Política de Dios, gobierno de Cristo/Parte I/XXII

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Política de Dios, gobierno de Cristo
de Francisco de Quevedo y Villegas
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Al rey que se retira de todos, el mal ministro le tienta; no le consulta. (Matth., cap. 4.)
Tunc Jesus ductus est in desertum a Spiritu, ut tentaretur a diabolo. «Entonces fue Cristo llevado al desierto por el Espíritu, para que fuese tentado del diablo.»
Espíritu se entiende por el Espíritu Santo. Entró Satanás, viendo retirado a Cristo, a negociar con él; y estanle remedando todos los malos ministros con los príncipes que se retiran.
A los solos no hay mal pensamiento que no se les atreva; y el ministro Satanás al príncipe apartado de la gente osadamente le embiste; porque quien trata con uno solo, él propio guarda las espaldas a su engaño y perdición y él la ocasiona y asegura de sí, para que se le atrevan los vanos y codiciosos. Quien a todos se descubre y no se esconde a sus gentes, pone en peligro manifiesto los mentirosos, la ambición y la maña, y déjase hallar de la verdad.
Tres memoriales trajo para despachar, creciendo el desacato y atrevimiento de uno en otro; y el primer memorial contenía tal petición94: «Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se vuelvan panes.» Había dicho Cristo95: «¿Quién hay de vosotros que si su hijo le pidiere pan, le dé una piedra?». Para dar piedras a quien ha menester pan, no basta ser mal hombre, es menester que sea Satanás. Por eso dice Cristo que no habrá hombre de ellos que lo haga.



Y eso es lo que el diablo hace con Cristo: vele con hambre, flaco, en ayuno tan largo, y ofrécele piedras. Lo mismo hacen los ministros que ven a sus reyes en desiertos, habiendo ellos con sus tiranías hécholes desiertos los reinos: en lugar de socorrerlos, los tientan; piedras les ofrecen cuando tienen necesidad de pan.
Digo, Señor, que el primer memorial que despachó fue que hiciese de las piedras pan: por aquí empieza sus despachos todo mal ministro. En sí y en lo que le sucede lo verán los príncipes; pues el que llega a su rey proponiéndole un idiota, un vicioso, un vano, un mal intencionado, un usurero, un cruel, para el obispado y para la judicatura, para el virreinato, para la secretaría, para la presidencia, -ése ¿qué otra cosa propone sino el memorial de Satanás que, de las piedras del escándalo de la república endurecidas en sus vicios, haga pan? Y estos malos ministros, siempre sujetos a la codicia insaciable, procuran (por mayor interés) que los reyes hagan de las piedras para ellos pan; pues el hacer de un mañoso indigno de algún lugar, un prelado, es suyo el provecho.
El segundo negocio que pretendió despachar fue éste: Assumpsit eum diabolus in sanctan civitatem, et statuit eum super pinnaculum templi, et dixit ei: Si filius Dei es, mitte te deorsum. Dice que le arrebató, que le llevó aprisa (se entiende el demonio, con permisión suya: así lo declara Maldonado) a la ciudad santa, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo (éste es el memorial): Si eres hijo de Dios, échate de ahí abajo.
Lo primero que propone el ministro Satanás y tentador, es que haga de las piedras pan, como hemos dicho. Lo segundo a que se atreve es pedirle que se despeñe, que no repare en nada: eso es despeñarse.



Y no deben fiarse los reyes de todos los que los llevaren a la santa ciudad y al templo; que ya vemos que a Cristo el demonio le trajo al templo. ¿Qué cosa más religiosa y más digna de la piedad de un rey, que ir al templo y no salir de los templos, y andar de un templo en otro? Pero advierta vuestra majestad que el ministro tentador halla en los templos despeñaderos para los reyes, divirtiéndolos de su oficio; y hubo ocasión en que llevó al templo, para que se despeñase, a Cristo.
El postrer negocio, en que Satanás mostró lo sumo a que puede llegar su descaramiento, refiere el Evangelista en estas palabras: «Otra vez le arrebató el demonio, y le llevó a un monte excelso, y le enseñó todos los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: Todo te lo daré, si cayendo me adorares.»
El ministro que propone el primer memorial, que es hacer de las piedras pan, de los insuficientes y no beneméritos magistrados, -el segundo que propone alentando su insolencia, es que se despeñe, como hemos visto; y a estos dos sigue el tercero y último, que es decirle que se hinque de rodillas y le adore: tenerle en poco, despreciarle, que el rey ruegue y el vasallo lo mande. ¡Aquí puede llegar la soberbia y el desvanecimiento: a trocar los oficios del señor al criado!



Pues, Señor, si Satanás habiendo propuesto a Cristo el primer memorial y habiéndole despachado mal y con advertencia severa, se atrevió a proponer el segundo de que se despeñase; y habiéndole en él reprendido con rigor, se atrevió a consultarle el tercer memorial de que adorase caído en el suelo, ¿qué hará con el rey que despachare bien el primero y mejor el segundo? Paréceme a mí que el tercero va negociado sin resistencia, y luego sin duda adorará a Satanás y a su tentación. Pondero yo que le llevó al templo a despeñarle, y al monte a que le adorase, pareciendo que la idolatría suya estuviera más en el lugar que quería en el templo, que en el monte; y conócese que procura desconocer su intento y disfrazar su designio con el nombre de la santa ciudad, y con el templo. Así disfrazan su intención los que osan tomar los altares por achaques a sus cautelas.
He advertido que el demonio, en la tentación de las piedras empieza diciendo: Si filius Dei es: «Si eres hijo de Dios.» Y en la segunda, que en San Lucas se refiere en postrer lugar, cuando le dijo que se despeñase, empieza con las propias palabras: Si filius Dei es: «Si eres hijo de Dios.» Solamente cuando le dice que le adore postrado en tierra, no dice: Si filius Dei es; las cuales palabras entienden los más afirmativamente: «Pues eres hijo de Dios»; y dice Maldonado que lo había oído cuando en el Jordán se oyó aquella voz: Hic est filius meus dilectus: «Éste es mi hijo amado.» Esto supuesto, digo que en las dos proposiciones le tentó como hijo de Dios y como a Dios, pidiéndole milagros de la omnipotencia, como hacer de las piedras pan y echarse del pináculo para que los ángeles de su padre le sirviesen de nube; y en la tercera le tentó como a hombre, ofreciéndole reinos temporales, y despreciándole tanto, que le dijo que le adorase.



Sabe el demonio que representándoles la gloria y vanidad, fiado en su ambición, puede en trueque (no de dárselos, que no aguarda a eso la codicia, sino de prometérselos) pedirles que le idolatren, y se humillen y aniquilen; y como usó de este lenguaje con Cristo, no le dijo: Si filius Dei es; antes en todo le trató como a hombre, enseñándole como hemos dicho reinos y gloria de la tierra y pidiéndole cosa que sólo a un hombre solo se podía proponer. Y así, Cristo nuestro Señor a las dos propuestas, le respondió a la primera: Non in solo pane vivit homo: «No de solo pan vive el hombre»; que fue respuesta concluyente. A la segunda le reprendió, mostrando que le había conocido, y dándose por entendido de su pretensión, pues dijo97: «No tentarás a tu Dios»; que era lo que él quería hiciese. A la tercera (que tocó en desprecio insolente de su oficio, y en no querer darse por entendido, habiéndole hablado tan claro, antes había crecido la insolencia), no sólo le respondió y le reprendió, pero le castigó severamente, diciendo: «Vete, Satanás.» Señor, en llegando a despreciar la persona real y el oficio y dignidad suya, no hay sino nombrar a Satanás por su nombre, y despreciarle y echarle de sí.



Señor, Ministros que lo ofrecen todo, son diablos. Dijo Satanás: Quia mihi tradita sunt, et cui volo do illa: «Porque me las han dado a mí, y las doy a quien quiero.» Y es cierto que lo da como lo tiene. Ofrecen reinos y glorias porque los adoren. Dan cosas momentáneas, a trueque del alma que no tiene otro precio que la sangre de Cristo nuestro Señor. ¡Cuántas veces entenderá vuestra majestad que uno es ministro, y que negocia; y a pocos lances conoce que es Satanás, y que le tienta! Si quisiere que vuestra majestad haga de las piedras pan, no hacerlo, y convencerle; que así se castiga su codicia. Si pidiere que se despeñe vuestra majestad con pretexto de santidad y buen celo, castigarle con reprensión la insolencia. Si propusiere que le adoren, y tocare en la reverencia y dignidad real, llamarle Satanás, que es su nombre; despedirle como a Satanás, y castigarle como a sacrílego y traidor.