Salineros: 4
— Esto augura buen resultado en la cruzada, — observaba el Capitán Tejedor, lleno de satisfacción ante el feliz alumbramiento de su esposa en víspera de la partida, que con uno ú otro pretexto hacía días demoraba.
Pues no era nada lo que faltaba!
Militar pundonoroso y cumplidor, por inconvenientes de familia no podía dejar de estar listo para el día designado, y por otros sentimientos, cuesta muy arriba se le hacía alejarse, dejando á la buena compañera de sus más bellos días, en aquel desamparo y en tan crítica espera...
La partida no podía retardarse más.
Pero la esperada fué bienvenida, é hizo obra buena desde su primera, con la gracia andaluza que nunca á sus dichos faltaba, observó el padrino: «Esta hija ha venido haciendo bien desde antes de nacer, pues su primera obra buena ha sido llegar á tiempo»...
Ya el toque de silencio había dado el clarín del Cuartel General, uno que otro esparcido fogón humeaba apagándose, y algún relincho ó bajo eco perdido en la soledad oíase cuando todavía las copas del prolongado festín resonaban.
Entonces el anfitrión, deseando poner fin, por lo avanzado de la hora, alzando la copa y dirigiéndose al padrino, acabó su último brindis, diciendo: «...Destinada á su hijo, compadre! porque su primogénito me la haga feliz, á mi recién nacida».
Sin presentir que tal brindis habría de tener la más cumplida realización (pues el candidato andaba por Chuquisaca ejerciendo oficios de vara alta, como alcalde de primer voto, de donde trajo sobre su cabeza cual López y Moreno, sus colegas en los primeros gobiernos de la Patria, las borlas del doctorado), agradeció el padrino entre bromas y chispeantes andaluzadas tan anticipado compromiso.
Con el andar del tiempo, y antes de tres lustros, casada fué la bienvenida con el hijo de su padrino. Vivió hasta más de ochenta años, en la virtud pasados, derramando obras de caridad en su largo camino, conocida por sus contemporáneos como piadosa filántropa, alcanzó su cuarta generación, dejó numerosa prole educada en el honor y en la virtud de su ejemplo, y murió en otro doce de Julio el dia de sus días, haciendo la víspera no su última buena obra (que después de muerta continuó realizándolas por su ejemplo) y preparando la mesa de sus cincuenta descendientes.
«Y como de novias se trata, bueno es no perder la ocasión», se dijo para su capote don Lázaro Gómez, vecino de mesa, inmediato al padrino. Ya por entonces requebraba de amores á su linda Paquita, la más pequeña de las tres rubias, y sin esperar más con tres pasadas á la vía-sacra en San Roque, y una semiaceptación bajo forma de ramo, flores entre sonrojos alcanzadas por la ventana, como amor aguijoneaba al valiente Capitán, apechugó con todo y derechito se fué a hablar á señor padre, solicitando la mano de su hija para la vuelta de la expedición, si Dios sacaba á todos con vida.
En el correr del tiempo y en menos de un siglo, cuatro veces en otras tantas generaciones, entrelazáronse ramas de tan buen tronco.