Ramos de violetas 35

Nota: Se respeta la ortografía original de la época


Los milagros


Nunca el hombre en la vida está contento,
siempre tiene un afán y en su delirio
á veces su ingenioso pensamiento
sirve de pedestal á su martirio.

Dios le otorgó benigno su ternura,
pero el mortal indiferente y loco
no apreció en su valor tanta ventura
y dijo con desdén, esto es muy poco.

Busquemos en el mundo las delicias
ya que los años pasan tan veloces;
del placer apuremos las primicias,
y en las riquezas los febriles goces.

Y en la última década de la vida
cuando ya el corazón no se impresione,
y esté nuestra ilusión desvanecida,
pediremos á Dios que nos perdone.

Otros hombres más ciegos todavía
ofrendas al Señor le prometieron,

si éste á sus peticiones accedía;
hablando vulgarmente, un pacto hicieron.

Si á un niño de la muerte lo salvaba
el divino Hacedor en su clemencia,
su madre con la cera se encargaba
de pagar á la Santa Providencia.

Y una figura pálida y graciosa
representando un ángel sonriente,
colocaba la madre cariñosa
en el altar del Dios Omnipotente.

Y con dejar magníficos cabellos,
y de bruñida plata grandes ojos,
y joyas de prismáticos destellos
ya no había que temer de Dios enojos.

En el lenguaje humano faltan nombres
para calificar tanta ignorancia;
según su ceguedad creen muchos hombres
que de ellos al Eterno no hay distancia.

Y que el Señor se muestra complacido
si tornan en bazar su santuario,
pues por aquellos dones se ha sabido
que Dios tiene un poder extraordinario.

¿Qué más milagros, míseros mortales,
quereis hallar que vuestra propia vida?
¿No os bastan los reflejos celestiales
de ese sol que á otra esfera nos convida?

¿Del mar rugiente las nevadas olas,
y del Cielo los mágicos colores;
y el perfume que guardan las corolas
de las gentiles y lozanas flores?

¿El león que ruge en la abrasada arena
y la hormiga industriosa y diligente?...
¿El mundo no es, en fin, la prueba plena
de lo que vale el Ser Omnipotente?

Entonces ¡oh mortal! ¿Porqué te empeñas
en demostrar de Dios el poderío?
¡Si son todas tus pruebas más pequeñas
que en los mares las gotas del rocío!

¡Si tienes otra ofrenda que Dios ama
y que siempre la acoge con anhelo!
¡si tienes la oración, fulgente llama
que ilumina las bóvedas del cielo!

Tienes la Caridad, que patentice
la divina verdad del Cristianismo
cumpliendo aquel mandato que nos dice:
al prógimo amarás como á tí mismo.
 
No es necesario que inventemos nada
para probar de Dios la Omnipotencia,
donde el mortal dirija su mirada
¡siempre hallará la Santa Providencia!


1874.