UMBRA

Hoy á mi corazón nada le dicen
Con su cantar eterno,
Esas olas bravías
Que en las rocas estériles se estrellan
Entonando salvajes armonías.
Á mi cansado espíritu no alumbra
Ya esa línea de fuego
Que abre la nube en noche de tormenta
Y que al herir sobre la faz del mundo
Cual rayo de venganza
Parece el latigazo de su afrenta.
¡Oh recuerdos de ayer! ¿Por qué ya no hablo

Con las voces del trueno y del torrente?
Algo ha muerto en mi sér; ya no palpita
Mi corazón como antes ¡sólo sombras,
Donde brillar debiera
La luz del porvenir, la luz fulgente!
Sombras ¡ay! de una noche prematura
Que desplomada cae sobre mi frente.


¿Por qué no canto al arte y á la patria,
Al amor y la gloria?
¿Por qué los triunfos de la humana vida
No me arrancan un grito de victoria?
¿Por qué como un inválido me entrego
Cuando puedo luchar y levantarme?
¿Por qué en la lid del pensamiento, noble,
No disputo un laurel? ¿Por qué es mi musa,
Una joven de blanca cabellera,
Con fuego en las pupilas,
La faz desencajada
y el cuerpo doblegado,
Cual si el pesó de un siglo sostuviera?
¿Por qué vivo en la sombra,
En ruda indiferencia encastillado,
Renegando de todo, del presente
Y de todos los tiempos, como un ente
En mi propio dolor amortajado?

Si hay sangre en mis arterias, mucha sangre,
Si hay luz en mi cabeza,
¿Por qué cobarde, á mi dolor me rindo?
¿Por qué me mata la inmortal tristeza?
¿El sol de la ilusión ya no me alcanza?
¿He nacido cansado; sin anhelos,
Ó en mí ha nacido muerta la esperanza?
¿Por qué siempre la voz de un fatalismo
Como una maldición en mi alma siento,
Sirena del dolor que eternamente
Canta el himno triunfal del desaliento?...


¡Ah sí! Pero qué importa,
¡Qué importa que la nieve
De los años no cubra mi cabeza!
Vivo mis ilusiones enterrando,
y hace ya mucho tiempo, mucho tiempo,
Que aquí, en mi corazón, está nevando.


Pero, ¡no sé llorar! Y río... río,
Cuando, infeliz, oculto
Aquí en mi pobre corazón, yo llevo
Engendrado el hastío.
Y callo, callo, y si rugiendo llega
Al labio la blasfemia envenenada,
Sé ahogarla en un sollozo, y el sollozo

Convertirlo en estoica carcajada.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¿Queréis entrar en mi alma? ¿Queréis verla?
¿Queréis saber qué pena me tortura?
Aquí está mi dolor, aquí en mis versos,
¡Ellos son porta-voz de mi amargura!