Política de Dios, gobierno de Cristo/Parte I/XXIV

XXIII
Política de Dios, gobierno de Cristo
de Francisco de Quevedo y Villegas
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La diferencia del gobierno de Cristo al gobierno del hombre
Mucha es la diferencia en este capítulo, y pocas las palabras. Cristo la pone en estas pocas, cuando dice «Petite, et accipietis: Buscad y hallaréis; llamad, y abriros han; pedid, y recibiréis».
Satanás, gobernador de la tiranía del mundo, ordena al revés estas cosas en los príncipes de las tinieblas de este mundo: Buscad, dice, y hallaréis vuestra perdición; quien os robe, quien os engañe. No logra otra cosa la solicitud del mundo, porque buscan lo que se había de huir. Declárase Cristo, cuando dice: «Buscad primero el reino de Dios»; y aquí en estas repúblicas enfermas lo primero se busca el reino de Satanás.
«Llamad, y abriros han».
No habla esto con las puertas de los malos ministros, ni con las de aquellas audiencias donde tiene nombre de portero el estorbo de los méritos y el arcaduz de los mañosos. En el reino de Cristo se llama a las puertas, sin haber más costosa diligencia. En estas puertas que el cerrarlas es codicia y el abrirlas interés, la llave es el presente y la dádiva. Dice Satanás, oponiendo su gobierno al de Cristo: Derramad, y hallaréis; comprad, y abriros han. ¡Oh gobierno infernal! ¡Oh puertas peor acondicionadas que las del infierno!, pues ellas se abrieron a la voz de Cristo, y en vosotras cada ruego, cada palabra es un candado más y un cerrojo; cada presente una ganzúa, y cada promesa una llave maestra. Velas de par en par el rico y el introducido y a piedra lodo el benemérito que las ha menester.



No hay otro oficio, en las casas de estos que venden el sentido del oír, más sospechoso. Ministro que tiene portero, ése quiere, cerrando la puerta, que entren todos por otra parte: ya se sabe que «quien no entra por la puerta, sino por otra parte, es ladrón». Otra cosa en la que Cristo dice por San Mateo: «Entrad por la puerta angosta». La puerta angosta es la que abren los méritos y las virtudes y los servicios. La puerta ancha que lleva a la perdición, es la puerta que descerrarán las dádivas, y la que se compra.
Pedid y recibiréis; así lo prometió, así lo ordenó: Ora Patrem tuum in abscondito; et Pater tuus, qui videt in abscondito, reddet tibi. Quien pide recibe en el reino de Dios, y en el de la justicia y en el de la verdad. No todos los que parece que piden, piden: unos engaitan, otros adulan, otros engañan, otros mienten, pocos piden. Pedir es, con razón, servicios, méritos, partes; y siendo esto así no había de ser necesario otra cosa para alcanzar todo lo que se pretendiese; pues esto excusará las diligencias de la maña y de la codicia. No así hacen los tiranos imitadores de Satanás: su precepto es opuesto a la igualdad y blandura del de Cristo. Dicen así: Dad, y daros han; dad más, y os darán más; hurtad para dar y para tener, y obligaréis a que os den que recibáis. Facilitad delitos, aconsejadlos, tomad parte en su ejecución, y recibiréis. ¿A quién, como dijo la epigrama, se da, sino a los poderosos? Es la causa que dan para que les den: éstos compran, no dan; parece presente y es mercancía. No obligan con lo que dan, sino hurtan.



Es el modo que permite Dios para la perdición de los ladrones y codiciosos que roban a los pobres para tener con qué comprar oficios y honras de los más poderosos. Dícelo así el Espíritu Santo en los Proverbios: «Quien calumnia y persigue al pobre por aumentar su riqueza, dará a otro más rico y empobrecerá». Ése es el camino de perdición para los codiciosos: ni se ve otra cosa en el mundo; y quitar al que lo ha menester para dar al que no lo ha menester, es injusticia, y no puede carecer del castigo de empobrecer. Ni ha inventado la codicia más feo modo de empobrecer que el de aquellos miserables que se destruyen por dar a otros más ricos. ¡Oh providencia de Dios, que tan severamente advertida preparas la penitencia en el arrepentimiento diferido a éstos que por cargar de oro al rico desnudan al pobre! Y a éstos es a quien da el gobierno del mundo, primero el pago, que satisfacción. ¡Qué secreta viene la perdición a toda diligencia en los deseos del malo, a quien las más veces castiga Dios sólo con permitirle y concederle las cosas que le pide! -Hay otro género de maldad, introducida con buena voz a los ojos del mundo, que es quitar de los pobres para ofrecer a Dios; y no es menor delito que el de Judas, que quiso quitar de Dios para los pobres. Adviértelo el Eclesiástico en el cap. 34: «El que hace ofrenda de la sustancia de los pobres, es como el que degüella a un hijo delante de su padre».



Paréceme, Señor, que oyendo vuestra majestad dar voces a Cristo por la pluma de los evangelistas, no ha de permitir que dejen de obedecerse las órdenes de Cristo; pues no se acuerda España de haber tenido rey, en su persona y deseos, intención y virtudes, más ajustado a la verdad y a la justicia, piedad y religión católica; y si fuese poderoso para que los que le sirviesen le imitasen, nos veríamos en el reino de la paz. Y no desconfío de que lo procuran todos los que vuestra majestad tiene a su lado; mas deseo que Dios nuestro señor haga esta merced a su corona y a sus vasallos, de que todos los que le asisten le sean semejantes; que entonces el gobierno de Dios, y la política de Cristo prevalecerán contra la tiranía de Satanás.
Y si hay algunos que estorben esto, Señor, tome vuestra majestad de la boca de Cristo aquellas animosas palabras que dice por San Mateo: «Apartaos de mí todos los que obráis maldad»; que yo digo a vuestra majestad, y a todos los que este cuaderno leyeren, las palabras que se siguen a éstas:
Omnis ergo, qui audit verba mea haec, et facit ea, assimilabitur viro sapienti, qui aedificavit domum suam supra petram.
Et omnis, qui audit verba mea haec, et non facit ea, similis erit viro stulto, qui aedificavit domum suam super arenam, et cecidit, et fuit ruina illius magna.