Mitos y fantasías de los aztecas.
de Guillermo Marín Ruiz
Qué fue lo que unió a los europeos

XI. QUÉ FUE LO QUE UNIÓ A LOS EUROPEOS.

La ambición de robar oro y volverse ricos.

Las expediciones al llamado continente americano siempre fueron “una empresa privada”. La corona española solo puso los pendones y dio la autorización legal a cambio del 20% de lo robado (rescatado). Existen muchos mitos y fantasías sobre “las joyas de la reina” que le dio a Colón para financiar la expedición. Ahora se sabe que Colón era la parte visible de un grupo de mercaderes que invirtieron en la expedición para encontrar una nueva ruta comercial a las Indias. Debe tomarse en cuenta que en 1492 no existía “la iniciativa privada”, como hoy, con “los contratistas” de la Guerra del Golfo. Los mercaderes necesitaban un pendón real para cobijar su aventura. Los reinos de Castilla y Aragón acababan de terminar la “guerra de reconquista” en la península ibérica. En ese momento, 1492, no existía el reino de España. Por lo cual los mercaderes podían tratar con un par de reinos débiles, desangrados y empobrecidos por la guerra. Las Capitulaciones de Santa Fe, son un contrato leonino a favor de los mercaderes, que más tarde derogarán los abogados de la corte, toda vez que Colón y sus inversionistas asociados no llegaron a la India. Colón regresó a España con grilletes para enfrentar un juicio donde perdieron, él y sus socios comerciales, todas las abusivas prebendas que habían logrado.

Las expediciones al “nuevo mundo” fue una acción de la naciente iniciativa privada. Para ello se hacían contratos y los financiamientos de las expediciones eran múltiples y variados. En oro, con barcos, armas, alimentos y hasta con hombres que iban en calidad de esclavos. Hubo hasta conquistadores negros que conquistaron en nombre e interés de sus amos que vivían en España o en las Antillas. Las expediciones juntaban a gente ambiciosa y desesperada, que a través de contratos entre sí y con la corona, venían a invadir, robar, asesinar a una civilización que nada les había hecho. Fue una agresión brutal legalizada por la corona española a través del “quinto real” y por la iglesia católica a través del “diezmo”. Por la ley de los hombres y de Dios, los europeos vinieron a esclavizar y destruir una civilización, negar sus culturas, prohibir su religión, quitar sus lenguas, asesinar a sus dirigentes, sacerdotes y maestros, apoderarse de sus tierras. Pero sobre todo, a quitarles la condición de seres humanos. La ambición fue lo que unió a los europeos.

El deseo de hacerse famosos, importantes y poderosos.

Otro de los mitos y fantasías de la conquista es que los europeos eran ignorantes y pobres. No es totalmente cierto. En general, los conquistadores eran hidalgos. Sí bien, muchos no sabían leer ni escribir, pero eso era algo normal y natural en la Europa del Siglo XVI. El primer sistema de educación obligatorio y público se dio en Italia hasta 1596. No así en el Anáhuac que desde el año 1500 a.C. existía el sistema de educación obligatorio, público y gratuito. Lo que implica que en general, los pueblos indígenas tenían mucho más educación que los conquistadores y los colonizadores de la primera parte del Siglo XVI. La visión que los conquistadores y sus apologistas, como Sepúlveda,[1] tenían de la invasión y conquista, era como una obra de Dios y que ellos eran el medio por el cual la voluntad divina hacía de España un imperio poderoso. El concepto de Dios y lo divino, para los hombres del Siglo XVI, fueran europeos o anahuacas, era totalmente diferente a lo que el hombre del Siglo XXI entiende. Esto es importante tomarlo en cuenta para dimensionar en toda su magnitud el momento histórico. Los españoles además de hacerse ricos, lo hacían del lado de “Dios, la iglesia y el rey”, de modo que las atrocidades que cometían tenían el perdón divino y el permiso real. Los conquistadores y sus socios eran empresarios armados que a sangre y fuego se hacían de riqueza ajena.

La idea de que estaban haciendo una “guerra santa” a favor de su Dios y la salvación de su alma por sus servicios a la religión católica.

En general, los historiadores hispanistas, de ayer y de hoy, han querido poner a los anahuacas como fanáticos, idólatras de una religión satánica, que inmolaban a miles de seres humanos entre ríos de sangre en lo más alto de las pirámides. Que hacían sangrientos sacrificios humanos y que se comían a sus víctimas. Todo esto para justificar las acciones sangrientas de los ambiciosos y criminales invasores. Sin embargo, los europeos de aquella época no eran diferentes que los anahuacas. Bajo ninguna argumento se puede justificar el sacrificio humano. Ni antaño ni ahora, ni de anahuacas ni de europeos. El sacrifico humano es un crimen de lesa humanidad.

Pero debemos ver este fenómeno con ojos descolonizados y buscar la verdad. Los europeos también hacían sacrificios humanos, solo que les llamaban “autos de fe”.[2] Estos se hacían en plazas públicas y se ejecutaban a varias personas en medio de una fiesta y vendimia. Las matanzas religiosas en la Europa Medieval y renacentista son un hito en la historia, como “la matanza de la noche de San Bartolomé” en París en 1572, la cual duró varios meses. En el último “auto de fe” realizado en España fue en 1826, el maestro de Ruzafa, Cayetano Ripoll, fue condenado a ser ejecutado en la horca y quemado después, en Valencia por hereje.

Cortés reiteradamente en sus Cartas de Relación manifestaba que Dios estaba de su parte y que era voluntad divina someter esas tierras y a sus habitantes a la “verdadera religión” y al “verdadero Dios”.

El miedo que tenía Cortés y algunos miembros de la expedición de regresar a Cuba y ser juzgado por traidores y ejecutados.

Cortés sabía que el gobernador de Cuba contaba con el permiso real, solo para explorar y rescatar oro. Velázquez estaba negociando en la corte la licencia para conquistar las tierras descubiertas, ya había “invertido” en dos expediciones anteriores, la de Francisco Hernández de Córdoba y la de Juan de Grijalva, quien afirmó que existía mucho oro en esas tierras. Por ello, propuso la siguiente expedición a otros españoles, quienes la declinaron por el gran porcentaje que pedía Velázquez a cambio de sub— concesionarla. Cortés aceptó la leonina oferta, planeando desde el principio traicionar a Diego Velázquez. Cortés tuvo que adelantar la partida porque el gobernador había decidido retirarle la confianza y poner a otro capitán.

De este modo Hernán Cortés salió prófugo de la ley de Cuba. No solo traicionó a Velázquez, sino a los inversionistas que habían financiado la expedición. Era su plan entrar en trato directo con la corona y quitar de en medio del negocio al gobernador de Cuba. Sin embargo, en la expedición había gente de Velázquez y hasta un pariente. De modo que desde la salida de Cuba empezó a crearse un estado de inconformidad y enfrentamiento entre los expedicionarios que terminará con el hundimiento de las naves en Veracruz, con las que pensaban regresar preso a Cortés y entregarlo a la justicia de Cuba. El retorno a Cuba significaba para Cortés y sus más allegados la ruina económica y hasta la muerte. La conciencia de que estaban solos en medio de un mundo más poderoso, en donde la presencia del demonio era una verdad ineludible y aterradora.

Es curioso como los historiadores hispanistas escriben mentiras sobre mentiras y juzgan los “hechos históricos” desde el presente, sin tomar en cuenta el momento histórico que se vivía en ese momento.

En primer lugar tenemos que decir que en 1519 los españoles no tenían ni la remota idea que estaban frente a una de las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo del mundo. Ni que estaban desembarcando en un inmenso continente, ellos pensaban que estaban tocando “ otra inmensa isla como Cuba”.

Que en el Siglo XVI “la existencia del diablo era una cosa verdadera”, como hoy existe para el hombre moderno la inflación. Y que los pueblos originarios eran hijos y adoradores de las poderosas fuerzas del mal, “muy ciertas y muy verdaderas”. Que ellos, pequeños en número, enfrentados entre sí, mal armados y peor entrenados, porque no eran “un ejército” y no eran “soldados”. Solo un puñado de aventureros y empresarios en una industria basada en la piratería, donde robar y matar era el objetivo. Cortés y sus filibusteros entre más se internaban en el Anáhuac, más indefensos y desprotegidos se sentían, ante un mundo desconocido y totalmente asombroso. Debe de recordarse que la ciudad más grande del mundo en 1519 era justamente México—Tenochtitlán y que ningún europeo de la expedición había visto ciudades, arquitectura, urbanismo y organización social como la que veían en el Anáhuac.

Lo que los movía a avanzar era la codicia. El miedo a la quiebra económica, pues muchos habían invertido todo su capital en la expedición y la amenaza que representaba el jefe de la cuadrilla de salteadores, pues sabían que Cortés se la estaba jugando el todo por el todo y que retroceder, significaba para él, en el mejor de los casos la cárcel o la pena de muerte.


  1. Juan Ginés de Sepúlveda, (España 1490—1573). Humanista, filósofo, jurista e historiador español del siglo XVI quien trató de justificar el holocausto de la conquista argumentando la superioridad racial y cultural española.
  2. “Los autos de fe” fueron una manifestación pública de la Inquisición. Los autos solían realizarse en un espacio público de grandes dimensiones (en la plaza mayor de la ciudad, frecuentemente), generalmente en días festivos. Los rituales relacionados con el auto empezaban ya la noche anterior (la lamada "procesión de la Cruz Verde") y duraban a veces el día entero.