Motivos de Proteo: 077


LXXVI - Engaños de la imitación cuando no se concilia con la autonomía de la personalidad. Falsedad radical de las escuelas.

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La imitación es poderosa fuerza movedora de energías y aptitudes latentes, mientras deja íntegra y en punto la personalidad, limitándose a excitar el natural desenvolvimiento de ella. Pero cuando la personalidad, por naturaleza, no existe, o cuando un supersticioso culto del modelo la inhibe y anula, la imitación no es resplandor que guía, sino bruma que engaña. Frecuente es que ella obre, desde luego, como origen de falsas vocaciones, extraviando el concepto que de su propio contenido y virtualidad forma el espíritu, y estimulando una ilusión de aptitud, que es a la vocación verdadera lo que a la libre actividad del hombre despierto, el movimiento maquinal con que el hipnotizado realiza los mandatos de la voluntad que lo subyuga.

En el camino de todo género de superioridad, de las que mantienen sobre la conciencia de las sociedades humanas una enérgica y persistente sugestión, corre siempre una muchedumbre de engañados, en quienes el sonambulismo que aquella fuerza superior produce, no se detiene en sus pasivas formas de admiración y de creencia, sino que asume la forma activa de la emulación, del remedo, del anch'io... Y si, en los más, esto importa apenas una manifestación de la ausencia de personalidad y sello propio, a que de todas suertes estaría sujeto su espíritu, en algunos de esos engañados hay tal vez la virtualidad de una aptitud superior y distinta, que perdió la conciencia de sí ofuscada por el sentimiento ilusorio de la otra, y que acaso no se revelará jamás, ya perdida el alma en una dirección que no es la que le fue señalada por la naturaleza.

Entre los antiguos era fama que, cuando Platón llegó a Siracusa, y Dionisio el tirano mostró deseos de iniciarse, con las lecciones del filósofo, en el estudio de la geometría, una legión inesperada de geómetras apareció de pronto en la corte de Dionisio, y su palacio se llenaba a toda hora de las nubes de polvo que levantaba la gente cortesana trazando figuras. Luego, hastiado el tirano de la ciencia, los geómetras pasaron con la facilidad de aquellas nubes de polvo. Inclinaciones de no más firme origen son muchas de las que parecen venir, por su fervor, de hondo e instintivo impulso: el alma enajenada por el magnetismo de la imitación piensa obedecer a una divina voz que le habla de adentro, y no obedece sino a la voz exterior y grosera de un pastor que reúne su hato...

Pero aun cuando la vocación sea verdadera y nacida de la íntima posesión de la aptitud, para su disciplina y desenvolvimiento suele obrar también la imitación como fuerza excéntrica y perturbadora. Así, en arte, toda gran personalidad que triunfa e impera, arrastra en su séquito, junto con los secuaces que tienen real afinidad con su espíritu, multitud de otros secuaces apartados de su tendencia natural y espontánea y de los procedimientos que les serían congeniales, por la fascinación de aquel ejemplo glorioso. ¡Cuándo nos persuadiremos de que los caracteres por que se distinguen las escuelas de arte: la propensión a lo real o a lo ideal, a la libertad o al orden severo, al subjetivismo o a la impersonalidad, son diferencias que atañen a la historia y clasificación de los espíritus, mucho más que a la potestad disciplinaria de las ideas; y de tal modo ha de considerárselas, no ya respetando, sino suscitando y favoreciendo en cada cual la espontaneidad del impulso venido de lo hondo de sí mismo! Cuando así se entendiera, la más anárquica, fecunda y deliciosa paz pondría en simultánea eflorescencia la infinita extensión de la fantasía; pero es grande el poder de las fórmulas, y por mucho que se alardee de amplitud, la tiranía del gusto de una época produce al fin, fuera de algunos espíritus solitarios, una falsa uniformidad, que se logra siempre a costa de buena parte de naturalezas violentadas y sacadas de quicio.

Tener conciencia clara del carácter de las facultades propias, cuando una avasalladora norma exterior impone modelos y procedimientos, por todos acatados, es punto de observación difícil; y orientarse según los datos de esa misma conciencia, cuando ellos pugnan con los caracteres que halagan a la afición común y a la fama, suele ser acto de resolución heroica. Pero de esta resolución nace la gloria de bronce que prevalece cuando se han fundido las glorias de cera; tanto más si lo que se ha levantado sobre la corriente no es sólo la natural propensión de las facultades propias, sino también más altos fueros e ideas. La virtud intelectual de más subidos quilates, es, sin duda, la que consiste en la sinceridad y estoicidad necesarias para salvar, en épocas de obscurecimiento de la razón o de extravío del gusto, la independencia de juicio y la entereza del temperamento personal, renunciando a transitorias predilecciones de la fama, con tal de llevar la aptitud por su rumbo cierto y seguro: el que dejará constituida la personalidad y en su punto la obra, aunque esto importe alejarse, al paso que se avanza, del lado donde resuenan los aplausos del circo.

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