Pablo de Céspedes (Retrato)

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


PABLO DE CÉSPEDES.

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Este insigne profesor nació en la ciudad de Córdoba, de cuya Catedral fue Racionero. Es tan rara entre los artistas la riqueza de conocimientos, que Céspedes adornado de una erudición muy vasta, y cultivando felizmente todas las artes de imaginación, pasa fundadamente por un prodigio entre ellos. Así en su tiempo gozó de un crédito universal, y la amistad que tuvo con Arias Montano y otros hombres sabios de entonces manifiesta el lugar que supo hacerse con su literatura y sus talentos.

PABLO DE CÉSPEDES.
Pintor, Escultor y Poeta. Murió en Córdoba su patria en el año de 1608.

Dos veces estuvo en Italia y en Roma, adonde iban á formarse en aquella época casi todos los cultivadores de las bellas artes. Allí pudo alcanzar á Miguel Ángel, ingenio el mas colosal que ellas han producido en los siglos modernos. Siguióle por modelo, y le profesó toda su vida una admiración tan profunda, como lo manifiesta el elogio que insertó de él en su Poema de la pintura. En Roma Céspedes gozó de una reputación muy brillante: quando restituyó de su mano la cabeza á la estatua estropeada del Cordobés Séneca, los Romanos admirados de la belleza de aquella obra, pusieron debaxo de ella: viva el Español. Él pintó en la Trinidad del Monte al lado de los mejores profesores que entonces se conocían, sin que en el paralelo temiese quedar vencido. Uno de ellos fue el célebre Federico Zucaro, con quien tuvo amistad muy estrecha, y de quien es aquel dicho en ocasión de encargarle un quadro para la Catedral de Córdoba. Viviendo allí Céspedes, ¿qué necesidad tienen de enviar por quadros á Italia? Expresión hermosa, que fue después repetida por Bernini en Francia quando vio la fachada del Louvre trazada por Perrault. Los hombres grandes no conocen la envidia.

Las obras de pintura de Céspedes se conservan en Córdoba su patria, en Sevilla y otras ciudades de Andalucía. Palomino celebra mucho el quadro de la Cena que hizo para la Catedral de Córdoba, y los que pintó para la sala del Cabildo de la Iglesia de Sevilla. Él reunía una infinidad de prendas características de los grandes profesores. Era exacto en el dibuxo y en la anatomía, inteligente en el claro obscuro, gracioso en los semblantes, y buen colorista. Nadie hasta su tiempo había sabido en Andalucía hacer buen uso de las tintas.

No quedan otras muestras de su talento poético, que los fragmentos conservados por Pacheco del Poema que había hecho o estaba haciendo sobre la pintura. Se notan ciertamente en estos rasgos los descuidos propios de las composiciones que no tienen mas que la primera mano: violencias de sentido, obscuridades, tal qual hinchazón, y sobre todo, cierta desigualdad abandonada que destruye á veces el buen efecto. Pero hay en aquellos versos una manera tan valiente y tan fogosa, y la imaginacion del poeta se manifiesta tan rica, que se hace perdonar fácilmente estos lunares. Si habla de la tinta, es para acordarse de las revoluciones del tiempo y de la duración del ingenio: prescribe la elegancia y la fuerza del diseño, é invoca á Miguel Ángel y como su númen principal: pinta un caballo, y á la manera de Virgilio le hace atravesar denodado los torrentes, oir impávido la trompeta de la guerra, y arrojarse ardiendo á los combates.

Escribió Céspedes algunos tratados en prosa sobre antigüedades y sobre la pintura, no habiendo perdonado los tiempos sino los títulos de algunos. Murió en Córdoba el año de 1608, ya muy avanzado en edad, con sentimiento general de todos los que le conocían; porque su corazón era tan amable y tan virtuoso, como rico y despejado su talento. ¡Dichoso quien, como él, puede en la moderación y el retiro cultivar los buenos estudios, aventajarse en las artes, ser admirado y querido de su siglo, y dexar á la posteridad una memoria respetable!


Véase también a Pablo de Céspedes en Wikipedia