La Ermita de la Aldea

El Tesoro de la Juventud (1911)
El libro de la Poesía, Tomo 17
La Ermita de la Aldea
de José Christián, barón de Zedlitz

Nota: se ha conservado la ortografía original.


Hay una ternura encantadora en el rasgo de amor maternal, sublimado por la fe, que describe aquí José Christián, barón de Zedlitz.


LA ERMITA DE LA ALDEA

P

ASANDO por un lugar


Un día en hora temprana,
Vine a una ermita a parar,
Y en ella movióme a entrar
La alma voz de la campana.

Poca gente en ella había,
El pueblo estaba segando;
Misa un anciano decía,
El pan de la Eucaristía
En el ara consagrando.

Y vi acercarse al altar
Una madre con su niño,
Y en su rostro vi brillar,
De su pura fe a la par,
La llama de hondo cariño.

Con piadoso corazón,
De manos del buen anciano
Toma el pan de salvación,
Y llena de devoción
Al cielo mira, y no en vano.

Y con la forma en la boca
Da un ósculo maternal
Al niño con pasión loca;
Y él también su parte toca
De aquel manjar celestial.

¿Qué habrá que igual al amor
De una buena madre arda?
Pródiga del bien mayor,
Ni aun el cuerpo del Señor
Para sí tan sólo guarda.

Vete en paz, ¡oh mujer pura!,
Premie el cielo tu honda fe,
Y a tu tierna criatura
Colme de paz y ventura,
Dicha y salvación le dé.

Triste del templo salí,
En una tumba pensando,
Do estaba, lejos de allí,
La mejor que conocí
De las madres, reposando.

Como el ave generosa
Que al pecho sus hijos cría,
La madre que allí reposa,
Su sangre toda, piadosa,
Por sus hijos dado habría.