Correo de Comercio: 31 de marzo de 1810/2
Correo de ComercioNúmero 5 Del Sábado 31 de marzo de 1810 | ||
Sobre los males que causa la imaginaciónLa imaginación es un mensajero que sostiene la correspondencia entre el entendimiento y la voluntad. Los sentidos se hallan á su obediencia para presentarle los objetos, y ella los presenta á la razón, la que, después de haberlos examinado, los dirije a la voluntad. No nos admiremos pues en vista de esta definición al ver á la imaginación establecer su imperio sobre nuestros pensamientos y sobre nuestras acciones. La imaginación obra sobre nuestros sentidos, y tiene por decirlo asi, las riendas del mecanismo del hombre. Que estraño es pues, que una imaginación acalorada, y á la que no se opone dique alguno, delire, y nos presente objetos que el entendimiento solo pudo abrasar por su descarriada dirección? Es muy frequente el ver á la miserable humanidad víctima funesta de este engaño inevitable. Correré un espeso velo sobre los delirios de los hombres en mil males funestos que acarrea la imaginación desordenada, y me contraheré solo á un mal, que por desgracia, va grasando en nuestro país de muy poco tiempo á esta parte, que lo apoya y difunde una compasión mal entendida, y que sino se ataja en tiempo causará los irreparables males con que ha hecho infeliz, desde algunos siglos atrás á las provincias de la Europa. Hablo de la hydrophobia, ó mal de rabia; mal que sobre los muchos que han atacado á la infeliz constitución del hombre há tomado su asiento en las provincias mas civilizadas para causar oprobrio á la vanidad de sus filósofos. Pero de que modo podré atacar mas cumplidamente á esta preocupación enbejecida que valiéndome de las observaciones de 40 años consecutivos de un sabio de la Europa misma en estos últimos tiempos ilustrados? No es una opinión peregrina, como hé oido algunos, es el fruto de una observación constante y de un profundo estudio sobre los descarrios de la imaginación, y sobre el poder de la educación viciada sobre los órganos débiles del hombre en el estado de su infancia. Bosquillon, Dr. Medico, Regente de la facultad de Paris, es quien habla, y su doctrina, si se escucha sin preocupación, arrancará de raiz un mal que no se conoció en nuestra feliz provincia de tres siglos á esta parte, y que por nuestra desgracia, ha empezado á cundir rápidamente en nuestros dias. Suplico en obsequio á la felicidad de mis conciudadanos y mi patria, se lea sin preocupación; y que adoptados sus consejos sabios, no nos dexemos arrastrar por elección de funestos males que trae aparejados este, que se creyó evidente porque no se sospechó el que tubiese su origen en la envegecida costumbre de los que lo adoptaron sin raciocinio y sin examen. La robustez, la salud, y el valor de que gozamos (habla el autor) según vamos creciendo en edad pende de nuestra primera educación; y asi es que los errores que nos inspiran en la infancia nos ocasionan grandes perjuicios, como se advierte en los que han sido educados por personas tímidas y pusilánimes, que con dificultad escapan de las enfermedades que les han pintado como muy terribles, pues con el menor motivo se exalta su imaginación y perecen. La peste, y en particular las enfermedades convulsivas, ofrecen frecuentes exemplos de este genero; nadie está en mayor riesgo que los tímidos que las presencian, ó que oyen hablar de ellas; ni hay funesto efecto que no pueda producir el terror. Una larga experiencia me ha convencido de que no puede tener otro origen la hydrophobia, esto es, el horror al agua, que se sigue á la mordedura de un animal que se reputa rabioso. Para convencerse de esto basta atender á la naturaleza de los síntomas de la enfermedad, al modo con que se manifiestan, y á los medios mejores de precaverlos. Hay personas que solo al ver un perro encolerizado y desconocido se desmayan y experimentan convulsiones y otros efectos que no se pueden atribuir sino á las ideas que han recibido en la infancia de la hydrophobia ó rabia; las quales juntándose en su imaginación se creen perdidos sin remedio, particularmente si el animal se acerca á ellos, si les toca, ó moja con la espuma que hecha por la boca. Se extinguirá seguramente esta enfermedad probando que es un absurdo quanto se cuenta de ella, asi como se han aniquilado las brujas, los duendes y otras necedades harto comunes. Quantas tentativas se han hecho hasta ahora para cortar los progresos de la rabia, la han extendido mas por la misma razón: los escritos sobre ella que se han multiplicado han causado el mayor mal, como que han aumentado el terror y causado la muerte a muchos, dando por sentado que existía realmente un virus capaz de comunicar la enfermedad. Si se sigue un camino contrario, no hay duda en que lo será también el efecto; pues se cree generalmente que no hay un preservativo mas seguro aun para los mordidos de animal rabioso, que el animarlos y distraer su imaginación. Decían los antiguos que los perros estaban sujetos á una especie de furor que se puede comunicar á todos los animales excepto al hombre.[1] Poco antes de Asclepiades medico célebre en Roma en tiempo de Pompeyo, se extendió, sin saber porque, la opinión contraria. Nicandro, poeta célebre, que floreció un siglo antes, no habla de la rabia en su poema sobre la mordedura de animales venenosos; de lo que se infiere sin violencia, que no se conocía en su tiempo: Dioscorides indica como nuevo el mismo nombre de hydrophobia: Celio Aureliano, Plinio, Ovidio, y otra porción de autores afirman que los antiguos no habían dado remedio alguno contra ella, y asi parece que hubieran abandonado á la naturaleza esta enfermedad en caso de haberla conocido antes. Es ocioso decir á un doliente que su mal es incurable, pues nunca llega á perder del todo la esperanza, y hasta la última respiración le obliga un impulso innato á buscar todos los medios de aliviarse. De lo dicho se infiere, que no se habló de hydrophobia, en el sentido que hé indicado, hasta poco tiempo antes de la era cristiana. Dioscorides fue á mi ver de los que primero hablaron de ella, y á quien después han copiado servilmente, pero á pesar de la autoridad de este sabio y de los que le han seguido, si se examinan con atención las causas y síntomas de la rabia se hará ver, según entiendo, que este consentimiento unánime no puede ser sino el efecto del terror general que han inspirado todas las fábulas que se han propagado en quanto á esta enfermedad; porque es bien sabido que el terror tiene al ánimo en una sujeción vergonzosa, le priva de su actividad, y llena la imaginación de quimeras que no dan entrada á la luz de la verdad. No hay cosa mas difícil que desarraigar los errores que se mantienen por esta causa, pues no hay quien preste oidos á los que intenten ponerlos en claro: sin embargo, aunque tengo pocas esperanzas de salir bien con mi intento, como se trata de una cosa de la mayor importancia, y de un interés general, me determino exponer las razones que me obligan á separarme de la opinión comunmente recibida, que son el fruto de 40 años de meditación y de experiencia. Todo virus produce síntomas constantes é invariables que no dexan duda sobre su acción: todos pueden inocularse, menos el pretendido virus hidrophobico. Los efectos que se le atribuyen, á saber la perdida del apetito, la espuma por la boca, el furor, el horror á la agua, y las convulciones, dimanan evidentemente de otras causas. [Se concluirá.]
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