Moisés en el Nilo

El Tesoro de la Juventud (1911)
El libro de la Poesía, Tomo 17
Moisés en el Nilo
de Víctor Hugo
Tomo 18 →

Nota: se ha conservado la ortografía original.


MOISÉS EN EL NILO

Moisés, el gran profeta y legislador de los hebreos, vió la luz en Egipto, en el año 1705 antes de Jesucristo. Por aquella época, el faraón o rey del país había dispuesto que fueran muertos todos los niños judíos que nacieran, echándolos al río. Tres meses tuvo la madre de Moisés escondido a éste; mas no pudiendo ya encubrirle por más tiempo, tomó una cestilla de juncos, la calafateó con betún y pez, colocó dentro al infantillo y lo expuso en un carrizal de la orilla del Nilo. A esta sazón bajaba la hija del rey a bañarse en el río, y así que vio la cestilla, la sacó del agua, compadeciéndose del pobre niño y acabando por prohijarlo. Víctor Hugo se refiere en estos versos a esa tradición bíblica.


«VENID, hermanas: a la luz naciente
Del sol en esta orilla pintoresca,
La tranquila corriente
Del caudaloso Nilo está más fresca;
Aun descansadamente
Duerme en su choza el segador; desierto
El ancho campo está; rumor incierto
Levanta apenas la ciudad lejana.
Nuestros castos placeres, al abrigo
Del frondoso ramaje, por testigo
Sólo tendrán la luz de la mañana.

   »De las lujosas artes
El mágico esplendor por todas partes
En el palacio de mi padre brilla;
Pero es más bella a mis cansados ojos
Esta campestre orilla,
Que la esculpida fuente
De blanco mármol o de jaspes rojos.
Los trinos, no aprendidos, de las aves
Son para mí los cantos más suaves;
Y el soplo embalsamado del ambiente
Al aroma prefiero
Que humea en esmaltado pebetero.

   »¡Se desliza tan mansa la corriente!
¡Brillan tanto los cielos!
La corona quitadme de la frente,
Desceñidme estos velos;
Pues con vosotras en el seno frío
Quiero jugar del murmurante río.

»Venid: démonos prisa:
Mas ¿qué es aquello ¡oh Dios! que se divisa
Sobre el agua, cubierto
Por la bruma indecisa?
No temáis: será palma del desierto
Por la veloz corriente arrebatada.
Mas ¿qué mis ojos ven? Es la sagrada
Barquilla de Hermes o la concha de Isis,
Que la brisa conduce cariñosa.
Pero no; es breve esquife en que reposa
Un niño, que en las aguas se adormece.
Cual de su madre sobre el dulce pecho;
Y en el raudal parece
Flotando, el breve lecho.
De cándida paloma pobre nido.
¡Cuán tranquila la mísera criatura
Reposa en sueño blando
Mientras le están las aguas columpiando
Sobre su sepultura!
Ya despierta: venid; ¿no habéis oído?
Llora. ¿Qué madre impía, ¡santo cielo!
Habrá podido abandonarlo? Tiende
Las manos sin consuelo;
No hay salvación alguna,
Y sólo de la muerte le defiende
De mimbres débil cuna.

   »¡Oh! ¡salvemos, salvemos su existencia!
Quizás es hijo de Israel: mi padre
Los proscribe, ¡proscribe la inocencia!
¡Qué injusta crueldad!; ¡infeliz niño!
Yo quiero ser tu madre:
Tu desgracia despierta mi cariño:
No te la di, mas guardaré tu vida.»

   Ifis hablaba así, la hija querida
De un rey poderosísimo, y sus huellas
Seguían juntas en alegre coro
Sus hermosas doncellas:
Y más hermosa que ellas.
Si la esbelta princesa desceñía
Su vestidura azul, bordada de oro.
La diosa de las aguas parecía.

   Ya tiembla, porque roza
Su delicada planta el agua fría;
Pero avanza, y al niño que solloza
La compasión le guía.
Ya la cuna alcanzó: por vez primera
Al candor inocente
Se unió el orgullo en su serena frente.
A lentos pasos toma; en la ribera
Deja la humilde cuna
Sobre el musgo florido;
Y sus doncellas todas, una a una.
Sonriendo al infeliz recién nacido.
Con alegre embeleso
Imprimen en su frente dulce beso.

   Ven, ven; tú que a lo lejos apartada.
Por duda horrible el corazón opreso.
Mirabas a ese niño, cuya vida
Dios protector guardó: no temas nada.
Ven cual desconocida;
Estrecha entre tus brazos
Al hijo de tu amor: esos abrazos.
Ese llanto feliz, ese cariño,
No tengas miedo que te vendan: ¡Ifis
No es madre todavía!

   Y mientras lleva la doncella pía
Al despiadado rey el tierno niño.
Aun bañado en los lloros maternales.
En el cielo resuena la armonía
Del querubíneo coro,
Que al compás de las arpas inmortales
Dice en himno sonoro:
« No solloces, Jacob; no más tu llanto
En servidumbre dura
A la corriente impura
Mezcles del ancho Nilo; él Jordán santo
Te brinda sus riberas.
Llega el día, las horas van ligeras:
Del tirano la cólera abatida.
Verá Gesén las tribus prisioneras
Huyendo hacia la tierra prometida.

   » Ese niño, en las aguas sumergido,
Que liberta una virgen de la muerte.
De Dios en el Siná será escogido,
Él será de las plagas el rey fuerte.
Humillaos, mortales, que altaneros
Miráis al cielo con desdén profundo;
Esa cuna, que veis sin conmoveros,
A Israel salvará, salvará al mundo.»