Origen de las especies por medio de la selección natural/III

Origen de las especies por medio de la selección natural
ó la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la existencia (1877) de Charles Darwin
traducción de Enrique Godinez
Capítulo III

CAPÍTULO III
LUCHA POR LA EXISTENCIA

Antes de entrar en el asunto de este capítulo es preciso hacer algunas observaciones preliminares para demostrar el alcance que tiene la lucha por la existencia sobre la seleccion natural. Se ha visto en el último capítulo, que entre los séres orgánicos en el estado de la naturaleza, hay alguna variabilidad individual, y esta es una verdad que no ha llegado á mi noticia que haya sido disputada nunca. No tiene importancia para nosotros que una multitud de formas dudosas se llamen especies, sub-especies ó variedades; ni qué rango, por ejemplo, tienen derecho á obtener las dos o trescientas formas dudosas de plantas inglesas, con tal que se admita la existencia de algunas variedades bien marcadas. Pero la mera existencia de variabilidad individual y de algunas pocas variedades bien marcadas, aunque necesaria como fundamento para el trabajo, nos ayuda muy poco para comprender cómo brotan de la naturaleza las especies. ¿Cómo se han perfeccionado todas esas exquisitas adaptaciones de una parte de la organizacion á otra parte y á las condiciones de vida, y de un sér orgánico á otro sér? Vemos estas hermosas coadaptaciones de la manera más clara en el picamaderos y en el muérdago, y con poca ménos claridad en el parásito más humilde que se pega al pelo de un cuadrúpedo ó á las plumas de un pájaro; en la estructura del insecto que bucea en el agua; en la semilla plumada que la brisa más sutil transporta; en resúmen, vemos hermosas adaptaciones en todas y en cada una de las partes del mundo orgánico.

¿Pero cómo, se preguntará, sucede que las variedades que he llamado yo especies incipientes, llegan á convertirse por último en especies buenas y distintas, que en la mayor parte de los casos se diferencian unas de otras mucho más que las variedades de la misma especie? ¿Cómo nacen esos grupos de especies que constituyen lo que se llama géneros distintos y que se diferencian unos de otros más que las especies del mismo género? Todos estos resultados, como lo veremos más plenamente todavía en el capítulo próximo, son consecuencia de la lucha por la existencia. Debido á esta lucha las variaciones, por pequeñas que sean, y sea la que quiera la causa de que procedan, si son provechosas en algo á los indivíduos de una especie en sus relaciones infinitamente complejas con otros séres orgánicos y con sus condiciones físicas de vida, tenderán á la conservacion de dichos indivíduos, y serán generalmente heredadas por la descendencia. La descendencia tambien tendrá de este modo mayor probabilidad de sobrevivir, pues de los muchos indivíduos de una misma especie que nacen periódicamente, sólo un corto número puede sobrevivir. He llamado á este principio por el cual se conserva toda variacion pequeña, cuando es útil, seleccion natural para marcar su relacion con la facultad de seleccion del hombre. Pero la expresion usada á menudo por Mr. Herbert Spencer, de que sobreviven los más idóneos es más exacta, y algunas veces igualmente conveniente. Hemos visto que el hombre puede producir por la seleccion grandes resultados ciertamente, y que puede adaptar séres orgánicos á sus usos propios acumulando variaciones pequeñas, pero útiles, que le son dadas por la mano de la naturaleza. Pero la seleccion natural, como veremos más adelante, es un poder incesantemente pronto para obrar y tan inconmensurablemente superior a los débiles esfuerzos del hombre, como las obras de la naturaleza lo son á las del arte.

Discutiremos ahora con algunos más detalles la lucha por la existencia. En mi obra futura será tratado este asunto como lo merece, con mayor extension. De Candolle el mayor y Lyell, han expuesto larga y filosóficamente que todos los séres orgánicos están sujetos á una competencia severa. Con respecto a las plantas, nadie ha tratado este asunto con más espíritu y habilidad que W. Herbert, decano de Manchester, resultado eminentemente de su gran conocimiento en horticultura. Nada es más fácil que admitir en palabras la verdad de la lucha universal por la existencia, ni más difícil, al ménos para mí lo ha sido, que llevar constantemente fija esta idea en nuestra inteligencia. Sin embargo, á ménos que se engrane en la mente por completo, la economía entera de la naturaleza y sus múltiples hechos de distribucion, escasez, abundancia, extincion y variacion, serán oscuramente vistos ó completamente mal entendidos. Vemos la faz de la naturaleza brillante de alegría; vemos a menudo superabundancia de sustento; no vemos ú olvidamos que los pájaros que cantan ociosamente en derredor nuestro, viven, en su mayor parte, de insectos ó semillas, y que de este modo están constantemente destruyendo la vida; olvidamos que estos cantores y sus huevos y sus pollos son destruidos, en gran número, por aves de rapiña y animales de presa; no tenemos siempre presente que, aunque el alimento pueda en un dia dado parecernos superabundante, no lo es así en todas las estaciones de todos los años sucesivos.

El término «lucha por la existencia,» usado en un sentido ámplio.

Debo advertir antes de todo, que me valgo de esta expresion en un sentido amplio y metafórico que incluye la dependencia de un sér de otro y, lo que es mas importante, no solamente la vida del indivíduo, sino tambien el buen éxito en dejar progénie. Dos animales caninos en tiempo de hambre, puede verdaderamente decirse que luchan uno con otro para conseguir el alimento para vivir. Pero una planta en los linderos del desierto, se dice que lucha por la existencia contra la sequedad, aunque con más propiedad pudiera decirse que depende de la humedad. Una planta que produce anualmente mil semillas, de las cuales solamente una, por término medio, llega á la madurez, puede decirse todavía con más verdad, que lucha con las plantas de la misma clase y de otras que ya estaban ocupando el terreno. El muérdago depende del manzano y de otros pocos árboles, pero solamente en un sentido muy artificial puede decirse que lucha con estos árboles, porque si en el mismo árbol crecen demasiados parásitos de éstos, el árbol languidece y muere. Pero algunos muérdagos que producen semillas y que crecen juntamente en la misma rama, puede decirse con más verdad que luchan entre sí. Como el muérdago es diseminado por los pájaros, de éstos depende su existencia y puede metafóricamente decirse que luchan con otras plantas fructíferas para tentar á los pájaros á que lo consuman ya que de este modo esparzan su semilla. En estos diversos sentidos, que se funden los unos en los otros, uso y creo conveniente, el término general «lucha por la existencia.»

Razon geométrica del crecimiento.

Una lucha por la existencia es la consecuencia inevitable de la elevada proporcion en que tienden á aumentarse todos los séres orgánicos. Todo sér que durante el tiempo natural de su vida produce varios huevos ó semillas, necesita sufrir destruccion durante algun período de su vida, y durante alguna estacion o en algun año que otro, porque de otro modo, por el principio del aumento geométrico llegaria pronto su número á ser tan desordenadamente grande, que no habria país capaz de soportar el producto. De aquí, que como se producen más indivíduos de los que es posible que sobrevivan, tiene que haber forzosamente en todos los casos una lucha por la existencia, ya del indivíduo con otro de la misma especie, ya con los de especies distintas, ya con las condiciones físicas de la vida. Es la doctrina de Malthus aplicada con multiplicada fuerza al conjunto de los reinos animal y vegetal; porque en este caso, no hay aumento artificial de alimento y limitacion prudente de matrimonios. Aunque algunas especies aumenten ahora de número más o ménos rápidamente, todas no pueden hacerlo así, porque no cabrian en el mundo.

Esta regla no tiene excepcion: todo sér orgánico se aumenta naturalmente en una proporcion tan alta, que si no se lo destruyera pronto, la tierra estaria cubierta por la progenie de una sola pareja. Aún el hombre que es lento para reproducirse, se duplica en veinticinco años, y en esta proporcion en ménos de mil años su descendencia no tendria literalmente sitio en el mundo para estar de pié. Ha calculado Linneo que si una planta anual produjese solamente dos semillas (y no hay planta que sea tan improductiva), y esas semillas cada una de ellas produjese dos al año siguiente, y así sucesivamente, habria en veinte años un millon de plantas. Se sabe que el elefante es el animal que tarda más en reproducirse de todos los que se conocen, y yo me he tomado grandes trabajos para calcular su proporcion mínima probable de aumento natural; será lo más seguro suponer que empieza á dar cria cuando tiene treinta años, y que sigue criando hasta los noventa sólo, dando en todo ese intervalo seis descendientes, y sobreviviendo hasta los cien años de edad; pues aún así, despues de un periodo de setecientos cuarenta á setecientos cincuenta años, habria cerca de diez y nueve millones vivos descendientes sólo de la primera pareja.

Pero tenemos pruebas mejores aún que estos cálculos meramente teóricos, á saber: los numerosos casos históricos del aumento asombrosamente rápido de varios animales en un estado salvaje, cuando las circunstancias les han sido favorables durante dos o tres estaciones consecutivas. Todavía más sorprendente es la prueba de nuestros animales domésticos de muchas clases que se han hecho salvajes en algunas partes del mundo; no sería creible, á no estar completamente probada, la proporcion en que se han aumentado en la América del Sur, y últimamente en la Australia, el ganado y los caballos tan lentos en reproducirse. Lo mismo acontece con las plantas: se podrian citar casos de plantas introducidas que se han hecho comunes en islas enteras en un período de ménos de diez años. Algunas plantas semejantes al cardo silvestre, que son ahora las más vulgares en las vastas llanuras del Plata, que cubren leguas cuadradas de superficie, casi con completa exclusion de toda otra planta, han sido introducidas de Europa; y le he oido decir al Dr. Falconer, que las plantas que se extienden ahora en la India desde el Cabo Comorin al Himalaya, han sido importadas de América desde su descubrimiento. En casos semejantes, y podrian citarse innumerables más, nadie supone que se ha aumentado en un grado sensible, repentino y temporalmente la fertilidad de los animales y de las plantas. La explicacion evidente es que han sido altamente favorables las condiciones de la vida, y que, por consecuencia, ha sido menor la destruccion de viejos y jóvenes, y que casi todos los jóvenes han estado en disposicion de reproducirse. Su proporcion geométrica de crecimiento, cuyo resultado nunca deja de ser sorprendente, explica simplemente su aumento, extraordinario por lo rápido, y su extensa dilatacion en sus nuevos lugares de residencia.

Casi toda planta silvestre en pleno desarrollo produce anualmente semilla, y entre los animales hay poquísimos que no se apareen anualmente. Esto nos hace asegurar con confianza que todos los animales y plantas tienden á aumentarse en una proporcion geométrica, que todos se reproducirian rápidamente en toda estacion en que pudiesen existir de cualquier modo, y que es menester que esta tendencia geométrica de crecimiento sea detenida por la destruccion en algun período de la vida. A mi juicio tiende á engañarnos nuestra familiaridad con los animales domésticos mayores. Vemos que no ocurre en ellos gran destruccion, pero no nos acordamos que se matan miles de ellos para producir alimento, y que si estuvieran salvajes tendria que desaparecer el mismo número de un modo ú otro.

La única diferencia entre los organismos que producen anualmente huevos ó semillas á millares y los que producen extremadamente poco, es que estos últimos necesitarian unos pocos años más para poblar en circunstancias favorables una region entera, aunque fuera del mismo tamaño. El condor pone dos huevos y el avestruz unos 20, y sin embargo en el mismo país puede el condor ser el más numeroso de los dos. El petrel Fulmar no pone más que un huevo, y sin embargo, se cree que es el pájaro más numeroso del mundo. Hay moscas que depositan cientos de huevos y otras como la hipobosca que sólo deposita uno; pero esta diferencia no determina cuántos indivíduos de las dos especies pueden subsistir en un distrito dado. Un número grande de huevos es de alguna importancia para aquellas especies que dependen de una cantidad de alimento variable, porque las deja crecer en número rápidamente. Pero la real importancia de un gran número de huevos ó semillas es compensar la destruccion en algun período de la vida, y este período en la gran mayoría de los casos es en los principios. Si un animal puede de cualquiera manera proteger sus huevos ó sus cachorros, no importa que sea pequeño el número que produzca, porque toda la cria podrá conservarse; pero si quedan destruidos muchos huevos ó cachorros es preciso que se produzcan mucho, si no ha de quedar extinguida la especie. Bastaria para conservar el número de árboles de una especie que viviese por término medio mil años, que se produjese una vez cada mil años un solo grano, suponiendo que este grano no habia de ser destruido nunca y que podia asegurarse que habia de germinar en un lugar á propósito. De modo que en todos los casos el número de un animal o planta sólo indirectamente depende del número de sus huevos ó semillas.

Al considerar la naturaleza, es de todo punto necesario no perder nunca de vista las precedentes consideraciones; no olvidar nunca que puede decirse que cada simple sér orgánico está luchando con todos sus esfuerzos para aumentar su número; que cada uno vive por una lucha en algun período de su vida; que una destruccion severa cae inevitablemente, bien sobre el jóven, bien sobre el viejo, durante cada generacion ó con intervalos que se repiten. Aligérese un obstáculo cualquiera, mitíguese la destruccion por poco que sea, y el número de las especies casi instantáneamente crecerá y alcanzará una suma prodigiosa.

Naturaleza de los obstáculos al aumento.

Las causas que estorban la tendencia natural de cada especie á aumentarse son muy oscuras. Mírese la especie más vigorosa: cuanto mayor sea su número, tanto mayor es el aumento á que tiende. No conocemos exactamente cuáles son los obstáculos ni en un solo caso. Y esto no debe sorprender á ninguno que reflexione lo ignorantes que somos en este punto, áun tratándose de la humanidad, tan incomparablemente mejor conocida que cualquier otro animal. Este asunto de los obstáculos al aumento ha sido hábilmente tratado por varios autores, y yo espero discutirlo en una obra futura con considerable extension y más especialmente respecto á los animales silvestres de la América del Sur. Aquí me contentaré con hacer algunas observaciones, las precisas, para traer á la mente del lector algunos de los puntos principales. Los huevos ó los animales muy tiernos sufren al parecer generalmente más, pero no sucede así invariablemente. En las plantas hay una enorme destruccion de semillas, pero por algunas observaciones que yo he hecho, creo que los retoños sufren más por germinar en terreno ya espesamente poblado con otras plantas. Los retoños tambien son destruidos en gran número por varios enemigos; por ejemplo, en un pedazo de terreno de tres piés de largo y dos de ancho, trabajado y limpio, y donde no pudiera haber el inconveniente de otras plantas, marqué todos los retoños de nuestras malas yerbas nativas conforme brotaban, y de 357, nada ménos que 295 fueron destruidas, principalmente por caracoles é insectos. Si un campo cubierto de césped, en donde se ha cortado éste hace mucho tiempo, y el caso seria el mismo si el césped hubiera servido de pasto á los cuadrúpedos, se deja crecer, las plantas más vigorosas matarán gradualmente á las ménos vigorosas aunque sean plantas completamente desarrolladas; de veinte especies (que crecian en un pequeño espacio de césped segado (tres piés de ancho por cuatro de largo) perecieron nueve especies por permitir á las otras que crecieran libremente.

La cantidad de alimento para cada especie da naturalmente el límite extremo á que puede llegar en su crecimiento; pero con mucha frecuencia no determina el número medio de una especie el alimento que pueda obtener, sino el que sirva ó nó de presa á otros animales. Así parece no haber duda de que la cantidad de perdices, codornices y liebres en cualquier posesion grande depende principalmente de la destruccion de bichos. Si no se tirara una sola pieza de caza durante los primeros veinte años en Inglaterra y al mismo tiempo no se destruyeran los bichos, lo más probable sería que á la terminacion de ese período hubiera ménos caza que en la actualidad, á pesar de que hoy se matan anualmente centenares de miles de animales de caza. Por otra parte, y en algunos casos, como sucede con el elefante, ninguno es destruido por animales de presa: porque hasta el tigre de la India rarísimamente se atreve á atacar á un cachorro de elefante que esté defendido por su madre.

El clima desempeña un papel importante en determinar el término medio del número de una especie, y parece ser que de todos los obstáculos, los que más efectos causan son las estaciones periódicas de frio ó de sequedad extremas. Yo calculé (principalmente por el reducidísimo número de nidos en la primavera) que el invierno de 1851 á 1855 destruyó las cuatro quintas partes de los pájaros en mis haciendas, y esta es una destruccion tremenda, cuando recordamos que el 10 por 100 es una mortalidad extraordinariamente grave en las epidemias de los hombres. La accion del clima parece á primera vista ser completamente independiente de la lucha por la existencia; pero en cuanto el clima principalmente obra reduciendo el alimento, es causa de la lucha más severa entre los indivíduos, ya de la misma, ya de distintas especies que viven del mismo género de alimento. Aun cuando el clima obra directamente, por ejemplo, cuando es intensamente frio, son los indivíduos ménos vigorosos, ó los que ménos alimento tienen al avanzar el invierno, los que más sufren. Cuando viajamos de Sur á Norte, ó de una region húmeda á una seca, invariablemente vemos que algunas especies van siendo cada vez más raras por grados, y que finalmente desaparecen del todo; y como el cambio de clima se nos presenta tan inmediatamente, tentados estamos á atribuir todo el efecto á su accion directa. Pero es un error olvidar que cada especie, áun en el sitio en que más abunda, está sufriendo constantemente destruccion enorme en algun período de su existencia, procedente de enemigos que le hacen la competencia por el sitio y por el sustento; y si estos enemigos ó competidores son favorecidos en un grado ínfimo, por cualquier ligero cambio de clima, aumentan en número; como cada área está ya completamente cubierta de habitantes, preciso es que las otras especies disminuyan. Cuando viajamos hácia el Sur, y vemos que una especie decrece así en su número, podemos estar seguros de que eso consiste, tanto en que otras especies son favorecidas, cuanto en que aquella se ha perjudicado. Lo mismo sucede cuando viajamos hácia el Norte, aunque en grado algun tanto menor, porque el número de especies de todas clases, y por consiguiente de competidores, disminuye en el Norte; así que al ir hácia el Norte ó al subir una montaña, nos encontramos mucho más á menudo con formas achaparradas, por causa de la accion injuriosa directa del clima que al dirigirnos al Sur ó al descender á un valle. En las regiones árticas ó en las nevadas cumbres de los montes, ó en los desiertos absolutos, la lucha por la existencia es casi exclusivamente con los elementos.

Que el clima obra en gran parte indirectamente favoreciendo á otras especies, claramente lo vemos en el número prodigioso de plantas que en nuestros jardines pueden aguantar perfectamente nuestro clima, pero que nunca se naturalizan, porque no pueden competir con nuestras plantas indígenas, ni resistir á la destruccion de nuestros animales.

Cuando una especie, por efecto de circunstancias altamente favorables, aumenta desordenadamente en número en un pequeño trecho, se producen las epidemias; al ménos esto parece ocurrir generalmente con nuestros animales de caza; y aquí tenemos un obstáculo que limite, independiente de la lucha por la existencia. Pero áun de algunas de estas que se llaman epidemias, son la causa unos gusanos parásitos que han sido favorecidos desproporcionadamente en parte, por la posible facilidad de extenderse entre los animales apiñados: y aquí entra ya una especie de lucha entre el parásito y su presa.

Por otra parte, en muchos casos un gran número de individuos de la misma especie, relativamente al número de sus enemigos, es absolutamente necesario para su conservacion. Así podemos producir mucho trigo, nabos, etc., en nuestros campos, porque sus semillas exceden en mucho al número de pájaros que con ellas se alimentan; y no pueden los pájaros aunque tengan una superabundancia de alimento en esta sola estacion, aumentar el número proporcionalmente á las provisiones de grano, porque tienen un obstáculo contra el número en el invierno; pero todo el que lo haya intentado sabe lo difícil que es conseguir semilla de trigo é de otra cosa semejante en un jardin de pocas plantas; yo, en este caso, he perdido todo el grano. Esta necesidad de una gran cantidad de una misma especie para su conservacion, explica á mi juicio algunos hechos singulares de la naturaleza como el de que plantas muy raras sean algunas veces abundantes en extremo en los pocos sitios donde existen y el de que algunas plantas sociales lo sean, esto es, cuenten muchos indivíduos áun en los lindes extremos de su distribucion. Porque podemos creer que en esos casos una planta puede existir solamente donde las condiciones de su vida son tan favorables que puedan existir muchas juntas para salvar así á la especie de la destruccion completa. Añadiré ademas que los buenos efectos de los cruzamientos y los malos efectos de criar siempre con la misma familia entran sin duda en juego en muchos de estos casos; pero no me extenderé más sobre este punto.

Relaciones complejas de los animales y plantas entre sí y en la lucha por la existencia.

Muchos casos se registran que demuestran cuán complejos é inesperados son los obstáculos y relaciones entre los séres orgánicos que tienen que luchar juntos en el mismo país. Daré aquí un solo ejemplo que aunque es sencillo me interesó. En Staffordshire, en la finca de un pariente donde tenia yo grandes medios de investigar, habia un brezal grande y estéril en extremo que nunca habia sido tocado por la mano del hombre; pero unos cuantos centenares de hectáreas del mismo terreno exactamente, habian sido roturados veinticinco años ántes y plantados de pino. El cambio en la vegetacion natural de la parte plantada del páramo fué notabilísimo, mayor del que generalmente se ve al pasar de un suelo á otro completamente distinto; no sólo el número proporcional de las plantas del brezal habia cambiado por completo, sino que dos especies de plantas, no incluyendo entre ellas hierbas ni cárices, florecian en las plantaciones, que no podian encontrarse en el terreno baldío. El efecto sobre los insectos debió de haber sido todavía mayor porque eran muy comunes en la parte plantada seis clases de pájaros insectívoros que no se veian en la parte inculta, y ésta estaba frecuentada por dos o tres clases distintas de los mismos.

Aquí vemos cuán potente ha sido el efecto de la introduccion de un solo árbol, porque nada más se habia hecho allí, con la excepcion de haberse cercado la tierra para que no pudiera entrar el ganado. Pero cuán importante elemento es el cercado, tuve ocasion de verlo plenamente cerca de Farnhan en Surrey. Hay allí extensos eriales con unos cuantos grupos de pinos viejos en las colinas distantes; en los últimos diez años se han cercado grandes espacios en los que están brotando una infinidad de pinos que nadie ha sembrado y tan juntos unos con otros que no pueden vivir todos. Cuando averigüé que estos arbolillos no habian sido sembrados ni plantados, me quedé tan sorprendido que fuí á diferentes puntos de vista desde los cuales podia examinar algunas hectáreas del terreno no cercado, y literalmente no pude ver ni un solo pino á excepcion de aquellos grupos viejos plantados. Pero al mirar con más atencion entre los tallos del erial encontré una multitud de retoños y de arbolillos que habian sido perpétuamente comidos por el ganado. En una vara cuadrada á una distancia de unas cien varas de uno de aquellos grupos de árboles viejos conté treinta y dos arbolillos, entre ellos uno que con veintiseis anillos de crecimiento habia tratado durante muchos años de levantar su cabeza sobre los tallos del erial sin poder conseguirlo. No es para asombrarse pues, el que el terreno tan pronto como fué cercado se plagara tan espesamente de pinos jóvenes que con vigor crecian. El caso es que el erial era tan extremadamente extenso y estéril que nadie se hubiera imaginado que el ganado lo hubiera registrado en busca de alimento con tanta atencion y con efectos tan grandes.

Aquí vemos que el ganado determina absolutamente la existencia del pino; pero en algunas partes del mundo los insectos determinan la existencia del ganado. Quizás Paraguay ofrece el ejemplo más curioso de eso, porque allí ni las reses, ni los caballos, ni los perros se han hecho nunca salvajes, aunque más al Sur y más al Norte pululan en el estado natural; y Azara y Rengger han demostrado que el motivo de esto es el mayor número en Paraguay de cierta mosca que deposita sus huevos en los ombligos de estos animales cuando acaban de nacer. El aumento de estas moscas, numerosas como son, debe ser estorbado habitualmente por algunos medios, probablemente por otros insectos parásitos. De modo que si disminuyeran en el Paraguay ciertos pájaros insectívoros, aumentarian probablemente los insectos parásitos; esto disminuiria el número de esas moscas, el ganado y los caballos se harian silvestres, alterando ciertamente muchísimo la vegetacion, como á la verdad lo he observado en partes de la América del Sur: la vegetacion á su vez afectaria grandemente á los insectos, y éstos, como lo hemos visto ántes en Staffordshire, á los pájaros insectívoros, y asi sucesivamente en círculos de complejidad cada vez mayores. No es que en la naturaleza las relaciones hayan de ser nunca tan sencillas como éstas. Hay que reñir continuamente una batalla tras otra con resultado vario, y sin embargo, á la larga las fuerzas están tan perfectamente compensadas, que la faz de la naturaleza permanece uniforme durante largos períodos de tiempo, aunque seguramente la insignificancia más pequeña daria la victoria á un sér orgánico sobre otro. Y á pesar de todo, tan profunda es nuestra ignorancia, tan grande nuestra presuncion, que nos maravillamos cuando oimos hablar de la extincion de un sér orgánico; como no vemos la causa, invocamos cataclismos para desolar al mundo, ó inventamos leyes sobre la duracion de las formas de la vida.

Tentado estoy á dar un ejemplo más, que demuestra cómo plantas y animales lejanas en la escala de la naturaleza están unidas por un tejido de relaciones complejas. Ya tendré más tarde ocasion de demostrar que la lobelia fulgens exótica, nunca es visitada por los insectos en mi jardin, y que por consecuencia, dada su peculiar estructura, jamás produce una semilla. Casi todas las plantas orquideas requieren absolutamente la presencia de insectos que transporten sus masas de pólen y que de esto modo las fertilicen. Con experimentos hechos encuentro que son casi indispensables los abejorros para la fertilizacion del pensamiento (viola tricolor), porque no hay otras abejas que se posen en esta flor. Tambien he encontrado que son necesarias las abejas para la fertilizacion de algunas especies de trébol, por ejemplo: veinte cabezas de trébol aleman (trifolium repens) produjeron 2.290 semillas, y otras veinte cabezas resguardadas de las abejas no han producido ni una. De la misma manera, cien cabezas de trébol rojo (T. pratense) produjeron 2.700 semillas, y el mismo número, sin el acceso de las abejas, no produjo una sola. Solamente los abejorros visitan el trébol rojo, porque las demás clases no pueden alcanzar el néctar. Se ha indicado que las mariposas de noche (phalenæ) pueden fertilizar los tréboles; pero yo dudo que pudieran hacerlo, porque en el trébol rojo, su peso es insuficiente para deprimir los pétalos alados. De aquí podemos deducir como muy probable que, si desapareciera ó se hiciera muy raro en Inglaterra el género entero de las abejas silvestres, el pensamiento y el trébol rojo se harian rarísimos, ó desaparecerian por completo. El número de abejas en una localidad depende en gran parte del número de ratones de campo, que destruyen sus panales y nidos: el coronel Newman, que ha estudiado mucho tiempo las costumbres de las abejas, cree que más de las dos terceras partes de estas son destruidas por aquellos en toda Inglaterra. Ahora bien; el número de ratones depende mucho, como todo el mundo sabe, del número de gatos; dice el coronel Newman que cerca de las ciudades y aldeas ha observado que son más numerosos que en otras partes los nidos de las abejas, lo cual atribuye al número de gatos que destruyen los ratones. De aquí que sea perfectamente creible que la presencia de gran número de animales felinos en una localidad determine por la intervencion, primero de los ratones, y luego de las abejas, que sean frecuentes ciertas flores en aquella localidad.

En el caso de cada especie probablemente entran en juego muchos obstáculos diferentes que obran en diferentes épocas de la vida y en diferentes estaciones ó años; uno ó unos pocos entre ellos siendo generalmente los más potentes, pero todos concurriendo para determinar el término medio del número de individuos y hasta la existencia de la especie. En algunos casos se puede reconocer que obstáculos completamente diferentes obran sobre la misma especie en localidades diversas. Cuando miramos á las plantas y arbustos que revisten una orilla intrincada, tentados estamos á atribuir á lo que llamamos casualidad el número y las clases. ¡Pero qué falsa es esta manera de ver! Todo el mundo ha oido decir que cuando se desmonta un bosque americano, la nueva vegetacion que brota es muy diferente; pero se ha observado que las ruinas indias antiguas de los Estados-Unidos del Sur, las cuales debieron haber estado limpias de árboles en otro tiempo, despliegan hoy la misma hermosa diversidad y proporcion de clases que en los bosques vírgenes que las rodean. ¡Qué lucha debe haber estado empeñada allí durante siglos enteros entre las diversas clases de árboles, todos ellos esparciendo anualmente á millares sus semillas! ¡qué guerra entre insecto y insecto, entre insectos, caracoles y otros animales con los pájaros y bestias de presa, todos esforzándose para aumentarse, todos alimentándose unos de otros ó de los árboles, ó de las semillas y retoños, ó de otras plantas que poblaban primero el terreno, y que de este modo se oponian al crecimiento de los árboles! Tirad al aire un puñado de plumas y todas caen al suelo en virtud de leyes definidas; pero ¡cuánto más simple es el problema de dónde caerá cada una de ellas que el de la accion y reaccion de las innumerables plantas y animales que han determinado en el curso de los siglos los números proporcionales y clases de árboles que ahora crecen en las antiguas ruinas indias!

La dependencia de un sér orgánico respecto á otro, como la del parásito respecto á su presa, está generalmente entre séres remotos en la escala de la naturaleza; así sucede tambien generalmente con aquellos que puede decirse estrictamente que luchan entre sí por la existencia, como las langostas y los cuadrúpedos que se alimentan de hierbas. Pero la lucha será casi invariablemente la más severa entre indivíduos de la misma especie, porque éstos frecuentan las mismas localidades, necesitan el mismo alimento y están expuestos á los mismos peligros. En el caso de variedades de la misma especie, la lucha será casi tan severa generalmente, y algunas veces vemos pronto decidida la contienda; por ejemplo, si se siembran juntas varias especies de trigo y se vuelve á sembrar las semillas mezcladas, algunas de las variedades que mejor convengan al suelo ó al clima ó que sean naturalmente las más fértiles, vencerán á las otras, darán más semilla por esto; y por consiguiente, á los pocos años suplantarán á las demas variedades. Para conservar una coleccion mezclada de variedades, aún tan íntimamente unidas como lo son los guisantes de varios colores, es menester cada año coger separadamente y mezclar luego las semillas en la proporcion debida, porque sinó las clases más débiles disminuyen prontamente y desaparecen. Así tambien sucede con las variedades de carneros: se ha dicho que ciertas variedades de montaña hacen morir de hambre á otras, de tal manera, que no se las puede tener juntas. El mismo resultado se ha obtenido de guardar juntas diferentes variedades de sanguijuelas medicinales. Hasta puede dudarse que las variedades de ninguna de nuestras plantas ó animales domésticos tengan tan exactamente la misma fuerza, hábitos y constitucion que las proporciones originales de su conjunto mezclado (estando impedidos los cruzamientos), puedan conservarse durante media docena de generaciones, si se les permitiera luchar juntos de la misma manera que los séres en estado silvestre, y si las semillas ó animales tiernos no fuesen conservados anualmente en proporcion debida.

La lucha por la existencia entre indivíduos y variedades de la misma especie es la más severa.

Como las especies del mismo género, tienen habitualmente, aunque no invariablemente, mucha similaridad en hábitos y constitucion, y siempre en estructura, la lucha será generalmente más severa entre ellas, si llegan á estar en competencia unas con otras, que en las especies de géneros distintos. Vemos esto en la extension reciente sobre partes de los Estados-Unidos de una especie de golondrina que ha causado la disminucion de otra especie. El reciente crecimiento del tordo en algunas partes de Escocia ha mostrado la disminucion del zorzal. ¡Con cuánta frecuencia oimos hablar de una especie de rata que ha tomado el lugar de otras en los climas más diferentes! En Rusia, el pequeño escarabajo asiático ha echado en todas partes delante de él á su gran congénere; en Australia, la abeja de colmena importada está exterminando rápidamente á la abeja pequeña del país que no tiene aguijon; una especie de alhazeña se sabe que suplanta á otra especie, y así sucede en otros casos. Podemos ver oscuramente la razon de que la competencia sea más severa entre formas próximas que ocupan sobre poco más ó ménos el mismo lugar en la economía de la naturaleza; pero probablemente en ningun caso podriamos decir precisamente por qué una especie ha quedado victoriosa sobre otra en la gran batalla de la vida.

De las anteriores observaciones puede deducirse un corolario de la mayor importancia, á saber: que la estructura de todo sér orgánico está relacionada de la manera más esencial, aunque oculta á menudo, con la de todos los demas séres orgánicos, con los cuales entra en competencia por alimento ó residencia, ó de los cuales tiene que escapar, ó en los cuales hace presa. Es óbvio esto en la estructura de los dientes y garras del tigre, y en las de las patas y ganchos del parásito que se pega al pelo del cuerpo del tigre. Pero en las semillas hermosamente plumadas del diente de leon y en las patas aplastadas y ribeteadas del escarabajo acuático, la relacion parece reducida al principio a los elementos de aire y agua. Sin embargo, la ventaja de las semillas plumadas está sin duda en la más íntima relacion con estar ya el terreno espesamente cubierto de otras plantas, para que las semillas puedan distribuirse á los lejos y caer en terreno desocupado. En el insecto buzo, la estructura de sus piernas, tan propias para sumergirse, le permite competir con otros insectos acuáticos, cazar su propia presa y evitar servir él de presa á otros animales.

La provision de nutrimento encerrada en las semillas de muchas plantas parece no tener á primera vista relacion de ningun género con otras plantas. Pero por el desarrollo fuerte de las plantas jóvenes que producen semillas tales como los guisantes y habas cuando se siembran en medio de hierba larga, puede sospecharse el principal uso del nutrimento en la semilla; el principal uso del nutrimento en la semilla es favorecer el desarrollo de los retoños en su lucha con otras plantas que á su alrededor crecen vigorosamente.

Mírese á una planta en medio de su dominio, ¿por qué no dobla ó cuadruplica su extension? Sabemos que puede sufrir perfectamente un poco más de calor ó frio, humedad ó sequedad, porque en otras partes domina en localidades un poco más calientes ó frias, más húmedas ó más secas. En este caso, podemos ver claramente que, si deseamos en nuestra imaginacion dar á la planta la facultad de aumentar su número, tendríamos que darle alguna ventaja sobre sus competidoras ó sobre los animales que hacen en ella presa. En los confines de su dominio geográfico, seria claramente una ventaja para nuestra planta un cambio de constitucion con respecto al clima; pero tenemos razones para creer que solamente pocas plantas ó animales se extienden tanto que queden destruidas exclusivamente por el rigor del clima. Hasta que alcanzamos los extremos confines de la vida en las regiones árticas ó en los linderos de un desierto completo, la competencia no cesa. Podrá la tierra ser enteramente fria ó seca, pero habrá competencia, sin embargo, entre unas pocas especies ó entre indivíduos de la misma especie por los sitios más calientes ó más húmedos.

Así vemos que cuando una planta ó un animal están colocados en un país nuevo entre competidores nuevos, las condiciones de su vida cambian generalmente de una manera esencial, aunque el clima pueda ser exactamente el mismo que en su lugar primitivo. Si el término medio de su número ha de crecer en el nuevo, habrá que modificarlo de un modo difeOrente a lo que hubiera habido que hacerlo en su país natal, porque habria que darle alguna ventaja sobre una region diferente de competidores ó enemigos.

Bueno es, pues, probar en la imaginacion, dar a cualquiera especie una ventaja sobre otra. Probablemente no habrá un solo caso en que supiéramos lo que hacer. Debe esto convencernos de nuestra ignorancia sobre las relaciones mútuas de todos los séres orgánicos; conviccion que es tan necesaria como difícil de adquirir. Todo lo que podemos hacer es conservar constantemente la idea de que todo sér orgánico está esforzándose por aumentar su proporcion geométrica; que todos en algun período de su vida, durante alguna estacion del año, durante cada generacion ó á intervalos, tiene que luchar por la vida y sufrir destruccion grande. Cuando reflexionamos acerca de esta lucha, nos podemos consolar con la plena creencia de que la guerra de la naturaleza no es incesante, que no se siente el miedo, que la muerte es generalmente pronta, y que los vigorosos, los saludables y los felices, sobreviven y se multiplican.