Realidad: 22
Escena II
editarLos mismos; INFANTE que entra precipitadamente.
INFANTE.- Le he visto yo.
OROZCO.- (Con jovialidad.) ¿Y qué cariz trae?
INFANTE.- Tan meloso, tan sutil, tan insinuante y seductor de palabra como siempre. (A OROZCO.) Me ha encargado que te anuncie su visita para hoy. Viene de Inglaterra con la máxima de que el tiempo es dinero. A las cinco.
OROZCO.- Ya tenemos el cometa en el horizonte.
VILLALONGA.- ¡Bienaventurados los pobres, porque no tenemos la influencia maléfica de esas estrellas con rabo!
INFANTE.- ¡Farsante igual! Estuvo en casa no hace dos horas, a ver a su hija. ¡Oh, qué escena tan conmovedora! Lloraron.
VILLALONGA.- ¡También él!
OROZCO.- Joaquín imita el llanto de las personas con una perfección que causa maravilla... (A INFANTE.) Pero dime, Manolo, ¿estás contento con la lotería que te ha caído?
INFANTE.- Pues mira, cuando la vimos entrar anoche... estábamos comiendo... con su lío en el brazo, y detrás un mozo de cuerda con el baúl, la primera impresión mía fue muy desagradable. Con cuatro palabras ingenuas, sencillas, dichas con alma, nos explicó su situación. Mi tía Carlota, única persona de viso que la trataba y solía visitarla, por haber sido muy amiga de su madre, la acogió del modo más cordial, y por mi parte no tardé en simpatizar con ella. A estas horas, tanto mi tía como yo le hemos tomado cariño, y abrazamos resueltamente su causa.
OROZCO.- Es simpática como su hermano, y ninguno de los dos se parece al papá.
INFANTE.- ¿Simpática has dicho? Es un ángel.
VILLALONGA.- ¡Eh!, poco a poco. Si le habrá salido un rival a Santanita...
OROZCO.- ¿Amor, Manolo?
INFANTE.- Ea, se acabaron las bromitas, y vamos a las veras... (A OROZCO.) Yo vengo aquí con una pretensión...
OROZCO.- (Vivamente.) ¡Ay, ay! Ya me duele... Me lo temía. ¡Pretensiones a mí!...
INFANTE.- Pero, hombre, si no me has dejado hablar...
OROZCO.- Si te veo venir. Lo de siempre. Esos mocosos quieren caer sobre mí como la langosta.
VILLALONGA.- Inconvenientes de la fama, Tomás. Esos tórtolos inocentes te piden protección.
OROZCO.- ¿A mí? ¿Pero qué protección he de darles yo?... Están frescos... ¡Pero este Manolo...!
INFANTE.- Me dejas hablar, ¿sí o no?
OROZCO.- No; más vale que te calles. Como que el inocente ese pedirá un destinito para poder casarse. Pues ¿quién mejor que tú?...
INFANTE.- No se trata de eso... todavía.
OROZCO.- ¿Pues de qué?
INFANTE.- Quiero hablar con Augusta. Me entenderé mejor con ella. ¿Ha salido?
OROZCO.- Creo que no.
INFANTE.- Que venga... Augusta. (Dirigiéndose a la primera puerta de la derecha.)
OROZCO.- Ya viene.