Realidad: 05
Escena IV
editarMALIBRÁN; VILLALONGA.
VILLALONGA.- (Dirígese al billar y retrocede, sorprendiendo a MALIBRÁN, que, embelesado, no quita los ojos de AUGUSTA, hasta que la ve desaparecer.) ¿Y cómo va eso, amigo D. Cornelio?
MALIBRÁN.- Pues... amigo D. Jacinto, esto va mal, muy mal. Nada, nada, lo que dije a usted. Nuestra sibila está enamorada; lo veo, lo estoy viendo... ¿No lo ve usted?
VILLALONGA.- No, yo no veo nada. No quiera usted contagiarme de sus visiones malignas.
MALIBRÁN.- Lo descubriremos, sí, señor, arrancaremos el velo del enredito. ¡Pues no faltaba más! Como el gran Le Verrier descubrió el planeta Neptuno por el puro cálculo...
VILLALONGA.- Pues no es usted poco científico...
MALIBRÁN.- (Nervioso.) Por el puro cálculo, sí; estudiando las desviaciones de las órbitas de los planetas conocidos... pienso yo...
VILLALONGA.- Descubrir el planeta ignorado...
MALIBRÁN.- (Llevándolo a la puerta del salón y mirando hacia éste.) Diga usted, ¿será el Trujillito ese, el oficial de artillería que acompaña a la condesa?... ¿Será Calderón, la ostra de la casa?... ¿Será, por ventura, Manolo Infante, que suele hacer de sigisbeo de Augusta, y que con su capita de pariente honrado me parece a mí que las mata callando?... ¿Será...?
VILLALONGA.- (Volviendo al centro de la escena.) Dígame, D. Cornelio, ¿ha pensado usted en Federico Viera?
MALIBRÁN.- ¡Ah! (Con desdén.) No, ése no. Pero... quién sabe. Entre los amigos de la casa, entre estos pegajosos... con ribetes de parásitos, hay que buscar el documento humano que nos hace falta. Yo le juro a ésa... que no se reirá de mí.
VILLALONGA.- Al fin... ¡quién sabe!...
MALIBRÁN.- ¡Quién sabe... sí!... Las mujeres... El demonio que las baraje.
VILLALONGA.- Y a propósito de mujeres y de demonios, ¿va usted esta noche a casa de la Peri?
MALIBRÁN.- Tarde... sobre la una. ¿Y usted?
VILLALONGA.- Tal vez... (Viendo venir a OROZCO.) ¡Chitón!