Viaje al interior de Tierra del Fuego/Capítulo IV

CAPÍTULO IV.


POBLACIÓN.

Extranjeros y argentinos. — Los puntos poblados. — Los Onas.—La vida del Ona y sus costumbres.

Individuos de numerosas razas y naciones ocupan la antigua kori kinká (Tierra del Fuego), Onayuska ú Onaisin (Tierra de los Onas), confundiendo paulatinamente sus elementos étnicos, pero conservando bien determinadas sus clases sociales.

En busca de fortuna, de aventuras, de refugio, huyendo de sentencias que quizás abrieron las puertas de las cárceles de la patria lejana, de tránsito unos. otros atraidos por las infinitas bellezas australes ó cumpliendo misiones humanitarias, vénse radicados ó recorriendo las llanuras y las montañas, viejos noruegos y suecos cazadores del Polo Norte, marineros ingleses, mineros y pescadores, alemanes, italianos, indios, chinos ó japoneses.

Es una extraordinaria asamblea de lenguas, cultos y nacionalidades.

Es una California.

Obsérvase allí que la propiedad y el trabajo, salvo unos muy pocos individuos está en manos de los extranjeros; los puestos rentados por la nación siempre desempeñados por los argentinos y que el indio no es allí más que un pária, perseguido más bien que protegido, odiado más bien que perdonado por el pecado de ser indio. Viejo rasgo de la tierra americana, convertido en un sentimiento y una práctica por el hábito de los siglos.

Los ingleses sou preferentemente estancieros que eu la parte norte de la isla han formado la región ganadera, constituyendo el foco de la mayor producción, por el gran número de haciendas que han reunido.

En buena armonía entre ellos, pertenecen todos á la mejor sociedad inglesa, de la que han traído sus costumbres y aficiones.

Causa verdadero placer visitar los hogares de aquellas gentes, aute cuyo confort, pronto el viajero olvida las apartadas regiones en que se encuentra.

Las grandes condiciones de la región y el espíritu de trabajo de que fueron poseídos, aumentó rápidamente los capitales que ellos llevaron, y, en posesión hoy de valiosas fortunas casi improvisadas, demuestran, con su presencia, que Tierra del Fuego es realmente una comarca de inmenso porvenir.

En 1898, el ingeniero Pastor Tapia escribía las siguientes líneas en un informe que presentó á la Oficina Nacional de Tierras y Colonias (1): La habitación de las estancias de los caballeros ingleses en la Tierra del Fuego, con ricas alfombras, tapices y demás accesorios, reune todo el confort deseable á las inclemencias de la atmósfera en la estación de los fríos. Así viven aquellas gentes entregadas á la labor diaria, en la que siempre el patrón al frente de los peones, toma como éstos el instrumento de trabajo que dirige, fomentando la riqueza propia y dando importancia al territorio. Los he visto en el baño de las ovejas con la pala de madera en la mano, concurrir al mejor éxito del baño de estos animales que conservan limpios y sanos de toda peste. Así se practica el negocio más productivo del territorio: El de las lanas.He creído conocer en la mirada de aquellos hombres respetuosos y respetables, las siguientes interrogaciones: —¿Y el gobierno argentino, qué hace para nosotros que, considerándonos ya como hijos de la tierra, la fertiliza nos con el sudor de nuestros rostros? ¿Porqué tan poca solicitud para quien no hace sinó bien?» Casi siete años después, al visitarlos yo, aquel gesto que entoncespreguntaba tanto, era una frase obligada de cuantos me dieron hospitalidad. ¡Con cuánto placer me senti entonces, primer mensagero de una nueva era, en que la protección del gobierno argentino me enviaba con el grato anuncio de que, estaba dispuesto y resuelto á dar nuevos rumbos á aquellas regiones, á pensar al fín en ellas, y á tomar resolucionesdefinitivas!

Con la creación del Ministerio de Agricultura, dotado de un perso nal técnico capaz de ser un colaborador enérgico, las estancias de Tierra del Fuego cambiarán de vida por completo, á no dudar, disponiendo de mayores facilidades, por parte del gobierno nacional.

Estas, no son promesas vanas..

El número variable del personal según la importancia de los establecimientos y. las épocas del año, está compuesto en gran parte de ingleses también, que pronto se asimilan al medio y resultan el mejor peón de esas estancias.

Muchos de ellos, si son despedidos por sus patrones, se dedican á la minería, reuniéndose con los individuos que vienen de Punta Arenas en busca de oro y recorriendo en pequeños grupos las playas y los ríos.

Estos grupos se constituyen en sociedades cuyas condiciones comerciales son claramente establecidas antes de emprender todo trabajo y á muchos he visto, en mis marchas, provistos del indispensable mercurio, palas, palanganas, carpas, provisiones, etc. Iban generalmente bien montados y llevando todo su equipaje en los cargueros.

También otros, con equipo menor, se intalan en el Páramo, antiguo lavadero de Popper, sobre el extremo norte de la bahia San Sebas (1) Tierras y Colouia. Tierra del Fuego, expedieute núm. 16. Memoria del agrimensor Pastor Tapia 1898. Mensura y amojonamiento de las tierras vendidas en reulate el 16 de Noviem bre de 1897.

tián y que en la época en que yo estaba en Tierra del Fuego, era propiedad del Sr. Reyes (1).

Los mineros van á esa playa, donde hay un pequeño hotel y algunas casillas donde comen y duermen á razón de dos pesos diarios; en tiempos de Popper, tenían que entrar á trabajar completamente desnudos, pues debían dar al propietario el 50 por 100 del oro que extraían. Hoy sólo tienen que pagar á razón de un gramo de oro al día, por lo que como es poca la cantidad que se obtiene de él,—salvo hallazgos felices —los trabajadores sacan de ganancia, término medio al mes, apenas una cantidad que varía entre 100 y 200 pesos papel.

Pero como sucede que, por la forma en que llega el oro á la playa —traído por las corrientes marinas se encuentra éste eu mayor abundancia después de largos y fuertes temporales, en cuanto se tiene noticia en Punta Arenas de que en la costa atlántica de Tierra del Fuego ha habido temporal, acude al Páramo, y á lo largo de la costa, mayor número de mineros.

Si bien esta afluencia de indivíduos no tendría importancia en el total de los habitantes de otras regiones de nuestra tierra, es muy de ser tenida en cuenta allí, pues por la reducida cifra de población de aquel territorio, el total oscila de una manera considerable.

En cuanto á los puestos rentados por la nación, podría pensarse que los individuos destinados á tan injustamente mal afamada gobernación, serían sólo aquellos que, no encontrando el éxito en nuestras ciudades, hubieran sido relegados á esos confines. Confieso la ignorancia en que estaba y también que fué grande mi sorpresa al encontrarme, tanto en Ushuaia como en Río Grande, con un núcleo de jóvenes distinguidos, de nuestras mejores familias, jóvenes ilustrados en los que siempre hallé cultura y la mejor voluntad.

El entonces gobernador Carrié había reunido en ambas poblaciones un buen número de hijos de San Juan, lo que era para él una gran ventaja, pues obtenía así la mayor armonía entre sus subalternos.

Y sería una ingratitud de mi parte si, en esta página, al recordarlos en conjunto, no hiciera presente mi agradecimiento, enviándoles, ahora que estoy lejos de ellos, mi más cariñoso saludo.

Estos empleados no tienen alli porvenir alguno. Están sentenciados á vegetar; á quedar, después de muchos años de haber entrado á prestar sus servicios, en las mismas condiciones del primer día, y creo que si el gobierno, puesto que sus sueldos y viáticos son reducidos, les facilitara, mientras estuviesen en sus puestos, algunas hectáreas cultivables, de las tantas que tiene allí disponibles, se mejorarían sin desembolso alguno las condiciones en que se encuentran aquellos, obteniendo por su parte el gobierno grandes ventajas.

Obsérvase en este territorio la extraordinaria escasez que hay de mujeres, y, por lo tanto, la lentitud del aumento.

A esto se debe que los blancos se vean obligados á recurrir á las (1) Este señor estaba en tratos para hacer su venta.

Aserradero atendido por los presos de la cárcel de Ushuaia.
Taller de tipografía en la cárcel de Ushuaia.
indias que, no exeutas de belleza, alcanzan á satisfacer el buen gusto un tanto olvidado por el tiempo y la soledad.

En las afueras de la capital del territorio, está la Cárcel de reincidentes, un establecimiento de construcción ligera en el que un par de imaginarias, uno al freute y otro al fondo, bastan para el cuidado de los presos. Cuando fuí á visitarla me quedé admirado y no pude menos que decir al empleado que me acompañaba: Es la primera cárcel que veo en mi vida, en que no haya muros exteriores.

Aquí entran y salen todos. por donde se les da la gana.

—Le parece que no está bien rodeada?—me contestó. Luego miró hacia el Beagle, después hacia las montañas. Efectivamente, de un lado el mar rodaba tormentoso, del otro las cadenas se perfilaban en sucesión continua de bosques y de nieves.

—Dos veces ya se han escapado reincidentes, pero pronto han vuelto, porque aquello es peor.

A pesar de esto, la cárcel, en la forma en que está hoy, es un verdadero peligro para la pequeña Ushuaia, que, con una sublevación de presos, podría verse en serios apuros.

Clasificada pues la población de Tierra del Fuego, tenemos que se agrupa en San Sebastián. Río Grande y Ushuaia, puntos principales á los que hay que agregar los establecimientos diseminados, como las estancias del Norte, la misión Salesiana, Río del Fuego, Caleta Policarpo, Harberton, Lapataia y otros.

Queda pues un grupo del que es mi deseo ocuparme con mayor detenimiento. los pobres indios onas. que perseguidos en su miseria por la insaciable codicia de los blancos, poco á poco han ido retirandose al interior de los bosques—los que han querido salvar su iibertad; ó rendidose al hombre civilizado los otros, para ser vasallos.

Muchos son los escritores que se han ocupado de los onas. Por mi parte, en el deseo de aportar mayores conocimientos, he tratado de aprovechar únicamente mis notas, que podrán completar y detallar los interesados, recurriendo á todos los autores.

Aunque como sucede en el estudio de casi todas las tribus americanas las teorías referentes al origen de los fueguinos son distintas, la más aceptada, y que á mi, por los caracteres físicos del individuo y sus costumbres, me parece la más racional, es la que sostiene que los fueguinos proceden de la Patagonia, Por comunicaciones de una de las personas que mejor conocen Tierra del Fuego, el Sr. Lúcas Bridges, he sabido que en la peninsula que Popper llamó Península Mitre se encuentra una familia de onas, cuyas costumbres é idioma son distintas de las del ona actual. Cuando el misionero Bridges llegó á Tierra del Fuego, fué á indios de este grupo á los que primero conoció. De ellos aprendió algunas palabras, dándose cuenta de que no hablaban la lengua general, pues los demás onaslo entendian. Estos indios no se relacionan con los del interior de la isla, y según el Sr. Bridges, deben ser los últimos representantes de una invasión á Tierra del Fuego anterior á la llevada á cabo por los onas que hoy la recorren.

Llano especialmente la atención de los que á estudios americanos se dedican, sobre la urgente necesidad de estudiar estos indios lo más pronto que sea posible, pues sólo quedan de ellos tres ó cuatro, que, dada la prontitud con que desaparecen, dentro de muy poco tiempo, con toda seguridad, se llevarau á la tumba el secreto impenetrable de su religión, sus costumbres y su lengua.

Los indios habitantes primitivos del archipiélago se dividen en onas, alacalufes y yaganes[1].

Los onas de origen Tehuelche,—vinieron á Tierra del Fuego pasando el Estrecho, probablemente por una de sus angosturas, y los alacalufes y yaganes del vecino archipiélago de los Chonos.

Indios Onas de la parte Norte de Tierra del Fuego.

Las diferencias tan radicales de escenario, de medios de vivir, la separación completa de sus aborígenes y las necesidades distintas. pudieron transformar rápida y fácilmente su idioma, que no se resiente por ello, de tener reminiscencias y relaciones bien notables con las lenguas patagónicas. Sea de ello lo que fuere, estas parcialidades poseen un idioma cual pocos en América rico en voces, sobre todo en lo referente á sus relaciones con la Naturaleza, como pude comprobarlo al encontrar, en el vocabulario de la lengua ona, que no hay una sola especie de la Flora que no tenga su nombre indio.

La vida azarosa del salvaje ha dado al idioma, á la voz, á todo lo que se relaciona con la expresión de su pensamiento, cierto indefinible tinte de melancólica humildad y de poesía, que llama la atención en cuanto se le sorprende hablando, y, aunque al oirle parece su idioma áspero en el primer momento, el conocimiento de los vocablos revela su dulzura.

Elijo, entre ellos, algunos nombres propios Vaganes: Tescapalawallis, Uacamasar, Simacivellis, Ferness, Acamuto, Sualacaniunellis, Chibul y Manoskaia.

Entre los Alacaluf: Ipachelis, Orkwar, Avelok, Halen, Aïterele, Telechaon, Avilaik, Chaki y Tilcaaon; y entre los Onas: Uyayén, Honik, Kispy, Yefren, Chalten, Cheope, Alualen, Karniel, en fin, todo el idioma.

¿No tiene la música griega?

Estas razas debieron ocupar el archipiélago en épocas muy cercanas á la llegada de Magallanes; pues en ninguna parte se observan rastros de paraderos antiguos, y la rapidez con que el indio desaparece hace pensar, ó que aún no se había hecho al medio que pudo verse forzado á habitar ó el reducido número que hoy queda de éste, diezmado incesantemente por causas cuyo origen está en la naturaleza misma del terreno, fué siempre escaso.

El indio, que en ninguna parte mejor que allí debió recurrir al material que le brindaban las montañas, construyendo habitaciones sólidas que lo defendieran contra los rigores del frío, no tuvo suficiente tiempo para hacer construcciones, manifestación clara de que la raza se ha asentado, y si se objetara que su carácter nómade es la causa de que no hubiese hecho construcciones en piedra, sería desconocer que muchos antiguos pueblos patagónicos, contemporáneos de su llegada al archipiélago, las tuvieron, pues que aún se conservan sus rastros en algunos puntos de la Cordillera y hasta en las proximidades de Puerto Deseado, —los círculos concéntricos de piedra.

Causa tristeza la rapidez con que el indio desaparece.

El Sr. Bridges calculaba en 1883 en 3000 el número de los alacalufes,los onas y 3000 los yaganes.

Qué queda hoy de esos 8000 indios?

Los onas no llegan á 500, calculando eu 200 los que aún quedan libres en el interior de Tierra del Fuego: los alacalufes no pasan de 50, y si hay más de too yaganes es mucho.

A la persecución de que han sido objeto por parte del hombre blanco, á su rápida desaparición debida á la tuberculosis, hay que agregar que los indios libres, divididos en grupos, se persiguen entre sí, concluyéndose en los combates que libran con frecuencia.

Al extenderse la propiedad del europeo, sus medios de vida fueron siendo más escasos, porque disminuía su radio de acción, y en el blanco tenia el principal destructor del guanaco, su más importante alimento.

Hombres hermosos como lo son casi todos, de elevada estatura, anchas espaldas y aspecto de atletas, se les ve languidecer y morir en pocos días El guanaco no se presenta alli en manadas tan numerosas como en Santa Cruz, por ejemplo. Para cazarlo tiene que valerse de hábiles artificios y se ve precisado generalmente á recorrer grandes distancias.

Cuando el estanciero dejó libres sus ovejas en los campos ¿qué idea
Indio Ona con sus esposas.

tenía el indio de la propiedad? Las obtenía fácilmente en grandes can—, tidades, era de su completo gusto el guanaco blanco, y lo robó. Fué entonces considerado como cuatrero, perseguido y cazado; mas si se examina bien la persecución de que el indio ha sido víctima, se ve claramente que no era ésta la única causa. La falta de mujeres, y el deseo de poseer las del indio, fué entonces el motivo principal.

Disminuido así su terreno, perseguido y hambriento, con la rapidez con que se reducia su número, se transformaron sus costumbres, de manera que el indio ese, confiado y bondadoso, que salía al encuentro de los expedícionarios, para ser cargado y fusilado, como le sucedió con cierto famoso explorador argentino, que no nombro porque ya murió, pero que se inflamaba al verlo—como el clásico manchego con los molinos y majadas. Ha aprendido hoy á desaparecer en el bosque con rapidez tal, que es fácil viajar por todo el interior de Tierra del Fuego sin ver á uno solo de estos desgraciados, así se lleven las más buenas inteuciones.

Como debo fijar preferente atención á los onas, por cuanto es el grupo que ocupa el terreno coufiado á mi estudio, me concretaré á ellos, dejando los Yaganes y Alacalufes para trabajos ulteriores (1.

Antes de estudiar al ona y sus costumbres, lo dividiré en dos grupos: el ona reducido y el oua libre.

Al primero se le encuentra convertido en peón, trabajando á la par de los europeos en los establecimientos de campo y especialmente en la misión Salesiana de Río Grande, donde ha constituido una población, viviendo tranquilamente y dedicado á las faenas rurales.

Son éstos respetuosos y obedientes—nos era agradable el encontrarlos en el campo guiando carretas ó llevando majadas, cuando quitándose el sombrero nos deseabau las buenas tardes. Muy curiosos, en las visitas que hacíamos á la Misión se reunían para vernos llegar en cuanto nos divisaban desde lejos, observabau nuestros trajes, nuestras caras y el modo de andar, haciendo comentarios entre ellos. Siempre sonrientes, hacían sus comentarios en su lengua misteriosa para nosotros, é impunemente nos daban los nombres que más apropiados les parecían, con lo cual les era fácil distinguirnos al hablar de nuestras personas. Los anteojos del Doctor despertaban su unánime hilaridad.

Como la vida en la Misión es siempre más holgada para ellos, los padres salesianos envian con frecuencia indios de su confianza á los bosques, y ellcs vuelven invariablemente con otros, que, aunque jamás sujetados á las prácticas regulares que allí se observan, pronto abandonan su capa de guanaco para vestir casaca y pantaloues, acompañando á los otros en los trabajos, hasta ponerse pronto á la par de ellos.

Muchas veces las indias, acosadas por sus hombres, y confiadas en lo que á los que vienen de las poblaciones han oido decir ó por haber (1) Mi compañero de expedición el Dr. Roberto Lehmauu Nitsche publicará en breve los resultados de las investigaciones, tanto etnográficas cuanto antropológicas, que hizo sobre el terreno.

observado desde el bosque las costumbres, ó por serles ya insoportable el frío, se aparecen en demanda de hospitalidad.

Entre estas, los blancos eligen compañeras, y del mestizaje se obtienen ejemplares más hermosos aún; vimos en el Puerto Elena una india que tenía tres hijos: uno de italiano, otro de austriaco y el otro de español. Eran tres criaturas rubias que, lavadas y vestidas, hubieran parecido lindas entre nuestros más bellos chiquillos. También eran bonitos los hijos de los gendarmes de Río del Fuego.

Nótase en ellos que, en el color del cabello y la carne, predomina el del padre.

Las mujeres, al abandonar las prácticas salvages, se transforman inmediatamente, siendo uno de sus mayores rasgos la limpieza.

Se bañan en la playa del mar, dos y tres veces por día, dejan de embadurnarse el cuerpo con grasa de coruro y si obtienen aguas de olor las usan con gusto. El cabello desgreñado y revuelto cou pedacitos de hojas y ramas de árboles y arbustos, toma con la higiene brillantes matices, lo suelta sobre la espalda, lo recorta á manera de flequillo sobre los ojos invariablemente—que tal es la moda ona,—y lo suaviza y alarga. Pero lo que no abandona son las pulseras, sartas de cuentas, tiras de género ó tientos de cuero, arriba de las muñecas y tobillos. La afi= ción por estas prendas es marcada, y, al dar cuentas á una india, parece dársele la suprema felicidad, pues, encantada, las mira y juega con ellas entre los dedos, concluyendo por acomodárselas.

El Ona libre puede ser dividido á su vez en dos naciones. Aunque de la misma raza y lengua, ellos mismos hacen esta distinción.

Son el Ona del Oeste de la sierra Cármen Silva y el del Este. Entre estas dos parcialidades se odian y persiguen á tal punto que. como antes dije, la guerra que conservan entre ellos es una de sus principales causas de exterminio.

La falta de mujeres, otras veces, los obliga á pasar el límite que entre si se han dado. Marchan á sorprender, y entonces es que se libran los terribles combates á fleclia. Otras veces es la escasez de guanacos y naturalmente que el dueño los defiende.

Tomemos al indio desde su nacimiento.

Ha nacido. Esto no parece haber sido un gran sacrificio para la madre, que, como insensible á la revolución que el interior de su cuerpo ha experimentado, se levanta inmediatamente para darse un baño en el mar, ó, si está léjos de la costa, en el río más próximo que haya. En pocos momentos de la vida se presentan los Onas más salvajes que en éste. Si el parto es difícil, el Doctor, ú otro cualquiera, le salta sobre el vientre.....

Y en cuanto á eso de levantarse para el baño, no tiene que sorprender. Río del Fuego dista ocho leguas de Río Grande. La india Cármen, primeriza, tuvo un chiquillo en Rio del Fuego, cuatro días antes de que nosotros viniéramos de éste á Río Grande. El indio Pedro—su marido —se venía con nosotros; ella subió al carro de dos ruedas. y sin elásticos, que traía nuestro equipaje, y zarandeada y traqueteada por el terrible suelo de la costa, hizo las ocho leguas, llegando con su hijo como sŕ nada hubiese andado.

La fecundidad no es graude: tienen generalmente de 3 á 4 hijos, siendo muy excepcionales los casos en que llegan á S.

Tengo en mi poder una fotografía de una india Yagan cou mellizos, caso considerado como extraordinario..

Desde el día en que la criatura nace, la lleva sujeta por la espalda sobre la suya con un pañuelo—si tiene—doblado en triángulo y abrigada con la misma capa, que se echa encima.

Allí vá el recién nacido á todas partes. Es un parásito, que sólo cambia de sitio para mamar.

Las pulseras de manos y piés son el adorno que recibe. Después, cuando gatea, sus primeros compañeros son los perros, y sus únicos juguetes las flechas del padre. Pronto el instinto de imitación se apodera de él. Toma las varas de los arbustos secos y se afana en convertirlas en flechas. Esto lo he observado muchas veces la flecha: es lo que más le agrada.

Cuando ya da los primeros pasos se aproxima el momento en que debe ser entregado al maestro.

Este Mentor es quien debe iniciarlo, desde niño, en la ciencia del hombre. Dueño de su vida, y en completa libertad para hacer del uiño lo que le parezca, el primer acto del maestro es darle nombre.

Se llamará: Alitol, Koipar, Kuelguer, Eling ó Mysaía, como el maestro quiera.

Este personaje, tan importante en la agrupación india, debe enseñarle á conocer por sus nombres á los animales y las plautas, dónde debe encontrar á éstas y cómo debe hacer para cazar aves, coruros y guanacos.

Debe enseñarle á hacer flechas y á tirar, á conocer el rumbo dentro del monte, á andar largas distancias, á rastrear, á viajar tanto de noche como de día, á caminar sin ser sentido, y á cruzar las vegas sin ser visto.Enseñanza extraordinaria que asimila al indio á su medio, aumentando beneficiosamente para él sus medios de vida.

Cuando la educación del jóven indio ha terminado, el maestro lo entrega á la familia. Este es un gran acontecimiento que se festeja por los parientes y amigos en debida forma.

La familia ó la tribu exijen la prueba. Tiene para ello que vivir seis ó siete días en el monte, siu que nadie lo pueda ver. Durante ese tiempo le está prohibido comer corazón, tanto de guanaco como de avey recien puede aproximarse á los fogones cuando esta reclusión ha terminado.

Entonces tiene que estar otro tanto de tiempo con la cabeza vuelta sin ver la luz de los fogones. Terminado este requisito, se hace la gran fiesta.

Los hombres forman un grupo con sus respectivos toldos, y las mujeres otro; luego los hombres se dispersan en la noche por el bosque y el muchacho tiene que salir en su busca y encontrar á todos.

Terminada esta, tan difícil cuanto decisiva prueba, el jóven ha terminado el aprendizaje de hombre como todos y por lo tanto tiene iguales derechos.

Cuatro ó cinco veces en el año se hacen las fiestas de baile.

En un claro del monte se enciende una gran fogata que debe arder mientras dure la fiesta; un muchacho ó un hombre se para junto á ella, en derredor se toman los hombres, pasándose los brazos unos con otros, y giran rápidamente, cantando, hacia la derecha.

Las mujeres hacen el círculo exterior, pero no presentan el frente al fuego, sinó el costado izquierdo, tomándose de los codos de la que lleva por delante. Cerrado así el círculo, giran en torno del fuego hombres y mujeres, esforzándose en marearse las unas á los otros.

Este baile dura toda la noche; si hay bebida se bebe, si hay carne se come; pero la embriaguez frecuentemente no tarda en llegar á estas fiestas, y los hombres ruedan en asqueroso monton, convirtiendo en repugnante aquella escena que en el májico escenario tenía evocaciones de horas druídicas, en las danzas bajo los muérdagos sagrados, á la luz de la hoguera y de la luna, Otra ceremonia que también se hace, aunque no tan importante, es la del matrimonio.

Es un simple trueque. Cuando el indio desea casarse tiene que pedir la novia á la madre, cambiándola por bastante comida ú otra cosa.

Desde que se casan, los padres no lo miran más, y si por casualidad se encuentran con él, dan vuelta la cara inmediatamente. No se tratan como enemigos, pero esta es la costumbre.

El hombre no se conforma con una mujer. Puede tener cuantas quiera y pueda, parientes, criaturas de diez años, ó viejas que apenas pueden arrastrarse.

El debe proveer á la familia de alimento; sus mujeres, en cambio deben cuidarlo. No sería extraño que este mormonismo fuera una consecuencia de la desaparición rápida de los onas.

Él guía y abre el camino en la pradera ó en el bosque, vigila, lucha, y hasta muere por sus nujeres defendiéndolas.

Muchas veces lo he visto cruzando aquellas tierras, erguido siempre cual granadero. á gusto de Napoleón, con la mirada fija al frente, envuelto en su capa de guanaco, con los brazos recojidos sobre el pecho y las manos ocupadas con el arco y las flechas, simpre listas para herir.

A paso acompasado, iba delante de la familia; media docena de perros le seguían, flacos, guanaqueros ó cazadores de coruros, guardianes ó ladrones de ovejas. Detrás las mujeres y los hijos. Las mujeres agobiadas por la carga, pues que, nómadas, porque así las hizo el escenario, vau de uno á otro lado como el caracol, con toda la casa y el ajuar á cuestas. Y, en realidad, la casa no es mucho; cinco ó seis varillas de 1,50 á 1,80 centímetros de largo, y unos cuantos trapos, eso es todo.

Pára las varillas entre los arbustos, tiende en ellos los pedazos de trapo que posee, hace un pequeño fogón teniendo cuidado de poner los palitos ó leñas lo más parados que le sea posible, para no hacer mucho humo ni luz, y allí se tienden los suyos envueltos en su capa.

Un par de canastas tejidas de juncos son su mueblaje, tres ó cuatro latas de conservas su menaje de cocina. Una infinidad de cosas inútiles, bolsitas con ocres para pintarse la cara, piedras, pedernales, ramas de plantas medicinales, condimentos, en fiu, de todo lo fueguino un poco.

Hay qué comer?—lo que se pueda. Todo es bueno; no sabe de dispepsias: como el camello de Mark Twain, es capaz de dijerir hasta virutas de plomo, pues come coruro y lo encuentra como comer pajarito» y se relame con gusto con la carne de macá, lo más incomible que probé en mi vida.

Los onas tienen por principal alimento el guanaco, que persiguen donde lo encuentran, y cazan á flecha, ú ocultándose en un pequeño pozo, que hacen junto á su senda, y que tapau cou ramas verdes.

Caza el coruro, otro de sus principales sustentos, valiéndose de una picana, ó sea un palito con una púa. Una vez encontrado el nido en las galerías de su cueva, lo picanean hasta que sale, y entonces lo agarran directamente con la mano.

Si este hombre, en lucha decidida con la Naturaleza, es realmente un hombre fuerte, sábio é inteligente, como es frecuente que los indios se reuuau en grupos de 4. 5 ó ó familias, es nombrado jefe ó cacique.

Pero en la naturaleza misma de las regiones que habita encuentra su mayor enemigo, el frío, que en Invierno llega á serle terriblemente insoportable. obligándolo, cuando ya no puede más. á meterse en el agua helada de los ríos, ó á revolcarse en la nieve, para provocar la reacción.

El guanaco, en ese entonces, sale apenas de los montes eu las horas de sol; acosado por el hambre, se ve el indio forzado á dar malones en las estancias, cortando los alambrados para llevarse todas las ovejas que pueda. Y cuando se vé perseguido, y que los animales se le van quedando, desgarreta á estos ó los mata, abandonando los últimos al huir.

Cuando la muerte llega, los deudos y los amigos hacen una fosa de I á 2 metros de profundidad, de forma alargada, y en la que depositan el cuerpo acostándolo boca arriba.

Primero, en el fondo, ponen una capa de pasto, y sobre esta lo colocan envuelto en su quillango. poniéndole el arco y la flecha, luego otra capa de pasto y encima ramas pequeñas. Una vez hecha esta operación lo tapan con tierra.

Si es el cacique quien ha muerto, además de lo anotado dejan en su fosa todo lo que le pertenecía, haciendo una colecta de flechas en la tribu para colocarlas con las de él.

Eligen para tumba un lugar en que el terreno sea duro.—de preferencia las alturas. No levantan túmulo. ni hacen señal alguna. Los suyos, y los de su tribu, son los únicos que saben dónde está sepultado, como si temieran que, aun después de muerto, viniese el hombre blanco á perseguirlo.

Y allí lo dejan para siempre, bajo los bosques de robles en que arrastró su vida. desgraciada al par que feliz, pues allí luchó por la más hermosa de sus quimeras.... su libertad.

a Muchas veces, tanto en los bosques del Chaco y Formosa, en las desoladas cordilleras y aquí en la tierra de los onas, he pensado en la guerra inclemente que hemos hecho al indio, guerra injusta, cuando se considera que á él era á quien asistía el derecho de defender su antigua propiedad, perdida paso á paso, por el irresistible poder de las razas superiores.

¿Por qué lo destruimos? ¿No puede ser él, acaso, aún hoy, un buen colaborador de nuestro desenvolvimiento? ¿no lo ha sido, una vez dominado, sirviendo en nuestros ejércitos y establecimientos rurales?

Estados Unidos, la nación de los grandes ejemplos, nos lo dió á nosotros, bien hermoso por cierto, destinando un pedazo de su tierra para propiedad de los Pules rojas. Si nosotros, en Tierra del Fuego, destinaramos un pequeño retazo para que en él vivieran los pocos indios que quedan libres, dándoles la seguridad de no ser molestados, no haríamos más que cumplir con un deber de estricta justicia, obteniendo con él la tranquilidad de las estancias que hoy se desarrollan tan rápidamente en aquel territorio nacional, y justificando así, con un acto humanitario, cuanto castigo se aplicara al indio por los robos de ovejas, que posteriormente efectuara.

El indio ona, no es un indio peligroso como se le supone. Todos sus actos buenos ó malos están justificados racionalmente; puede ser un buen colaborador, como lo es en las misiones salesianas de Tierra del Fuego y en otros establecimientos.

Pobres onas!... Cabe repetir la frase del escritor inglés... Son las últimas hojas, de un Otoño que se acaba! »
Río Grande. — Misión Salesiana de la Candelaria.
  1. El Sr. Bridges los llamó yaganes, tomando la palabra raganasciugat, caual que divide las islas Navarino y Hoste. El verdadero nombre debería ser Jamana, que es como ellos se llaman entre sí.