Motivos de Proteo: 138


CXXXVII - La idea, para ser eficaz, ha de acompañarse del sentimiento. El guijarro y el árbol. editar

Importantísimo cuidado es éste de mantener la renovación vital, el progresivo movimiento, de nuestras ideas, sobre que vengo hablándote; pero no olvides nunca que para que tal renovación sea positivamente una fuerza en el gobierno de la propia personalidad, y no se reduzca a un mecanismo encerrado, como en la caja de un reloj, en el círculo del conocimiento teórico, preciso es que su impulso se propague a los sentimientos y los actos, y concurra así a la orgánica evolución de nuestra vida moral.

La idea que ocupa nuestra mente, y la domina, y cumple allí su desenvolvimiento dialéctico, sin dejar señales de su paso en la manera como obramos y sentimos, es cosa que atañe a la historia de nuestra inteligencia, a la historia de nuestra sabiduría, mas no a la historia de nuestra personalidad.

Toma ese guijarro del suelo; ve a abrir un hueco proporcionado a su espesor, en la corteza de aquel árbol, y de este modo, pon el guijarro en la corteza. ¿Podrá decirse que has vinculado a la vida del árbol ese cuerpo sin vida?

Hiere más hondamente en el tronco; ábrelo hasta el centro mismo donde su tejido se espesa y endurece, y en esta profundidad pon el guijarro. ¿Dirás tampoco ahora que forma parte de la vida del árbol ese trozo de piedra?

Adquieres, por comunicación magistral, o por tu esfuerzo propio, una idea, una convicción; la fijas en tu mente; la aseguras en tu memoria; la corroboras y afianzas por el raciocinio: ¿e imaginarás que eso baste para que la idea te renueve; para que modifique, en la relación que le competa, tu manera de ser, convirtiéndose en vida incorporada a tu vida, en fuerza acumulada a esa que mueve las palpitaciones de tu corazón y ajusta el ritmo de tu aliento?

Como el guijarro en el árbol, así la idea dentro de ti, mientras no la arrastra en su corriente férvida la sensibilidad, única fuerza capaz de cambiar el tono de la vida.

Si tu adhesión a una verdad no pasa del dominio del conocimiento; por mucho que la veas firme y luminosa, por mucho que sepas sustentarla con la dialéctica más limpia y más sutil, y aun cuando ella traiga implícita la necesidad de una conducta o un modo activo de existencia distintos de los que hasta entonces has llevado, ¿crees, por ventura, que acatarás esa necesidad; crees que dejarás de ser el mismo?

No te reforman de alma la verdad ni el error que te convencen; te reforman de alma la verdad y el error que te apasionan.

Vano será que cambies de doctrina, de culto o de maestro, aun cuando sea con sinceridad, si, al par de la convicción novel, no nace en ti el sentimiento poderoso que toma la idea nueva, y como levadura que se entraña en la masa, la sumerge en lo más hondo de ti, y allí la mezcla y disuelve en la substancia de tu alma, de suerte que no haya en ti cosa que no se colore, en algún modo, del matiz de la idea, y se impregne de su sabor, y se hinche con su fermento.

Gran distancia va de convencido a convertido. Conversión dice tanto como moción profunda que trastorna el orden del alma; como idea ejecutiva, que, operando sobre la voluntad por intermedio del sentimiento, que es su seguro resorte, rehace o modifica la personalidad. Convicción es dictamen que puede quedar, aislado e inactivo, en la mente.

No hablemos ya de aquellos que, sin verdadera convicción, por automatismo o con engaño de sí propios, profesan una idea, una doctrina, a cuyo fondo firme y esencial no descendieron nunca; pero aun los convencidos de verdad, sin excluir de entre ellos los más capaces de desentrañar de una idea, por los bríos de su entendimiento, toda la luz que pueda mostrarla clara y convincente a los otros: si dentro de ellos mismos la idea no despierta el eco misterioso del corazón y no concuerda con los actos, ¿quieres decirme qué vale e importa en ellos la idea para la realidad de la vida: para esa realidad que no es fría lápida donde se inscriban sentencias, sino vivo y palpitante engendro del sentimiento y de la acción?...