Tratado de la Pintura/07

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


LIBRO TERCERO.


Pero para formar un Pintor perfecto de modo que llegue á merecer los elogios que hemos referido, faltan aun varias cosas que decir, las cuales no debo omitir en ninguna manera, aunque seré lo mas breve que me sea posible. El oficio del Pintor es dibujar y dar el colorido á cualquiera cosa que le presenten con líneas y colores en una superficie plana, de modo que con un determinado intervalo, y cierta colocación del rayo céntrico parezcan las cosas pintadas como si fuesen corpóreas, y totalmente semejantes á las verdaderas. El fin del Pintor debe ser adquirir fama, gusto y crédito con sus obras, mas bien que riquezas; lo cual lo conseguirá siempre que sus pinturas detengan y deleiten la vista y el ánimo de los que las miren. El modo de llegar á alcanzar esto ya se dijo cuando se trató de la composición y del clarooscuro; pero ademas de esto quisiera yo que el Pintor fuera hombre de bondad, instruido en las ciencias, para que pudiera mejor hacerse cargo de todo lo que hemos dicho. La bondad y agrado tiene mas fuerza para captarse la benevolencia general que lo maravilloso de la industria ó del arte. Ademas es cosa sabida que la benevolencia coadyuva mucho para que un artífice adquiera estimación y bienes; pues de esta benevolencia se origina que los poderosos le dan que hacer, teniendo mucho mas gusto en que se le proporcione una ganancia al que es modesto y de suaves modales, que no al soberbio y altanero, aunque tal vez tenga mas habilidad. Siendo esto asi deberá tener el Pintor sumo cuidado en su modo de portarse y en sus modales, mostrando siempre afabilidad y agrado, para que por estos medios pueda atraerse la benevolencia de todos, único y fijo asilo contra la pobreza, y también la ganancia, auxilio excelente para la mayor perfección de una obra. He dicho que quisiera estuviese el Pintor instruido en las ciencias; pero principalmente la Geometría debe ser su mayor estudio. Muy bien decia Pánfilo, antiquísimo y excelente Pintor, primer Maestro de jóvenes nobles en esta arte, cuando decia que nadie podia ser buen Pintor sin saber Geometría. Y en efecto los primeros rudimentos en que estriba toda el arte de la Pintura los comprende con facilidad el Geómetra; mas el que no tiene alguna tintura de esta ciencia no es posible que se haga cargo de ellos bien, ni que llegue á entender ninguna de las principales reglas de la Pintura. Asi, pues, es mi dictámen que el Pintor no debe despreciar el estudio de la Geometría. También debe leer con atención las obras de los Poetas y Retóricos, pues los ornatos de ellas tienen mucha conexión con los de la Pintura; ademas le dará muchas luces, y le servirá de no poco auxilio para inventar y componer una historia la conversación de los hombres literatos y abundantes de noticias, pues es evidente que el principal mérito consiste en la invención, la cual tiene la virtud de agradar y deleitar por sí sola sin el auxilio de la Pintura. Deleita el leer la descripción de la Calumnia que pintó Apeles, según Luciano, y no creo que sea fuera de propósito el referirla aqui para que aprendan los Pintores á inventar y componer con novedad y sublimidad. Veíase en la tabla un hombre con desmesuradas orejas, y á su lado dos mugeres que representaban la ignorancia y la sospecha. En otra parte se veia la Calumnia en figura de muger hermosa, pero demostrando en el semblante mucha malicia y astucia, en la mano izquierda tenia una antorcha, y con la derecha asía por los cabellos á un mancebo que levantaba las manos al cielo. Al lado de este habia un hombre pálido y seco, feo y de aspecto feroz, como que estaba muy consumido y acabado por los trabajos de la guerra, llamado con razón el encono. Acompañaban también á la Calumnia otras dos mugeres, que eran la asechanza y la mentira, y la componian los adornos. Despues se veia la penitencia ó arrepentimiento vestida con una ropa oscura y sucia en acto de arañarse, con violentas contorsiones, y detras de ella iba la vergonzosa y honesta verdad. Este cuadro, cuya sola descripción deleita el ánimo, ¡cuánto gusto causaria el verle pintado de mano de tal Maestro! ¡Qué diremos de aquellas tres hermanas doncellas, á quienes llama Hesiodo Egle, Eufrosine y Talía, las cuales las pintaron asidas de las manos, y vestidas de una ligera y trasparente gasa sin ceñir, y querian que significasen la liberalidad! Porque la una da, la otra recibe, y la tercera vuelve el beneficio, condiciones que precisamente se han de encontrar en la liberalidad perfecta. ¡Cuánta fama alcanzan los profesores con unas invenciones tan ingeniosas! Por esto exhorto yo á los Pintores aplicados á que estudien los Poetas y Retóricos, como también otros varios autores eruditos hasta familiarizarse con ellos, pues de unos ingenios tan cultivados podrán sacar muchas noticias provechosas, con las cuales adornarán y hermosearán sus composiciones, que es lo que mas acredita una obra de Pintura. Fidias, Pintor excelente, confesaba que de Homero había aprendido á pintar la figura de Júpiter con magestad. A mí me parece que nuestros Pintores, dándose á la lectura de los Poetas, podrán adelantar mucho, y fecundar su imaginación, con tal que se apliquen mas á estudiar que á ganar. Pero muchas veces sucede que no pocos jóvenes deseosos de su adelantamiento y aplicados, se cansan á lo mejor, mas porque no saben el método de aprender, que porque les incomode la fatiga del estudio. Por esta razón es preciso explicar el modo y el método que se ha de observar para llegar á ser profesor excelente.

Principiemos, pues, asi: todos los grados de la enseñanza los debe sacar de la naturaleza misma; y la regla de la perfección se ha de conseguir á fuerza de diligencia, de estudio y de práctica. Yo quisiera que los principiantes de Pintura hicieran lo que hacen los Maestros de escribir, los cuales enseñan primero á formar las letras separadas, luego á juntar las sílabas, y últimamente las palabras. Lo mismo se debe observar en la Pintura; lo primero se ha de enseñar á hacer el contorno de las superficies, que son como el alfabeto de la Pintura, después se enseñará á unir estas superficies, y luego la forma de todos los miembros de la figura con distinción y separadamente, tomando de memoria todas las diferencias que puede haber en ellos, que son muchas y muy notables. Hay muchas personas que tienen la nariz encorvada, otras chata, torcida ó ancha; algunas tienen los labios tan prominentes, que parece que se les cae la boca; y otras, cuyos labios son tan sutiles, que las agracia infinito: y en fin todos los miembros tienen un cierto punto de propiedad y proporción, que á nada que se altere causará extraña variación en él. Los miembros de un niño son redondos, de modo que parece están hechos á torno, según lo lustrosos que son, y luego que llegan á adultos ya se vuelven ásperos, y se varían. Todo esto lo aprenderá el Pintor aplicado en la naturaleza misma, y examinará por sí propio con reflexión las formas particulares de cada cosa, considerándolas, y mirándolas con la mayor atención y cuidado. Considerará la actitud que guarda el que está sentado, y cómo doblan las piernas en ella, y caen sin violencia alguna: considerará la postura del que está de pie, y en fin, no debe haber parte en toda la figura de que no tenga noticia, y de quien no sepa el oficio y la proporción, eligiendo siempre entre todas, no solo las mas propias y semejantes, sino las mas bellas. El antiguo Pintor Demetrio se aplicó mas á expresar los objetos con la mayor propiedad que podia, que á elegir lo mas bello y agraciado. Por esta razón se han de escoger entre todas las figuras aquellas partes mas bellas y proporcionadas, poniendo todo el cuidado posible en saber en qué consiste la verdadera belleza para ejecutarla en todo. Esto es sin duda sumamente dificil, porque nunca se encuentran en un solo sugeto todas las perfecciones de la belleza, sino que están repartidas en todos; pero por lo mismo es preciso estudiar con el mayor conato por aprenderlo, pues el que sepa las cosas de mas sublimidad y se ejercite en ellas, hallará suma facilidad en las otras cuando se le ofrezca practicarlas. No hay cosa por dificil y abstracta que sea, que no se pueda alcanzar á fuerza de estudio y práctica: pero para que el estudio no sea inútil ó pernicioso, es menester huir de lo que hacen algunos, que buscan la alabanza y el crédito trabajando guiados por su propia fantasía, sin sujetarse á considerar y mirar el natural; pues estos no aprenden á pintar bien, sino se sueltan la mano para desatinar. La idea de la verdadera belleza no solo no se deja descubrir por los ignorantes, sino que aun los que saben la disciernen con dificultad. Zeuxis, Pintor famoso, y el mas sabio y de mayor destreza, cuando tuvo que pintar la tabla, que se habia de exponer al público en el templo de Diana, lejos de fiarse de su propio ingenio, como hacen casi todos los Pintores de estos tiempos, antes de ponerse á pintar de pura imaginación, pensó que para hacer una cosa totalmente bella, no solo no podia él idearla por sí solo, sino que aun cuando la quisiese tomar del natural, tampoco hallaría en un solo sugeto todas las perfecciones que buscaba; y asi eligió cinco doncellas entre todas las de la Ciudad las mas hermosas, y de ellas tomó aquellas partes mas bellas y proporcionadas para trasladarlas á la pintura. Obró en esto Zeuxis como sabio; porque cuando los Pintores no ponen á la vista lo que quieren imitar, sino que quieren hallar ia belleza en sola su imaginación, Y adquirir fama de este modo; no solo no la adquieren con semejante trabajo, sino que se acostumbran á una pésima manera de pintar, que después no la pueden dejar aun á costa de los mayores esfuerzos. Pero el que se acostumbre á hacerlo todo por el natural, tendrá la mano tan hecha á lo bueno, que todo lo que ejecute parecerá natural, que es lo único á que se anhela en la Pintura. Pues si en un cuadro hallamos la cabeza de un hombre que conocemos, aunque al mismo tiempo haya en el lienzo mil primores del arte, con todo nada atrae tanto la atención como el retrato conocido. ¡Tanta fuerza y poder tienen en sí las cosas enteramente parecidas al natural! Esto supuesto, todo lo que haya de hacer el Pintor debe estudiarlo antes por el natural, y luego se elegirán de él las cosas que parezcan mas bellas y mas á propósito. Pero es menester no hacer lo que algunos que siempre pintan en tablas muy pequeñas; antes al contrario, nunca se debe pintar sino en grande, de modo que las figuras sean á lo menos casi del mismo tamaño que el natural. En las figuras pequeñas se esconden muy bien aun los mayores defectos; pero en las grandes aun los mínimos están patentes. Escribe Galeno que vió un anillo en que estaba pintado Factonte en su carro tirado de cuatro caballos, en donde se distinguían perfectamente los frenos, los pechos y los pies. Dejen los Pintores este primor á los artífices plateros, y ejercítense ellos en cosas mas grandiosas, pues el que sepa pintar ó modelar una figura grande, podrá tal vez de un solo rasgo hacer una pequeña con perfección: pero los que están acostumbrados y hechos á trabajar cosas pequeñas, facilmente errarán en las grandes. Hay algunos que copian las pinturas de otro, y adquieren reputación en este género de trabajo, en el qual se ejercitó Camálides, Escultor, quien hizo doce vasos imitando el estilo de Zenodóro, de suerte que no se diferenciaban en ninguna manera de las obras de este. Mucho se engañan los Pintores si piensan que los que han llegado á ser Maestros consumados en el arte han hecho otra cosa, que procurar pintar los objetos del mismo modo que los pinta la naturaleza á nuestros ojos en la cuadrícula ó velo. El que se dedique á copiar las obras de otro, por ser mas fácil que copiar del natural, respecto de que en la Pintura están los objetos firmes, mas bien quisiera yo que se ejercitara en copiar obras de Escultura, aunque fuesen medianas, que no pinturas, aunque fuesen muy buenas (L). Porque copiando un cuadro, solo aprendemos á imitar y sacar un traslado parecido; pero copiando del modelo, aprendemos á imitar y estudiamos al mismo tiempo el efecto de las luces, para lo cual ayuda mucho el mirarlas con los ojos algo cerrados al través de las pestañas, para que parezcan algo mas oscuras las luces. Tal vez aprovechará mas el ejercicio de modelar que la práctica del pincel, porque la Escultura es arte mas fácil que la Pintura. Nadie podrá pintar bien una cosa sin que sepa perfectamente todos los relieves que tiene, y esto se aprende mejor modelando que pintando. Es evidente que en cualquiera edad ó época se pueden encontrar Escultores á lo menos de mediano mérito; mas Pintores todos son á cual mas miserables é ignorantes (M). Finalmente sea en la Pintura ó en la Escultura siempre debemos tomar por modelo y dirección algún ejemplar de los buenos para imitarle y mirarle, y al tiempo de copiarle es menester que vaya unida la diligencia con la presteza, de modo que el Pintor no levante nunca el pincel ó lapicero de lo que trabaja sin haber resuelto y determinado decididamente en la imaginación lo que ha de hacer, y el modo con que lo ha de perfeccionar; pues siempre es mas fácil enmendar en la fantasía, que borrar el error que ya ejecutó la mano. Ademas de esto, cuando ya estemos acostumbrados á copiar cualquiera cosa del natural, habremos llegado á un grado mas eminente que Asclepiodóro, de quien dicen que era el mas veloz que se conocía en pintar; porque en aquello en que mas ejercicio tenemos, está mas pronto el entendimiento, mas apto y mas vivo, y la mano cuando va guiada por regla mas cierta y segura, trabaja con mas soltura. El haber muchos Pintores tardos es porque tienen rezelo y miedo de emprender una cosa á la que no están muy hechos, y que no poseen en fuerza del estudio que hayan tenido. Y mientras que andan por estas tinieblas de los errores, van tentando y buscando el camino que han de seguir con el pincel, á manera de los tímidos ciegos que van tocando con el palo la calle que no saben. Nadie, pues, se ponga á trabajar sin haber reflexionado antes lo que va á hacer, y sin haberse ejercitado en ello mucho de antemano. y siendo la principal obra de un Pintor la historia, en donde se ha de encontrar la abundancia y la excelencia de todas las cosas, es preciso absolutamente saber pintar con perfección de todo, en cuanto alcance el entendimiento, no solo la figura humana, sino la de todos los animales, y demás objetos que percibe la vista y son dignos de mirarse, para que nadie eche menos en un cuadro aquella variedad y abundancia, sin la cual ninguna obra tiene estimación. Es particularidad verdaderamente grande y apenas concedida á los antiguos, el ser no solo excelente en todas las cosas, sino ni aun mediano: pero es menester estudiar y poner de nuestra parte el mayor cuidado y estudio en todo aquello que puede acarrearnos mucho crédito, y mucho vituperio el no saberlo. Nicias, Pintor Ateniense, pintó las mugeres bellísimamente; pero Zeuxis le aventajó, como á todos los demás en esto. Eráclides fue excelente para pintar una nave. Scrapion no supo pintar un hombre, y en todo lo demás tenia habilidad. Alejandro, el que pintó la habitación de Pompeyo, fue sobresaliente en pintar todo género de cuadrúpedos, especialmente los perros. Aurelio, como que siempre estaba enamorado, nunca pintaba otra cosa que Diosas, poniéndolas el rostro de la dama que amaba. Fidias gustaba especialmente de expresar en sus pinturas la magestad de los Dioses mas que no la belleza de los hombres. La habilidad principal de Eufranóro era pintar Héroes, poniéndolos tal aire y dignidad, que nadie le igualó en ello. Asi, pues, no todos supieron hacer bien todas las cosas, sino que la naturaleza se dividió entre todos estos ingenios, según lo que mas le adaptaba á cada uno. No por esto hemos de dejar nosotros de procurar instruirnos y ejercitarnos en todo; antes bien debemos perfeccionar con el estudio y aplicación los dotes de la naturaleza. Tampoco hemos de dejar por negligencia cosa alguna que nos pueda servir de adquirir fama. Finalmente cuando se nos ofrezca pintar una historia, imaginaremos primero el modo y el orden con que hemos de ajustar la composición, á fin de que haga el mejor efecto que sea posible; y tanteando los pensamientos que nos ocurran en el papel, examinaremos el todo y las partes despacio, oyendo el parecer de nuestros amigos; y será nuestro mayor anhelo el pensar y meditar cada cosa de por sí, de modo que no haya objeto en toda la obra, cuyo lugar y colocación no la sepamos bien. Para que esto se haga con mas exactitud, se pondrá una cuadrícula delante de los modelos que se hayan hecho, para que al ir á unir y acordar la composición, puedan colocarse las figuras en su respectivo lugar. Para perfeccionar el trabajo pondremos la posible diligencia junto con aquella celeridad necesaria para que no engendre tedio el acabarlo; pero no tanta que nos precipite el deseo de concluirlo. De cuando en cuando es preciso dejar el trabajo, y recrear y despejar el ánimo, y no hacer nunca lo que muchos, que emprenden una obra y á la mitad la dejan para comenzar otra, sino concluir enteramente lo que una vez se empezó. Enseñó á Apeles cierto profesor un cuadro, y le dijo: en un instante lo he pintado; á lo que le respondió Apeles: sin que tú lo dijeras lo he conocido; y lo que extraño es que no hayas pintado infinitos de este modo. He visto muchos Pintores y Escultores, y también mucho Poetas y Oradores (si es que hay en estos tiempos quien merezca tal nombre), que emprendieron con indecible ardor algunas obras, y habiéndose entibiado luego, dejaron lo principiado sin concluirlo ni perfeccionarlo; y al mismo tiempo solia venirles al pensamiento otro proyecto, y lo empezaban con el mismo ahinco que el otro. De ningún modo apruebo yo este modo de pensar: porque todo aquel que quiera que sus obras agraden á la posteridad, es preciso que las castigue bien primero, y las perfeccione con gran cuidado, pues en muchos casos sirve tanto la diligencia como el ingenio. Pero al mismo tiempo es menester huir de la superstición, digámoslo asi, de algunos, los cuales con el deseo de que sus obras no tengan defecto alguno, y estén con la posible perfeccion, consiguen que las consuma el tiempo antes que lleguen á estar concluidas. Los Pintores antiguos murmuraban de Protógenes, porque nunca sabia levantar la mano de lo que pintaba; y tenian razón, porque lo que se ha de procurar es poner en una cosa toda aquella diligencia de que es capaz el ingenio; pero el querer mas de lo que las propias fuerzas alcanzan, ó de aquello que conviene, mas propio es de un ánimo obstinado que diligente. Es, pues, necesario poner en todas las cosas una diligencia moderada, pedir consejo á los amigos aun al tiempo de emprender el trabajo, y llamar para que vean la obra á algunos de cuando en cuando, y de este modo podrá llegar á agradar á todos. Podemos hacer caso muy bien de las opiniones de la multitud siempre que no estemos presentes á ellas. Apeles dicen que solia esconderse detras de la tabla que presentaba al público para que hablaran con mas libertad, y poder escuchar con mas decencia los defectos que ponian á su obra. Con todo yo quisiera que nuestros Pintores oyesen sin reparo ni reserva lo que cada uno dijese francamente de las pinturas según su parecer; porque esto ayuda mucho para conocer la verdad de las cosas, y para hacerse bien quistos. No hay nadie que no se precie de poder dar dictámen sobre una obra de otro, y es menester hacerse cargo de que los dichos de los envidiosos y maldicientes en nada pueden cercenar una justa alabanza. Por esto el Pintor debe escuchar lo que diga cada uno; pero antes debe juzgar por sí mismo su obra, y corregirla lo mas que pueda.

Esto es lo que me ha parecido á propósito decir en este Tratado; lo cual si puede de algún modo ser útil á los Pintores, espero por único premio de mi trabajo que me retraten en las pinturas que hagan (N), para que de este modo acrediten á los futuros el agradecimiento que tuvieron al beneficio recibido, y manifiesten que yo he sido profesor de esta arte. Pero si no ha correspondido mi obra al concepto que tenian formado de mí, á lo menos no me culparán de haberme creido yo alguna vez capaz de ello: y si mi ingenio no ha podido acabar una cosa que solo el intentarla es laudable, acuérdense que en las empresas de mucha dificultad suele ser mérito el emprenderlas. Tal vez habrá quien supla lo que á mí me ha faltado, y pueda dar mas luces y auxilios á los Pintores en esta nobilísima arte, lo cual, si llega á suceder, le suplico, cuan encarecidamente puedo, que emprenda y tome á su cargo tan honroso y útil trabajo con vigor y eficacia, para que lleve el arte al último grado de perfección y excelencia. Sin embargo será mucha complacencia siempre para mí el haber sido el primero que ha escrito sobre tan ingeniosa arte, cuya dificil empresa, si no he podido llevarla hasta aquel punto que aguardaban los lectores, échese la culpa mas bien á la naturaleza, que á mí mismo, la cual parece ha impuesto la ley de que todas las artes han de tener principio en cosas defectuosas, puesto que, según el común axioma, nada nace perfecto. Y los que vengan después de mí, si se hallan con mas capacidad y fuerzas, podrán conducirlo al cúmulo de la posible perfección.