Recordación Florida/Tomo II Libro XV Capítulo V

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


CAPÍTULO V.

De la gran ciudad ó pueblo de Tecpangoathemala la antigua, cuyas admirables circunstancias de plaza fuerte se admiran en este valle de Chimaltenango en sus vestigios.

Fué Tecpangoathemala pueblo de los antiguos, numeroso, admirable é inexpugnable por la naturaleza de su situación, que la tuvo como ahora en este valle, en tierra elevada y fría y apartada de la nueva fundación, con previa discreta disposición de sus conquistadores, legua y media de distancia, á más conveniente sitio por la seguridad de su sujeción, cuya circunvalación de terreno se admira frondoso y bien vestido de hierbas. Yace ocho leguas de Goathemala la nueva, y en una derechura una situación y otra. Rodea en contorno esta poblazón antigua y desmantelada, reducida á las postreras ruinas, una barranca muy profunda que la hace foso, que toda cae pendiente y aplomo en el ámbito de su profundidad por más de cien estados de hondura. Tiene esta barranca ó foso tres cuadras de ancho del un pretil ó bordo al otro de su zanja, y lo más ó parte della dicen que fué hecho á mano, para la seguridad y defensa de aquel pueblo. No tiene más entrada que una calzada muy estrecha que corta la barranca para darle paso á la entrada que cae á la parte del Poniente, con alguna declinación al Noroeste. Todo el ámbito deste terreno que ocupan aquellos caducos vestigios tendrá tres millas de Norte á Sur, y dos de Oriente á Poniente; y todo el ámbito de la circunferencia nueve millas; en cuyo corazón y centro estuvo ostentativamente erigida aquella gran ciudad de Tecpangoathemala, que en mi sentir fué plaza de armas general del reino de los Cachiqueles, cuyo señor era Sinacam, que residía en esta parte que fué la antigua ciudad de Goathemala, que hoy es pueblo de Tzacualpa, que era su corte.

Todo el suelo desta ciudad antigua de Tecpangoathemala parece estar escoriado, respecto de haberse betunado á mano con un betún ó argamasa de tres cuartas de vara en grueso: vense junto á la orilla de la barranca unas ruinas suntuosas de un magnífico y grave edificio, cuya longitud es de cien pasos geométricos, siendo su latitud de la misma forma; con cuya disposición hace y ordena un cuadro perfecto, todo de cal y canto, de piedra de sillería labrada á los esmeros y el pulimento del piso y de la escuadra. Tiene esta pieza delante una gran plaza cuadrada de mucha autoridad y hermosura, y á los costados que miran de Norte á Sur se deja conocer y admirar un palacio, que aun en sus caducas ruinas se ostenta á toda magnificencia. Tiene este real edificio unas plazas en la fachada tan grandes, y despejadas en su bizarría, como la que queda antes referida. Al contorno desta fábrica admirable, se ve gran multitud de cimientos, que, según la tradición y lo que se deja patentemente conocer por su ostentación, eran casas y habitaciones de nobles, y del mayor número de ahaguaes, fuera de aquellos que daban asistencia continua al Rey. Señálanse en esta parte del barrio ó sexo de la nobleza unas calles muy capaces y despejadas, que segun los fundamentos manifiestan, corrían de Oriente á Poniente.

Corre por medio desta situación de la parte del Norte á la del Sur una zanja de estado y medio de hondo, y sus pretiles se levantan de cal y piedra por más de medio estado en alto; y este foso hacía división de la gran problazón; dejando la habitación de los principales y nobles á la parte oriental, y la de los plebeyos ó maceguales (como ellos dicen) á la parte del Occidente. Corren demás, de la calle Mayor y principal, que va desde la puerta de la ciudad á la plaza Mayor del adoratorio, que está junto á Palacio, otras calles de Oriente á Poniente, Norte-Sur; saliendo todas como ramas de la gran calle Mayor, con muchas viviendas continuadas, que formaban las calles, con las habitaciones bien ordenadas y repartidas; mostrando haberse edificado y erigido con mucho arte y esmero grande de policía, y gran poder de los señores Tultecas de aquellos tiempos que dominaban y regían como propio señor esta parte de Cachiquel.

De la referida zanja sale una calle bien ancha y desenfadada, junto á la calle Real ó Mayor, que entra de la puerta al templo, y va ésta hacia el Oeste; cuya longitud casi es de un cuarto de legua, y va á parar a un cerrillo predominante á la poblazón, que tiene en la cumbre y eminencia que hace parte de llanura un edificio redondo á la manera de un brocal de pozo que se levanta en torno cosa de un estado perfecto. Admírase también todo su pavimento betunado del mismo género de la poblazón: levanta en medio un zócalo ó peana lustrosa como un vidrio y que no se rastrea ni conoce de qué materia sea, bien que el deseo de investigarlo exista. Este brocal era tribunal ó consistorio destos indios Cachiqueles, donde no sólo se daba audiencia pública, pero se ejecutaban las sentencias de aquellos jueces; los cuales, sentados á la redonda del pretil, oían en justicia en lo civil y criminal; pero después de haberse pronunciado la sentencia que allí era como en vista, restaba otra diligencia para su confirmación ó revocación, que era salir de allí tres mensajeros de aquellos mismos jueces, que eran como deputados, y éstos se encaminaban á una barranca profunda que está hacia la parte del Norte del Palacio, donde en lugar muy decente y adornado estaba en una como ermita ó adoratorio un oráculo del demonio, que era una piedra negra y transparente como el vidrio, pero de mejor y más preciosa materia que la piedra Chay; en cuya diafanidad les representaba el demonio á los deputados la resolución que se debía tomar: y si era confirmando la sentencia, luego se ejecutaba allí en aquel tribunal sobre aquella peana, donde también se le hebía dado tormento al reo; y si en contrario se representaba, ó no se figuraba en lo diáfano de la piedra alguna cosa, quedaba libre. Y este oráculo era también consultado en todos los movimientos militares que se ofrecían; ejecutándose ó no la guerra según el aspecto ó representación del oráculo, de que hoy dan razón españoles y indios muy ancianos. Pero como en aquellos tiempos primitivos de nuestras fundaciones llegasen estas noticias al reverendo obispo don Francisco Marroquín, de clara memoria, mandó cortarla curiosamente á escuadra, la consagró y aplicó para ara, que hoy sirve en el altar mayor del convento de San Francisco de Tecpangoathemala, y es presea de singular hermosura y valor. Tiene de largo esta piedra media vara cumplida.

La puerta principal desta plaza fuerte ó ciudadela que entraba por la calzada dicen y afirman que se cerraba con dos puertas, como si dijéramos en el grueso muro, una en lo exterior que salía afuera, y otra á la parte interior que quedaba en lo murado, y que éstas eran de la piedra Chay, que venían á ser una en pos de otra, á la manera de las que usamos en nuestras cárceles; y que en ellas había frecuente guarda, una afuera á la campaña, y otra á la parte de adentro, las cuales alternaban y cubrían los puestos por semanas. Y además, de la otra parte de la barranca, en la campaña, había unos cerrillos de cuarto á cuarto de legua, donde había asistencia de continuas vigías, para atalayar de mucha distancia de tierra, y avisar de las invasiones del Quiche y rey de Sotojil. Mudóse la poblazón á donde hoy está con mucha distancia, por temerse no se volviesen á levantar, ser pocos los españoles para presidiar la plaza, y éstos andar de unas partes en otras conquistando.