[ fol. xxix. ]

Capitulo veynte : de como nos huymos.

D

Espues de avernos mudado, desde a dos dias nos encomendamos a dios nuestro señor y nos fuymos huyendo, confiando, que aun que era ya tarde y las tunas se acabavan con los frutos que quedarian en el campo podriamos andar buena parte de tierra. Yendo aquel dia nuestro camino con harto temor que los indios nos avian de seguir, vimos unos humos y yendo a ellos despues de visperas llegamos alla, do vimos un indio, que como vio que yvamos a el huyo sin querernos aguardar : nosotros embiamos al negro tras del : y como vio que yva solo aguardolo. El negro le dixo que yvamos a buscar aquella gente que hazia aquellos humos. El respondio que cerca de alli estavan las casas y que nos guiaria alla : y assi lo fuymos siguiendo : y el corrio a dar aviso de como yvamos : y a puesta del sol vimos las casas : y dos tiros de vallesta antes que llegassemos a ellas hallamos quatro indios que nos esperavan, y nos rescibieron bien. Diximos les, en lengua de Mariames que yvamos a buscallos : y ellos mostraron que se holgavan con nuestra compañia : y ansi nos llevaron a sus casas : y a Dorantes y al negro aposentaron en casa de un fisico, y a mi, y a Castillo en casa de otro. Estos tienen otra lengua y llamanse Avavares, y son aquellos que solian llevar los arcos a los nuestros y yvan a contratar con ellos : y aun que son de otra nacion y lengua, entienden la lengua de aquellos con quien antes estavamos : y aquel mismo dia avian llegado alli con sus casas. Luego el pueblo nos ofrescio muchas tunas, porque ya ellos tenian noticia de nosotros, y como curavamos, y de las maravillas que nuestro señor con nosotros obrava (que aun que no oviera otras) harto grandes eran abrirnos caminos por tierra tan despoblada, y darnos gente por donde muchos tiempos no la avia y librarnos de tantos peligros y no permitir que nos matassen, y sustentarnos con tanta hambre y poner aquellas gentes en coraçon que nos tratasen bien, como adelante diremos.