Vida y escritos del Dr. José Rizal/Post mortem

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

POST MORTEM




(1887-1907)


La noticia de la trágica muerte de Rizal causó verdadero sentimiento en todo el mundo civilizado, pero señaladamente entre los hombres de mérito que le habían leído ó conocido. Una simple enumeración de los, homenajes tributados en Europa y América á la memoria del Gran Tagalo lo acredita.

Pongamos en primer lugar al sabio profesor etnógrafo Fernando Blumentritt, el cual, en una carta dirigida al Sr. Mariano Ponce, el más caracterizado de los amigos de Rizal, se expresaba así: «Mi corazón está herido. ¡Tú sabes con qué cariño le amaba!… Muchas celebridades europeas trabajaron para salvarle; pero no obtuvieron la victoria: aquella alma noble subió al cielo. Su fusilamiento es un hecho contraproducente para el dominio español: de modo que toda aquella crueldad no sólo era inútil, sino también una imprudencia política del mayor calibre… Las ideas que habían nacido en su alma le sobrevivirán»[1]. —Esta carta debió de ser escrita inmediatamente de saber Blumentritt el fusilamiento. Por el estilo es la que dirigió al que traza estos renglones[2]. Algo más tarde, el insigne profesor publicó una interesante necrología de Rizal en los Archivos Internacionales de Etnografía, de Leida (véase la nota 22), así como habló extensamente de Rizal en el Almanaque de Praga (para 1898) y en un sinnúmero de revistas europeas.

Expresaron también su pésame:

El Prof. Dr. Renward Branstetter, sabio malayólogo de Lucerna.

El Dr. Fedor Jagor, alemán, autor de un libro de Viajes por Filipinas notabilísimo, traducido al inglés y al castellano.

El Dr. Friedrich Ratzel, alemán, eminente geógrafo y etnógrafo, de celebridad mundial; éste dijo, en un extenso artículo publicado en el suplemento científico del Allgemeine Zeitung, de Munich, que Rizal era en inteligencia y saber superior á sus perseguidores.

El Sr. Ricardo Palma, distinguido literato peruano, Director de la Biblioteca Nacional de Lima.

El Prof. M. Buchner, Director del Museo Etnográfico de Munich, malayólogo distinguidísimo; el cual, después de demostrar que la raza malaya es de las dotadas de las mejores cualidades en el mundo y de afirmar que los japoneses deben al glóbulo malayo de su sangre su progresivo empuje, mantiene que los mejores representantes de dicha raza son los filipinos. El mismo Profesor, en carta autógrafa dirigida al citado Sr. Ponce, dice que el Dr. Rizal «is the noble representant of the noble Tagal race», y que su retrato ocupa «a prominent place in our Museum».

M. Edmont Plauchut, calificado orientalista francés, gran conocedor de Filipinas, autor de varias obras de mérito, redactor de Le Temps y de la Revue des Deux Mondes, dijo, á propósito del fusilamiento de Rizal: «Tanta sangre, ¿servirá á la emancipación de las Islas? ¡Lo deseo con toda mi alma!» —M. Plauchut había publicado en la Revue citada un estudio sobre los mártires filipinos de 1872, y entonces agoró que de la sangre de aquellos tres sacerdotes emergiría algún día, como legítima consecuencia, el verdadero separatismo.

El Dr. W. Joest, Profesor de la Universidad de Berlín, eminente geógrafo, que dispensó á Rizal una cariñosa admiración.

El Dr. H. Kern, Profesor de Sánscrito en la Universidad de Leida, el primer malayista del mundo, comentador de algunos opúsculos de Rizal, de uno de los cuales tomó tema para disertar en el Congreso internacional de Orientalistas celebrado en Estokolmo, 1889[3].

El Dr. J. Montano, francés, intrépido viajero, distinguido lingüista y antropólogo, autor de una notable Memoria sobre Filipinas, escrita por encargo de su Gobierno.

El Dr. F. Miller, Prof. de la Universidad de Viena, gran filólogo.

La notable literata holandesa que firma H. D. Teenk Willink en el Op den Uitkijk, de Haarlem, autora de una sentida, entusiasta y concienzuda biografía de Rizal.

El Sr. Manfred Wittich, escritor de Leipzig.

El Dr. Betances, político cubano.

El Dr. Boettger, célebre naturalista alemán, autor de algunos trabajos sobresalientes sobre la fauna de Filipinas.

El Dr. A. B. Meyer, Director del Museo Etnográfico de Dresde, filipinólogo eminentisimo, cuyos trabajos arqueológicos, etnográficos y lingüísticos repútanse insuperables; tiénesele por uno de los mayores apologistas de Rizal, colaborador que fué suyo, juntamente con Blumentritt, en los comentarios á un códice chino del siglo XIII.

M. Odekerchen, Director de L'Express, de Lieja, periódico en el cual escribió algo el Dr. Rizal.

El Dr. Ed. Seler, traductor al alemán del Último pensamiento.

Mr. H. W. Bray, distinguido escritor inglés.

Mr. John Foreman, autor de varias obras sobre Filipinas, algunas de ellas muy celebradas.

Herr C. M. Heller, naturalista alemán.

El Dr. H. Stolpe, sabio sueco, que por Agosto de 1898 llevaba dadas no pocas conferencias sobre Filipinas y Rizal en las principales poblaciones de dicha nación. —Después publicó un opúsculo, intitulado: José Rizal | En Filipinsk författares och politikers lefnadshistoria. (Tirada aparte de la revista sueca Nodisk tidskift, 1899.) Consta este estudio de 24 páginas en 4.º, y contiene la reproducción de un retrato de Rizal y dos de las varias esculturas hechas en barro por el inmortal tagalo. Al final del trabajo va la traducción, en verso, del Último pensamiento, de Rizal. —V. las láminas 3, 4 y 7.

El Sr. Armand Lehinaut, ingeniero y literato austriaco.

El Dr. J. M. Podhovsky, notable escritor tcheque, autor de una obra sobre las Filipinas y el Dr. Rizal.

La lista de los libros, revistas y periódicos en que se ha honrado la memoria de Rizal, sería interminable[4]; y un intento de grafía no podría hacerse sin el concurso de bibliógrafos de todas partes del mundo. Merecen citarse, entre las publicaciones periódicas: Leipzinger Illustrirte Zeitung, Allgemeine Zeitung, National Zeitung, Berliner Tageblatt, Frendenblats, Hamburger Nachrichten, Globus, Kolnische Zeitung, Ost Asien, que dirige el japonés Kisak Tamai, y otras muchas de Alemania; el Boletín de los Orientalistas austriacos; De Indische Gids, de Amsterdam; New Yorker Staatszeitung, Patria, New York Herald, The S. Francisco Chronicle, de los Estados Unidos; Le Temps, L'Eclair, La République Cubaine, de París; L'Express y La Réforme, de Bélgica; Opden Uitkijk, de Holanda; London Illustrated News y National Review, de Inglaterra; varios de Austria-Hungría, de Suecia, etc.; todos los periódicos de Singapore, de Hong-Kong, de Macao, de Sanghai; casi todos los del Japón y gran número de cuantos ven la luz en la América Latina. Del Japón, distinguiéronse el Weekly Box of Curios, de Yokohama, y The Kobe Chronicle, de Kobe. En todo el Extremo Oriente cuenta la memoria de Rizal con infinitos admiradores.

Entre las veladas científicas, descuella la celebrada por la Sociedad Antropológica de Berlín, de la cual fué miembro Rizal, á propuesta del Presidente de la misma, el mayor antropólogo del mundo, el incomparable Virchow. Bajo su presidencia, el 20 de Noviembre de 1897, aquella Sociedad honró por modo extraordinario la memoria de Rizal, y el Dr. Ed. Seler leyó en verso alemán el Último pensamiento del tagalo en cuyo honor se celebraba el acto.

También merece especial mención el homenaje que en la Casa de Representantes de Washington se rindió á Rizal, leyéndose en verso inglés el Último pensamiento, según la traducción hecha por míster Henry A. Cooper. «Fué leída (dícenos el Sr. Santos) en la Casa de Representantes de Washington, E. U., en 19 de Junio de 1902, presentando en el Capitolio á Rizal como un Wáshington, con derecho al respeto y homenaje de la Humanidad, y como la víctima más noble y más pura que tuvo nunca Tiranía en la tierra, haciendo vibrar el Capitolio con estas resonantes y memorables palabras:-«It has been said that if American institutions had done nothing else than furnish to the world the character of George Washington, «that alone would entitle them to the respect of mankind». So, sir, I say to all those who denounce the Filipinos indiscriminately as barbarians and savages, without possibility of a civilized future, that this despised race proved itself entitled to their respect and to the respect of mankind when furnished to the world the character of José Rizal…»

»Después de leído el Último pensamiento, bajo atronadores aplausos, concluye diciendo: —«… Pirates! Barbarians! Savages! Incapable of civilization! How many of the civilized, Caucasian slanderers of his race, could ever be capable of thoughts like these, which on that awful night, as he sat alone amidst silence unbroken save by the rustling of the black plumes of the death angel at his side, poured from the soul of the martyred Filipino? Search the long and bloody roll of the world's martyred dead, and where—on what soil, under what sky—did Tyranny ever claim a nobler victim? —Sir, the future is not without hope for a people which, from the midst of such an environment, has furnished to the world a character so lofty and so pure that of José Rizal…»

«También el primer magistrado de los E. U. (concluye el Sr. Santos), el actual Presidente, Theodore Roosevelt, ha hecho objeto de un discurso el carácter y significación de la obra de Rizal, presentándole como modelo digno de ser imitado»[5].

No conocemos el discurso de Mr. Roosevelt; pero sí el homenaje de Mr. James F. Smith, Gobernador general de Filipinas. Véase en qué términos habló el Jefe supremo del Archipiélago[6]:

«No se puede tributar mayor homenaje á Rizal sino diciendo de él que trabajó por la salvación de su raza valiéndose de las artes liberales de la paz. Fuerte en la confianza de su propia inteligencia creyó á la pluma más poderosa que la espada para conseguir la emancipación de sus hermanos. Conocía que la libertad por la violencia sin la preparación intelectual necesaria para recibirla, significa una segunda esclavitud más dura que la primera.

»De esta suerte inició Rizal su obra y empezó á edificar el santuario de la libertad sobre la resistente roca del patriotismo, procurando con toda la fuerza de su poderosa inteligencia inculcar á su pueblo el amor acendrado á la tierra natal.

»Con incomparable talento les enseñó cómo debían amar sus montes y valles, sus impetuosos ríos y sus cristalinos arroyos; sus elevadas montañas y sus amenos campos exuberantes de cañas y mieses. Bajo la virtud de su varita mágica les hizo ver las arenas que sobre la orilla de las torrenteras á su paso resbalan, las rocas que fruncen su ceño desde el declive de las montañas, la dulce brisa que acaricia el sonrosado semblante y la impetuosa tormenta que brama destrucción en el espacio infinito, conmoviendo así sus corazones y haciéndoles agachar sus cabezas en señal de reverencia y afecto.

»Esparció sobre su pueblo el aliento de su genio, y las masas, hasta entonces cual bestia de carga pasivas é inertes, irguiéronse de pronto con la firmeza del hombre que siente correr por sus venas las energías de la naturaleza, haciéndole concebir el amor puro y sacrosanto de la patria, y elevó sus almas desde superficie de la tierra á las alturas de la estrella de promisión. Por la magia de su contacto hizo brotar la esperanza á la libertad de las mismas cenizas de la desesperación, y para que esa esperanza no pudiera extinguirse, insistió en que la ilustración significa poder, y que la libertad sin el poder para sostenerla es un sonido vacío y una insensata jactancia.

»Rizal fué, en verdad, el gran propagandista de la libertad, y la semilla que sembró cayó en suelo fértil. Regada por la sangre de su martirio, no puede morir, á menos que aquellos por quienes él la plantó se empeñen en acelerar su desarrollo, destruyéndola de esta manera. La libertad humana en sus comienzos no es más que una planta muy delicada. ¿Le darán los sucesores de Rizal el esmerado cultivo que necesita, ó dejarán sus tiernos vástagos sin apoyo, sin protección á las inclemencias de la intemperie?

»Rizal murió en la primavera de su vida, y aunque hombre de paz, derramó la última gota de su sangre por la tierra que le vió nacer. Su sacrificio se conserva vivo y limpio de toda mancha. Fué actor en la batalla de la libertad, en el sencillo traje del ciudadano. Sus brazos llevaban por armas la inteligencia. Su conquista, los corazones de sus compatriotas. Sin embargo, su honor durará más que el del soldado, y es mayor que el del conquistador. En los hogares de sus compatriotas su nombre será recordado con cariño, y en sus templos de instrucción, sus escritos dirán aún palabras amorosas á la Perla de Oriente»…

Después de esta simple enumeración, que da leve idea solamente de la admiración que por Rizal han sentido y sienten tantos hombres ilustres, permítasenos recordar el juicio que de Rizal formara oficialmente el Excmo. Sr. D. Nicolás de la Peña, Auditor del Ejército de Filipinas: según dicho señor, Rizal era punto menos que un mequetrefe que no sabía escribir ni discurrir… ¡Qué doloroso contraste el que ofrece el juicio del Sr. Peña, de quien sabemos gracias al Anuario Militar de España, y los formulados por los Virchow, los A. B. Meyer, los Kern, los Blumentritt, y tantos otros sabios de celebridad universal! Pero es más doloroso todavía otro contraste: el que presenta La Independencia (número citado) por vía de comentario á la crónica que hace del sentimiento con que todo el mundo culto acogió la noticia de la muerte de Rizal: «¡Qué inmenso contraste (dice) existe entre esta general manifestación de duelo y aquella danza macabra con que los españoles celebraron la muerte de su víctima; danza macabra bailada encima de la todavía fresca y removida sepultura, pisoteando y destrozando las coronas y las flores que sobre ésta depositaban manos piadosas y amigas!»


El gran Unamuno ha escrito[7]: «Si es peligroso para el progreso de la cultura social el que los supuestos delitos contra el Ejército vayan al fuero militar, más peligroso es aún que vayan á él los supuestos delitos contra la Patria.» «La cuestión (añade el mismo autor) es que haya castigo ejemplar. Y como el castigo se endereza, más que á otra cosa, á aterrorizar á los que pudieran sentirse movidos á cometer el mismo delito, lo esencial es que lo haya. Es decir, que en vez de llegar á fallar el proceso para castigar al delincuente, se busca el delincuente sobre quien recaiga el castigo.»

Estúdiense con todo detenimiento los cargos acumulados contra Rizal —que sobre no haber hecho armas contra España no tuvo la menor parte en la insurrección,— pónganse esos cargos, y con ellos el acusado, ante un Tribunal de justicia civil, y dígasenos si cabe en lo posible que Rizal hubiera sido condenado, tirando de largo, á otra cosa que á destierro. Fué, pues, Rizal un víctima de esa jurisdicción que, según Juan Chagas (citado por Unamuno), «juzga, no en virtud de la necesidad de juzgar, sino de castigar»; y precisamente el ánimo de los españoles de Manila no apetecía otra cosa que castigo: «¡barrer!», «¡ segar!»… Recuérdense las frases de La Voz Española, órgano de los frailes y sus allegados.

La crítica del mundo entero está conforme en apreciar que el fusilamiento de Rizal fué una gran injusticia. Pero aun admitiendo el absurdo de que la sentencia fuera justa, ¿quien negará que, con su ejecución, se cometió un error político transcendentalísimo? Examinada la cuestión bajo este aspecto, descargan algunos toda la responsabilidad sobre el general Polavieja, que pudo haber indultado al Reo, y que no lo hizo, no tanto por miopía política como por haber cedido á la influencia del medio ambiente, á que no le fué dable sustraerse. Polavieja desconocía al verdadero Rizal, del propio modo que le desconocían sus sentenciadores; el único que penetró algo en la psicología y hechos de Rizal, de cuantos intervinieron en la causa, fué su defensor, D. Luis Taviel de Andrade, á quien basta el exordio de su escrito de defensa para concederle una elevación de criterio, un valor cívico y un amor á la Justicia que ojalá hubieran tenido todos los españoles que abominaban de Rizal… ¡sin conocerle! Se juzgó del escritor sin haber leído sus escritos; se juzgó de su obra de propaganda sin penetrar en la entraña de la misma, tan opuesta al separatismo, y por los medios de la violencia más aún. El 98 por 100 de los españoles, esto es, cuantos en Manila demandaban la cabeza del Primer Filipino, no sabían de éste sino que era «filibustero»… ¡porque sí! ¡Ah! Si hubieran llamado á decidir de la vida de Rizal á los Sres. Carnicero y Sitges, militares que le trataron íntimamente en la deportación de Mindanao; á los jesuitas de la misión de Dapitan, á pesar de que en materias religiosas Rizal era para ellos un relapso; á hombres civiles del talento y la honorabilidad de D. José Centeno y D. Benigno Quiroga, y al propio general D. Ramón Blanco, todos ellos habrían sostenido que Rizal no merecía la última pena. Pero es que, aun mereciéndola, el aplicarla implicaba la pérdida del amor de los filipinos á España. A los Ídolos no se les priva de la existencia impunemente. En la autocrática Rusia no se han atrevido con Gapony, con Gorki, con Tolstoy… Polavieja significaba la antítesis de Blanco, y no pudo ó no quiso afrontar la impopularidad entre algunos miles de españoles (y los siete millones de filipinos, ¿no eran nadie?) que venían aclamándole como al debelador implacable de los filibusteros; y á juicio de esos españoles, el primer filibustero era Rizal. —Rizal no fué más que el verbo de la Libertad en Filipinas; ¡pero la Libertad en Filipinas era una planta maldita!

Casi toda la culpa de tan lamentable como irreparable error tuviéronla el Arzobispo y los frailes. Si el P. Nozaleda, con los Superiores de las corporaciones monásticas, hubiesen pedido el indulto de Rizal, no sólo en cumplimiento de un deber tan propio de los que se intitulan (¡qué sarcasmo!) «representantes de Jesucristo en la tierra» (de Jesucristo, que era todo bondad y caridad), sino por dar con ello un golpe de maza á los radicales, que no habrían podido negar que tenían que agradecerles el favor de haber intercedido por el Reo, probablemente Polavieja se hubiera sentido inclinado á la clemencia. Pero los frailes, con aquella su teoría de ¡barrer! y ¡segar!, eran los que sentían más la sed de sangre, eran los que mayor odio abrigaban (¡así cumplían el ama á tu prójimo como á ti mismo!) contra el ilustre tagalo, y lejos de intentar la petición del indulto, fuéronse al campo de Bagumbayan, llenos de mal disimulado deleite, para cerciorarse por sí mismos de que Rizal caía para no volver á levantarse… ¡Cuán monstruosa aparece esa conducta ante la crítica! ¡La crítica no puede menos de execrar tan ignominioso proceder en quienes se decían apóstoles de una religión de amor mutuo entre todos los nacidos![8]. Y así ha resultado que en tanto que Rizal logra la inmortalidad, esos frailes inhumanos, verdadera negación del espíritu del genuino cristianismo, arrojan sobre su ya poco aseada historia un borrón tan grande como denso, que no hay lejías, ni oraciones, ni milagros que puedan jamás limpiar. Hoy siete millones de ex españoles los maldicen; los mismos que glorifican la memoria del Gran Mártir, que fué todo abnegación. Por tal modo ha transcendido el daño causado por los frailes, que la propia Iglesia Romana toca hoy las consecuencias: ahí está la Iglesia Filipina Independiente, con más de cuatro nes de adeptos[9], negando la autoridad del Papa; nuevo protestantismo creado al calor del asco á esos frailes, acusados por los admiradores de Rizal de haber prostituído la doctrina de Jesús.


Aquí de la batalla de Lérida. Supongamos por un momento que el Arzobispo y los frailes, desde que Polavieja se encargó del mando (trece días antes de ser sentenciado Rizal), hubieran inclinado el ánimo del nuevo Gobernador en favor del Procesado; que Polavieja hubiera á su vez inclinado el del Ministerio fiscal y el de los españoles que más influjo ejercían en la opinión de la Colonia, teniendo á ésta en la incertidumbre durante muchos días —puesto que cabía en lo posible dilatar el curso del proceso— de si sería ó no condenado á muerte; que, al fin, se le condenara; pero que al salir de la capilla, en vez de llevarlo al lugar de la ejecución, lo hubieran llevado á Malacañang, y que allí Polavieja le hubiera dicho á Rizal:

—España, por mi conducto, le perdona á usted la vida. Tiene usted la responsabilidad moral del movimiento revolucionario que ha turbado la paz de la Colonia. He oído que usted blasona de caballeroso y que protesta de no haber hecho jamás traición á la soberanía de España en Filipinas. Pues bien, señor Rizal; desde este momento queda usted enteramente libre: deseo saber si es usted, como dice, un hombre de honor: un vehículo le dejará en los confines de la provincia de Cavite, plagada de rebeldes; vaya usted á confundirse con ellos: y allí, una de dos: ó usted, con su influencia personal, disuade á los rebeldes (que si se presentan á indulto serán todos perdonados), y en este caso habrá usted demostrado que es, en efecto, un verdadero español, ó se convierte usted en un nuevo insurrecto, en el cual caso, sobre que habrá usted negado ese honor de que blasona, no pierda usted de vista que á mis tropas les importa poco tener enfrente un fusil más, el que usted esgrima… Váyase, pues, á Cavite, y allá veremos por cuál de esos dos términos opta D. José Rizal.

Y, dicho y hecho, á Rizal le ponen en el límite de la provincia de Cavite. ¿Qué habría pasado? Preciso es no conocer á Rizal; al hombre que, esclavo de su honor, ni se fugó de Dapitan, ni, estando enteramente libre en Singapore, cuando iba de Manila á Barcelona, optó por quedarse en Singapore, librándose para siempre de las garras españolas; preciso es no conocer á Rizal para no dar una respuesta inmediata: Rizal habría cumplido como lo que era, como un hombre de honor. En Cavite, ó le matan sus paisanos (que era lo que querían hacer, é hicieron los españoles), ó desarma Revolución. Rizal no vuelve vivo á Manila si no es con la seguridad de que había logrado el restablecimiento de la paz. Aceptar la hipótesis de que se habría quedado entre los insurrectos, para ser uno más, nos parece el mayor de los absurdos. —Pero nuestro amor propio, nuestra dignidad de raza, no podía pasar por semejante cosa: ¡qué vilipendio! Y se fusiló á Rizal, y se perdió la Colonia… al grito de ¡viva España! y á los acordes de la marcha patriótica de Cádiz

España no podía tolerar que la paz pudiera deberse ¡á un indio!, ¡á un mesticillo vulgar!, según el dicho del fraile Salvador Font… La frase piérdanse las colonias y sálvense los principios resulta una blasfemia ante esta otra: más vale honra sin barcos, que barcos sin honra… Principio fundamental de nuestra política ha sido siempre: primero, pegar; después, prometer algo, pero sin dejar por ello de pegar, y por último… no cumplir lo prometido, y seguir pegando… Ahí está Cuba: España decía: primero, arraso la isla; después os daré la autonomía. ¿Para qué?… ¡Si en las guerras coloniales, cuanto más duran más se enconan las pasiones! Llegada la hora de la autonomía, ya ésta carecía de eficacia. Las emanaciones de la sangre vertida en las guerras coloniales engendraba únicamente los microbios del odio entre peninsulares é insulares. A mayor cantidad de sangre, mayor cantidad de odios. Frente á esta filosofía, oponíase en Filipinas la frailesca, sintetizada en las palabras: ¡barrer!, ¡segar!… España se hubiera deshonrado, según la dicha filosofía, indultando á Rizal; y llenádose de oprobio utilizando á ese mesticillo chino para sofocar la insurrección. Repitámoslo: más vale honra sin barcos, que barcos sin honra… Más vale honra sin colonias, que colonias sin honra. ¡Rizal era la deshonra!

Polavieja, aun afrontando la impopularidad, aun exponiéndose á concitar contra si el odio de los frailes, debió haber indultado á Rizal por razones morales que se sobreponen á todos los cargos del proceso, á todos los apasionamientos políticos que contra Rizal había. Esas razones, todas ellas valiosísimas, son:

1.ª Rizal no había hecho armas contra España.

2.ª Rizal pudo fugarse de Dapitan, y ni lo intentó siquiera, ávido de alcanzar su reivindicación y esclavo de su palabra empeñada.

3.ª Rizal pidió espontáneamente ir como voluntario á servir en el Ejército de España en Cuba. —Y emprendió el viaje.

4.ª Rizal, consultado sobre la conveniencia de la insurrección, no sólo negó que fuera conveniente, sino que rechazó de plano, por absurda, la realización de semejante idea.

5.ª Rizal, yendo de Manila á España, desembarcó en Singapore y en otros puntos de escala; vióse libre de la jurisdicción española varias veces; y, sin embargo, volvió siempre al buque, prosiguiendo su viaje a Barcelona.

La última razón vale por todas. Medítense bien las apuntadas, y á la verdad, ¡resulta inconcebible la pena de muerte! ¡Por algo la crítica internacional ha calificado tan duramente la ejecución de Rizal!

Rizal fué un victima de todo un conjunto de fatalidades: de la jurisdicción, del noviciado de Polavieja en Filipinas, de la ignorancia de los españoles que informaban la opinión, de la falta de piedad de los frailes, y principalmente de sus propios paisanos, algunos de los cuales le encartaron cobarde é injustamente en el gran proceso de la Revolución[10]. Estaba de tal suerte la opinión pública en contra de Rizal (y entiéndase por opinión la de los peninsulares, porque los insulares no podían exteriorizar la suya), que hablando yo, no hace mucho, con uno de los más conspicuos funcionarios del Estado que en Diciembre del 96 se hallaban en Manila, le dije:

—El general Blanco no hubiera decretado el fusilamiento de Rizal.

—¿Que no? —replicóme con viveza.

—¡No! —repuse en el acto.— Estoy autorizado para decirlo.

—Pues si Blanco no lo fusila, nosotros, los voluntarios, hubiéramos embarcado á Blanco para España… ¡y fusilado á Rizal!


¿Quiere medirse toda la transcendencia de ese fusilamiento? Óigase lo que ha escrito el Sr. P. Cobarrubia, bajo el título Á Rizal:

«Tu muerte es la vida de tu pueblo, y la vida de tu pueblo es la muerte de tus perseguidores»[11].

Necesitaríanse algunos libros de gran tamaño para recopilar los pensamientos, frases, poesías, artículos y recuerdos de todo género que los filipmos han consagrado á la memoria de Rizal. Á los pocos días del fusilamiento, el caracterizado político ilocano D. Isabelo de los Reyes escribía[12] en la cárcel de Manila:

«¿Acertó España fusilándole? Todavía se murmura sobre la justicia de su muerte; pero indudablemente hubieran acertado más los españoles perdonándole la vida, pues entonces habría que contrastar su gran popularidad con la magnanimidad española. Al menos, no creo que se haya ganado nada con su muerte. Al contrario, para el observador imparcial, sobre la estrechez de miras y sobre la sequedad de corazón de su Tribunal, se eleva, y pronto se elevará[13] en las leyendas del país, la simpática y gallarda figura de un joven que, en aras de su patria, sacrificó su gran talento, su numen, su valor, su carrera, la fortuna de su familia, su juventud, su vida y, en fin, hasta sus pasiones naturales.»

Rizal, en efecto, ha pasado á la leyenda. El espíritu supersticioso de cierta parte de la plebe, que concedía á Rizal un anting-anting que le hacía invulnerable, todavía hoy le da por vivo. Es sumamente interesante, á este propósito, el párrafo con que concluye un artículo, intitulado Las Tradiciones Filipinas, el ilustrado escritor filipino D. Felipe G. Calderón[14]: «A raíz del fusilamiento de Rizal no hubo medio de convencer al vulgo que el ilustre filipino había realmente muerto, y aun algunos actualmente le creen vivo; esta convicción supersticiosa de que los proyectiles disparados contra el fusilado resultaron inofensivos [gracias al «anting-anting»], acaso la conserve la tradición. ¡Hermoso presentimiento de inmortalidad que nuestro pueblo reservaba para el Gran Filipino!»[15].

De poesías que aquel pueblo sabe de memoria, consagradas á la de Rizal, no hablemos, porque son innumerables. Pero séanos permitido trasladar dos solamente, tomadas de una Corona[16]:

Á RIZAL

No has muerto, no. Tu espíritu sublime,
que no manchó la infamia del tirano,
en el alma del pueblo soberano
con ígneos rasgos su entereza imprime.

Palpita en nuestras auras, late y gime
hasta la entraña azul del Oceano,
y fulgura en la frente del anciano,
alienta al niño, á la mujer redime.

No has muerto, no. La gloria es tu destino;
tu corona, los fuegos de la aurora,
y tu inviolable altar nuestra conciencia.

¡No! El germen que sembraste en el camino
donde cayó tu sangre redentora,
¡ya es el árbol de nuestra independencia!

Fernando M.ª Guerrero.

25 Septiembre 1899.


Á RIZAL

¡Héroe inmortal, coloso legendario;
Emerge del abismo del osario
En que duermes el sueño de la gloria!
Ven; nuestro amor, que tu recuerdo inflama,
De la sombrosa eternidad te llama
Para ceñir de flores tu memoria.

Esta es la fecha, el día funerario
En el cual el tirano sanguinario
Te hizo sufrir el último tormento,
Cual, si al romper el ánfora de tierra,
La esencia que en el ánfora se encierra
No hubiera acaso de impregnar el viento.

¡Cuánto te debe el Pueblo! En tu calvario
Eras ayer el astro solitario
Que alumbraba los campos de batalla,
La dulce aparición, risa del cielo,
Que infundía á los mártires consuelo,
Valor al héroe y miedo á la canalla.

¿Quién no sintió huïdas sus congojas
Repasando tu libro, en cuyas hojas
La popular execración estalla?
Hermanando la mofa y el lamento,
Vibra encarnado en su robusto acento
El silbo agudo de candente tralla.

Quizás en tu ostracismo voluntario
Juzgabas que era empeño temerario
Manumitir nuestra oprimida raza.
Mírala hoy: es virgen arrogante,
Que con la augusta Libertad, tu amante
En un amplexo fraternal se enlaza.

Caíste, como fruta ya amarilla;
Pero cayó contigo la semilla.
Ya es una planta vigorosa; el germen
Ha medrado en el surco de la senda,
Y libres ya de la mortal contienda
Bajo su sombra tus hermanos duermen.

¡Duerme en paz en las sombras de la nada,
Redentor de una Patria esclavizada!
¡No llores de la tumba en el misterio
Del español el triunfo momentáneo:
Que si una bala destrozó tu cráneo,
También tu idea destrozó un imperio!

¡Gloria á Rizal! Su nombre sacrosanto,
Que con incendios de Thabor llamea,
En la mente del sabio es luz de Idea,
Vida en el mármol y en el arpa canto.

Él enjugó de nuestra Patria el llanto;
Su verbo fué la vengadora tea
Que encendió en el fragor de la pelea
Los laureles de Otumba y de Lepanto.

¡Reverénciale, oh Pueblo redimido!
Llanto del corazón vierte afligido
Por el amargo fin del gran Patriota;

Y hoy que en los aires la tormenta zumba,
¡No salga ni un quejido de su tumba
Al verte, oh Pueblo, nuevamente ilota!

Cecilio Apóstol.

Manila. 30 Diciembre 1898.


¿Vase comprendiendo, aun por los más rehacios á reconocer los méritos de Rizal, cuán grande y funesto error fué su fusilamiento? Quítesele á Rizal la aureola del martirio, y ¿qué duda cabe de que su glorificación no habría llegado á los extremos que la realidad nos muestra? Todos los países tienen su Ídolo; mas ninguno tiene un mayor ídolo que Filipinas. Antes desaparecerá de los Estados Unidos —¡y ya es decir!— la memoria de Washington, que de Filipinas la memoria de Rizal. No fué Rizal, como médico, un Mariani, ni como dibujante un Gustavo Doré, ni como poeta un Goethe, ni como antropólogo un Virchow, ni como etnógrafo un Ratzel, ni como filipinista un Blumentritt, ni como historiador un Macaulay, ni como pensador un Nietzsche, ni como naturalista un Buffon, ni como lingüista un Hervás, ni como malayólogo un Kern, ni como filósofo un Descartes, ni como novelista un Zola, ni como literato un Menéndez y Pelayo, ni como escultor un Querol, ni como geógrafo un Reclus, ni como tirador un Pini… Distinguióse en muchas disciplinas; pero en ninguna de ellas alcanzó ese grado supremo que asegura la inmortalidad. Fué patriota; fué mártir del amor á su país. Pero en el caso de Rizal hay otros filipinos; y ¿en qué consiste que Rizal está á miles de codos sobre todos ellos? Sencillamente, en la finura exquisita de su espíritu, en la nobleza quijotesca de su corazón, en su psicología toda, romántica, soñadora, buena, adorable; psicología que sintetizó todos los sentimientos y aspiraciones de un pueblo que sufría, viéndose victima de un régimen oprobioso… El espíritu de la Revolución tagala se juzga por este solo hecho: Fué, como es sabido, el brazo armado de aquel movimiento Andrés Bonifacio; hé ahí el hombre que dió el primer grito contra la tiranía, el que acaudilló las primeras huestes, el que murió en la brecha… Y á ese hombre apenas se le recuerda; no se le ha erigido ningún monumento; los vates populares no le han cantado… Mientras que á Rizal, enemigo de la Revolución, que calificó de salvaje y deshonrosa, le glorifica el pueblo hasta deificarle… ¿No se ve en esto un pueblo eminentemente espiritual, que tuvo en Rizal un resumen viviente? Todo filipino lleva dentro de sí todo lo más que puede de Rizal[17]; raro es, en cambio, el que lleva dendro de sí algo del demagogo Bonifacio.

La inmortalidad de Rizal está asegurada de cien maneras. Pero como más asegurada está es porque los millones de filipinos de hoy, de mañana y de siempre beben y beberán espíritu de Rizal; no se nutren de otra casa. Sus palabras sirven de lema á los periódicos nacionalistas; su nombre se escribe mil veces todos los días; no se celebra una velada casera en la que no se lea el Último pensamiento, de Rizal; el 30 de Diciembre, el «Rizal Day» hase generalizado hasta el extremo de que en último pueblecillo de las Islas se celebra; en Manila, esta solemnidad reviste cada año mayor importancia, y á ella concurren miembros del Gobierno. Y hay «Escuelas Rizal» por docenas, «Instituto Rizal», «Liceo Rizal», «Colegios Rizal», «Ateneo Rizal», «Sociedades Rizal», «Restaurant Dimas-Alang», «Clubs Rizal», «Teatro Rizal», «Cinematógrafo Rizal», «Universidad Rizal», «Orquesta Rizal», «Relojes Rizal», «Cronómetros Rizal», «Botones (!) Rizal», «Calzado (!) Rizal»… «¡Rizal en todo!», como llegó á decir, en son de queja, El Renacimiento[18]. En provincias se le han erigido no pocos monumentos; apenas hay casa, cuyo dueño no sea un bárbaro, en la cual no exista un retrato de Rizal… ¿Quiérese más? Por si no bastaba que su nombre hubiese ido á dar á la Historia Natural (véase la nota 409), ha ido también á la Geografía, y hase asegurado, por lo tanto, la inmortalidad de una manera definitiva: la primera y más importante provincia del Archipiélago, llamada de Manila durante la dominación española, llámase hoy provincia de Rizal[19]. ¿Más aún? El sello de Correos de mayor circulación en Filipinas, el de dos céntimos, lleva el busto de Rizal; y el papel-moneda de mayor circulación asimismo, el de dos pesos, lleva el busto de Rizal. No es sólo el Pueblo quien le glorifica y perpetúa: es el Estado norteamericano. ¿Más todavía? En la revista de Manila La Iglesia Filipina Independiente, órgano oficial de la misma, correspondiente al 11 de Octubre de 1903, se lee:

«SANTOS FILIPINOS. —Acta de Canonización de los grandes Mártires de la Patria Dr. Rizal y PP. Burgos, Gómez y Zamora. —En Manila, á veinticuatro de Septiembre de mil novecientos tres, reunido en pleno el muy respetable Consejo de Obispos, se ha procedido á examinar muy detenidamente y discutir con toda imparcialidad el expediente de Canonización de los Mártires de la Patria Dr. José Rizal y presbíteros Dr. José Burgos, Mariano Gómez y Jacinto Zamora, que ha instruído el Sr. Obispo Secretario general; y en vista del testimonio unánime de muchas personas que han conocido íntimamente á los ilustres muertos, declarando que en su vida privada y pública aquéllos siempre guardaron una conducta ejemplar y cristiana y que sólo por su amor á su Patria, á la Justicia, al Progreso y á la Humanidad murieron mártires, después de recibir los Santos Sacramentos, ofreciendo al pueblo una muerte cristiana y envidiable; oída la inteligente impugnación del Obispo Fiscal, Ilmo. Sr. Ponciano Manuel, y la brillante defensa del Ven. Prelado Mons. Gregorio Dizón, el Consejo Supremo, después de haber invocado las luces del Eterno, ha acordado por unanimidad informar al Emmo. Sr. Obispo Máximo que es de suprema justicia canonizar á los mencionados cristianos, mártires de su patriotismo, autorizando el empleo de sus ilustres nombres en los bautizos y la colocación de sus retratos en los templos, pero no con el idolátrico fin de rendirles honores divinos. —El Emmo. Sr. Obispo Máximo, después de impetrar de nuevo el auxilio de Dios y de meditar concienzudamente el asunte, con íntima satisfacción ha venido á sancionar lo propuesto por el alto Consejo de Venerables Obispos, ordenando que desde ahora se les dedique anualmente aniversarios, y no misas ni oraciones de Requiem. —Y por verdad lo hacemos constar en este libro de actas, timbrándolo con el gran sello del Consejo Supremo de la Iglesia Filipina Independiente. —V.º B.º: El Obispo Máximo de Filipinas, ✝ Gregorio Aglipay. —El Secretario general, Isidoro Pérez, Obispo de Kagayán. —Ponciano Manuel, Obispo de Pangasinan; Gregorio Dizón, Obispo de Zambales y Pampanga; Fortunato Clemeña, Obispo de Cavite; Ramón Farolan, Obispo de Abra. —Conformes: Pedro Brillantes, Obispo Decano de Ilocos Norte; José Evangelista, Obispo de Manila y Delegado en Cebú y Mindanao; Narciso Hijalda, Obispo de Panay; Vicente Ramírez, Obispo de Camarines; Cipriano Valenzuela, Obispo de Nueva Écija; Evaristo Clemente, Obispo de la Isabela; Cándido Geronilla, Obispo de Ilocos Sur; Lorenzo Paloma, Obispo de la Isla de Negros»[20].

En fin, unos ciento veinte mil pesos importa la suscripción popular para erigir á Rizal un monumento en Manila, en la Luneta precisamente, en el sitio en que vertió su sangre por la Patria… ¡Legítima consecuencia, todo ello, del error en que se incurrió fusilándole!

Ramiro de Maeztu ha escrito[21]: «No es la muerte lo que Rizal se merecía, sino el premio y la ayuda, porque el autor de Noli me tángere, la novela del sufrimiento filipino, fué uno de los que trabajaron con mayor ahinco por hacer compatibles la bandera de España con el despertar de su país… ¡Y sin embargo le matamos!… ¡Y sin embargo no nos maldijo en la hora de la muerte!…»

Y Miguel de Unamuno[22]: —«Al mismo Rizal, tan amante de España, tan ilustradamente amante de ella, le colgaron el plibastiero, el filibustero. Y se lo colgaron porque la amaba con inteligencia, y no con ese amor ciego y bruto que no es sino una energía huera, enamorada de una unidad tan huera como ello; no con ese amor instintivo y que, como el toro, se va tras la capa, ese instinto que al sentir «que tremola sin baldón la bandera roja y gualda, siente frío por la espalda y le late el corazón», según reza la tan conocida como deplorable cuarteta. La cabeza le latía al pensar en España, y el corazón según la cabeza y no por corrientes medulares.»

Y Blumentritt[23]: —«Rizal ha sido el hombre más importante, no sólo de su pueblo, sino de toda la raza malaya. Su memoria no desaparecerá de su patria, y futuras generaciones pronunciarán con respeto el nombre de Rizal, diciendo: No fué enemigo de España.»

Digan lo que quieran D. Nicolás de la Peña y D. Enrique de Alcocer y R. de Vaamonde, que juzgaron á Rizal oficialmente.


LA TUMBA Y LOS RESTOS DE RIZAL


El cadáver de Rizal fué conducido, inmediatamente después de la ejecución, al cementerio general de Paco, y sepultado en tierra en el mismo sitio precisamente en que se enterró al P. Burgos. La tumba quedó señalada con una cruz. En 1898, por Agosto, á raíz de rendida la plaza de Manila á los americanos, triunfantes los revolucionarios «exhumaron los restos, y en procesión fúnebre [fueron] conducidos á la casa de la familia en Binondo»[24], la cual los conserva. Los restos fueron depositados en una urna hecha con maderas finas del país por el afamado tallista tagalo D. Romualdo Teodoro de Jesús. El cráneo de Rizal se conserva perfectamente; no tiene la más pequeña rozadura. (Véanse las láminas 14 y 15.)


JOSEFINA


En capilla Rizal, é inmediatamente después de casados, Josefina dijo á su marido: —«¡Pídeme un imposible!» —Á lo que Rizal le contestó: —«Sólo te pido que me acompañes hasta el último momento.» —Josefina asistió á la ejecución. Mas al ver que, caliente aún el cadáver de en infortunado esposo, caían sobre él, dichos por frailes principalmente, dicterios á granel, entre ellos: «¡Muera el traidor!», resolvió trasladarse al campo insurrecto, como lo hizo, y allí solicitó de Aguinaldo, Jefe de los rebeldes, el mando de una partida. «En el primer encuentro, ella cayó del caballo, dándosela por muerta, y de esta manera pudo librarse de caer prisionera. En la segunda jornada, cayó prisionera; y por indicación de Polavieja se desterró voluntariamente á Hong-Kong. En Hong-Kong se encontró con Vicente Abad, filipino, hermano de mi informante[25], con quien se casó en segundas nupcias. Ella se creía con derecho á participar del dinero pagado por Primo de Rivera á Aguinaldo, y se lo negaron; y por esta negativa, ella y su marido, pero más ella que su marido, se revolvieron contra la Revolución… Ella murió en Marzo de 1903, de tuberculosis laríngea… Él (Vicente Abad) murió en Agosto siguiente, de una cosa parecida… El informante añade que, á pesar de haberse ella hecho antirrevolucionaria, por disgustos con Aguinaldo, tuvo, no obstante, simpatía por la causa de la Revolución, por respeto á la memoria de Rizal, á quien ella amó entrañablemente, á quien ella debía cuanto era. Hablaba el inglés (su idioma), el castellano (que le enseñó Rizal) y el chino.»


LOS PADRES DE RIZAL


Con fecha 27 de Enero de 1897, dirigieron al juez Sr. Domínguez la siguiente solicitud:

«Señor Juez instructor: —Francisco Rizal Mercado y Teodora Alonso, avecindados en esta capital, padres del difunto José Rizal, á V. como mejor proceda nos presentamos y exponemos: Que nuestro hijo en su muerte dejó entre otras cosas un juego de botonadura y un alfiler de corbata, y deseando tenerlos como recuerdo suyo dichos objetos, —Suplicamos á V. se sirva hacer todo lo posible por que consigamos nuestro deseo, y siendo así, cuánto agradeceríamos á V. —Gracia que imploramos á V., cuya vida guarde Dios muchos años.»

El 21 de Marzo siguiente informó favorablemente el Sr. Peña. Pero por varias vicisitudes, las alhajitas de Rizal no fueron á poder de su madre hasta el 20 de Enero de 1898. El padre ya había muerto, el día 5 del mismo mes y año, á los ochenta y siete de edad.

La madre vive aún; tiene ochenta y un años, y se pasa el día pronunciando el nombre de su hijo. Recita con frecuencia las poesías de éste, sobre todo la intitulada ¡Me piden versos!, que hemos reproducido, escrita, sin duda, á petición de la madre del Autor. Dicha señora es venerada por el pueblo filipino.

  1. Carta publicada en La Independencia: Malabón, 4 Noviembre 1898. —Casi todos los datos de la enumeración que haremos en esta primera parte del presente artículo, están tomados de dicho número de La Independencia. Nótese bien la fecha: España no había perdido del todo, oficialmente, el Archipiélago; pero su dominación estaba agonizante, porque á los pocos días se firmó el Tratado de París.
  2. Con fecha 2 de Enero de 1887, decíame el profesor Blumentritt en carta que conservo: —«Estoy bajo la fuerte impresión de la muerte del desgraciado Rizal, que siento muchísimo, porque yo le he amado mucho, pues era no solamente un hombre de muy clara inteligencia, sino también un hombre de buen corazón y de una amabilidad encantadora: y no soy el único europeo que esto dice, sino todos los franceses, ingleses, holandeses, alemanes, austriacos y suizos con que se puso en contacto personal; todos dicen lo mismo, y es mi consuelo que su triste muerte no le conducirá al olvido de los muchos célebres europeos cuyas simpatías se había conquistado.» … «Pero no sólo siento este fusilamiento como una pérdida personal, sino que lo siento también porque esta pérdida sólo servirá á crear más odios á España en aquel país ( Filipinas) y a debilitar eficazmente las simpatías de la causa española en el Extranjero» … «Según el concepto de todo el Extranjero, Rizal murió inocente; no un mártir de la Revolución (aunque desde hoy lo será por la torpeza de los españoles), sino victima del odio peninsular.» … «Si Rizal mereció la pena de muerte, la merecerán también los que con sus insultos dirigidos en la cara de ocho millones [de filipinos] les habían vencido [á éstos] de que nunca serían reconocidos como hermanos por los peninsulares; una convicción que seguramente conduce al separatismo.» … «Rizal no pierde su gloria entre sus paisanos por haber protestado de su adhesión á España; pues para los unos bastará el pensamiento de la solidaridad de sangre, y para otros el hecho de haber sido fusilado por los españoles, para ser el mayor y más simpático mártir de la historia de su país. Justamente los ataques de sus adversarios sanguinarios sirven para engrandecer su memoria y su protestación de adhesión á España para ayudar á los rebeldes, que dicen que es imposible vivir bajo un régimen donde se suprime toda voz de oposición, declarándose al oponente filibustero, y sufrir así la misma pena el inocente que el culpable. Así, pues, el fusilamiento de Rizal me parece una grande imprudencia, imprudencia contraproducente, pues sirve para hacer más profundo el abismo que separa ahora á los peninsulares é indígenas. Y en vista de la gloria que Rizal tenía, hubiera sido imprudente el fusilamiento aun en el caso de ser culpable. La impresión de este fusilamiento es tan grande, que se ha dicho que á partir de esa fecha comienza una nueva era en la Historia del país.» —Es imposible pedir un juicio más acabado que el que en esa carta formula el Profesor de Leitmeritz.
    Pero donde el ilustre Blumentritt se expresa con mayor viveza, es en la carta que me dirigió al día siguiente, 3 de Enero de 1897. Sintetiza el juicio de la prensa extranjera, que no reproduzco porque resulta para España injurioso por modo extraordinario. Y añade el Profesor por su cuenta: —«Repito: el fusilamiento de Rizal es la mayor de las muchas imbecilidades contraproducentes que registra la Historia colonial de España… Si los frailes y los incondicionales se hubieran contentado con la condena de muerte, pero hubieran pedido el indulto, los frailes habrían triunfado brillantemente.» —Según Blumentritt, toda la prensa extranjera calificó el fusilamiento de «asesinato».
  3. Al remitirme un ejemplar de su disertación, el Prof. Kern me escribía desde Utrech, con fecha 10 Junio 1905: «Tengo á Rizal por un hombre de gran talento, un amador ferviente de su raza. En todo tiempo procuraba ser un reformador, no un abogado de la Revolución. Creo que la sentencia de muerte y ejecución subsiguiente fué un error judicial.»
  4. Interminable; esta es la palabra. El 11 de Marzo de 1887, decíame Blumentritt desde Leitmeritz: «Todas las noticias de la prensa extranjera confirman lo que ya le he dicho: el fusilamiento de Rizal ha sido contraproducente. Rizal deportado, Rizal desterrado, no fué nunca ni habría podido ser peligroso á España. Pero Rizal fusilado, no sólo fanatiza á los insurrectos, sino también quita muchas simpatías en el Extranjero á la causa de España. El Sr. Alberto Müller (austriaco) dijo que Rizal le decía: Yo nunca seré rebelde, pero los españoles me tratarán como á un rebelde; quizás me matarán; pero yo sé que entonces me vengarán mis paisanos
    Para que se juzgue del sinnúmero de periódicos que hablaron de Rizal, baste este solo apunte: el 29 de Enero de 1897, decíame Blumentritt en carta que conservo: —«De los setenta y tres recortes que tengo á mi vista y en los cuales se reproducen muchas anécdotas é intimidades de la vida que llevó Rizal en sus estancias en Europa»… Si sólo Blumentritt contaba con 73 recortes á los treinta días justos del fusilamiento, calcúlese la infinidad de papeles que de Rizal hablarían.
    El día antes, ó sea el 28 de Enero de 1897, escribíame el sabio profesor en carta que, como todas las citadas, conservo cuidadosamente: —«Se dice en círculos coloniales que Inglaterra, Japón y América están intrigando para pedir que, en vista de que los españoles siguen en Filipinas una política que turba y turbará siempre la paz en el Extremo Oriente, consientan las demás naciones que se establezca en el Archipiélago una guardia civil internacional, del mismo modo que en la isla turca de Creta… Mala impresión hacen en el Extranjero las noticias de las torturas que se emplean en los procesos contra verdaderos y supuestos filibusteros. También se admira en sentido negativo que los españoles en Filipinas tratan con desprecio á las tropas indígenas, cuya lealtad bajo el mando del justo Blanco habría salvado el Archipiélago para España.» Es decir, el fusilamiento de Rizal nos puso en evidencia en el Extranjero, hasta el punto de que todas nuestras cosas cayesen en el descrédito más lamentable. ¡Eso fué lo que prácticamente se sacó de aquella ejecución! Ventajas no trajo ni una sola; desventajas trajo muchas, la principal de ellas la pérdida de las Islas para España.
  5. Epifanio de los Santos: sus notas inéditas á mí dedicadas.
  6. El Grito del Pueblo: Manila, 30 Septiembre 1906. Reseña del homenaje a la memoria de Rizal, en el que tomó parto como orador el Gobernador general del Archipiélago, Mr. Smith.
  7. La Patria y el Ejército; articulo publicado en Nuestro Tiempo: Madrid, Enero de 1906.
  8. Blumentritt, sabedor de que acariciaba yo el propósito de escribir un libro sobre Rizal, decíame desde Lettmeritz el 4 de Marzo de 1899: —«Yo celebro que usted quiera escribir algo sobre Rizal, Y espero que usted, hoy mejor informado, rectificará algunos de sus juicios emitidos sobre aquel inolvidable Tagalo, y no haga el ensayo de justificar la conducta de los frailes, que son los autores morales é inspiradores del asesinato de Rizal; pues entonces el Extranjero de hoy y mañana y la España del porvenir le condenarán, del mismo modo que á Polavieja, que con ello menguó su nombre.»
    La palabra asesinato ha sido repetida hasta la saciedad por los extranjeros. Entre los españoles también se ha usado; véase, entre otros textos, la pág. 8 del folleto Los frailes de Filipinas, por Nicolás y Viriato Díaz Pérez: Madrid, 1904.
    En cuanto á los frailes, de entonces arranca su total descrédito, que venia ya muy trabajado por la opinión imparcial. Hanse hecho tan odio80s, que no ha habido medio de que puedan reivindicarse. Hoy el titulo «fraile de Filipinas» tiene algo de siniestro, y como mejor ha podido apreciarse ha sido con ocasión del nombramiento del P. Nozaleda, dominico, ex Arzobispo de Manila, para la Silla de Valencia: toda la España liberal se alzó en masa, y aun siendo, como eran, gratuitos casi todos los cargos formulados contra dicho sujeto, bastóle ser fraile de Filipinas para que cayesen sobre él las maldiciones de los que pensaban en nuestro gran desastre, en el cual los frailes tuvieron tan irredimible como extraordinaria responsabilidad. Del propio modo que Rizal concitó para sí los odios que había contra los tagalos sublevados, Nozaleda concitó para sí también los que había contra los frailes de Filipinas. ¡Justicia de la Historia!, como habría dicho Rizal. En vano han tratado los frailes de escribir libros más o menos documentados, de dar alguna obra estimable enderezada á reivindicarse; todo ese fárrago de papel ha sido acogido con la mayor indiferencia por la crítica. El juicio está definitivamente formado: los que entraron en Filipinas pobres, ávidos de cumplir con su santa obligación, han salido de aquel país cubiertos de oprobio, millonarios y con el funesto sambenito de verdugos. Á tal extremo ha llegado su descrédito, que los de El Escorial, hartos ya de los «filipinos», acabaron por establecerse en rancho aparte, creando una provincia independiente, formada con los únicos hombres de valía con que la Orden contaba; y esos, los de El Escorial, son los primeros que, para evitar confusiones, proscriben el fray, ante el temor de que los tomen por procedentes de las misiones de Filipinas, acaso porque comprenden que los que allá «trabajaron» son hoy menospreciados aun por aquellas personas con quienes tuvieron amistad años y años.
  9. Véanse las Lecturas de Cuaresma para la Iglesia Filipina Independiente, publicación de D. Isabelo de los Reyes: Barcelona, 1906.
  10. Los que le citaron y encartaron no tuvieron presente el pasaje de Noli me tángere en que se describe el asalto al cuartel y sus consecuencias. Los aprehendidos fueron cruelmente martirizados para que declarasen que Ibarra les había instigado, y ninguno de ellos lo declaró; es decir, ninguno de ellos mintió. —Véase la pág. 118 de la presente obra.
  11. La Patria, periódico citado; número del 29-30 Diciembre 1902.
  12. La Sensacional Memoria, ya citada, páginas 67-68.
  13. Así escribía yo en 10 de Enero de 1897: ahora ya se ha elevado. Entre los primeros actos de la Revolución triunfante, en Diciembre de 1898, fué rendir á la memoria del Dr. Rizal solemnes funerales en todo el Archipiélago en el día del segundo aniversario de su gloriosa muerte, y se paralizó la circulación de coches aun en Manila, como si fuese en Jueves y Viernes Santo. —Nota de I. de los Reyes.
  14. Revista Histórica de Filipinas; vol. I, núm. 2; Junio, 1905.
  15. Precisamente esto del anting-anting (amuleto) de Rizal fué lo que movió á Saura á presenciar el fusilamiento. Dicho señor escribe:
    «El día 29 de Diciembre de 1896, sorprendí en conciliábulo á mis criados, los cuales hablaban del anting-anting de Rizal. —Este había de ser fusilado al día siguiente, á las siete de la mañana, y los indígenas creían á pie juntillas que las balas no le harían nada, y el desaparecería de la vista, difundiéndose como un vapor en el aire, para trasladarse de este modo á los montes de Cavite. Estaban verdaderamente embaucados. Como mis muchachos eran buenos, y no me convenía de ninguna manera que por cualquier indiscreción suya fuesen á parar á la cárcel, para que se convencieran y, de una vez, por si propios, se desengañasen, les dije que irían, como deseaban, á ver lo que sucedía, pero que irían conmigo, para que pudieran verlo mejor. —Al efecto, con dos de ellos, los más obstinados en su creencia, salí al día siguiente, poco antes de las siete, por la puerta de Santa Lucia, á tiempo que por el paseo de Maria Cristina era conducido Rizal entre una escolta de artilleros…» (Sigue el relato, ya copiado; y concluye el Dr. Saura, después de pintar la caída de Rizal:) «Yo hice que mis muchachos se acercasen [al cadáver] y se convenciesen de que aquello era una triste realidad irremediable.»
  16. La dedicada en el tercer aniversario del fusilamiento. Debo un ejemplar al Sr. Remigio García, dueño de la librería «Manila Filatélico».
  17. En la poesía Al Mártir Filipino, de Cecilio Apóstol, declamada por el Sr. Abreu en la velada celebrada en Manila el 30 de Diciembre de 1905, publicada en El Renacimiento del 2 de Enero de 1906, léese:

    «Desde que te inmoló la suerte impla,
    hay un Rizal en cada filipino:
    por eso presentimos que algún día
    la redención será nuestro destino.»

  18. Véase el número del 1.º Abril 1905. Lamenta que se anuncie públicamente el «Calzado Rizal». Y el mismo periódico, el 5 Octubre 1906, publica un enérgico suelto para protestar de que un fabricante de barajas pusiera en el as de oros el busto de Rizal. —«Hay reclamos indignos, bajos, injuriosos, y el que combatimos (concluye) es uno de ellos.»
  19. La provincia de Rizal está formada, no sólo por los pueblos de la antigua Manila, sino por algunos más, anexionados de otras. Hé aquí la lista completa, tomada de una publicación oficial:
    Pásig, capital. —Angona, Antipolo, Barás, Binangonan, Cainta, Caloocan, Cardona, Jalajala, Las Piñas, Malabón [=Tambóbong], Malíbay, Mariquina, Montalbán, Mórong, Muntinlupa, Navotas, Novaliches, Parañaque, Pateros, Pásay [=Pineda], San Felipe Nery [=Mandalóyong], San Francisco del Monte, San Mateo, San Pedro Macati, Santa Ana, Taguig, Tanay, Taytay, Teresa. —Población: 246.940 almas. —Datos tomados del libro A Pronoucing Gazeter and Geographical Dictionary of the Philippine Islands: Washington, 1902. —En El Renacimiento del 17 de Enero de 1906, léese: «Por virtud de un acuerdo de la Comisión de Filipinas, los municípios de la provincia de Rizal quedan aumentados, con la separación de los municipios de Malabón y Navotas y el traslado del ex-municipio de Barás del municipio de Morong, al municipio de Tanay. Malabón y Navotas han pedido esa separación por contar ambos con recursos para mantener un gobierno local propio. El barrio de Barás se transfere de Morong á Tanay por estar más próximo á este pueblo. De modo que la provincia de Rizal, por virtud de estas mudanzas, consta hoy de 17 municipios y no de 16 como antes.»
  20. Copia exacta de la que nos ha remitido D. Isabelo de los Reyes. Este señor, en carta fechada en Barcelona, á 30 de Marzo de 1907, dice: —«Lo menos tengo cien niños, entre vivos y muertos, ahijados y bautizados con los nombres de Rizal, Rizalina y Burgos. Una hija del Dr. Regidor, nacida en Londres, también se llama Rizalina, y otra hija del médico Xerez Burgos, de Manila, fue bautizada hace ya tres años con el nombre de Rizalina. —Anualmente, la Iglesia Filipina Independiente celebra los aniversarios de Rizal (el 30 de Diciembre) y de los tres Sacerdotes ahorcados el 17 de Febrero de 1872, y constan en sus Calendarios de todos los años. Es de advertir que nuestra Iglesia no dirige oraciones á los Santos, sino sólo á Dios, fundándonos en la Biblia y en la consideración de que como ellos no son obicuos ni omniscientes, no podrían oir esas oraciones.»
  21. Artículo intitulado Nozaleda y Rizal, inserto en Alma Española, núm. 10: Madrid, 10 Enero 1904.
  22. Artículo intitulado Más sobre la crisis del patriotismo, publicado en Nuestro Tiempo: Madrid, 10 Marzo 1906.
  23. Palabras con que termina la Necrología citada en la nota 22.
  24. El Renacimiento: Manila, 4 Septiembre 1905.
  25. Voy copiando de una carta particular del Sr. Santos, á mi dirigida, fechada en San Isidro, 13 de Octubre de 1905.