Su vida (Santa Teresa de Jesús)/Capítulo XX
CAPITULO XX
Querria saber declarar con el favor de Dios la diferencia que hay de union á arrobamiento, ú elevamiento, ú vuelo que llaman de espíritu, ú arrebatamiento, que todo es uno. Digo que estos diferentes nombres todo es una cosa, y también se llama éstasi[1]. Es grande la ventaja que hace á la union; los efetos muy mayores hace y otras hartas operaciones: porque la union parece principio y medio, y fin, y lo es en lo interior; mas ansí como estotros fines son en mas alto grado, hacen los efectos interior y esteriormente. Declárelo el Señor, como ha hecho lo demás, que cierto si su Majestad no me hubiera dado á entender por qué modos y maneras se puede algo decir, yo no supiera.
Consideremos ahora que esta agua postrera, que hemos dicho, es tan copiosa, que si no es por no lo consentir la tierra, podemos creer, que se está con nosotros esta nube de la gran Majestad acá en esta tierra. Mas cuando este gran bien agradecemos, acudiendo con obras según nuestras fuerzas, coge el Señor el alma digamos ahora, á manera que las nubes cogen los vapores de la tierra y levántala toda della; y sube la nube al cielo, y llévala consigo, comiénzala á mostrar cosas del reino que le tiene aparejado. No sé si la comparacion cua dra; mas en hecho de verdad ello pasa ansí. En estos arrobamientos parece no anima el alma en el cuerpo, y ansí se siente muy sentido, faltar de él el calor natural: vase enfriando, aunque con grandísima suavidad y deleite.
Aquí no hay remedio de resistir, que en la union, como estamos en nuestra tierra, remedio hay: aunque con pena y fuerza resistirse puede casi siempre. Acá las mas veces ningún remedio hay, sino que muchas, sin prevenir el pensamiento ni ayuda alguna, viene un impetu tan acelerado y fuerte, que veis y sentís levantarse esta nube, ó esta águila caudalosa y cogeros con sus alas. Y digo, que se entiende y veis os llevar, y no sabeis donde; porque aunque es con deleite, la flaqueza de nuestro natural hace temer a los principios; y es menester ánima determinada y animosa, mucho más que para lo que queda dicho, para arriscarlo todo, venga lo que viniere, y dejarse en las manos de Dios, é ir adonde nos llevaren de grado, pues os llevan aunque os pese; y en tanto extremo, que hay muchas veces querria yo resistir, y pongo todas mis fuerzas en especial algunas, que es en público, y otras hartas en secreto, temiendo ser engañada.
Algunas podia algo con gran quebrantamiento; como quien pelea contra un jayan fuerte quedaba despues cansada: otras era imposible, sino que me llevaba el alma, y aun casi ordinario la cabeza tras ella, sin poderla tener, y algunas todo el cuerpo, hasta levantarle. Esto ha sido pocas, porque como una vez fuese adonde estábamos juntas en el coro, y yendo á comulgar, estando de rodillas, dábame grandísima pena; porque me parecia cosa muy extraordinaria, y que habia de haber luego mucha nota; y ansí mandé á las monjas (porque es ahora, despues que tengo oficio de priora) no lo dijesen.
Mas otras veces, como comenzaba a ver que iba á hacer el Señor lo mesmo, y una estando personas principales de señoras (que era la fiesta de la vocacion) en un sermon, tendíame en el suelo, y llegábanse á tenerme el cuerpo, y todavía se echaba de ver. Supliqué mucho al Señor que no quisiese ya darme mas mercedes, que tuviesen muestras exteriores; porque yo estaba cansada ya de andar en tanta cuenta, y que aquella merced no podia su Majestad hacérmela sin que se entendiese. Parece ha sido por su bondad servido de oirme, que nunca más hasta ahora la he tenido; verdad es que há poco.
Es ansí que me parecia, cuando queria resistir que desde debajo de los piés me levantaban fuerzas tan grandes, que no sé cómo lo comparar, que era con mucho mas ímpetu, que estotras cosas de espíritu, y ansí quedaba hecha pedazos; porque es una pelea grande, y en fin aprovecha poco cuando el Señor quiere, que no hay poder contra su poder.
Otras veces es servido de contentarse con que veamos nos quiere hacer la merced, y que no queda por su Majestad; y resistiéndose por humildad, deja los mesmos efetos, que si del todo se consintiese.
Los que esto hacen son grandes: lo uno muéstrase el gran poder del Señor, y como no somos parte, cuando su Majestad quiere, de detener tampoco el cuerpo, como el alma, ni somos señores dello, sino que mal que nos pese, vemos que hay superior, y que estas mercedes son dadas de él, y que de nosotros no podemos en nada, nada; y imprímese mucha humildad. Y aun yo confieso, que gran temor me hizo, al principio grandísimo; porque ansí levantar un cuerpo de la tierra, que aunque el espíritu lo lleva tras sí, y es con suavidad grande, si no se resiste, no se pierde el sentido: al menos yo estaba de manera en mí, que podía entender era llevada. Muéstrase una majestad de quien puede hacer aquello, que espeluza los cabellos, y queda un gran temor de ofender á tan gran Dios. Este envuelto en grandísimo amor, que se cobra de nuevo, á quien vemos le tiene tan grande á un gusano tan podrido, que no parece se contenta con llevar tan de veras el alma á sí, sino que quiere el cuerpo, aun siendo tan mortal y de tierra tan sucia, como por tantas ofensas se ha hecho. También deja un desasimiento extraño, que yo no podré decir como es: paréceme que puedo decir es diferente en alguna manera. Digo más, que estotras cosas de solo espíritu, porque, ya que estén, cuanto á el espíritu, con todo desasimiento de las cosas; aquí parece quiere el Señor, que el mesmo cuerpo lo ponga por obra; y hácese una estrañeza nueva para con las cosas de la tierra, que es muy mas penosa la vida. Despues da una pena, que ni la podemos traer á nosotros, ni venida se puede quitar.
Yo quisiera harto dar á entender esta gran pena, y creo no podré, mas diré algo si supiere. Y háse de notar, que estas cosas son ahora muy a la postre, después de todas las visiones y revelaciones que escribiré, y del tiempo que solia tener oracion, adonde el Señor me daba tan grandes gustos y regalos. Ahora ya que eso no cesa algunas veces, las mas y lo mas ordinario es esta pena, que ahora diré. Es mayor y menor. De cuando es mayor quiero ahora decir, porque aunque adelante diré de estos grandes ímpetus que me daban, cuando me quiso el Señor dar los arrobamientos, no tiene mas que ver, á mi parecer, que una cosa muy corporal á una muy espiritual, y creo no lo encarezco mucho. Porque aquella pena parece, aunque la siente el alma, es en compañía del cuerpo: entrambos parecen participan de ella, y no es con el extremo de desamparo que en esta. Para la cual, como he dicho, no somos parte, sino muchas veces á deshora viene un deseo, que no sé cómo se mueve; y de este deseo, que penetra toda el alma en un punto, se comienza tanto a fatigar, que sube muy sobre sí, y de todo lo criado, y pónela Dios tan desierta de todas las cosas, que por mucho que ella trabaje, ninguna que le acompañe, le parece hay en la tierra, ni ella la querria, sino morir en aquella soledad. Que la hablen, y ella se quiera hacer toda la fuerza posible á hablar, aprovecha poco; que su espíritu, aunque ella más haga, no se quita de aquella soledad. Y con parecerme que está entonces lejísimo Dios, á veces comunica sus grandezas por un modo el más extraño que se puede pensar; y ansí no se sabe decir, ni creo lo creerá ni entenderá si no quien hubiere pasado por ello; porque no es la comunicacion pará consolar, sino para mostrar la razón que tiene de fatigarse, de estar ausente de bien, que en sí tiene todos los bienes.
Con esta comunicacion crece el deseo y el extremo de soledad en que se ve con una pena tan delgada y penetrativa, que aunque el alma se estaba puesta en aquel desierto, que al pié de la letra me parece se puede entonces decir (y por ventura lo dijo el real Profeta, estando en la mesma soledad, sino que como á santo se la daria el Señor á sentir en mas ecesiva manera). Vigilavi, et factus sum sicut passer solitarius in tecto. Y ansí se me representa este verso entonces, que me parece lo veo yo en mí; y consuélame ver que han sentido otras personas tan gran extremo de soledad, cuanto mas tales. Ansí parece está el alma, no en sí, sino en el tejado ó techo de sí mesma, y de todo lo criado; porque aun encima de lo muy superior del alma me parece que está.
Otras veces parece anda el alma como necesitadísima, diciendo y preguntando á sí mesma: ¿Dónde está tu Dios? Y es de mirar, que el romance de estos versos, yo no sabia bien el que era, y despues que lo entendia me consolaba de ver que me los habia traido el Señor a la memoria sin procurarlo yo. Otras me acordaba de lo que dice san Pablo, que está crucificado al mundo. No digo yo que sea esto ansí, que ya lo veo; mas parece que está ansí el alma, que ni del cielo le viene consuelo, ni está en él, ni de la tierra le quiere, ni está en ella, sino como crucificada entre el cielo y la tierra, padeciendo, sin venirle socorro de ningun cabo. Porque el que le viene del cielo (que es como he dicho una noticia de Dios tan admirable, muy sobre todo lo que podemos desear) es para mas tormento; porque acrecienta el deseo de manera, que, á mi parecer, la gran pena algunas veces quita el sentido, sino que dura poco sin él. Parecen unos tránsitos de la muerte; salvo que trae consigo un tan gran contento este padecer, que no sé yo á qué lo comparar. Ello es un recio martirio sabroso, pues todo lo que se le puede representar á el alma de la tierra, aunque sea lo que le suele ser más sabroso, ninguna cosa admite, luego parece lo lanza de sí. Bien entiende, que no quiere sino á su Dios; mas no ama cosa particular de él, sino todo junto lo quiere y no sabe lo que quiere. Digo no sabe, porque no representa nada la imaginacion; ni á mi parecer, mucho tiempo de lo que está ansí, no obran las potencias: como en la union y arrobamiento el gozo, ansí aquí la pena las suspende.
¡Oh Jesus, quién pudiera dar á entender bien á vuesa merced esto, aun para que me dijera lo que es, porque es lo que ahora anda siempre mi alma: lo más ordinario, en viéndose desocupada, es puesta en estas ánsias de muerte, y teme cuando ve que comienzan, porque no se ha de morir; mas llegada á estar en ello, lo que hubiese de vivir, querria en este padecer. Aunque es tan ecesivo, que el sujeto le puede mal llevar; y ansí algunas veces se me quitan todos los pulsos casi, segun dicen las que algunas veces se llegan a mí de las hermanas, que ya mas lo entienden, y las canillas muy abiertas y las manos tan yertas, que yo no las puedo algunas veces juntar; y ansí me queda dolor hasta otro dia en los pulsos y en el cuerpo, que parece me han descoyuntado. Yo bien pienso alguna vez ha de ser el Señor servido, si va adelante como ahora, que se acabe con acabar la vida, que á mi parecer bastante es tan gran pena para ello, sino que no lo merezco yo. Toda la ansia es morirme entonces, ni me acuerdo de purgatorio, ni de los grandes pecados que he hecho, por donde merecia el infierno; todo se me olvida con aquella ansia de ver á Dios; y aquel desierto y soledad le parece mejor que toda la compañía del mundo. Si algo le podria dar consuelo, es tratar con quien hubiese pasado por este tormento, y ver, que aunque se queje dél, nadie le parece la ha de creer.
Tambien la atormenta, que esta pena es tan crecida, que no querria soledad como otras, ni compañía, sino con quien se pueda quejar. Es como uno que tiene la soga á la garganta y se está ahogando, que procura tomar huelgo: ansí me parece, que este deseo de compañía es de nuestra flaqueza; que como nos pone la pena en peligro de muerte (que esto si cierto hace, yo me he visto en este peligro algunas veces con grandes enfermedades y ocasiones, como he dicho, y creo podria decir, es este tan grande como todos) ansí el deseo que el cuerpo y alma tienen de no se apartar, es el que pide socorro para tomar huelgo, y con decirlo y quejarse y divertirse, busca remedio para vivir muy contra voluntad del espíritu, ú de lo superior del alma, que no querria salir de esta pena.
No sé yo si atino á lo que digo, ú si lo sé decir, mas á todo mi parecer pasa ansí. Mire vuesa merced qué descanso puedo tener en esta vida; pues el que habia, que era la oracion y soledad (porque allí me consolaba el Señor) es ya lo más ordinario este tormento; y es tan sabroso, y ve el alma que es de tanto precio, que ya le quiere mas que todos los regalos, que solia tener. Parécele mas siguro porque es camino de cruz, y en sí tiene un gusto muy de valor, á mi parecer, porque no participa con el cuerpo sino con pena, y el alma es la que padece, y goza sola del gozo y contento que da este padecer. No sé yo cómo puede ser esto; mas ansí pasa, que á mi parecer, no trocaria esta merced, que el Señor me hace (que viene de su mano, y como he dicho, no nada adquirida de mí, porque es muy sobrenatural), por todas las que despues diré; no digo juntas, sino tomada cada una por sí. Y no se deje de tener acuerdo, que, digo, que estos ímpetus es despues de las mercedes, que aquí van, que me ha hecho el Señor, despues de todo lo que va escrito en este libro y en lo que ahora me tiene el Señor.
Estando yo á los principios con temor (como me acaece casi en cada merced que me hace el Señor, hasta que con ir adelante su Majestad asigura) me dijo, que no temiese, y que tuviese en mas esta merced que todas las que me habia hecho; que en esta pena se purificaba el alma, y se labra ó purifica, como el oro en el crisol, para poder mejor poner los esmaltes de sus dones, y que se purgaba allí lo que habia de estar en purgatorio. Bien entendia yo, era gran merced, mas quedé con mucha mas siguridad, y mi confesor me dice que es bueno. Y aunque yo temí, por ser yo tan ruin, nunca podia creer que era malo, antes el muy sobrado bien me hacia temer, acordándome cuán mal lo tengo merecido. Bendito sea el Señor que tan bueno es, amen. Parece, que he salido de propósito, porque comencé á decir de arrobamientos, y esto que he dicho, aun es mas que arrobamiento, y ansí deja los efetos que he dicho.
Ahora tornemos á arrobamiento, de lo que en ellos es mas ordinario. Digo, que muchas veces me parecia me dejaba el cuerpo tan ligero, que toda la pesadumbre dél me quitaba, y algunas era tanto, que casi no entendia poner los pies en el suelo. Pues cuando está en el arrobamiento el cuerpo queda como muerto, sin poder nada de sí muchas veces, y como le toma se queda siempre, si sentado, si las manos abiertas, si cerradas.
Porque, aunque pocas veces se pierde el sentido, algunas me ha acaecido á mí perderle del todo, pocas y poco rato; mas lo ordinario es, que se turba, y aunque no puede hacer nada de sí cuanto á lo exterior, no deja de entender y oir como cosa de léjos. No digo que entiende y oye, cuando está en lo subido de él (digo subido, en los tiempos que se pierden las potencias, porque están muy unidas con Dios, que entonces no ve, ni oye, ni siente, á mi parecer); mas, como dije en la oracion de union pasada, este transformamiento del alma del todo en Dios, dura poco; mas eso que dura, ninguna potencia se siente ni sabe lo que pasa allí.
No debe ser para que se entienda mientra vivimos en la tierra, al menos no lo quiere Dios, que no debemos de ser capaces para ello. Yo esto he visto por mí.
Diráme vuesa merced que ¿cómo dura alguna vez tantas horas el arrobamiento? Y muchas veces lo que pasa por mí es, como dije en la oracion pasada, gózase con intrevalos, muchas veces se engolfa el alma ú la engolfa el Señor en sí, por mijor decir, y tiniéndola ansí un poco, quédase con sola la voluntad. Paréceme, es este bullicio de estotras dos potencias, como el que tiene una lengüecilla de estos relojes de sol, que nunca para; mas cuando el sol de justicia quiere, hácelas detener. Esto digo, que es poco rato, mas como fué grande el ímpetu y levantamiento de espírituy aunque estas tornen á bullirse queda engolfada la voluntad, y hace como señora del todo aquella operación en el cuerpo; porque ya que las otras dos potencias bullidoras las quieran estorbar, de los enemigos los menos, no la estorben también los sentidos; y ansi hace, que estén suspendidos, porque lo quiere ansí el Señor. Y por la mayor parte están cerrados los ojos, aunque no queramos cerrarlos; y si abiertos alguna vez, como ya dije, no atina ni advierte lo que ve.
Aquí pues es mucho menos lo que puede hacer de sí, para que cuando se tornaren las potencias á juntar, no haya tanto que hacer. Por eso, á quien el Señor diere esto, no se desconsuele, cuando se vea ansí atado el cuerpo muchas horas, y á veces el entendimiento y memoria divertidos. Verdad es que lo ordinario es estar embebidas en alabanzas de Dios ú en querer comprender, ú entender lo que ha pasado por ellas; y aun para esto no están bien despiertas, sino como una persona que ha mucho dormido y soñado, y aun no acaba de despertar. Declárome tanto en esto, porque sé que hay ahora, aun en este lugar, personas á quien el Señor hace estas mercedes; y si los que las gobiernan no han pasado por esto, por ventura les parecerá que han de estar como muertas en arrobamiento, en especial si no son letrados; y lastíma lo que se padece con los confesores, que no lo entienden, como yo diré despues.
Quizá yo no sé lo que digo: vuesa merced lo entenderá, si atino en algo, pues el Señor le ha ya dado expiriencia de ello, aunque como no es de mucho tiempo, quizá no habrá mirádolo tanto como yo. Ansí, que aunque mucho lo procuro, por muchos ratos no hay fuerzas en el cuerpo para poderse menear: todas las llevó el alma consigo. Muchas veces queda sano el que estaba bien enfermo, y lleno de grandes dolores, y con más habilidad, porque es cosa tan grande lo que allí se da; y quiere el Señor algunas veces, como digo, lo goce el cuerpo; pues ya obedece á lo que quiere el alma. Después que torna en sí, si ha sido grande el arrobamiento, acaece andar un dia ó dos y aun tres, tan absortas las potencias, ú como embobecidas, que no parece andan en sí.
Aquí es la pena de haber de tornar á vivir, aquí le nacieron las alas para bien volar ya se le ha caido el pelo malo. Aquí se levanta ya del todo la bandera por Cristo, que no parece otra cosa, sino que este alcaide de esta fortaleza se sube, ú le suben á la torre mas alta, á levantar la bandera por Dios. Mira á los de abajo, como quien está en salvo, ya no teme los peligros, antes los desea; como a quien por cierta manera se le da allí siguridad de la victoria. Vése aquí muy claro en lo poco que todo lo de acá se ha de estimar y lo nada que es. Quien está de lo alto alcanza muchas cosas.
Ya no quiere querer ni tener otra voluntad, sino hacer la de Nuestro Señor, y ansí se lo suplica: dale las llaves de su voluntad. Héle aquí el hortolano hecho alcaide, no quiere hacer cosa, sino la voluntad del Señor; ni serlo él de sí, ni de nada, ni de un pero de esta huerta, sino que si algo bueno hay en ella, lo reparta su Majestad, que de aquí adelante no quiere cosa propia, sino que haga de todo conforme á su gloria y á su voluntad. Y en hecho de verdad pasa ansí todo esto, si los arrobamientos son verdaderos, que queda el alma con los efetos y aprovechamiento que queda dicho; y si no son estos, dudaria yo mucho serlos de parte de Dios, antes temeria no sean los rabiamientos, que dice san Vicente. Esto entiendo yo, y he visto por expiriencia, quedar aquí el alma señora de todo, y con libertad en una hora y menos, que ella no se puede conocer. Bien ve que no es suyo, ni sabe como se le dió tanto bien, mas entiende claro el grandísimo provecho, que cada rabto de estos trai. No hay quien lo crea, si no ha pasado por ello; y ansí no creen a la pobre alma, como la han visto ruin, y tan presto la ven pretender cosas tan animosas; porque luego da en no se contentar con servir en poco al Señor, sino en lo mas que ella puede. Piensan es tentacion y disbarate. Si entendiesen no nace de ella, sino del Señor, á quien ya ha dado las llaves de su voluntad, no se espantarian. Tengo para mí que un alma que allega á este estado, que ya ella no habla ni hace cosa por sí, sino que de todo lo que ha de hacer, tiene cuidado este soberano rey. ¡Oh, válame Dios, qué claro se ve aquí la declaracion del verso y cómo se entiende tenia razon, y la ternan todos, de pedir alas de paloma! Entiéndese claro, es vuelo el que da el espíritu, para levantarse de todo lo criado, y de sí mesmo el primero; mas es vuelo suave, es vuelo deleitoso, vuelo sin ruido.
¡Qué señorío tiene un alma, que el Señor llega aquí, que lo mire todo sin estar enredada en ello! ¡Qué corrida está del tiempo que lo estuvo! ¡Qué espantada de su ceguedad! ¡Qué lastimada de los que están en ella, en especial si es gente de oracion, y á quien Dios ya regala! Querria dar voces, para dar á entender qué engañados están; y aun ansí lo hace algunas veces, y lluévenle en la cabeza mil persecuciones. Tiénenla por poco humilde, y que quiere enseñar á de quien habia de deprender; en especial si es mujer. Aquí es el condenar y con razon, porque no saben el ímpetu que la mueve, que á veces no se puede valer, ni puede sufrir no desengañar á los que quiere bien, y desea ver sueltos de esta cárcel de esta vida, que no es menos, ni le parece menos, en la que ella ha estado.
Fatígase del tiempo en que miró puntos de honra, y en el engaño que traia de creer, que era honra lo que el mundo llama honra: ve que es grandísima mentira, y que todos andamos en ella.
Entiende que la verdadera honra no es mentirosa, sino verdadera, tiniendo en algo lo que es algo, y lo que es nada tenerlo en no nada, pues todo es nada, y menos que nada lo que se acaba y no contenta á Dios. Riese de sí, del tiempo que tenia en algo los dineros y codicia de ellos, aunque en esto nunca creo, y es ansí verdad, confesé culpa; harta culpa era tenerlos en algo. Si con ellos se pudiera comprar el bien que ahora veo en mi, tuviéralos en mucho; mas ve que este bien se gana con dejarlo todo.
¿Qué es esto que se compra con estos dineros que deseamos? ¿Es cosa de precio? ¿Es cosa durable? ¿U para qué la queremos? Negro descanso se procura, que tan caro cuesta. Muchas veces se procura con ellos el infierno, y se compra fuego perdurable y pena sin fin. ¡Oh, si todos diesen en tenerlos por tierra sin provecho, qué concertado andaria el mundo, qué sin tráfagos! ¡Con qué amistad se tratarian todos, si faltase interese de honra y de dineros! Tengo para mí se remediaria todo.
Ve de los deleites tan gran ceguedad, y como con ellos compra trabajo, aun para esta vida y desasosiego. ¡Qué inquietud! ¡Qué poco contento! ¡Qué trabajar en vano! Aquí no solo las telarañas ve de su alma, y las faltas grandes, sino un polvito que haya por pequeño que sea, porque el sol está muy claro: y ansi por mucho que trabaje un alma en perficionarse, si de veras la coge este sol, toda se ve muy turbia. Es como el agua que está en un vaso, que si no le da el sol, está muy claro, y si da en él, vése que está todo lleno de motas. Al pié de la letra es esta comparacion, antes de estar el alma en este éxtasi, parécele que trae cuidado de no ofender á Dios, y que conforme á sus fuerzas hace lo que puede: mas llegada aquí, que le da este sol de justicia, que la hace abrir los ojos, ve tantas motas, que los querria tornar á cerrar. Porque aun no es tan hijo de esta águila caudalosa, que pueda mirar este sol de hito en hito; mas por poco que los tenga abiertos, vese toda turbia. Acuérdase del verso, que dice: ¿Quién será justo delante de tí? Cuando mira este divino sol, dislúmbrale la claridad; como se mira á sí, el barro la atapa los ojos, ciega está esta palomita: ansi acaece muy muchas veces quedarse ansí ciega del todo, absorta, espantada, desvanecida de tantas grandezas como ve. Aquí se gana la verdadera humildad, para no se le dar nada de decir bienes de sí, ni que lo digan otros. Reparte el Señor de el huerto la fruta y no ella; y ansí no se pega nada á las manos; todo el bien que tiene, va guiado á Dios: si algo dice de sí, es para su gloria. Sabe que no tiene nada ella allí; y aunque quiera no puede inorarlo, porque lo ve por vista de ojos; mal que le pese, se los hacen cerrar á las cosas del mundo, y que los tenga abiertos para entender verdades.
- ↑ Dice que el arrobamiento hace ventaja a la union; que es decir, que el alma goza de Dios más en el arrobamiento: y que se apodera della Dios más, que en la union. Y vese ser así, porque en el arrobamiento se pierde el uso de las potencias exteriores e interiores. Y en decir que la union es principio, medio y fin, quiere decir, que la pura union casi siempre es por una misma manera; mas en el arrobamiento hay grados, en que unos son como principio, y otros como medio, y otros como fin. Y por esta causa tiene diferentes nombres, que unos significan lo menos del y otros lo más alto y perfeto, como se declara en otras partes. (Esta nota no es de fray Luis de León.)