Motivos de Proteo: 155
CLIV - La personalidad en los pueblos.
editarCuanto se dice de la unidad consciente que llamamos personalidad en cada uno de nosotros ¿no puede extenderse, sin esencial diferencia, al genio de un pueblo, al espíritu de una raza, igualmente capaces del nombre de personalidad? ¿No se reproduce en esos grandes conjuntos todo lo que la observación del psicólogo halla en el fondo de nuestra historia íntima, y no se dan en ellos también todos los grados de armonía y continuidad con que cabe que se manifieste esta síntesis viva que la conciencia individual refleja? ¿No hay pueblos cuya personalidad, compacta y fortísima, se acumula en una sola idea, en una sola pasión, y para lo demás son sordos y ciegos, como el fanático y el obsesionado; otros, en cambio, cuya unidad personal es una complejidad concorde y graciosa; otros en que dos tendencias reñidas se alternan, o mantienen un conflicto perenne, como en los temperamentos que llevan dentro de sí mismos la contradicción y la lucha; otros incoherentes, disueltos, descaracterizados por un anárquico individualismo que es como la dispersión de su personalidad; otros que no la tienen propia y viven de la ajena, en la condición del sonámbulo, bajo el influjo de la admiración o del miedo; otros que, extáticos en la contemplación de su pasado, parecen fuera de la realidad de la vida, como el que logra revivir con su personalidad de otro tiempo merced a la fascinada atención de la memoria; otros que, en su entusiasmo, furor o desconcierto, remedan la alteración personal de la embriaguez; otros fáciles para modificar su personalidad mediante su desenvolvimiento progresivo; otros propensos a inmovilizarla en la costumbre; otros, en fin, cuyo carácter sufre profunda desviación desde cierto punto de su historia, como quien, volviendo de una honda crisis moral, tórnase en todo distinto de lo que era?...