Orígenes del teatro español/Noticias sobre la vida de Leandro Fernández de Moratín

Orígenes del teatro español: Parte primera (1830)
de Leandro Fernández de Moratín
Noticias sobre la vida y escritos de Leandro Fernández de Moratín
Nota: Se respeta la ortografía original de la época
NOTICIA DE LA VIDA
Y ESCRITOS
DE D. LEANDRO FERNANDEZ DE MORATIN.


Don Leandro Fernandez de Moratin, descendiente de una familia noble de Asturias, nació en Madrid á 10 de marzo de 1760. A su padre don Nicolás debió casi toda su educacion no solo moral sino también literaria, y en verdad ningún maestro pudo guiarle mejor por la senda del Parnaso. Habiale dado la naturaleza excelentes disposiciones, y tan grande inclinacion á la poesia, que á los seis ó siete años empezó á hacer versos; y cultivado su entendimiento con esmero, se halló á los diez y ocho apto para aspirar al premio y obtener el accessit que le concedió la Real Academia Española en el concurso de 1779 por su romance heroico de la Toma de Granada. No fue pequeña la sorpresa del padre cuando lo supo, pues como para que mejor asegurase su mantenimiento hubiese aplicado al hijo al oficio de joyero, apartándole de la carrera de las letras, el joven hizo su composicion á hurtadillas de aquél, y la presentó con fingido nombre. Al año siguiente tuvo el dolor de perderle, y para cumplir con la sagrada obligacion de mantener á su madre, viuda, infeliz, continuó trabajando en el ejercicio de hacer joyas, en el cual ganaba diez y ocho reales diarios. Pocos años después falleció también ésta, y entonces pasó á vivir con un tio suyo, que asimismo trabajaba en la joyeria del Rey: mas ni antes ni después abandonó sus ocupaciones literarias, fomentadas con el trato y amistad de don Juan Antonio Melon y de los PP. Estala y Navarrete, ambos escolapios, todos ellos humanistas distinguidos. Asi que en el concurso de 1782 volvió á obtener el accessit de la Real Academia Española por la sátira contra los vicios introducidos en la poesia castellana, que presentó con el título de Leccion poética bajo el nombre de don Meliton Fernandez. Duro era á la verdad el estado de Moratin, precisado á obscurecer sus luces é instruccion con un arte mecánico que apenas le proporcionaba mezquino sustento, por cuya razon trató de solicitar un destino que le dejase tiempo suficiente para el comercio de las musas; y como ya se tenia noticia de su mérito, consiguió por medio de D. Gaspar Melchor de Jovellanos que le llevase en clase de secretario á Francia el conde de Cabarrás, adonde éste pasó comisionado por el gobierno en 1787. No tardó en adquirir la confianza de su gefe: con él fue á París y volvió á España: en aquella capital conoció y trató al famoso poeta cómico italiano Goldoni: durante su viaje siguió correspondencia con los mas célebres literatos que residian en esta corte, Jovellanos, Llaguno, Cean, Forner, Signorelli, Conti. Ya habia por entonces empezado sus ensayos en la poesia dramática, en la cual habia de ser en adelante, si no el verdadero restaurador de nuestro teatro, el mas sobresaliente de cuantos poetas cómicos han unido el ingenio con el arte. Dos veces entregó al teatro, y retiró de él por causas que no son de este lugar, la comedia de El Viejo y la Niña, en la que se propuso demostrar los inconvenientes de matrimonios entre personas de edad muy desigual. Mas aún no era conocido del público sino por las otras composiciones ya citadas, y por la Derrota de los pedantes, folleto en prosa, que publicó en 1789 sin nombre de autor, para ridiculizar á los malos poetas de aquel tiempo, siguiendo un plan bastante conforme al del Viaje al Parnaso del inmortal Cervantes, cuando sabedor de que el conde de Floridablanca oía con gusto los romances de Marcolini, músico de la capilla real, le dirigió otro burlesco pidiéndole alguna merced: y como por entonces hubiese compuesto su oda á la proclamacion de Carlos IV, obtuvo en recompensa una prestamera de trescientos ducados en el arzobispado de Burgos, á cuyo título se ordenó de tonsura en aquel mismo año. Tan escasa renta no podia servir de remedio á la mala fortuna de Moratin: pero cambió de repente su situacion; porque habiéndole dado á conocer don Francisco Bernabeu y don Luis Godoy á don Manuel hermano del último, éste le alcanzó un beneficio en Montoro de tres mil ducados, y una pension de seiscientos sobre la mitra de Oviedo. Mostrándose ya al público en el verdadero puesto que le señalaba Apolo, dió al teatro y á la imprenta en 1790 El Viejo y la Niña, y en 92 la Comedia nueva, obra 110 menos ingeniosa que original, y fuerte censura de los grandes defectos que afeaban nuestra escena. El buen éxito de ambas piezas le hubiera sin duda estimulado á no interrumpir en aquel tiempo su carrera dramática, si el deseo de observar los leatros extrangeros no le hubiese determinado á pedir licencia para viajar. Obtenida, salió de España, y estuvo en Francia, en Inglaterra, en Flandes, en Alemania, en la Suiza, y en Italia, cuyas principales ciudades recorrió, fijando su residencia en Bolonia. Escribió la relacion de su viaje, que conserva manuscrita don Manuel Silvela, y no puede negarse que le fue muy útil cuanto observó en las diversas regiones por donde anduvo. Vió y detestó las crueldades y horribles máximas de los revolucionarios de Francia: juzgó con imparcialidad de los ingleses, sin alabarlo ni vituperarlo todo con pasion: admiró los preciosos monumentos y las riquezas naturales de Italia. Regresó á España á fines de 96, y despues de una larga y penosa navegación desembarcó en Algeciras. Apenas saltó en tierra, le restauró de sus fatigas anteriores, mas que ninguna otra cosa, la noticia de haber sido nombrado en 4 de octubre secretario de la interpretación de lenguas por diligencia de don Juan Antonio Melón. Vino pues en febrero del año siguiente á Aranjuez y á Madrid á desempeñar su destino, después de haber visitado á Cádiz, Sevilla, Córdoba y otros pueblos. Alternó las ocupaciones de la secretaría con sus tareas literarias: asistia tambien con frecuencia á la tertulia que en casa de don Juan Tineo tenias diversas personas aficionadas á los estudios amenos, y á la que llamaba Moratin por zumba Sociedad de los Acalófilos, y pasaba asimismo algunas temporadas en Pastrana donde habia comprarlo tina casa. En 1798 imprimió su traducción del Hamlet de Shakspeare con notas, en que le juzga conforme á los severos principios de crítica clásica que profesaba. Ciertamente aquella traducción exacta pero débil no podia asignarle lugar tan distinguido en la república de las letras, como el eminente talento dramático que descubrió en las piezas originales, y la belleza de estilo, facilidad y desembarazo en la ejecución de otras composiciones métricas de diversos géneros, que hizo también en diferentes tiempos, parte de las cuales se han impreso, parte dejó inéditas. Bien persuadido se hallaba el gobierno del zelo con que miraba la corrección del teatro, pues le nombró individuo de una junta erigida para reformarle, y después único director de los mismos. Moratin á poco tiempo renunció lo primero y no admitió lo segundo; y sin duda obró con acierto, como quiera que su índole y su ingenio eran mas á propósito para corregir las ridiculeces de los hombres en la escena, que para dar providencias que la mejorasen. Lo que principalmente contribuyó á su gloria fue la continuacion de sus obras dramáticas. En 1803 se representó en el coliseo de la Cruz notablemente corregida, aumentada y reducida á forma mas regular, la comedia de El Baron, compuesta á modo de zarzuela en 1787, la cual figura con admirable propiedad los embustes y trápalas de los petardistas metidos á grandes señores. La compañia de los Caños del Peral ofendida de la preferencia que para su representacion se habia dado á la de la Cruz, buscó en los enemigos del poeta medio de desquitarse; y sabiendo éstos que sobre el mismo argumento se habia compuesto otra comedia con el título de. La Lugareña orgullosa, se apresuraron por una parle á representarla para oponerla á la de Moratin, y por otra á pagar gente que silbase la de este insigne poeta. Solo sirvieron estas arterias, como era de esperar, para asegurar el triunfo del verdadero mérito. La Lugareña orgulloso, pieza que carecia de él culeramente, cayó al instante en olvido, y El Baron sobrevivió á los esfuerzos con eme habian pretendido desacreditarla. Al año siguiente se représenlo también en la Cruz La Mogigata, escrita muchos años antes, cuyo nombre indica que el autor acometió en ella á la hipócrita gazmoñeria. No se notó el empeño de deslucirla, y al contrario fue recibida con aplauso, sin que se publicasen acerca de ella mas que algunas críticas urbanas y moderadas. En 1806 se representó El Sí de las Niñas, cuyo fin moral es el de mostrar la influencia de la educacion en la eleccion de estado, y los riesgos que se siguen de no dirigir aquella con suma prudencia. Lejos de haber entonces partidos y aun críticas, obtuvo tan extraordinario aplauso que duraron sus primeras representaciones veinte y seis dias consecutivos, y acaso hubieran durado mas si por causa de la cuaresma no se hubieran interrumpido, y en aquel mismo año se hicieron de la pieza cuatro ediciones que se despacharon al instante. Pero los que miraban con envidia su gloria, apelaron para derribarle á otro arbitrio tan bajo como odioso, que si bien no logró su electo por el indujo de Godoy, bastó para que Moratin, de genio tímido y aun receloso, abandonase el teatro, inutilizando las apuntaciones que habia hecho relativas á otras cuatro ó cinco comedias, cuyos planes tenia trazados. Procuró pues hacer vida retirada sin mas trato que el de sus amigos, y sin mas cuidados que los de su secretaria, y el cultivo de un jardincito que habia comprado casi al mismo tiempo que una casa en la calle de Fuencarral donde vivia, y mientras tanto iba recogiendo materiales para componer su obra sobre los Orígenes del teatro españor'. Nada faltaba entonces para colmar los deseos de un hombre sobrio, frugal, sin ambicion ni pretensiones, ni mas inclinacion que al ocio de las musas; pero la suerte le preparaba muy grandes sinsabores y amarguras en medio de continuas agitaciones por la parte de don de menos pudiera preveer ni aun imaginar.

Vino el año de 1808, fecundo en acontecimientos de indeleble memoria, preparados en el anterior por la entrada de los franceses en la península y ocupacion de sus principales fortalezas, y por la causa del Escorial. Cayó el valido de la cumbre de la fortuna: subió al trono el Príncipe Fernando: fue dolosamente cautivado en Bayona: alzóse España para vengar el ultraje hecho á su Soberano: venció al enemigo en Bailen, y ante los muros de Zaragoza y de Valencia: huyeron los franceses de Madrid al Ebro. En medio de aquellos sucesos creyéndose Moratin expuesto por el favor que habia debido á Godoy, y sin arbitrio para reflexionar, luego que los franceses evacuaron la corte, salió de ella también con su íntimo amigo don José Antonio Conde, y ocultándose, primero en su casa de Pastrana, se dirigió luego á Vitoria. Efecto de este paso fatal fue la conducta que guardó durante la guerra. Volvió pues con los franceses á Madrid á fines de aquel año, y se retiró con ellos á Valencia en 1812, desde donde por último se refugió en Peñíscola. Pero en honor de Moratin es necesario decir que en su pecho, ageno de falsedad y de infidelidad, no tuvo entrada ningún género de traicion contra su patria: siguió maquinalrnente el camino por donde le arrastraba la suerte, y no solo no tomó parle activa contra los que defendian los derechos de Fernando VII, ni admitió del gobierno intruso olio cargo que el de bibliotecario mayor, el cual ni habia pretendido ni era capaz de comprometerle, sino que favoreció en cuanto estuvo de su parle á los vasallos leales que por su mala ventura caian en poder de los que seguian á Bonaparte. En una de estas ocasiones habiendo intercedido por algunos patriólas con don Manuel Silvela, que era alcalde de corte y vocal de la junta criminal de Madrid, y que desempeñaba con humanidad su encargo, la conformidad de sentimientos entre ambos produjo una amistad que fue creciendo de dia en dia sin haberse desmentido jamas. No era posible que en medio de (antas calamidades prosiguiese éste, continuamente angustiado y oprimido, componiendo para el teatro; y asi no obstante las repetidas instancias que para ello le hicieron, solo se pudo conseguir que se representase, é imprimiese la Escuela de los Maridos, concluida ya en 1808, y traduccion de la que con el mismo título habia escrito el célebre Moliere. Habia decaído notablemente su renta, y mas aún su salud y su espíritu en tan deshecha borrasca, por lo que cansado ya de sufrir incomodidades y trabajos, pensó retirarse á un rincon donde, vivir tranquilo lo que le quedara de vida. Llevado de este pensamiento, en lugar de seguir á los franceses, luego que se rindió Peñíscola á nuestras armas, huyó de ella y fue á Valencia ocupada ya por las tropas españolas, y se presentó, como hombre á quien no remordia la conciencia de ningún delito, al general en gefe. Mas éste no viendo en Moratin sino uno que pertenecia al partido frances, le trató con rigor, y mandó despues de otras providencias embarcarle en un falucho que le condujo á Barcelona. Alli le dieron favorable acogida el baron de Ecoles y el marques de Casacagigal, y asimismo don Francisco Javier de Castaños y el marques de Campo Sagrado, capitanes generales que fueron sucesivamente del principado. Entretanto la guerra seguida con encarnizamiento por espacio de seis años, en los cuales la nacion entera habia hecho heroicos sacrificios para rescatar á su Monarca, se acercaba á su término. Ya pisaban las tropas españolas el territorio frances, ahuyentados del nuestro casi todos los ejércitos enemigos, y por el norte los de las potencias coligadas ganando repetidas victorias amenazaban muy de cerca arruinar el imperio de Bonaparte. Vino éste por fin á suelo; y restituido el Rey N. Sr. y Luis XVIII á los tronos de sus mayores, se celebró la paz de París, descansando Europa de las porfiadas contiendas y grandes calamidades de los años anteriores. La tranquilidad que de nuevo empezaba á disfrutarse, dió ocasion á Moratin para que agradecido á los favores del actor Felipe Blanco, hiciese para su beneficio á fines de 1814 otra traduccion de Moliere, á saber: El Médico á palos, tomada de la que intituló aquel ilustre poeta: Le Médecin malgré lui. A pesar de todo era su situacion tan deplorable que estaba expuesto á perecer de hambre; pero el Rey N. Sr. empezó desde luego á dispensarle su generosa proteccion. Mandó que se le admitiese al juicio de purificacion que solicitaba; declaró que Moratin no estaba comprendido en el artículo 1.° del decreto de 30 de mayo, y por repelidas órdenes mandó tambien que se le pusiese en posesion de los bienes que se le habían secuestrado. No fueron estas las únicas señales de benevolencia que le dispensó S. M. Los años adelante trató de darle un destino honorífico con buena asignacion; pero Moratin, cuyo ánimo habian exasperado los trabajos padecidos, figurándose que por todas partes le acometia gente frenética para asesinarle, lo rehusó abiertamente, sin que fuesen poderosas á convencerle cuantas razones se le hicieron presentes para aquietarle. Los miedos de que siempre andaba agitado le sacaron en 1817 de Barcelona, donde vivia protegido, estimado y honrado, y donde tenia entrada franca en los teatros, que era toda su diversion. Volvió sin embargo en 1820 después de haber pasado algún tiempo en París con don Juan Antonio Melon, y en Bolonia con don Antonio de Robles y Moñino. Parecíale sin duda necesario habitar bajo un mismo techo con alguno de sus amigos, pues en Barcelona residió tambien en compañía de don Manuel García de la Prada, y cuando la peste los arrojó de allí, separado de este último en Bayona, fijó su estancia en Burdeos con don Manuel Silvela. Desde entonces no pensó ya en hacer de nuevo obra alguna, ocupándose solo en concluir y perfeccionar la de los Orígenes del teatro español que dejó manuscrita á Silvela, y que compró á este S. M. deseoso de que bajo sus auspicios viese cuanto antes la luz pública. En 1824 habia vendido su autor las demás á don Vicente González Arnao, y este hizo el año siguiente en París una edicion que comprende la mayor parte de ellas, única reconocida por Moratin. En 1827 se trasladó con Silvela á París; y alli permaneció con bastante quebranto en su salud, ya alterada desde fines de 1825, hasta que sobreviniéndole vómitos, hipo y fiebre, murió en 21 de junio de 1828, conservando todo su conocimiento hasta cinco horas antes de espirar. Dejó por heredera de todos sus bienes á una nieta de Silvela, y antes habia cedido á la Inclusa de esta corte la casa y huerto de Pastrana, y uma inscripcion de dos mil ochocientos francos, mediante una renta vitalicia, á don Julian Aquilino Perez, y cantidades de dinero muy considerables á varios parientes. Tenia Moratin prendas recomendables, y era uno de los escritores que mas honran el Parnaso español; pero estando su muerte tan reciente, no queremos anticipar el juicio de la posteridad, y solo diremos que jamás olvidarán su nombre cuantos amen la bella literatura. Fue igual en ingenio, y superior en buen gusto á su padre don Nicolas, cuya memoria cuidó de perpetuar como buen hijo en el prólogo y vida que con las poesías del mismo publicó en 1821 en Barcelona.