asignado, hallábase tan oprimido que para aumentar su espacio tuve que cortarle su magnífica cola, que esperaba renaceria con igual esplendor al tiempo de la muda.

Las correrías de los niños que distraian de vez en cuando los trabajos de construccion nos proporcionaron algunos descubrimientos importantes. Un dia que Federico por via de paseo subió con el caïack el gran rio de la vega, halló entre los vegetales de las orillas arbustos desconocidos de que me trajo algunas muestras. Uno de ellos tenia pendientes grandes racimos de un fruto entre verdoso y morado, en forma de pepinillo. Otro estaba poblado de florecillas con una fruta gruesa parecida al pepino comun, cuyo sabor extraño desconcertó al pronto mis conocimientos botánicos.

Sin embargo, examinando despacio los pepinos, reconocí al fin dos de las más preciosas producciones de los trópicos; en los mayores, el cacao, del que se hace el chocolate, y en los otros el banano, más útil aun, porque en muchos puntos de América sirve de alimento á los negros. Probámos con afan estos frutos tan ponderados, pero su sabor no correspondió á la idea que de ellos teníamos. Las pepitas del cacao se hallaban dentro de una médula viscosa que parecia natilla espesa, ménos en el gusto; y tanto esta como aquellas tenian un sabor amarguísimo. En cuanto al banano ó plátano tampoco nos agradó gran cosa, pues si bien no disgustaba al principio comerle, dejaba luego un sabor parecido al de pera podrida.

—Hé aquí dos producciones, dije riéndome, de las que tanto se habla, y que nos han parecido tan mal á pesar de su gran reputacion, y eso consiste en que deben estar preparadas de algun modo para que se las juzgue mejor. En las colonias francesas el cacao cocido pasa por un plato delicado cuando se le mezcla jarabe y azahar. Su almendra que tan amarga os parece, despues de seca, pelada y tostada al fuego forma la base del famoso chocolate que tanto nos gusta. En cuanto á los plátanos, bien mondados y asados ó fritos son sabrosísimos, dándose cierto aire á la alcachofa.

—Pues bien, papá: ¡viva el cacao! ¡Hagamos chocolate! exclamaron los niños.

—Despacito, caballeros, respondí no con tanto entusiasmo; ántes de regalaros con semejante golosina lo más lógico es informaros de la planta que os la va á proporcionar, y de cómo ese amargo fruto se convierte en chocolate. Vamos á ver... ¿Quién de vosotros está enterado del orígen y preparacion de esa preciosa golosina?

Siguióse un breve espacio de silencio, tras el cual el doctor tomó la palabra en estos términos:

—El árbol del cacao es de un grueso y altura medianos, que varían algo segun la clase de terreno donde se cria. La madera es ligera y porosa, las hojas de hasta nueve pulgadas de largo por cuatro de ancho. Cuando caen unas, se suceden otras, de forma que nunca se ve despojado de ellas el árbol, así como de multitud de flores parecidas á las rosas pequeñas, si bien las lleva más abundantes en la época de los solsticios. El fruto en sazon tiene el tamaño y forma de pepino puntiagudo por abajo y tallado por defuera en rajas como el melon; nace á lo largo del tronco y de las ramas madres, al contrario de la mayor parte de los frutos europeos.

El cacao constituye un objeto de comercio considerable en el nuevo continente, por lo que se cultiva con esmero, especialmente en la costa de Caracas, donde se produce el más apreciado. Los árboles se plantan á distancia de diez ó doce piés cada uno para que se nutran mejor, cuidando sobretodo de resguardarlos de los vientos. Prosperan mucho más en terrenos llanos y húmedos, llegando á su apogeo cuando se plantan en bosques quemados y roturados exprofeso. Como sólo nacen de semillas, se procura que la plantacion esté á la sombra en lo posible. Cuando se cree ya el cacao maduro, se encarga la recoleccion á los negros más expertos, quienes con pertiguillas van haciendo caer las vainas, teniendo gran cuidado con no tocar las verdes ni las flores. En los meses de más rendimiento esta operacion se repite cada quince dias, y en las estaciones ménos abundantes, cada mes. El fruto recogido se va amontonando, y á los cuatro dias se desgrana, pues si estuviesen más tiempo en la vaina, germinaria; de modo que cuando se han querido mandar simientes de la Martinica á otras islas vecinas para sembrarlas ha sido preciso hacer la recoleccion del fruto cuando el barco de trasporte estaba para darse á la vela, y emplearlas en seguida de llegar á su destino. A la mañana del quinto dia se sacan las almendras de las vainas y extienden sobre un tablado con hojas de caña encima y debajo, y aseguradas las de arriba con maderos para que el cacao fermente un poco. Estos granos así preparados son los que se exportan á Europa. Cuando los españoles descubrieron la América los indígenas ya hacian una especie de licor con el cacao desleido en agua caliente, sazonado con pimienta, mezclado con una infusion de maíz para aumentar su volúmen, y coloreado con achiote, de lo cual resultaba un brebaje de tan pésimo gusto que á duras penas se acostumbraron á él los españoles. Los indios llamábanlo chocolate, nombre del que se modificó despues añadiendo á la pasta de cacao varios aromas de Oriente y otras drogas del país, que quedaron luego reducidas al azúcar, canela y vainilla. La piel de la almendra del cacao se desprende tostándolo á fuego lento; se machaca luego en un mortero caliente y resulta una pasta oleaginosa, á la que se añade casi otro tanto de azúcar para dulcificarla.

—¡Lo que es la ciencia! exclamó Santiago interrumpiendo la leccion que estaba dando su hermano. Ya V. ve, mil veces he tomado chocolate y jamas me ha ocurrido informarme de su orígen ni de su composicion, y mi imaginacion no ha hecho más viaje sobre esto que el de la taza á la boca. ¡Cómo debe gozar Ernesto con su saber! Me humillo ante su ciencia, y voto que se le dé la primera taza de chocolate que se elabore en la fábrica de Felsenheim.

—¡Aprobado! dijeron todos, y el triunfo del doctor fue acompañado de una risa general.

El plátano llegó despues á ser objeto, como el cacao, de amplísima discusion.

—El árbol del plátano, dije á los niños, cuyo fruto os ha parecido que no corresponde á su renombre, segun un autor que ha descrito con igual tino las maravillas de la naturaleza y sabias previsiones de la Providencia [3], hubiera podido bastar por sí solo á todas las necesidades del primer hombre. Produce el más nutritivo alimento en sus frutos farináceos, suculentos, azucarados, aromáticos, del diámetro de la boca y agrupados como los dedos de la mano. Uno solo de sus racimos constituye la carga de un hombre. Su extensa y poco elevada copa semeja un magnífico parasol con las hojas verdes, largas y satinadas que encorvándose en los extremos forman como una gallarda cuna impenetrable al sol y al agua. Aprovechando la flexibilidad y consistencia de estas hojas, los indios con ellas hacen toda clase de vasijas, cubren sus chozas, y del tronco sacan hilo; tambien las emplean como sudarios para envolver los muertos: de suerte que el plátano suministra al hombre albergue, alimento, ajuar, vestido y mortaja. Ademas, este hermoso arbusto que en nuestros invernaderos apénas da fruto cada tres años, bajo la línea lo produce sucesivamente, pues cuando la caña principal muere, sus renuevos de diferente grandor y respectivo desarrollo lo siguen dando en todo tiempo, fructificando uno de aquellos mensualmente á imitacion de los racimos lunares del cocotero. Tales son los plátanos que crecen en las zonas cálidas á orillas de los rios, su elemento natural. Varias son las especies de plátanos que existen de diversos tamaños, desde los gruesos como el cuerpo de un niño hasta los que tienen el doble del de un hombre, observándose iguales proporciones en el fruto. En la isla de Francia se ven plátanos enanos y otros gigantescos originarios de Madagascar, cuyo fruto largo y retorcido se llama cuerno de buey. Un hombre puede alcanzarlo trepando por el tronco cuyos arranques de antiguas hojas caidas le sirven de escalones. Un solo plátano basta para una comida, y con un racimo sobra para las del dia. Hay plátanos de diferente sabor, y el de la especie enana se parece al del azafran. El de la especie comun llamada higuera-plátano es oleoso, azucarado y farinéaceo; tiene la consistencia de la manteca fresca de invierno, y así no es necesario mascarlo, de modo que pueden igualmente comerlo los niños y los ancianos sin dentadura. Esta especie tiene otras prerogativas no ménos especiales, como el no ser jamás atacada ántes de su perfecta sazon, á pesar de su sencilla piel, por los pájaros é insectos; y cogida en racimos un poco ántes, madura perfectamente en la casa y se conserva un mes en toda su bondad. Se encuentran plátanos en toda la zona tórrida, en Africa, Asia, en ambas Américas, islas de sus mares, y hasta en las más distantes del mar del Sur. Con razon han llamado los viajeros al plátano rey de los vegetales, por haber observado que infinidad de familias de entre los dos trópicos no se alimentan sino de su producto. A su apacible sombra y sin otro sustento que su fruto renovado sin cesar por los vástagos prolonga á veces el brahman [4] más de cien años una existencia sin dolencias ni inquietudes. Un solo árbol de estos á la orilla de un arroyo provee á todas sus necesidades. Presumo, añadí cuando hube agotado lo que sabía del plátano, que los frutos del que tenemos á la vista, por no hallarse aun en completa sazon, han perdido algunas de sus preciosas cualidades, ó quizá su inmersion en el agua de mar haya alterado su sabor; mas sea lo que quiera, siempre hemos hecho una buena adquisicion, de la que conviene sacar el major partido posible.

Miéntras yo disertaba mi esposa se entretuvo en partir varios plátanos buscando aunque en vano en esos frutos alguna pepita ó grano para enriquecer la coleccion de plantas útiles de su huerta; pero la hice notar lo particular de esta produccion, que es el no contener semilla, y que el medio de reproduccion de este singular vegetal está únicamente en sus renuevos, con los cuales se multiplica plantándolos en terreno húmedo, do prenden y arraigan fácilmente. En cuanto á la almendra del cacao que á todo trance mi esposa queria sembrar en la huerta, tambien hubo de renunciar á ello, mediante una observacion de maese Ernesto, que nos demostró que el haba del cacao, para germinar y prosperar, debia sembrarse luego de recogido el fruto.

Acordóse pues que al dia siguiente Federico iria con el caiak á buscar los elementos necesarios para la reproduccion de estas dos preciosas plantas, así como muestras de algunos otros arbustos de la ribera. Hízolo así en efecto, miéntras por nuestra parte nos ocupábamos en los preparativos de la marcha; y temiendo que su pequeña embarcacion no tuviese cabida para el cargamento que sin duda proyectaba, arregló con cañas entrelazadas una especie de balsa que puso á remolque del bote para aumentar los medios de transporte. Sería una vergüenza, decia, hacer un viaje exprofeso para traer únicamente piés de plátano y cacao. Un aventurero de mi clase no debe contentarse con tan escaso botin.

Estuvo ausente todo el dia, regresando al anochecer con el caïack y la balsa tan cargados que parecia un buque flotante de ramaje verde.

—¡Bravo! ¡bravo! exclamó toda la familia al verle con tanto aparato.

Franz y Ernesto se apresuraron á descargarlo todo, arrastrarlo á la cabaña más contentos y ufanos que el almirante Auson cuando atracó al muelle los galeones de plata de Acapulco [5]. Santiago recibió de su hermano un saco, que á juzgar por el movimiento de la tela, parecia contener uno ó más séres animados. Picada su curiosidad ocultóse con la carga tras un matorral, y echando una mirada furtiva al interior del misterioso zurron le volvió á cerrar más que de prisa diciendo á media voz:

—¡Bien! ¡bien! me alegro; Federico ha desempeñado mi comision.

Y sin dar parte á nadie del descubrimiento escondió el morral con la mayor precaucion en lo más espeso de la maleza.

Federico saltó el último, trayendo en la mano un gran pájaro cuyas patas y alas habia tenido buen cuidado de atar para que no se le escapase, y nos lo presentó como la mejor pieza del cargamento.

Era el gallo sultan de Buffon, el rey de las gallinetas por sus formas y belleza de su pluma. En seguida le reconocí por las largas zancas coloradas, el plumaje verde y morado y la gran cresta de escarlata.

Mi esposa regocijada quiso sobre la marcha asociarle á los demás habitantes del corral, y como era muy manso á pesar de ser silvestre, á poco tiempo se domesticó y entró en familiaridad con sus demas compañeros de gallinero, si bien estos se mostraron como envidiosos de la gentileza del nuevo huésped.

Refirió en seguida Federico su viaje con una pomposa descripcion de la fecundidad y espesas alamedas que poblaban las orillas del rio en cuyos árboles se anidaban tal multitud de aves, que sus cantos eran capaces de ensordecer á cualquiera. Allí habia visto numerosas familias de gallos de Indias, gallinazas, pavos reales, y otras especies que daban vida y animacion al paisaje. Más arriba cambiaba la decoracion de la escena, y ya no eran aves sino elefantes los que se veian en manadas de veinte ó treinta, entretenidos en echar por tierra tiernos árboles, en sumergir la trompa en el rio y rociarse mútuamente con agua como por via de juego, miéntras otros pastaban tranquilamente grandes haces de yerba que cogian y formaban con toda la destreza de una mano humana. Por último, tambien aparecieron varios tigres y panteras que se acercaron al rio para apagar su sed devorante, lo que sin duda ya habian hecho otros, que muellemente tendidos en el suelo, con su magnífica piel esmaltaban la verde alfombra como reyes del desierto. Ninguna de estas fieras aparentó reparar en el jóven navegante.

—Muy débil y pequeño me encontraba, continuó Federico, al verme solo frente á frente con tan terribles adversarios. La carabina, las balas y mi destreza eran bien pobre recurso en aquella ocasion, y así cuanto ántes viré de bordo huyendo con toda la fuerza de los remos. Aun ciabogaba, cuando á dos tiros de fusil noté en el agua una especie de remolino y á poco surgir una ancha bocaza que descubria los dientes más formidables que jamas se han visto, y que en actitud amenazadora se dirigia hácia mí. No sé cómo el terror me dejó fuerza y resolucion para huir; lo cierto es que apreté por la corriente remando con tal ardor que el sudor me inundaba la frente, hasta que me creí fuera del alcance del tremendo mónstruo. Recogí la balsa ya cargada, que dejara amarrada á la orilla, y púsela á remolque, y aprovechando la corriente he llegado aquí en ménos que se dice con una buena leccion de historia natural, que vale tanto como cualquiera otra y me enseña á no tomarla con frecuencia.

Tal fue en compendio el relato de la expedicion del atrevido navegante, que me dió en que pensar por tener ya la persuasion de que aquellas inmediaciones estaban pobladas de fieras terribles, haciéndose cada vez más necesario consolidar de una manera inexpugnable el paso del desfiladero por donde pudieran introducirse tan peligrosos vecinos, si bien me sirvieron de consuelo los preciosos descubrimientos debidos á esa excursion, y con especialidad la coleccion de plantas recogidas por el aventurero como muestra de la fertilidad de aquellas desconocidas márgenes.

—Y ¿qué clase de animal sería, preguntó Franz, el último cuyos dientes asustaron tanto á Federico?

—Probablemente un alligator, respondió Ernesto, ó para que mejor lo entiendas, un cocodrilo.

—¿Un cocodrilo? ¿El que los egipcios adoraban como á un dios?

—El mismo, repuso el doctor aprovechando la ocasion que se le presentaba de echarla de científico; el cocodrilo pertenece á la gran familia de los lagartos; pero es el mayor y más fuerte de todos, y se cree ser la bestia que la Escritura menciona con el nombre de leviatan [6]. El cocodrilo, llamado en las Antillas caiman, es un mónstruo de extremada voracidad. Nace de un huevo muy pequeño, y parece imposible que luego alcance la longitud de veinte piés con el grueso proporcionado. Tiene el pellejo duro, escamoso, de color bronceado con manchas blancas y verdes, gruñe como el cerdo, y su grandísima boca, que constituye la tercera parte de su cuerpo se abre hasta las orejas y está armada de un sin número de dientes caninos, largos, redondos, blancos y puntiagudos, que encajan exactamente unos con otros. Sus ojos son parecidos á los del puerco, centelleantes á veces, y como si quisieran saltar de la órbita; sus patas tienen al extremo uñas afiladas, y la cola es redonda y tan larga como el resto del cuerpo. Encuéntranse los cocodrilos en el Gánges, en el Nilo, en el Niger, en Asia, Africa y en algunos grandes rios de América. Los que vemos en Europa proceden del Egipto, donde abundan. Generalmente habitan en el fango de las orillas de los rios, donde están inmóviles y siempre en acecho para arrojarse sobre la presa que se les presente. Comen mucho pescado, y son apasionados por la carne humana. Cógense los cocodrilos con anzuelos de hierro, pues su piel es una coraza tan dura, que ni flechas ni balas la mellan. Se han visto cocodrilos de treinta y tres piés de longitud.

El dia que empleó Federico en su expedicion no se perdió para el resto de la familia, completándose los preparativos para emprender la marcha al romper el alba y regresar á Felsenheim. Federico me pidió permiso para ir por agua en el caïack, siguiendo la costa y doblando el Cabo. Consentí en ello con tanto más gusto, cuanto que la destreza que habia demostrado en el manejo de su embarcacion no me dejaba la menor inquietud respecto á su seguridad personal, y ademas deseaba que reconociese por mar el promontorio que ya rodeáramos por tierra.

La salida se efectuó al mismo tiempo, verificándose ambos viajes sin novedad. Al doblar el Cabo el navegante halló entre los zarzales dos arbustos, uno cubierto de flores olorosas y rosadas con hojas largas, estrechas, y varetas espinosas; y el otro con flores más pequeñas, blancas y muy numerosas, parecidas como sus hojas á las del arrayan. Trajo una rama de ambos, en uno de los cuales mi esposa reconoció al instante el alcaparro, cuyo fruto sobremanera ácido da tan buen gusto á ciertos guisos [7]; miéntras que el segundo me pareció una especie de té chino que recibímos todos con marcada distincion.

En efecto, la esperanza, aunque incierta siempre vista, de que algun dia se acercase una nave á nuestras costas, no nos abandonaba nunca, y guiados de este pensamiento procurábamos recoger cuanto útil ó precioso se encontraba en el país que habitábamos, á fin de poder entrar en tratos mercantiles con la gente que arribase, ó para pagar con nuestras mercancías el pasaje si se presentaba la ocasion de abandonar esta soledad y regresar á Europa. Con arreglo á eso, anualmente se hacia cosecha de algodon superior á nuestras necesidades, así como de frutas que se hacia secar ó aderezar para su conservacion, y toda clase de aromas y especias, como clavo, pimienta, vainilla, canela y nuez moscada de que las palomas torcaces tenian buen cuidado de proveernos, trayéndola de lejanos puntos en el buche, de donde con destreza la sacábamos cuando tornaban al palomar. Conformes en esa idea puede cualquiera concebir la importancia que daríamos al descubrimiento del té, reputándole como uno de los más importantes en este género de adquisiciones; y examinando de cerca los ramos cargados de hojas y flores que Federico puso en mis manos como muestra de ese precioso arbusto, conté á los niños cuanto sabía de más curioso sobre la historia del té.

—Este arbusto, les dije, que se cria especialmente en la China y el Japon, se cultiva con particular esmero, y con mayor todavía el que se destina al consumo de la familia imperial. Los campos donde crece están divididos en cuadros como los de un vasto huerto, cortados por canales y regueras de agua corriente que se limpian cada dia. Los encargados de recolectar el té imperial, que se compone de las primeras hojas que se abren en la extremidad de las ramas más pequeñas, ejecutan esta operacion con guantes, absteniéndose de comer durante ella cierta clase de manjares; y por último se les obliga á bañarse dos veces al dia para que no se mezcle alguna impureza en la preciosa cosecha, que el intendente de la córte vigila, acompañado de guardias y criados. En la China, y generalmente en la India, la recoleccion y preparacion del té las hacen las mujeres. Hácia el mes de mayo las madres de familia, las hijas y esclavas salen á visitar los árboles del té á todas horas del dia, á fin de coger la hoja en el momento que se desarrolla. Por la noche llevan á casa lo recogido, y colocan las hojas amontonadas sobre planchas de hierro bruñido caldeadas hasta cierto grado; las revuelven con la mano hasta que comienzan á secarse; en seguida las extienden sobre esteras de juncos, las aventan, refrescan y ponen á secar, y reiteran cuatro veces estas mismas operaciones. A medida que va pasando el té por las planchas la mano de las mujeres lo va arrollando cada vez más, hasta darle la forma con que se nos presenta en el comercio. Cuando el té está bien seco, se guarda en jarros de porcelana de cuello largo como las botellas, que se cierran herméticamente, ó bien, y es lo más comun, se conserva en cajas forradas de estaño y metidas en otras de madera barnizada. El consumo de té se aumenta anualmente de una manera considerable. En Europa no estaba ántes tan extendido como ahora, y sin embargo se consumian de ocho á diez millones de libras, cifra que casi ha triplicado hoy dia, pues en cuanto se introduce el uso de esta bebida en cualquier parte ya es difícil renunciar á ella. Los holandeses, los ingleses y todos los pueblos del Norte hace de ella un consumo extraordinario. En Francia, donde há cuarenta años no se consideraba el té sino como objeto de lujo ó bebida medicinal, hoy dia va aumentando cada vez más su importancia; pero el que allí se consume es nada en comparacion de los Estados Unidos de América. El té es la gran pasion de los americanos, y su gran revolucion se debe en parte á la nueva contribucion que Inglaterra, ántes su madre patria, quiso imponer sobre la introduccion de esa hoja china.

Estos detalles interesaron vivamente á los niños y quedó convenido que al año siguiente, ó sea pasado el invierno, vendríamos á recoger el té que se criaba en estos parajes, y estableceríamos su preparacion en toda forma á la china, á fin de poseer para nuestro uso como para nuestros futuros proyectos un recurso tan útil como ventajoso en el trato mercantil.

Santiago llegó al puente levadizo casi media hora ántes que nosotros, pues las ligeras zancas de su avestruz dejaban siempre atras á nuestros corceles más modestos, y lo primero que hizo fue alargarse hasta el estanque de los patos, donde eligió un sitio conveniente para depositar el morral misterioso, sumergiendo en el agua la parte inferior, conforme á las formales instrucciones que le diera Federico.

Nosotros desembarcámos con toda la tranquilidad de un propietario que tras de una ausencia vuelve á su domicilio. Federico, á causa del retardo motivado por la visita al Cabo, arribó con el caïack á Felsenheim una hora más tarde.

Alijado el cargamento y repartido en sus sitios convenientes, asignámos á los nuevos huéspedes, segun el órden de nuestra economía doméstica, el lugar que les correspondia por su clase, pues no convenia dejarlos despilfarrar á discrecion nuestras provisiones y riquezas. Los gallos silvestres, las gallinas de Canadá y las grullas quedaron confinadas en los dos islotes inmediatos á nuestra habitacion. A la garza real, al gallo sultan, los cisnes negros y demás volatería se les dió por morada, en atencion á su gallardo plumaje, la laguna de los patos para que se habituasen á hacernos compañía y compartir con las gallinas los relieves de la mesa cuando les viniese á cuento.

Esas disposiciones nos ocuparon gran parte del dia, miéntras mi esposa preparaba en la cocina una buena refaccion, y esperando el momento de que nos llamasen á comer entreteníamos el hambre oyendo la relacion que Federico nos hacia de lo observado en su expedicion marítima al rededor del Cabo, cuando de repente sordos y horribles aullidos comparables al lejano eco de un trueno ó un bramido de cólera nos dejó aterrados sin poder articular palabra. Los pavorosos acentos salian al parecer del estanque de los patos. Los perros comenzaron á ladrar, y el búfalo y el toro estremeciéronse en el establo.

—Tráeme volando la carabina, dije á Santiago, y vamos al instante á ver qué músico es ese que trata de asustarnos.

Mi esposa, que toda asustada salió de la cocina, Ernesto y Franz estaban poseidos de terror, miéntras Federico, que por lo regular era siempre el primero en tomar la defensiva permanecia impasible recostado en una de las columnas de la galería asomando á sus labios una imperceptible sonrisa. Su actitud tranquila contribuyó no poco á calmar mis temores, y más cuando dijo que me sosegase, que él sabia de dónde procedia aquel extraño rumor.

—No hay que asustarse, papá, prosiguió; son dos ranas monstruosas que há poco dejó Santiago en las junqueras de la laguna para asustar á V.

—Siendo así, dije, levantémonos, y cuando venga mostrémonos azorados. Mucho me engaño, ó al tal tarambana le va á salir cara la broma.

Santiago, que en efecto no adivinara la causa del súbito rumor, acudió con dos carabinas.

—Está bien, le dije, te portas como un valiente, pues te veo dispuesto á acompañarme en el momento del peligro.

Santiago se quedó cortado, y volviéndose á Ernesto que fingia honda ansiedad, con voz alterada le preguntó:

—¿No nos dirás qué animal es ese?

—Sí, respondió el doctor, acabamos de divisarle en las junqueras.

—¿Cómo se llama? añadió más alterado su hermano,

—Un jaguar.

—¿Qué clase de fiera es?

—El jaguar, respondió el sabio con gran calma, es el tigre más feroz de América. Su piel es soberbia; los naturalistas la llaman felis concolor; tiene..... [8].

—Tiene... le interrumpió Santiago á quien la palabra tigre le enteraba bastante; tendrá todas las cualidades que quieras, pero declaro formalmente que no voy á la caza del tigre.

Y eso diciendo apretó á correr hácia la gruta donde se entró precipitadamente sin atender á razones. A poco le vímos reaparecer en la galería pálido y trastornado, y soltámos la carcajada burlándonos de él. Maese Ernesto le declaró ser él mismo la primera causa de su terror.

—De tu morral ha salido el jaguar, del morral que por el camino nos has ocultado con tanto misterio, y por el cual no has querido venir con nosotros para llegar primero á Felsenheim. Allí, allí está el tigre de magnífica piel y el mónstruo que te ha hecho tomar soleta. Has caido en tu propio lazo, y te está bien empleado.

Este gracioso incidente amenizó algun tanto la monotonía de nuestra vida, y Santiago pagó lo principal de la fiesta, llamándole todos á cada paso el caballero del jaguar y el héroe de las ranas, vengándose de las pullas con que á veces abrumaba á sus hermanos.

Ernesto me preguntó entre comida si las ranas gigantescas de maese Santiago eran las mismas que en el Cabo de Buena Esperanza llevan el nombre de opplaser, tan celebradas por su fuerte graznido.

Despues de recapacitar un breve espacio respondíle que la primera especie era originaria de América, donde alcanzara el tamaño de un conejo, miéntras que la segunda habita en el Cabo, y durante los fuertes calores apénas descansa un momento en su grito agudo y prolongado; pero que no podia aun decidir si el animal en cuestion era verdadera rana, ó una especie de cigarra [9]. De todos modos, y como siguiesen taladrándonos los oídos los nuevos huéspedes del estanque hallados por Federico en la última expedicion y entregados por él á Santiago á sus repetidas instancias, añadí que semejantes músicos no eran muy de mi agrado, pues satisfecha la curiosidad del momento nos fastidiarian con su canto pero que se les podria dejar en paz con la esperanza de que la garza pronto les impondria eterno silencio.

Al cabo de algunos dias, cuando quedámos algo libres de las ocupaciones inherentes al último viaje, mi esposa me hizo pensar en Falkenhorst y el castillo aéreo, que casi teníamos olvidado desde el descubrimiento de la gruta de sal.

—Es lástima, me dijo, y en cierto modo ingratitud que dejemos arruinarse la hermosa habitacion que nos cobijó por tanto tiempo, y que aun está por concluir. Si Felsenheim nos ofrece durante las lluvias sólido y seguro abrigo, ¿por qué hemos de olvidar el árbol gigantesco de Falkenhorst y su risueña verdura?

Mi esposa tenia razon, y la prometí que dentro de pocos dias serian satisfechos sus deseos, quedando ambas moradas en igual prosperidad. En efecto, bien ordenadas las cosas de Felsenheim dejámos sus playas y fuímos á instalarnos por una temporada en nuestra antigua residencia. Perfeccionámosla lo mejor que supímos, y adornámosla por cuantos medios nos suministraba la experiencia. Se igualaron las raíces encorvadas en cuyo centro partia el tronco ó base de la habitacion; el terrazo que estaba á medio hacer sobre las mismas raíces se concluyó del todo afirmándolo con una mezcla de brea, resina y arcilla, añadiéndole una baranda circular y una pequeña galería. La escalera de caracol sufrió tambien algunas reparaciones. En cuanto al piso superior, ó gran nido como llamábamos á la tienda de lona que lo habia resguardado hasta entónces, dispusímos un techo de cortezas bien trabadas con clavijas, guarneciéndole en derredor de balcones y enrejados, de modo que lo que ántes era un albergue rústico é impropio de racionales, llegó á ser una residencia cómoda y agradable que á primera vista revelaba inteligencia y gusto.

Los embellecimientos de Falkenhorts fueron el preludio de trabajos más considerables y difíciles. Federico nunca habia renunciado á la idea de fortificar la Isla del tiburon y de establecer en este punto una especie de fuerte avanzado para proteger la colonia contra cualquiera invasion. Tanto me instó sobre el particular, tantos fueron los planes y proyectos que me puso de manifiesto, que hube de complacerle, sin demorar por más tiempo la construccion que era su caballo de batalla. Cualquiera podrá figurarse los infinitos obstáculos que debian superar para tal obra un hombre y cuatro muchachos, animados sí del mejor deseo y de una actividad sin límites, pero con fuerzas y resistencia proporcionadas á su edad. El construir la plataforma fue lo de ménos; el gran busílis consistió en trasportar dos cañones de á ocho al islote, é izarlos á una altura de más de cincuenta piés sobre el baluarte. Muchas vigilias y esfuerzos de imaginacion me costó el discurrir medios para llevarlo á cabo, pero ¡que no puede el ingenio humano obligado por la necesidad y estimulado por el amor propio! A fuerza de ensayos y trabajos inventé una máquina con báscula para la traslacion de los dos cañones, primero á bordo de la chalupa y luego al sitio que les estaba destinado en la plataforma. Sobre esto, que se hallaba en la parte superior de las rocas, asenté un cabestrante y una polea compuesta; y para acortar el trecho á los jóvenes obreros y evitarles subir y bajar tantas veces, fijé en su base un cable con nudos á proporcionadas distancias en toda la longitud que nos sirviese de escalera, trepando por él cuando habia necesidad. El cabestrante, de construccion particular, nos fué muy útil. Los cañones se ataron uno tras otro con maromas, y por medio del manubrio y las poleas, despues de un trabajo pesadísimo que duró más de un dia se subieron las piezas á lo alto de la roca, donde se asentaron en las cureñas con la boca vuelta al mar. Terminada la batería se construyó con tablas y cañas de bambú una garita detras de la artillería, y sobre el remate de este fortin se fijó una asta con su pabellon, que podia cambiarse á voluntad por medio de un cordel y una garrucha. Esta bandera en circunstancias ordinarias y normales debia ser blanca, y encarnada en caso de apariciones sospechosas ó cualquíera otra tentativa hostil.

Esta para nosotros verdadera obra de romanos nos ocupó algunos meses, mas cuando vímos puesta la última piedra del fuerte que tanto sudor y fatiga nos costara, ufanos y orgullosos nos comparámos con el ingeniero más hábil.

Arreglada y pertrechada esta construccion puramente militar, el pabellon que al viento flotaba fue saludado con aclamaciones de júbilo, y á pesar de lo económicos que éramos en municiones de guerra, con seis cañonazos que el eco de las rocas repitió hasta lo infinito por el anchuroso Océano.




  1. La península de Kamtchatka que habitan estos pueblos está situada en la Rusia asiática, formando un distrito de la division política de la Siberia oriental. Ademas de aquellos indígenas, moran en la misma península los kuriles y los koriaks, todos aun en estado de barbarie. (Nota del Trad.)
  2. El tallipot ó talipot es una especie de palmera que se cria principalmente en Ceilan y Malabar. Se distingue de las demas por el desmesurado grandor de sus hojas. (Nota del Trad.)
  3. Bernardino de Saint Pierre, en sus Estudios sobre la naturaleza. (Nota del Trad.)
  4. Llámase brahmanes á los filósofos y doctores de la religion de Brahma que componen la primera casta entre los indios y sólo se ocupan en el estudio de los Vedas ó libros sagrados de que son los únicos depositarios.
  5. Esta hazaña, ó mejor escandalosa pirateria del almirante Auson que aquí se cita, acaeció en 1740, cerca de Filipinas, y la cantidad de plata que traian para España los galeones apresados ascendió á cerca de un millon de libras esterlinas. (Notas del Trad.)
  6. De este mónstruo con el nombre de Leviatan hace mencion la Sagrada Escritura en el libro de Job. cap. III, 8, y XL, 20; y en Isaías, cap. XXVII. (Nota del Trad.)
  7. El alcaparro es un género de planta de la familia de las caparídeas, cuyos tallos son tendidos y espinosos, las flores blancas y grandes y el fruto en forma de higo. El boton de esta flor sin abrir es lo que se usa como comestible. A el alcaparro de Indias se llama tambien capuchina. (Nota del Trad.)
  8. El jaguar es una especie de tigre originario de América, de una fuerza prodigiosa. Cuando se ha llegado á acostumbrar á la carne humana la prefiere á los demas alimentos. Se le considera más feroz que el tigre, y es de mayor tamaño. Su piel y demas accesorios son parecidos.
  9. La rana que aquí se menciona se llama en botánica bulfroc ó rana bramante. Tiene de longitud diez pulgadas y la fuerza de su voz es tal que puede compararse con el mugido de un toro. Es verde por encima y amarillo por debajo con manchas negruzcas. (Notas del Trad.)