Política de Dios, gobierno de Cristo/Parte II

Política de Dios, gobierno de Cristo
de Francisco de Quevedo y Villegas
Parte II
I

Parte II


A la santidad de Urbano VIII, obispo de Roma, vicario de Cristo, sucesor de San Pedro, Pont. Opt. Max.
Beatísimo Padre: Estas palabras mías, ya sean balidos de oveja, ya ladridos de perro, no se acercan descaminadas a los oídos del pastor de las gentes. Por el primer título me restituyo al rebaño; por el segundo quiero emplear mis dientes y mi atención en su guarda. Más tuviera de portento que de afecto ser oveja y mastín, si no experimentáramos cuánta parte del ganado se introduce en lobos. Bien lo sienten, beatísimo Padre, vuestros rebaños, pues en tantas provincias muerden los que pacían, rabian y aúllan los que balaban; y los que juntó vuestro silbo, y guió vuestra honda y gobernó vuestro cayado, hoy los padece la Iglesia en que sois cabeza y los rediles donde sois centinela. Si Cristo es oveja y pastor (así lo dice San Cirilo, Cateches., 10: Haec ovis rursus vocatur pastor, cum dicit: Ego sum pastor: Ovis propter incarnationem: Pastor propter benignitatem deitatis); si fue pastor y cordero (así lo enseñó San Juan Crisóstomo, Psal. 67), si los herejes son ovejas y lobos, haga la defensa a los católicos ovejas y perros: ut intingatur pes tuus in sanguine. Estén en vuestros pies los besos de los hijos y la sangre de los enemigos: Lingua canum tuorum ex inimicis ab ipso. No es tiempo de contentarse con ser ovejas los hijos de la Iglesia, cuando las asechanzas son tan frecuentes, que cada una se ha menester guardar de la otra. Y pues todas somos cuidado de él, como vuestra beatitud es pastor y padre, seamos ganado y perro, ladren unos la predicación, y muerdan otros con los escritos. ¿A quién se intima esta guerra?



¿Contra quién nos prevenimos? San Juan, llamado Crisóstomo, lo dice de San Pablo, lib. 2: Neque enim illi adversus lupos pugna est; neque a furibus timet, neque solicitus, anxiusque est de peste a grege abigenda. Contra quos ergo illi bellum? Quibuscum lucta? Non est nobis lucta adversus carnem et sanguirem, sed adversus principatus, adversus potestates, adversus mundi dominos. ¡Grande batalla! Dios con el mundo, el espíritu con la carne, la verdad con la presunción, la Iglesia con los príncipes y señores del mundo: que San Juan la cuenta por de más peligro para vuestro ganado, que la peste y ladrones. Beatísimo Padre, digno es de la ponderación de vuestra beatitud aquel capítulo 21 de San Juan, cuando se apareció Cristo a sus apóstoles, y delante de ellos dijo a San Pedro: Diligis me plus his? Y le respondió: Etiam Domine: tu scis quia amo te. Y respondiole Cristo: Pasce agnos meos. Y consecutivamente, segunda vez, le preguntó si le amaba: respondió que sí, y le encargó que apacentase sus corderos. Y no contento con esta repetición, dicit ei tertio: Simon Joannis, amas me? Contristatus est Petrus, quia dixit ei tertio: Amas me? ¡Qué perseverante tenía Pedro la memoria en el dolor del arrepentimiento, pues viendo tercera pregunta, le pareció que el Señor se acuerda de las tres negaciones y que le quería hacer caminar con el amor lo que huyó con el miedo! Et dixit ei:



Domine tu omnia nosti: tu scis quia amo te. Dixit ei: Pasce oves meas. Es tan entrañable el desvelo de Cristo por sus ovejas, que no contento con haber instruido a San Pedro en vida con su doctrina, y declarado cómo el buen pastor ha de morir por sus ovejas, lo que ha de hacer por la que se pierde, cuáles son suyas, y cuáles no; después de su muerte viene a ponderar esto, y dice que si le ama más que todos (y le hace que lo afirme tres veces), que apaciente sus ovejas. No quiere de los pastores en premio de su amor otra cosa: lo demás deja a su albedrío en otras demostraciones. Así San Juan Crisóstomo, libro citado: Petre, amas me plusquam hi omnes? Atque illi quidem licebat verbis hujusmodi Petrum affari: Si me amas, Petre, jejunia exerce, super nudam humum dormi, vigila continenter, injuria pressis patrocinare, orfanis te patrem exhibe, viduae te maritorum loco habeant. Nunc vero praetermissis omnibus his, quidnam ille ait? Pasce oves meas. Esto, Señor, es del oficio; eso otro de la ocasión. Esto es más difícil, y más peligroso y más meritorio, porque la contienda no es con lobos, sino con príncipes y señores de este mundo. Y guardar el ganado es desvelo, es penitencia de todos los sentidos: es ayuno, pues se abstiene de los intereses; es mirar por los huérfanos y por las viudas; y atender el pastor a los ejercicios de la oveja, es penitencia de su oficio, no suya. Antes le dijo Cristo: «Cuando tú no eras pastor, tú te ceñías, e ibas adonde querías». Cum esses junior cingebas te, et ambulabas ubi volebas: cum autem senueris, extendes manus tuas, et alius te cinget, et ducet quo tu non vis. En siendo pastor no se ha de ceñir a sí, ha de ceñir a los otros; no ha de ir adonde quisiere, sino adonde está obligado; a él le ha de ceñir su oficio; y con estas palabras tan elegantes le predijo Cristo su martirio: Hoc autem dixit, significans qua morte clarificaturus esset Deum. No dijo significando que había de morir, sino, qua morte, con qué muerte.



Y es cosa extraña, santísimo Padre, que en aquellas palabras ni se lee muerte, y mucho menos especie alguna de muerte. Más quien supiere qué genero de fin tiene la vida de los pastores, bien hallará en el texto clara la exposición del Evangelista: «Cuando envejezcas, extenderás tus manos», Et alius te cinget, et ducet quo non vis. Extender las manos es de pastores; y se verificó en la cruz. Ser ceñido de otro es el género de muerte de los pastores: ceñir es rodear. Bien interpretó esto el Santo, cuando hablando con su ganado, dijo: Vigilate, quia adversarius vester diabolus circuit, quaerens quem devoret; exhortando al rebaño que vele, porque el demonio enemigo ciñe: esto es, cerca. Beatísimo Padre, ya que vuestra beatitud sucede a San Pedro en este cuidado; ya que extiende los brazos en la cruz de estos desvelos, y se ve ceñido de tantas persecuciones, que le llevan adonde no quisiera, -por ahorrar si fuera posible pasos de rigor y palabras de censuras, mande que se repitan frecuentemente a los señores del mundo por sus ministros aquellas divinas palabras que dice San Juan Crisóstomo en la homilía en su destierro: Deus est Ecclesia, qui est omnibus fortior. An aemulamur Dominum? Numquid illo fortiores sumus? Deus fundabit hoc, quod labefactare conaris. Quanti tiranni agressi sunt impugnare Ecclesiam Dei: Quanta tormenta, quantas cruces adhibuerunt, ignes, fornaces, feras, bestias, gladios intendentes? Et nihil agere potuerunt. Ubinam sunt illi qui haec fecerunt? Et ubi illi, qui haec fortiter pertulerunt? Non enim Ecclesia propter coelum, sed propter Ecclesiam coelum. Si no hizo la Iglesia por el cielo, sino el cielo por ella, ¿quién rehusará ser hecho para ella? De quien dice San Cirilo, Catech. 18: Regum quidem potestas certis locis et gentibus terminos habet; Ecclesiae autem catholicae per universum orbem indefinita est potentia. Y lo que más digno es de lágrimas, que padece ya con todos: el hereje la contradice, y el católico la interpreta. Aquél no la cree como es; y éste quiere sea como él cree. El hereje sale de la Iglesia; y el católico descaminado está en ella para hacer el daño más de cerca. La ley de Dios ha de juzgar a las leyes, no las leyes a Dios. Yo, beatísimo Padre, que empecé el primero a discurrir para los reyes y príncipes por la vida de Cristo llena de majestad en todas sus acciones, lo prosigo en entrambas con aquella libertad que requiere la necesidad del mundo, sabiendo, como dice San Pedro llamado Crisólogo, que captivis criminum innocentia, inimicis odiosa fuit semper libertas. No me han cansado las persecuciones, ni acobardádome las amenazas. Con valentía y cristiana resolución, ardor y confianza, he proseguido este asunto tan importante.



A quien lee sanamente
Imprimiéronse algunos capítulos de esta obra, atendiendo yo en ellos a la vida de Cristo, y no de alguno. Aconteció que la leyó cada mal intencionado contra las personas que aborrecía. Estos preceptos generales hablan en lenguaje de los mandamientos con todos los que los quebrantaren y no cumplieren, y miran con igual entereza a todos tiempos, y señalan las vidas, no los nombres. El Decálogo batalla con los pecados; el Evangelio con las demasías y desacatos. No es verdad que todos los que escriben aborrecen a los que pueden. Gran defensor tenemos de nuestra intención en Séneca, epíst. 73. Errare mihi videntur, qui existimant philosophiae fideliter deditos, contumaces esse ac refractarios, et contemptores magistratuum ac regum, eorumve per quos publica administrantur. E contrario enim, nulli adversus illos gratiores sunt: nec immerito; nullis enim plus praestant, quam quibus frui tranquillo otio licet. Ni debe el rigor de mis palabras ocasionar notas. Con los tiempos varió el estilo en San Pablo, y se pasó de la blandura al rigor. Fray Francisco Ruiz, en el libro cuyo título es: Regulae intelligendi Scripturas Sacras, dice así: reg. 226, Cujus differentiae nullam aliam invenio causam, quam ipsum epistolarum tempus: initio indulgendum erat; postea autem non ita. Así Cristo, por San Lucas, cap. 22: Quando misi vos sine sacculo et pera et calceamentis, numquid aliquid defuit vobis? At illi dixerunt. Nihil Dixit ergo eis: Sed nunc, qui habet sacculum, tollat; similiter et peram: et qui non habet, vendat tunicam suam, et emat gladium. Había mandado que no llevasen bolsa, ni alforja, ni zapatos; y acuérdales de que se lo había mandado, para mandarles lo que parece contrario. Ahora dice; «Quien tiene bolsa, la tome, y de la misma suerte alforja; y quien no tiene, venda la capa, y compre la espada». Tiempo hay en que lo necesario sobra; y tiempo viene en que lo excusado es necesario.



Qui non habet; Quien no tiene espada, se entiende de lo que se sigue. Así lo repite el Siro, declarando este lugar Eutimio y Lucas Brugense por el tiempo de la persecución que se acercaba: Per emphasym solum ostendens esse tempus ultionis. Yo sigo la interpretación de Cristo y la mente de los apóstoles. Para ir a predicar a las gentes que Cristo está en la tierra, que ha encarnado, que ha nacido el Mesías, no lleven bolsa, ni alforja, ni los zapatos, y no les falte nada. Mas para quedar en lugar de Cristo por su muerte y subida a los cielos, traigan la bolsa y la alforja; y si no tienen espada, vendan la capa para comprarla. Cuando predicaren, vayan con solas palabras; cuando gobiernen, tengan espada. Acuerdo a los doctos que Cristo dijo: Non veni mittere pacem, sed gladium. Y si los apóstoles habían de quedar a proseguir la obra para que Cristo vino, ¿cómo la enviarán, que es a lo que dice que vino? Cuál espada es ésta, declaran los sagrados expositores. Que esto se entienda así, pruébalo lo que se sigue en el Evangelio: At illi dixerunt: Domine, ecce duo gladii hic. At ille dixit eis: Satis est. «Ellos dijeron: Señor, ves aquí dos espadas. Mas él dijo: Basta». En todas estas palabras, y en solas ellas, está el imperio y poder de los sumos pontífices, y puesto silencio a los herejes que dicen que no les son lícitos los bienes temporales:



«Tome la bolsa y la alforja ahora: si no tiene espada, venda la túnica, y cómprela». Palabras son de Cristo. Dícenle que hay dos espadas, y responde: «Basta»; no ordenando el silencio en aquella plática, sino permitiendo la jurisdicción, que se llama de utroque gladio, a la Iglesia que no siempre había de ser desnuda, pobre y desarmada. Y aunque la palabra «Basta» declaran todos como se ve, yo (con el propio Evangelio) entiendo fue prevención adelantada al orgullo de San Pedro, como sabía Cristo la había de sacar en el Huerto, y ocasionar su reprensión. «Basta», fue tasa de la clemencia de Dios: espadas hay; basta que las haya; no se ejecuten si se puede excusar; vine a enviar espada, no a ensangrentarla; preceda la amenaza al castigo; prevenga el ademán al golpe. David, Reg. 1, c. 17, dice: Et noverit universa Ecclesia haec, quia non in gladio, nec in hasta salvat Dominus: ipsius enim est bellum. Tiempo vendría donde le sería lícito el dinero, y conveniente la espada. Los propios pasos sigue la doctrina. En unos siglos no la falta nada, desnuda y sin defensa; y en otros ha menester vestidos y armas, para que no le falte todo. Yo hablo palabras medidas con la necesidad, y escribo para ser medicina, y no entretenimiento. No debe desacreditar a esto mi ignorancia ni mi perdición. San Agustín dice: Agit enim spiritus Domini, et per, bonos, et per malos, et per scientes, et nescientes, quod agendum novit, et statuit: qui etiam per Caipham, accerrimum Domini persecutorem, nescientem quid diceret, insignem protulit prophetiam. El que desprecia la virtud, porque la enseña el pecador, es malo aun en aquello que el malo es bueno. Para mí es condenación no vivir como escribo, y para vosotros es usura obrar lo que yo pierdo.



Prefación a los hombres mortales que por el gran Dios de los Ejércitos tienen la tutela de las gentes desde el solio de la majestad Pontífice, emperador, reyes, príncipes: a vuestro cuidado, no a vuestro albedrío, encomendó las gentes Dios nuestro Señor; y en los estados, reinos y monarquías os dio trabajo y afán honroso, no vanidad ni descanso. Si el que os encomendó los pueblos os ha de tomar estrecha cuenta de ellos; si os hacéis dueños, con resabios de lobos; si os puso por padre, y os introducís en señores, -lo que pudo ser oficio y mérito hacéis culpa, y vuestra dignidad es vuestro crimen. Con las almas de Cristo os levantáis; a su sangre, a su ejemplo y a su doctrina hacéis desprecio: procesaros han por amotinados contra Dios, y seréis castigados por rebeldes. Adelantarse ha el castigo a vuestro fin; y despierta y prevenida en vuestra presunción la indignación de Dios, fabricará en vuestro castigo escarmiento a los porvenir.

Y con nombre de tiranía irá vuestra memoria disfamando por las edades vuestros huesos, y en las historias serviréis de ejemplo escandaloso.

Obedeced a la Sabiduría, que en abriendo la boca por Salomón, empezó a hablar con vosotros a gritos: Diligite justitiam, qui judicatis terram. Imitad a Cristo, y leyéndome a mí, oídle a él: pues hablo en este libro, y hablé en el pasado, con las plumas que le sirven de lenguas para sus alabanzas.