Escena VIII editar

CIRIACA.- (Asomando por la puerta que da al interior.) ¡Ché, Carmen!

CARMEN.- ¿Qué hay?

CIRIACA.- ¿No ha estao m'hijo por acá?

CARMEN.- Acaba de salir.

CIRIACA.- Decime una cosa. ¿Vos sabés en qué anda ese muchacho?

CARMEN.- No sé. En nada, supongo.

CIRIACA.- ¡Hum! ¡Hum! Lo dudo, ché... Lo veo alzao desde hace días y pa mí que nada bueno lo lleva. ¿Has leído en «La Prensa» la noticia de la circulación de billetes de Banco?

CARMEN.- Sí, señora.

CIRIACA.- Mirá, a vos te lo digo, porque sos de confianza. Pa mí que ese mala cabeza tiene algo que ver en el asunto. Yo no sé qué le costaría ser honrado. ¿No hay tanta gente que es honrada y sin embargo vive bien? Pero a éste no. Es de balde que lo aconseje y lo reprienda. ¡No señor! El mozo ha de ser ladrón no más. Y ladrón mísho que es lo peor. ¡Si siquiera le fuera bien!... Podría decirle: «Bueno, m'hijo, basta. Ya tenés un pasar. Sosegate...» Debe ser un destino, ¿verdad, ché?... Desde chiquito le dio por la uña. El padre le acomodaba una paliza hasta sacarle sangre, y él nada!... Y zonzo pa robar, que daba asco... ¿No te ha contao nunca por qué le pusieron el nombre de «Moneda falsa»? ¡Fíjate qué chola! Yo tenía en la cómoda una moneda de oro, de esas de Plomo, ¿sabés?, cuando un día me la roba y se va con ella a hacer el cuento a una casa de cambio. La cosa era muy zonza, una verdadera muchachada: pero el animal del cambista, sin comprender eso, me lo entrega a la policía. De esa vez me lo tuvieron como seis meses. El padre no trabajó para sacarlo, creyendo que el castigo lo corregiría. ¡Y miralo cómo salió! Con un apodo y con más mañas que el vizconde de la guadiana. Eso fue lo que ganamos. ¡Pobre muchacho! En el fondo es bueno como una malva, pero no sabe trabajar y está enviciado. Decime, ¿no sabés si volverá?

CARMEN.- No dijo nada.

CIRIACA.- Es que no me dejó nada pal morfo. Cortame, ¿querés?, un poquito de matambre o salame...

CARMEN.- (Sacando dinero del cajón.) Tome un peso, vieja.

CIRIACA.- Bueno, hija. Gracias. ¡Pobre mi Antonio!... ¿Por qué no me le das algunos consejos vos que tenés tanta... tanta... vamos que te aprecia tanto.

CARMEN.- Cállese.