Su vida (Santa Teresa de Jesús)/Capítulo XIX

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CAPITULO XIX

Prosigue en la mesma materia, comienza á declarar los efetos que hace en el alma este grado de oracion. Persuade—mucho á que no tornen atrás, aunque despues de esta merced tornen á caer, ni dejen la oracion. Dice los daños que vernán de no hacer esto; es mucho de notar, y de gran consolacion para los flacos y pecadores.

Queda el alma de esta oracion y union con grandísima ternura; de manera que se querria deshacer, no de pena, sino de unas lágrimas gozosas: hállase bañada de ellas sin sentirlo, ni saber cuando, ni cómo las lloró; mas dále gran deleite ver aplacado aquel ímpetu del fuego con agua, que le hace más crecer: parece esto algaravía, y pasa ansí. Acaecido me ha algunas veces en este término de oracion, estar tan fuera de mí, que no sabia si era sueño, ó si pasaba en verdad la gloria, que habia sentido, y de verme llena de agua (que sin pena destilaba con tanto ímpetu y presteza, que parece la echaba de sí aquella nube del cielo), via que no habia sido sueño: esto era a los principios, que pasaba con brevedad. Queda el ánima animosa, que si en aquel punto la hiciesen pedazos por Dios, le seria gran consuelo. Allí son las promesas y determinaciones heróicas, la viveza de los deseos, el comenzar a aborrecer el mundo, el ver muy claro su vanidad: está muy más aprovechada y altamente, que en las oraciones pasadas, y la humildad mas erecida; porque ve claro que para aquella excesiva merced y grandiosa, no hubo diligencia suya, ni fué parte para traerla, ni para tenerla. Vése claro indinisima (porque empieza adonde entra mucho sol, no hay telaraña ascondida); ve su miseria: va tan fuera la vanagloria, que no le parece la podria tener; porque ya es por vista de ojos lo poco, ú ninguna cosa que puede, que allí no hubo casi consentimiento, sino que parece, que aunque no quiso le cerraron la puerta a todos los sentidos para que más pudiese gozar del Señor. Quédase sola con El, ¿qué ha de hacer sino amarle? Ni ve, ni oye, sino fuese a fuerza de brazos: poco hay que la agradecer. Su vida pasada se le representa despues, y la gran misericordia de Dios con gran verdad, y sin haber menester andar a caza el entendimiento, que allí ve guisado lo que ha de comer y entender. De sí, ve, que merece el infierno, y que le castigan con gloria; deshácese en alabanzas de Dios, y yo me querría deshacer ahora. Bendito seais, Señor mio, que ansí haceis de pecina tan sucía como yo, agua tan clara que sea para vuestra mesa. Seais alabado, oh regalo de los ángeles, que ansí quereis levantar un gusano tan vil.

Queda algun tiempo este aprovechamiento en el alma: puede ya, con entender claro que no es suya la fruta, comenzar a repartir de ella, y no le hace falta así. Comienza á dar muestras de alma, que guarda tesoros del cielo, y á tener deseos de repartirlos con otros, y suplicar a Dios no sea ella sola la rica. Comienza a aprovechar á los prójimos casi sin entenderlo, ni hacer nada de sí; ellos lo entienden, porque ya las flores tienen tan crecido el olor, que les hace desear llegarse á ellas. Entienden que tienen virtudes, y ven la fruta que es codiciosa: querríanle ayudar a comer. Si esta tierra está muy cavada con trabajos, y persecuciones, y murmuraciones, y enfermedades (que pocos deben llegar aquí sin esto), y si está mullida, con ir muy desasida de propio interese, el agua se embebe tanto, que casi nunca se seca; mas si es tierra, que aun se está en la tierra, y con tantas espinas, como yo al principio estaba, y aun no quitada de las ocasiones, ni tan agradecida como merece tan gran merced, tórnase la tierra á secar; y si el hortolano se descuida, y el Señor por sola su bondad no torna á querer llover, dad por perdida la huerta, que ansí me acaeció á mí algunas veces; que, cierto, yo me espanto, y si no hubiera pasado por mí, no lo pudiera creer. Escríbolo para consuelo de almas flacas como la mia, que nunca desesperen, ni dejen de confiar en la grandeza de Dios: aunque despues de tan encumbradas, como es llegarlas el Señor aquí, cayan, no desmayen, si no se quieren perder del todo; que lágrimas todo lo ganan: un agua trae otra. Una de las cosas porque me animo, siendo la que soy á obedecer en escribir esto, y dar cuenta de mi ruin vida y de las mercedes, que me ha hecho el Señor, con no servirle, sino ofenderle, ha sido esta; que, cierto, yo quisiera aquí tener gran autoridad, para que se me creyera esto: al Señor suplico, su Majestad la dé. Digo que no desmaye nadie de los que han comenzado á tener oracion con decir:—Si torno á ser malo, es peor ir adelante con el ejercicio de ella. Yo lo creo si se deja la oracion, y no se enmienda del mal; mas si no la deja, crea que le sacará á puerto de luz. Hízome en esto gran batería el demonio, y pasé tanto en parecerme poca humildad tenerla, siendo tan ruin, que, (como ya he dicho) la dejé año y medio, al menos un año, que del medio no me acuerdo bien; y no me fuera mas, ni fué, que meterme yo mesma, sin haber menester demonios, que me hiciesen ir al infierno.

¡Oh, válame Dios, qué ceguedad tan grande! ¡Y qué bien acierta el demonio, para su propósito, en cargar aquí la mano! Sabe el traidor que alma que tenga con perseverancia oracion, la tiene perdida, y que todas las caidas, que la hace dar, la ayudan por la bondad de Dios á dar despues mayor salto en lo que es su servicio; algo le va en ello.

¡Oh Jesus mio! ¡qué es ver un alma que ha llegado aquí, caída en un pecado, cuando vos por vuestra misericordia la tornais á dar la mano y la levantais; cómo conoce la multitud de vuestras grandezas y misericordias, y su miseria! Aquí es el deshacerse de veras, y conocer vuestras grandezas, aquí el no osar alzar los ojos, aquí es el levantarlos para conocer lo que os debe, aquí se hace devota de la Reina del cielo para que os aplaque, aquí invoca los santos que cayeron des pues de haberlos vos llamado, para que le ayuden, aquí es el parecer que todo le viene ancho lo que le dais, porque ve no merece la tierra que pisa, el acudir a los sacramentos, la fe viva que aquí le queda de ver la virtud, que Dios en ellos puso, el alabaros porque dejaste tal medicina y ungüento para nuestras llagas, que no las sobresanan, sino que del todo las quitan. Espántase desto, y quién, Señor de mi alma, no se ha de espantar de misericordia tan grande y merced tan crecida, á traición tan fea y abominable? que no sé cómo no se me parte el corazón, cuando esto escribo, porque soy ruin. Con estas lagrimillas, que aquí lloro, dadas de vos (agua de tan mal pozo, en lo que es de mi parte) parece que os hago pago de tantas traiciones; siempre haciendo males, y procurándoos deshacer las mercedes que vos me habeis hecho. Ponedlas vos, Señor mio, valor; aclarad agua tan turbia, siquiera porque no dé á alguno tentacion en echar juicios (como me la ha dado a mi) pensando, ¿por qué, Señor, dejais unas personas muy santas, que siempre os han servido, y trabajado, criadas en religion, y siéndolo, y no como yo, que no tenia mas del nombre, y ver claro que no las haceis las mercedes que á mí? Bien via yo, bien mio, que les guardais vos el premio para dársele junto, y que mi flaqueza ha menester esto, y ellos como fuertes os sirven sin ello, y los tratais como á gente esforzada y no interesal. Mas con todo sabeis vos, mi Señor, que clamaba muchas veces delante de vos, disculpando a las personas que me murmuraban, porque me parecia les sobraba razon. Esto era ya, Señor, despues que me teniades por vuestra bondad, para que tanto no os ofendiese, y yo estaba ya desviándome de todo lo que me parecia os podia enojar; que en haciendo yo esto comenzastes, Señor, á abrir vuestros tesoros para vuestra sierva. No parece esperábades otra cosa, sino que hubiese voluntad y aparejo en mí para recibiros, segun con brevedad comenzastes á no solo darlos, sino á querer entendiesen me los dábades.

Esto entendido, comenzó á tenerse buena opinion de la que todos aun no tenian á bien entendido cuán mala era, aunque mucho se traslucia. Comenzó la murmuracion y persecucion de golpe, y á mi parecer con mucha causa; y ansí no tomaba con nadie enemistad, sino suplicábaos á vos, mirásedes la razon que tenian. Decian que me queria hacer santa, y que inventaba novedades, no habiendo llegado entonces con gran parte aun a cumplir toda mi regla, ni á las muy buenas y santas monjas que en casa habia, ni creo llegaré si Dios por su bondad no lo hace todo de su parte; sino antes lo era yo para quitar lo bueno, y poner costumbres, que no lo eran; al menos hacia lo que podia para ponerlas, y en el mal podia mucho.

Ansí que sin culpa suya me culpaban. No digo eran solo monjas, sino otras personas: descubríanme verdades, porque lo primitíades vos.

Una vez rezando las horas, como algunas tenia esta tentacion, llegué al verso que dice, justus es Domine, y tus juicios: comencé a pensar cuán gran verdad era. Que en esto no tenia el demonio fuerzas jamás para tentarme, de manera que yo dudase teneis vos, mi Señor, todos los bienes, ni en ninguna cosa de la fee: antes me parecia, mientras mas sin camino natural iban, mas firme la tenia; y me daba devocion grande: en ser todo poderoso, quedaban conclusas en mí todas las grandezas, que hiciérades vos; y en esto como digo, jamás tenia duda. Pues pensando cómo con justicia primitíades á muchas que habia como tengo dicho muy vuestras siervas y que no tenían los regalos y mercedes que me hacíades a mí siendo la que era; respondísteme Señor: Sírveme tú á mí y no te metas en eso. Fué la primera palabra, que entendí hablarme vos y ansí me espantó mucho; porque despues declararé esta manera de entender con otras cosas; no lo digo aquí que es salir de propósito; y creo harto he salido de él.

Casi no sé lo que me he dicho; no puede ser menos sino que ha vuesa merced de sufrir estos intrevalos porque cuando veo lo que Dios me ha sufrido y me veo en este estado no es mucho pierda el tino de lo que digo y he de decir.

Plega al Señor que siempre sean estos mis desatinos y que no primita ya su Majestad tenga yo poder para ser contra él un punto, antes en este que estoy me consuma. Basta ya para ver sus grandes misericordias no una sino muchas veces que ha perdonado tanta ingratitud. A san Pedro una vez que lo fué, á mí muchas, que con razón me tentaba el demonio, no pretendiese amistad estrecha con quien trataba enemistad tan pública.

¡Qué ceguedad tan grande la mia! ¿Adónde pensaba, Señor mio, hallar remedio, sino en vos? ¡Qué disbarate, huir de la luz, para andar siempre tropezando! ¡Qué humildad tan soberbia inventaba en mí el demonio, apartarme de estar arrimada á la coluna, y báculo, que me ha de sustentar, para no dar tan gran caida! Ahora me santiguo, y no me parece que he pasado peligro tan peligroso, como esta invención, que el demonio me enseñaba por via de humildad. Poníame en el pensamiento, que ¿cómo cosa tan ruin, y habiendo recibido tantas mercedes habia de llegarme á la oracion?

Que me bastaba rezar lo que debia, como todas; mas que aun pues esto no hacia bien, ¿cómo queria hacer más? Que era poco acatamiento, y tener en poco las mercedes de Dios. Bien era pensar y entender esto, mas ponerlo por obra fué el grandísimo mal. Bendito seais vos, Señor, que ansí me remediastes. Principio de la tentacion que hacia á Judas, me parece esta, sino que no osaba el traidor tan al descubierto; mas él viniera de poco en poco a dar conmigo, adonde dió con él. Miren esto por amor de Dios todos los que tratan oracion.

Sepan, que el tiempo que estuve sin ella, era mucho más perdida mi vida: mírese qué buen remedio me daba el demonio, y qué donosa humildad, un desasosiego en mí grande. Mas ¿cómo había de sosegar mi ánima? Apartábase la cuitada de su sosiego. tenia presentes las mercedes y favores, veia los contentos de acá ser asco: cómo pudo pasar me espanto; era con esperanza, que nunca yo pensaba (á lo que ahora me acuerdo, porque debe haber esto mas de veinte y un años) dejaba de estar determinada de tornar á la oracion, mas esperaba estar muy limpia de pecados. ¡Oh, qué mal encaminada iba en esta esperanza! Hasta el dia del juicio me la libraba el demonio, para de allí llevarme al infierno; pues teniendo oracion y leccion, que era ver verdades, y el ruin camino que llevaba, é importunando al Señor con lágrimas muchas veces, era tan ruin que no me podia valer. Apartada deso, puesta en pasatiempos con muchas ocasiones y pocas ayudas, y (osaré decir ninguna, sino para ayudarme á caer) ¿qué esperaba, sino lo dicho? Creo tiene mucho delante de Dios un fraile de Santo Domingo gran letrado, que él me despertó deste sueño: él me hizo, como creo he dicho[1], comulgar de quince á quince dias, y del mal no tanto; comencé a tornar en mí, aunque no dejaba de hacer ofensas al Señor. Mas como no habia perdido el camino, aunque poco a poco cayendo, y levantando iba por él y el que no deja de andar é ir adelante, aunque tarde llega. No me parece es otra cosa perder el camino, sino dejar la oracion. Dios nos libre, por quien El es.

Queda de aquí entendido, y nótese mucho, por amor del Señor, que aunque un alma llegue á hacerla Dios tan grandes mercedes en la oracion, que no se fie de sí, pues puede caer, ni se ponga en ocasiones en ninguna manera. Mirese muchos, que va mucho, que el engaño que aquí puede hacer el demonio despues, aunque la merced sea cierta de Dios, es aprovecharse el traidor de la mesma merced, en lo que puede; y á personas no crecidas en las virtudes, ni inortificadas, ni desasidas, porque aquí no quedan fortalecidas tanto que baste (como adelante diré) para ponerse en las ocasiones y peligros, por grandes deseos y determinaciones que tengan. Es ecelente dotrina y no mia, sino enseñada de Dios; y ansí querria, que personas inorantes como yo la supiesen; porque aunque esté un alma en este estado, no ha de fiar de sí para salir á combatir, porque hará harto en defenderse. Aquí son menester armas para defenderse de los demonios, y aun no tiene fuerza para pelear contra ellos, y traerlos debajo de los piés. como hacen los que están en el estado que diré despues. Este es el engaño con que coge el demonio, que como se ve, un alma tan llegada a Dios, y ve la diferencia que hay del bien del cielo al de la tierra, y el amor que la muestra el Señor, deste amor nace confianza y seguridad de no caer de lo que goza. Parécele que ve claro el premio, que no es posible ya en cosa, que aun para la vida es tan deleitosa y suave, dejarla por cosa tan baja y sucia, como es el deleite; y con esta confianza quítale el demonio la poca que ha de tener de sí; y como digo, pónese en los peligros, y comienza con buen celo á dar de la fruta sin tasa, creyendo que ya no hay que temer de sí. Y esto no va con soberbia, que bien entiende el alma que no puede de sí nada; sino de mucha confianza de Dios, sin discrecion, porque no mira que aun tiene pelo malo. Puede salir del nido, y sácala Dios, mas aun no está para volar; porque las virtudes aun no están fuertes, ni tiene expiriencia para conocer los peligros, ni sabe el daño que hace en confiar de sí.

Esto fué lo que a mí me destruyó; y para esto y para todo hay gran necesidad de maestró, y trato con personas espirituales. Bien creo, que alma que llega Dios este estado, si muy del todo no deja á su Majestad, que no la dejará de favorecer ni la dejará perder; mas cuando, como he dicho, cayere, mire, mire por amor del Señor, no la engañe en que deje la oracion, como hacia á mí con humildad falsa, como ya lo he dicho y muchas veces lo querría decir. Fie de la bondad de Dios, que es mayor que todos los males que podemos hacer, y no se acuerda de nuestra ingratitud, cuando nosotros, conociéndonos, queremos tornar a su amistad, ni de las mercedes que nos ha hecho para castigarnos por ellas; antes ayudan á perdonarnos mas presto, como á gente que ya era de su casa, y ha comido, como dicen, su pan. Acuérdense de sus palabras y miren lo que ha hecho conmigo, que primero me cansé de ofenderle, que su Majestad dejó de perdonarme. Nunca se cansa de dar, ni se pueden agotar sus misericordias; no nos cansemos nosotros de recibir. Sea bendito para siempre, amen; y alábenle todas las cosas.


  1. Queda dicho en efecto en el cap. 7.