Recordación Florida/Adiciones y Aclaraciones III

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.



NÚM. III.


Fiestas reales, en geniales dias, y festivas pompas celebradas, a felicísimos treze años que se le contaron á la Majestad de nuestro Rey, y Señor Don Carlos Segundo, que Dios guarde: Por La Nobilissima, y siempre leal Ciudad de Guatemala. Dedícalas La obsequiosa, y reverente Musa del Capitán D. Francisco Antonio de Fuentes, y Guzmán, Regidor perpetuo de dicha ciudad, al Ilustríssimo Señor Don Fernando Francisco de Escobedo, Señor de las Villas de Samayón y Santiz en la Religión de Señor San Juan, General de la Artillería del Reyno de Iaen: Presidents, Governador, y Capitán General de estas Provincias, etc. Con licencia, En Guatemala, Por loseph de Pineda Ibarra, Impressor de Libros, Año de 1675.


Consta esta obra poética de diez y siete hojas impresas, en cuarto y sin paginar: las nueve primeras comprenden los preliminares inclusa la hoja de portada y las otras diez el poema.[1]

En la página que llevaría el número 3, si estuviese numerada, empieza la Aprovación del general Don Lorenzo Ramirez de Guzmán, fecha DE CASA oy 5 de Henero de 1675, y dirigida á un Ilustrísimo señor que sería el Presidente gobernador y capitán general.

En la hoja cuarta (pág. 7) está la Licencia del Govierno SUPERIOR, encabezada por el dicho gobernador Escobedo (con los títulos que van en la portada). Fecho en la Ciudad de Santiago de Guatemala en ocho dias del mes de Henero de mil y seiscientos setenta y cinco. — Firmada por Don Fernando Francisco de Escobedo y refrendada. — Por mandado de su Señoría, Don Diego de Escobar.

Sigue, en la que sería pág. 9 la «Aprovación del maestro D. luan Velazquez de Lara, Capellán mayor del Convento de Religiosas de la Concepción de Guatemala», la cual aprobación la dio «Por mandado del señor Doctor D. Antonio de Salazar, Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Guatemala, Juez provisor, Vicario general y governador del obispado» fecha en Guatemala á 10 de Enero de 1675 años. Y á esta sigue (en la pág. 11) la licencia del ordinario Doctor Don Antonio de Salazar, fecha en 11 del mismo mes, firmada de él y refrendada por Miguel de Cuellar Varona, Notario Apostólico y público.

En la que sería pág. 12 se inserta una Dézima del Licenciado Don Francisco Marquez de Zamora, Relator desta Real Audiencia de Guatemala, en alabanza del Autor.

En la que sería pág. 13. — Un soneto y una dézima Del Capitán Don Fhelipe Arenzana, á la elegancia con que el Capitán Don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, pintó en Quintillas, las Fiestas con que esta ilustre Ciudad celebró el cumplimiento de años de Nuestro Rey y Señor.

En la que sería pág. 13, un Soneto de Don Gaspar Ochoa de Zárate, natural y vezino de Sevilla, Reynos de Castilla, Al Capitán Don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán; en la Descripción que hizo de las no igualadas Fiestas, que celebró la Nobilísima Ciudad de Santiago de Guatemala.

En la que sería pág. 14 otro Soneto Al Capitán Don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, en alabanza de las obras, que tan heroicamente ha escrito, á fiestas que esta Ilustríssima Ciudad ha celebrado á los años felices del Rey nuestro Señor, Carlos Segundo, que Dios guarde, dedicado por D. Antonio de Lima, Capitán de Mar y Guerra, de la Armada del Occeano, y guardia de las Indias. En la que debía ser pág. 16, sigue otro Soneto dos veces Acróstico al Capitán Don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, en las Fientes célebres que sacó á luz su erudición, que dedica el capitán Don Juan Christoval de Lima y Cabrera, hijo del antecedente, natural de la ciudad de la Laguna, Isla de Tenerife, en las de Canaria.

En la que sería pág. 17 van dos Dézimas Al Capitán Don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, Regidor perpétuo de la ciudad de Santiago de Guatemala de los Cavalleros, que á sus merecidos elogios dedica Don Bartholomé Ramirez de Hoyos, su afecto servidor, natural de la Ciudad de Málaga, y vezino de la de Granada, Reynos de Castilla.

La que sería pág. 18 empieza, finalmente, así: Al capitán D. Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, Regidor perpetuo de esta nobilísima é ilustre ciudad de Santiago de los Cavalleros de Guatemala, aviendo escrito las Reales y solemnes Fiestas, que celebró á los años de nuestro Rey, y Señor Don Carlos Segundo, que Dios guarde, con elegancia, y primor inimitable. = Soneto. = Tres vezes Acróstico, que hazen tres versos de una endecha: todo sin A y con los finales en O, que el Capitán D, Juan Antonio Guerrero, natural de S. Miguel Vltramar, Presidio en Africa, y vezino de la Ciudad de S. Juan de Puerto-Rico de las Indias, su afecto y servidor le dedica.

La que sería pág. 19 tiene un escudo que ocupa la media plana superior, y á continuación la siguiente dedicatoria en verso: «Al Ilustrísimo Señor D. Fernando Francisco de Escobedo, Señor de las Villas de Samayón y Santiz en la Religión de Señor S. Juan, General de la Artillería de el Reyno de Jaen: Presidente, Governador y Capitán General de estas Provincias, etc.»

Las páginas 20 y 21 las ocupa una relación en verso que dice:


DEDICATORIA.


Volando, señor, mi pluma
á vuestra suma grandeza,
sólo teme no quedar
al mismo vuelo suspensa.

Mas si corre con los puntos
que le dáis como Mecenas,
ya volando escribirá,
pues yo sin vos no hago letra.

Vuela mi pluma segura
de que á vuestro amparo vuela;
si ya con aliento corre,
porque corre á vuestra cuenta.

De Fuentes mi Musa viene,
que en Hipocrene se alienta.
á deciros mi concepto,
por no decir agudezas.

Las fiestas Reales escribe,
que á las memorias eternas
en vuestro nombre se imprimen
viniendo á molde las fiestas.

Mas porque el Orbe conozca
el amparo que me lleva,
permitid, que diga á voces
lo que la fama me cuenta.

Dice la fama de vos,
que sois un Marte en la guerra,
en las paces un Mercurio,
que todo en vos tiene Estrella.

En las plazas y en el campo
lo sabio y guerrero muestra,
que á tal Mercurio y tal Marte
es un Orbe poca esfera.

Que en el Reino de Jaén,
su General os vocea,
la Artillería lo dice
con el metal de su lengua.

Hicisteis, señor, allí
volar balas de las piezas
á los campos enemigos,
según en ellos se suena.

Si de aquella Artillería
vuestra fama acá resuena,
no es mucho; porque salió
como una bala ligera.

Si ruedas de Artillería
vuestra mano así gobierna,
de vuestra mano tenéis
de la fortuna la rueda.

Mano tenéis, para hacer
que el mismo bronce obedezca,
respondiendo á vuestro orden
con tener la boca abierta.

De todos lleva los ojos
vuestro pecho, cuando encuentran
de San Juan en él la Insignia
como blanco de Nobleza.

Punta por punta sacasteis,
señor, aquella Encomienda,
y nos dice que tuvisteis
pecho para tanta empresa.

Vuestro pecho religioso,
la Religión que profesa
dice que pende de vos,
colgada de la Venera.

Con Religión, Presidente,
presidís la Real Audiencia,
si con el Rey en el cuerpo
sois Atlante de su Alteza.

Su Capitán General
los campos os victorean;
que hacéis hablar á los campos
cuando á sus bocas dáis cuerda.

Sus volcanes Guatemala
con vuestro ardor los despierta;
pues respondiendo á las bocas
de fuego, braman con ellas.

Más festivos estos días,
tanto á vuestro ardor se alientan,
que todos fueron volcanes

animados en la fiesta.


Que á fiestas Reales, que vos
á los años de más cuenta
hacéis, el mundo se abrasa:
porque en volcanes se quema.

Mas porque el Pindó no envidie
nuestros volcanes, ordena
el Apolo Presidente
que á monte el fuego se venga.

Llega al Pindó y al Parnaso
de aquellas fiestas la nueva;
porque llegan los volcanes
con el ruido muchas leguas

Y por eso de las Fuentes
no es mucho el cristal se encienda,
para mostrar en espejo
el fuego que lo calienta.

Conque, en fin, á vuestro amparo
de Fuentes la Musa entra
á sacar á plaza cuanto
plaza corrió con grandeza.

Porque los años de Carlos,
que en las fiestas se celebran,
las Musas, siendo ya trece,
los entren más que en docena.

Debiendo á vuestro gobierno
lo que la plaza festeja,
y lo que mi Musa escribe,
porque en los bronces se lea.

En la que sería pág. 23 (pues la 22 está en blanco) empieza el que en las licencias se llama Poema con las siguientes:

QUINTILLAS.

Cuando mi Musa se tiene
en casa algunos caudales
de Helicona, se previene
á sacar las Fiestas Reales
de las Fuentes de Hipocrene.

Cual caballero novel,
á las fiestas la razón
me excusó; mas el laurel
me hace entrar, que en Relación
hago también mi papel.

Aunque á las mil maravillas
fueron más en tercio y quinto
las fiestas, al escribillas
será mucho, si las pinto,
como quieren mis Quintillas.

Amaneciendo la Aurora,
para dar los buenos días
á la fama más sonora,
á plaza saca alegrías
de las gracias que atesora.

Cuando los trece cumplieron
de nuestro Rey las Auroras,
como á su Alteza subieron,
por estarse en sus mejoras,
en sus trece se estuvieron.

El clarín al Mayo inflama,
para ostentar sus matices,
cuando el Noviembre lo llama
á los años que felices
hace trece de la Fama.

El Príncipe cortesano
que veneran nuestros días,
con decreto soberano,
empuñando gallardías,
gana á todos por la mano.

Conque la flor de galanes
de Guatemala, se aplaza;
pues á debidos afanes,
para lucir en la plaza,
ya se abrasan los volcanes.

Alentados de su ardor,
á su Príncipe siguieron
los Caballeros de honor,
que á las fiestas se encendieron,
poniendo á todos calor.

Pues haciendo todos pago
á sus alientos primeros,
sin quedar ninguno vago,
como buenos caballeros,

dijeron todos: Santiago.


Al Alba, que se divsa,
hizo señas el clarín,
y á los ánimos avisa,
que ya vocea el festín
con una boca de risa.

Dejando el lunes pasado,
que no corrió la fortuna
de los días por menguado,
á la Luna dedicado,
lo dejamos á la Luna.

De Noviembre el martes era,
contados seis, y no es necia
la cuenta desta manera;
pues por los Seises la Iglesia
es á voces la primera.

Donde por ir los primeros
con cristianas eficacias
á dar gracias, sus esmeros
dicen, que estar para gracias,
es acción de Caballeros.

Dirigióse aquesta acción,
á que en sus años al cedro
Carlos venza en duración:
y para la concesión
acudieron á San Pedro.

Tan de acuerdo es su asistencia
en la santa catedral;
daba cuerpo á su presencia,
con su Príncipe la Audiencia
que era verla cosa Real.

El Regimiento en verdad,
cuando las gracias oficia,
á los Nobles de lealtad,
teniéndolos de ciudad
les dio asiento de Justicia.

De los nobles más urbanos
era la Caballería,
que á los mismos Ciudadanos
los hizo su cortesía
Caballeros cortesanos.

Con su Pastor y Prelado
el Cabildo se reparte,
estando con el Senado
muy conforme en el estado,
aun haciendo coro aparte.

Los Religiosos Prelados,
asistieron tan señores,
por familias bien mirados,
que con estarse callados
se decían Superiores.

Como de re, mí, fa, sol,
se dan gracias este dia
por el Monarca Español,
que las diera el facistol
hizo á todos armonía.

En fin la accion acabada,
los clarines respondieron
á la música ajustada,
y los repiques hicieron
toda la acción muy sonada.

Y aunque salga de sagrado,
pues que mis verbos no tildo,
el Sacrificio acabado,
voy de las Fiestas llevado,
con licencia del Cabildo.

De aquí al Palacio la acción
se dirige, donde en alas
de las plumas, del salón
se pasaron al balcón,
quedando vanas las salas.

Era de ver la belleza
de los mismos miradores;
pues por alto su grandeza,
de la Audiencia los señores
la subieron á su Alteza.

La plaza ya despejada,
el encierro principiaron,
y por dejar ensayada
á los lances la estacada,
bravos toros se jugaron.

Bien mostraban desde luego
ser los toros unos rayos;
pues ya con puntas de fuego
amenazaban desmayos,
aun siendo cosa de juego.

Dejando en el coso el resto,
sólo cinco se jugaron;
y así los toros de presto,
porque no paraba en esto,

á pocos lances pararon.


De la plaza la pintura,
digo aquí, sí no me atasco;
mas el campo me asegura,
pues me ofrece su hermosura
todo el campo de Damasco.

Estaban como mil flores,
los balcones matizados
con los lindos miradores,
conque estaban animados
con viveza sus colores.

Todo estaba ajedrezado
de primaveras y lamas;
pues lo vario en lo colgado
era ejedrez bien formado
para asiento de las Damas.

Por lo de juego desvela
á los ojos lo que pasa,
en brillos de lantejuela;
pues como en justas la plaza,
manteniendo estaba tela.

Al Cabildo y sus decanos,
dan asiento los bedeles,
y aun también los escribanos,
sin escribir de sus manos,
lo señalan con dos eles.

No he de dejar las carrozas
pasar sin yer las mujeres,
que, como damas hermosas,
picadas iban de rosas,
de veinticinco alfileres.

Bien mostraban sus aseos;
pues corriendo las cortinas
entre varios escarceos,
por mostrarse clavellinas,
andaban por mil rodeos.

Puedo decir admirado,
que hubo en los coches Auroras;
pues su cielo bien mirado,
para hacerlas muy señoras,
todo se vino rodado.

Ver la plaza coronada
de variedades tan grandes,
hecha un país por pintada,
y un jardín por matizada,
no hubo en el mundo más Flandes.

Mas pasando las barreras,
que es echar por los atajos,
los tablados y maderas
deste Flandes, primaveras
eran sus Países Bajos.

Así, que los arreboles
el Sol iba retirando,
por miradores, más Soles
ya se iban asomando
y creciendo mirasoles,

A voz de fiesta y sus ritos
resonaron los clarines,
por el Valle en sus distritos;
diciendo ya los festines
las bocascalles á gritos.

Eco haciendo los metales
del clarín en los tropeles,
respondieron los pretales
que aun andando con bozales,
eran unos cascabeles.

En hileras concertadas
un Mayo entero venía,
y quedándose admiradas,
deja la caballería
á las calles desmayadas.

Por la boca de la esquina
entra su flor descubierta,
y mientras ella camina,
de verla tan peregrina,
se está con la boca abierta.

Así que se empieza á ver
tanto animado topacio,
que por tal pudo correr,
haciendo rostro á Palacio
mostró su buen parecer.

Don Juan Antonio galante,
y el grande Vázquez lucido,
se apartaron al instante
con las alas de partido
de aquel escuadrón volante.

De negro y plata igualaban
la gala, que en raso junta
dos cuerpos que en uno andaban,
pues cuerpo á la plata daban

por hacer en todo punta.


Sacaron con mil primores
de tres colores plumeros,
que pintando en superiores
al Iris con los sombreros
le sacaban los colores.

Era el caballo en lo leve,
que Don Juan gobierna, un viento
y un volcán; que es mucho lleve
vivo siempre él ardimiento,
siendo de blanco una nieve.

Don Agustín gobernaba
un alazán, cuya pinta
del mismo Sol la sacaba,
pues lo puso, y adornaba
de tornasoles en cinta.

El carmesí les remonta
las sillas de terciopelo,
y cuanto en ellas se monta
es rico, pues son de monta,
siendo sillas de buen pelo.

Cinco lacayos siguieron
á Don Juan, que en lo plateado
del paño, que se vistieron,
y en los cabos de aquel grado,
como una plata salieron.

Don Agustín, adornados
de paño musco sacó
otros cinco, bien criados,
aunque por cabo les dió
que se anduviesen floreados.

Empezaron á formar
un concertado paseo,
que, sin llegarse á acabar,
llegó á Palacio su aseo,
que hasta allí pudo llegar.

Aquí prenuncios de un Marte
tuvo este Par español,
mas con la luz que reparte,
les avisa de su parte
que ya sale como un Sol.

Claro é ilustre Presidente,
sale para hacer mercedes,
como un Sol, que ya presente
hizo al otro Sol, que ausente
diera por esas paredes.

Sólo el bruto, donde monta,
gozó cerca su esplendor,
pues tan rico lo remonta,
que al peso de su valor
dice el bruto lo que monta.

Sacó el jaez tan lucido,
de tela parda esta vez,
que de plata enriquecido
entre todos no se vido
alguno de aquel jaez.

Tan jinete al aire reta,
que es del viento emulación;
pues luciendo á lo Planeta
de General su bastón,
gobernaba á la jineta.

Quisiera tomar el corte
el rubio enrisado Anfriso;
pues sacara de su porte
del que es Sol de aquesta Corte,
del terciopelo su riso.

Parece que al Sol brillante
hace punta su decoro;
pues tira brillos galante
cada botón, que es un oro,
con su punta de diamante.

Las cintas de mil primores,
plumas blancas y amarillas,
con tan diversas labores,
por salir como mil flores,
sacó á las mil maravillas.

Sobre el bruto más luciente
ya monta el Sol más lucido,
ya aparece Presidente,
ya General aplaudido,
para blanco de la gente.

De perla el color sacaron
las libreas, que al tenerlas,
doce lacayos, miraron,
y en el color repararon,
que les estaba de perlas.

Sobre holanda guarneció
el carmesí, que las llena,
las libreas, que tocó
el trompeta, que salió

también entrando en docena.


Salió el Sol, á quien le oficia
el obsequio militar,
la obligación de Justicia;
conque el cortejo pasar
pudo plaza de milicia.

Con todo aplauso llegó
con los otros caballeros,
con quienes se incorporó;
porque Sol los animó
dando cuerpo á los luceros.

De los Alcaldes ladeó
al más antiguo, que vario
en la gala que sacó,
con gentileza mostró
ser galante de ordinario.

Sacó su buen parecer
de esmeraldas los aceros,
y el vestido para ver,
de chamelote en esmeros,
de Ver-Aguas pudo ser.

Don Lorenzo, que en renombre
de Ramírez es primario,
será bien que ya se nombre;
pues siendo Alcalde Ordinario,
no es ordinario su nombre.

A un castaño, con destreza,
llamado el Noble, severo,
gobernaba con grandeza,
conque grande caballero
lo ostentaba con nobleza.

Seis lacayos guarnecidos
de los cabos, con mil flores
salen de verde floridos,
que sobre holanda en colores
dan un verde á los vestidos.

El clarín á voces claras,
y alguaciles repartidos,
dan principio á cosas raras;
pues de Corte los vestidos
se sacaban por las varas.

Diguero y Vázquez, nombrados
de aquestas fiestas padrinos,
se adelantan, aclamados,
que aun de Reinos peregrinos
pueden ser Adelantados.

A quienes siguen pareados,
desempeño de sus padres,
dos niños, que bien mirados,
mostraban, que el ser ahijados,
no era cosa de compadres.

Niños son de á trece años;
más parecen unos viejos,
que en señoríos extraños,
de mayores desengaños,
son sus años más que añejos.

Castor y Polux se vieron
en dos castaños fogosos;
y tan lucidos salieron,
que aun con las plumas airosos
por dos estrellas corrieron.

De espejuelos sacan sillas,
y haciendo en ellas reflejos,
entre felpa maravillas
se pusieron amarillas,
al mirarse en los espejos.

De tela negra sacaron
los vestidos con decoro,
y á los cuellos se colgaron
dos cadenas como un oro
y al espejo se miraron.

Sus lacayos se sacaban
por los cabos de encarnado;
y aunque pardos coloreaban,
de buen pelo se miraban
mostrando lo cabellado.

Después de aqueste gracejo,
Don Luís el viejo se sigue
Mazariegos; que el despejo
el buen nombré le consigue,
que en su nobleza ya es viejo.

Varillas, noble á las claras,
con él va: y á maravillas
fueron sus galas tan raras,
que con gastar muchas varas,
eran galas de Varillas.

El raso negro dilata
gala á los dos; y no acaso,
que al Sol pondrán de escarlata
si con los cabos de plata

lo cogen en campo raso.


Brutos rigen tan dispuestos
(por más que envidia los taches)
que en lo atezado compuestos,
junto con la plata puestos,
eran unos azabaches.

Se ostentaban adornados
de paño pardo, entre flores
los lacayos bien mirados,
que el lampazo de colores,
los sacó como pintados.

Ya Córdova le baraja
al Sol como caballero
su lucir, con el que alhaja;
pues como Real Tesorero,
lo tiene como en la Caja.

Y Pan y Agua compite
con todos por su Monarca,
que aunque penas deposite,
guarda gracias al desquite,
por lo que tiene de Abarca.

Como compañeros fueron
de Pan y Agua, el renombre
duplicado lo tuvieron:
pues al corte de tal nombre,
de muchas aguas salieron.

De plata bien guarnecido
sale el negro lindamente,
que el chamelote vestido,
salir en aguas lucido,
era en los dos lo corriente.

De naranjado las sillas
de terciopelo bordadas,
plumas blancas y amarillas,
con mucha plata enlazadas
eran todas maravillas.

Con cabos de terciopelo
azul, habiendo imitado
cuatro lacayos al cielo,
le sirvieron con desvelo
uno por uno á su lado.

Maestre de Campo Estrada,
se sigue, gran Regidor,
grande en bastón y en espada;
mas por la Vara-Sagrada,
en buena fe, que es Mayor.

Su yerno con bizarría
le hizo lado de primor,
que él sólo pudo este día,
por ser Alferez Mayor,
tener con él mayoría.

De un raso negro vistieron,
que con franjas columbinas
con tal encaje pusieron,
que en campo raso salieron
las dos galas peregrinas.

Con los jaezes de oro,
un overo Estrada rige,
si á Calvo con gran decoro,
á la Luna lo dirige
el aire todo de un moro.

El matiz de sus plumeros
en los aires se esmaltaba,
ciñendo muchos luzeros
el cintillo en los sombreros,
que de perlas les estaba.

De ocho lacayos sacada
bien la librea salía,
de azul y plata extremada,
que de presente lucía,
con ser de tela pasada.

El capitán Gastañaza
se sigue con tanto brío,
que al señorío da traza;
pues bizarro saca á plaza
de Vizcaya el Señorío.

De oro en trencillas bordado
de chamelote hace gala,
que en negro encaje extremado
como en orillas se iguala,
corre en las aguas ondeado.

Su gala de los retiros
saca lustre á cosas grandes;
pues sus mangas con mil giros,
de oro bordado, y los tiros
Cabos pueden ser en Flandes.

Don José, que apelación
de Varón tiene su nombre,
de caballero en la acción,
lo acompaña grande hombre,

por ser en todo varón.


Cabos de plata á primores,
en gala negra dilata,
de Damasco de labores,
en que gastando estas flores,
gasta por Cabo la plata.

Un castaño gobernó
Don José, en todo franco,
que al compañero igualó;
pues el blanco á que miró,
era no pasarlo en blanco.

Ocho lacayos sacaron
de paño verde vestidos,
que de lampazo extremaron
los cabos, con que floridos
con lo verde se florearon.

Don Esteban, Chanciller,
que es, por Solorzano noble,
de tafetán doble, hacer
gala quiso, para ser
galán y discreto al doble.

Negro martinete el reto
echa al aire en cortesía,
si bien en cintillo quieto,
en prisión de perlería
pudo ponerse en aprieto.

Rige un overo su mano,
(y de contarlo me alegro)
que en la silla al gran Medrano,
y en terciopelo está ufano,
de servirlo como un negro.

Su librea se extremaba
de un morado tan extraño,
que el paño fino mostraba;
pues el hilo del buen paño,
por los cabos se sacaba.

Don Sebastián de Aguilar,
le acompaña á maravilla;
pues bien se puede aclamar
que en lo rojo y militar
trae el orden de Castilla.

Orden es de Calatrava,
el que su pecho ostentado
en el vestido sacaba,
que en terciopelo labrado
con buen orden se ajustaba.

El color de su plumero
puso al aire de escarlata:
y un Perú vale su esmero;
pues en tanto caballero
de un Perú sale la plata.

Del jaez lo colorado
lo pintaba en todo franco;
pues un bruto gobernado
de su mano, en lo adornado
de sus puntas era el blanco.

De acanelado salieron
sus lacayos, y la flor
de la canela se vieron,
si con la plata, y color
á medias las Lunas fueron.

Con Don José de Aguilar
aquí se siguió Don Sancho
Alvarez; siendo tal par,
que puede al garbo ensanchar,
y quedar de aqueso ancho.

De terciopelo se hizo
gala á los dos, y admiraba,
que de su fondo y su frizo,
de sus dueños se sacaba
el buen pelo por el rizo.

Eran sus cabos plateados,
donde lo hermoso dilata
la riqueza en los bordados,
que por salir más aseados,
salieron como una plata.

Es bien la plata presuma
de los jaezes bordados
de dos castaños, que en suma,
con los penachos volados
eran los dos una pluma.

Dio á sus lacayos confianza
la librea de extremada;
pues su tela con bonanza
por el Cabo de Esperanza,
á Cabo Verde es pasada.

Mis hermanos para ver
(á nadie haciendo injusticia)
ya los pinto: y viene á ser
que el pintar como querer

es pintarlo de justicia.


Don Tomas Cilieza, oficio
tiene de Juez, y no en valde,
pues es proprio beneficio,
mostrar la Vara de Alcaide
de Ordinario con buen juicio.

Don Tomás tan superior
es por Nájera aclamado,
que siendo Alguacil mayor,
nunca la vara y valor
quiebra en él por lo Delgado.

Remataron el paseo
haciendo gala de un raso,
que labrado de escarceo,
mostraba en plata de paso
de un Cielo raso el aseo.

Cabos de tela encarnada
bien decían con su oficio;
pues á la plata randeada
la pusieron concertada,
sin pleito, en tela de juicio.

Un blanco Armiño enfrenaba
Nájera en todo seguro:
Cilieza un castaño, y daba
en el blanco, pues de obscuro
por la pinta lo sacaba.

Terciopelo carmesí
en los jaeces bordados,
era envidia del Turquí;
pues de plata y oro allí
hizo asiento lo realzado.

De uno y otro caballero
diez lacayos concurrieron
en plata, verde y esmero;
que aun en botón se tuvieron
muy linda flor de romero.

Su señoría el primero,
dando aliento de partido,
corrió primer caballero,
y corrió con tanto esmero
que al viento dejó corrido.

Uno por uno en su esfera,
por orden luego corrieron:
y corrieron de manera
que al aire con que salieron
lo llevaban de carrera.

Después con lindo donaire
corren también de pareja:
y por igual sin desaire,
cada par corre con aire,
aunque atrás al viento deja.

Once toros al momento
se lidiaron, que en Jarama
fueran toros; pues su aliento,
cuanto en la plaza más brama
hace risa, que es contento.

En esta risa paró
el festín de aqueste día:
y tanto al mundo admiró,
que suspenso se quedó,
porque el Sol se suspendía.

Volvió el miércoles á hacer
nueva Aurora, nueva salva,
volviendo con el placer,
que la plaza tuvo ayer
para no quedarse al Alba.

Volvieron las bizarrías,
que á la Aurora dispertaron;
pues para dar buenos días,
veinte toros se encerraron
cornucopia de alegrías.

Cuatro fueron los lidiados
al encierro, de tal modo,
que por no ser encerrados,
se salieron enojados,
para salirse con todo.

Salióles tan al revés,
que un pardo, en nombre Borrón,
sujeta los cuatro; pues
á tres lances de rejón
los arrastra á dos por tres.

Cuando la plaza caliente
más con los toros está,
llueve Acuario de repente,
sin avisar á la gente,
y sin decir agua vá.

A la fiesta prevenida
llegó la tarde al deseo:
y el agua, la bien venida,
para darle con aseo,
se vino como llovida. Ya la tarde serenada
á nuevas fiestas convida,
y del clarín convocada
mira al toro á la estacada
salir á trompa tañida.

Salió un toro, que amarillo
puso de miedo al brioso,
que encuentra; y al embestillo
sin tener cuenta, furioso
le dio á cuenta un cornadillo.

Salió un Pinto, que mejor
nunca se vido pintado;
pues siendo vivo en ardor
se paró de tal color,
que quedó pintiparado.

Embistió con tal donaire,
que hizo gala de embestir;
pues los lances con desaire
del rejón, al rebatir
los vuelve puntas al aire.

Salió otro rayo animado
con las puntas nada bastas;
pues en ellas aguzado
consigo mismo enojado
ya se daba de las astas.

Con naturales porfías
estos, y otros toros fueron
los que en lance, y bizarrías,
cuando entre gente se vieron
hicieron mil torerías.

Don Lorenzo en fin galante,
después del agua que hubo,
varias aguas dió al instante;
con que sin duda el picante
entre dos aguas estuvo.

Y fué acertado consejo
dar conclusión al festín
con dulces; porque el gracejo
acabase en dulce fin
con el gusto de un buen dejo.

Con este dejo dejó
la plaza toda la gente,
y el Sol el agua pasó
helada, porque si no
con él fuera el agua ardiente.

Pero muy de madrugada
el jueves salió el Aurora
lloviendo rosa rociada:
conque el día se mejora
gozando el agua rosada.

Volvió la plaza á mirarse
con renovada alegría;
y el Sol para más entrarse
en las fiestas, quiso hallarse,
para pasar un buen día.

En fin el Sol, muy entrado,
ayudando con su ardor
al encierro del ganado,
con tenerlo acorralado,
lo tenía con calor.

A la Sortija sin duelos
fué una valla prevenida
en que á vista de los Cielos
la tela á justas medida
andar se vio por los suelos.

Aquí el señor Presidente
no es mucho que con decoro,
sujetando tanta gente,
y aun al Turco más ardiente
sujete también un Moro.

En este Bruto á la brida
para el blanco se partió;
y á su impulso suspendida
la Sortija se quedó
para quedarse corrida.

Hizo el tiro superior
la Sortija con su giro:
porque tembló de un señor,
á quien esfera mayor
nunca se pusiera á tiro.

Con Don Juanico en confianza,
Don José de Estrada el Niño
se lleva, con alabanza,
la Sortija de su aliño
sacada á punta de lanza.

Con Don José de Aguilar
también á Córdova admiro;
pues se supieron llevar
la Sortija sin pasar

de los términos de Tyro.


Fué de todos aplaudido
el acierto, y para ver,
que en los bridones medido
llevado á todo correr,
ninguno quedó corrido.

Al aire con que corrieron
les aplauden de manera,
que muy de asiento les dieron
mil vítores, que crecieron
con llevarlos de carrera.

Don Tomas Cilieza dió
las aguas y confitura,
mas con un toro topó,
que la embiste con dulzura:
porque el agua le enfrió.

Si hasta á los toros reparte
su agasajo extraordinario
el Alcalde, en esta parte
es singular; pues con arte
sale así de lo ordinario.

El encuentro en el calor
de los toros, fué ventura;
pues resfriado su ardor
con las aguas, su rencor
vino á parar en dulzura.

Pasó aquesta al cuarto día,
que fué viernes, en que hermosa
la Aurora nueva alegría
trujo con cara de rosa,
como al rostro le salía.

Ya al mediodía llegaba
el Planeta más ardiente,
cuando el clarín resonaba:
nuevos toros que alentaba
la corneta de su frente.

Lidian al encierro tres,
que eran todos unos rayos
en ardor y alientos, pues
las cabezas con desmayos
anduvieron de los pies.

Pasó Febo su carrera
á la tarde ya llegada;
y viendo la primavera,
que corría en otra esfera
dejó corriente la entrada.

Entró la caballería
con nueva gala y primor;
pues corriendo en cortesía
en cualquiera corredor
era lo que más corría.

Salió cual Marte español,
ó Mercurio por lo alado,
nuestro Príncipe, que al Sol
lo tuvo por mirasol,
por correr con él al-ado.

Corrió el primero volando,
como primero en las galas,
que iba en los aires mostrando,
cuando á todos alentando
les da corriendo las alas.

Con estas alas aprieta
la espuela al bruto brioso,
que con ella no se quieta;
porque corre belicoso
debajo de una jineta.

Corrieron más alentados,
siempre con nuevos donaires
los caballeros, que alados
á la jineta ajustados
hacen piernas en los aires.

Los toros se señalaron
esta tarde siendo un fuego;
que si tales se jugaron
les hacían lindo juego
á los lances que tiraron.

Si á todos haciendo frente
están con los lances bravos,
en pelea tan ardiente
no es mucho levanten gente
teniendo tan buenos cabos.

Los toros dan el remate,
que ya tienen de cabeza
al festín, que es bien que trate
de triunfar de su fiereza,
y en el juego darles mate.

Pasado el tiempo nocturno
salió el Alba peregrina
el sábado por su turno,
y ella con ser de Saturno,

nada anduvo saturnina.


Pues al festín de este día
ya comenzaba á reírse;
y publicando alegría
nueva tan para aplaudirse,
ella de eso se reía.

Mas con reírse le avisa
al concurso desde luego,
que la fiesta que divisa
para ser cosa de risa
era ya cosa de juego.

Cuatro toros se jugaron
al encierro de tal suerte,
que los que bien los lidiaron
para tener buena suerte,
muy buenos lances echaron.

A dos de ellos en su ardor
les dan mate, con que luégo
con triunfo del jugador,
y suerte del toreador
los arrastran en el juego.

Tocó el clarín de repente
á la tarde mas festiva,
que vido el Sol más luciente;
pues ya subiéndose arriba
es mirador de la gente.

Mas cuando vido salir
al Sol de su competencia,
quiso un poco más subir
por no quedar al partir
hecho una noche de ausencia.

Mas no faltó del asiento
de todos los miradores,
mientras les dura el contento
de aquel Sol de los señores,
que sale con lucimiento.

Salió el señor Presidente
hecho un Sol de bizarrías,
tan galán como valiente,
que ilustrísimo y ardiente
es la luz de nuestros días.

Por la valla fabricada
corrió el Sol como en su esfera,
y al Estafermo lanzada
tiró tal, que de carrera
como un rayo fué sonada.

Tiró otras dos tan ligeras,
que el Estafermo tembló
al ruido de las carreras;
pues temblando las maderas
él como un palo quedó.

Corrieron poco después
los caballeros vestidos
de Chambergas: y esto es
pisar la valla lucidos
teniendo tela á los pies.

Don Juan Antonio Diguero
de tres lancillas rompió
á ley de buen caballero
las dos; conque aquel madero
hecho una estatua quedó.

Don Lorenzo, buen bridón,
una quiebra, masen valde;
pues dice bien con la acción,
que en la entereza de Alcalde
sus quiebras á bulto son.

Joséf Agustín de Estrada
tiró lanza, que no pudo
ser al blanco más bien dada;
pues el llegarle al escudo
era darle una lanzada.

Córdova y don Sancho ufano,
con Don José de Aguilar,
y Pan y Agua á una mano,
hizieron lanzas quebrar;
si bien quebradas en vano.

Mas no en vano les salió
de su acierto la alabanza;
pues cada cual mereció
que la lanza que quebró
fuera entonces buena lanza.

Victoreando la ciudad
tan ajustadas acciones,
el Estafermo, en verdad,
del aire de los bridones
quedó con gran vanidad.

Empieza el coso á tronar
toros de fuego animados,
que empezaron á bramar
como unos locos de atar,

siendo rayos atronados.


Sale fiera una por una
todo toro, que embestía
á quien buscaba fortuna,
para subir este día
á los cuernos de la Luna.

Allí el toro rechazaba
al rejón de más destreza
que en tales lances se hallaba,
que hacer punta á quien los daba
se le puso en la cabeza.

Sale otro toro que espanta
toda la plaza de fiero,
pues el que á píe se le planta,
por subirlo á caballero
en los aires lo levanta.

Otros muchos se jugaron,
en quienes suertes hicieron,
que tales lances echaron,
que á los toros acabaron,
porque á lance se pusieron.

Después de dos mil porrazos,
que los rejones les dieron,
quedaron en sus fracasos
tan cansados, que se vieron
muertos y hechos mil pedazos.

Aquí las fiestas pararon,
que han sido en todo Reales,
que en lo mucho que costaron
de plata el río llenaron
como espuma sus caudales.

Y así las fiestas que pinto
han sido á Carlos Segundo
sin tercero, no distinto
de un Carlos Quinto: en el mundo
pueda más en tercio y quinto.

Viva una edad tan florida
que la envidien los extraños:
pues con tener larga vida
nuestro Rey, cumpliendo años,
nuestra fiesta está cumplida.


En la hoja final está el siguiente:


APENDIZ DE LAS FIESTAS,
sal de la plaza y picante de la musa.

Cierto trompeta se vido,
que quiso entre clarineros
bien vestido, y bien bebido
verse en cueros.

Cuando en la plaza tocaba
el clarín, era sonado,
que él de otros sones andaba
más tocado.

Mas porque torear lo vieran,
lo que en él era ya viejo,
sus lances, y mira eran
al pellejo.

En los estribos se empina,
cuando trata de torear;
que sabe con lo que atina
empinar.

Con estar de miradores
él en la plaza apartado;
andaba en los corredores
asomado.

Tiróle un toro á la pierna,
por ir con ojos turbados,
y del ramo de taberna
enramados.

Conque todo parecía
á su vista tan chiquito,
que aun el toro se le hacía
tamañito.

Era vermejo; y sacaba
al buen vermejo de dudas,
cuando por vermejo estaba

dado á Judas.


Mas botado fieramente,
y con las calzas bien rotas,
él cuidaba solamente
de las botas.

Y sus lances no se aprueban,
porque en cueros derrotado,
á pocos lances lo llevan
arropado.

Mas al echarle las ropas
el arrope ganaría,
cuando por echar por copas
se perdía.

Anda loco con el toque
del toro, y aun apurado,
con andar con el aloque
alocado.

De su cuerpo le entregara
sus cuartos á los novillos,
con tal que á pechos se echara
los cuartillos.

Su penco herido anda tal
de los pies, que en la pereza
gana al amo, que anda mal
de cabeza.

Conque por sus cascos hallo,
que en pago de mil porradas,
él le daba á su caballo
cabezadas.

Es bien, cuando va soplando
la trompeta, se corrija,
si al trago que va pasando
se embotija.

Hace á tragos su papel,
mas en aquesta derrota,
mejor se soplara él
una bota.

Dando soplo á sus alientos
se vuelve el viento á sorber;
que está que bebe los vientos
por beber.

Si bien muy medido ha andado
con el golpe de la herida,
que otros golpes ha pasado
sin medida.

De las aguas de Aganipe
este verso se ha sacado,
aunque á tiro á Juan Felipe
vino-aguado.


Laus Deo.
  1. Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Papeles vários impresos. - P. 155.