Escena VII

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MONEDA.- (Viéndolos salir.) ¡Pucha digo, cómo son!... (Se sienta junto a una mesa. Pausa. Carmen lava las copas.)

CARMEN.- ¿Tomás algo?

MONEDA.- Dame un amaro.

CARMEN.- (Sirviéndolo.) ¿Se puede saber qué tenés?

MONEDA.- Te he dicho que estoy muy aburrido.

CARMEN.- Andate al teatro.

MONEDA.- Y muy estrilao.

CARMEN.- Eso es otra cosa. ¿Qué te han hecho?

MONEDA.- Nada.

CARMEN.- ¿Y entonces?

MONEDA.- Muy rabioso con esta vida. No puedo más

CARMEN.- Dejala. Nadie te obliga.

MONEDA.- Dejala dejala. Eso se dice. Ya la dejo. ¿Qué hago ahora? ¿Pa qué sirvo?

CARMEN.- Trabajá en otra cosa.

MONEDA.- No sirvo más que pa cochero. Voy a sacar la libreta y me muestran el escracho: L. C. ¡Piantá de aquí! Siquiera hubiese servido pa ladrón. Pero vos sabés que no tengo genio. ¿Qué papel estoy haciendo, entonces? De otario, de imbécil. Retratao por falsificador y ladrón, viviendo entre ladrones, perseguido por ladrón, batido y preso a cada rato por ladrón y nunca he metido la mano en un bolsillo ajeno. Me muero de hambre, y si no fuera por vos, habría matado de hambre a la pobre vieja. ¡Pucha digo, que es triste! ¡No tener genio pa nada!... Ni pa abrirles las tripas a todos esos que me dan asco, que me dan asco. ¡Asco, asco, asco!... Ni siquiera pa irme de aquí tengo genio. Mirá: yo sé que si me fuera a otro país y nadie me persiguiera y no me topara con los de la patota, ¡pucha digo, sería más decente!... Y no me aburriría tanto. Pero aquí, ¡qué querés que haga, si pa mí se ha hecho el refrán de que cuando no estoy preso me andan buscando! Que tengo buena conducta, que me dan pase libre y empiezo a vivir tranquilo, pues ya ha de venir uno que me pida un servicio. «Ché: campaneame esto, guardame esto o haceme tal cosa». ¡Y zás! complicao y en cana.

CARMEN.- Vos tenés la culpa por no haber hecho un escarmiento con los batilana.

MONEDA.- Pero no te digo que no tengo genio. Mirá, Carmen, ¿querés hacer un favor a la patria? Yo sé que vos sos buena y que me tenés ley.

CARMEN.- Hablá, hombre.

MONEDA.- Vamos a escaparnos, ¿querés? Vos también estás aburrida...

CARMEN.- ¿Y dónde vamos a ir?

MONEDA.- Verás, tengo un plan. Tu marido tiene plata. Una noche de éstas le pegamos el golpe grande y piantamos. Agarramos un vapor y nos vamos al Brasil; allí hay mucha libertad, nos vamos y ponemos una fonda, ¿sabés?, y trabajando con juicio verás cómo en poco tiempo nos volvemos personas decentes.

CARMEN.- Bien dicen que sos sonzo, hijo. Si nos agarran, nos chupamos unos años de cana y yo te voy a preguntar entonces...

MONEDA.- Entonces piantamos sin robarle nada al otro.

CARMEN.- Y después nos comemos las uñas. Mirá, muchacho, las cosas son como son y hay que dejarlas así no más. ¿Vos estás aburrido? Bien. Hacete a un lado de esta vida, andá con juicio, arrimate a alguna buena sombra y ya verás cómo con el tiempo la policía te olvida y empezás a ser hombre decente.

MONEDA.- ¿Y vos?

CARMEN.- ¿Yo? (Con melancolía.) ¿Qué he de hacer?

MONEDA.- Es que lo que yo quiero pa mí, lo quiero pa vos, mi vida.

CARMEN.- Pobre mi vicio. Qué tristeza, ¿verdad?

MONEDA.- ¡Pucha digo, cómo somos!

CARMEN.- No te aflijás, negro. Hacé lo que te digo y después veremos cómo se procede.

MONEDA.- ¡Ahora sí! ¡Van a ver lo que queda de Moneda falsa. ¡Ah! Tomá estos billetes. Ya no circulo más. Falta uno. Fui esta tarde a encajarlo a un agenciero de Palermo, pero el hombre empezó a mirarlo y agarró pa la calle. Este va a llamar al botón, dije yo, y pianté por los portones. ¡Con tal que no tenga consecuencias! ¡Pucha digo!... Y me voy tambíén. Ya no estoy tan aburrido. Chao. (Mutis.)