Carta tercera y última: I editar

Muy señor mío: «Ana, dice el Diccionario de ustedes, del griego , repetición, cifra de que usan los médicos para denotar que ciertos ingredientes han de ser de peso o partes iguales».

Por partes vamos a ir nosotros, si usted no lo toma a mal, para librarnos de las confusiones a que el Diccionario nos invita con esas pocas palabras. Por lo pronto, se ve que que el griego del Diccionario no es la preposición inseparable española, tomada del griego, que buscamos. Si fuera esta, diría como y en otras: preposición inseparable, del griego . Y esto, a saber, que para el Diccionario no se trata de la preposición, lo confirma lo que dice después: «Cifra que usan los médicos en sus recetas», etc.

Conste que no se trata de nuestra preposición. Falta esta, como tantas otras. Bien; pero es el caso... que ese mismo del Diccionario... es preposición también, aunque él no lo diga. Según él lo dice, parece un sustantivo: parece que en griego significa repetición.

El Diccionario no debe de estar muy seguro de lo que es, porque ni lo llama sustantivo, ni adjetivo, ni preposición, ni nada. No hay ninguna inicial ni abreviatura de las que indican la condición gramatical de la palabra, según la naturaleza etimológica de esta. ¿Qué es ana? Una cifra. Pero, y una cifra, ¿qué es? -Sustantivo. Pues este de la Academia no es sustantivo, ni parte alguna declinable... ni indeclinable. Pero significando una cifra y viniendo de repetición, debe de ser un nombre sustantivo... Pues no hay tal cosa; no es cierto que en griego signifique repetición, como parece decir, y, en efecto, dice el Diccionario. Lo que hay es que es preposición de acusativo (según Leopold también es caso de dativo en los poetas épicos y líricos y en los coros trágicos, y aun de genitivo, pero esto no nos importa aquí), y esta preposición, que ya veremos lo que significa cuando entre en composición en el mismo grupo, puede significar una relación de dirección hacia un lugar superior, y también de repetición, como en latín re-retro, v. gr., anablastano, regermino. De modo que el Diccionario, que enab y en peri, y en otras palabras del mismo orden pone todos los pelos y señales para que se sepa que se trata de partículas o preposiciones inseparables en español y tomadas del latín o del griego, otras veces, en caso igual, calla; y calla cuando más falta hacía explicarse para saber qué diablo de palabra era ese y para comprender que no significaba en griego repetición, así sin más, sino que... sino que vea usted la que se debió haber dicho:

Ana, prep. del griego; , prep., y después distinguir: en composición significa (1, movimiento ascendente; 2, repetición). Y después podría venir lo de la cifra, y ya se comprobaría por qué se llamaba así la tal cifra y, lo que importa más, lo que era ana.

Por supuesto que este , preposición griega, lo encontramos en muchísimas palabras del Diccionario, y él mismo lo confiesa; unas veces sí y otras no, según su costumbre.

Y también, según su costumbre, hace a la tal preposición significar lo que mejor le parece, hasta el punto de que una vez la traduce, siendo preposición, fíjese usted, por un adjetivo.

Véase la clase: Anacardo de , semejante, y cardia, corazón. ¿Qué propiedad de lenguaje es esa? ¿Cómo ana ha de significar semejante? Lo que hay es que el anacardo, árbol de la India, tiene, según el Diccionario, el fruto acorazonado, y por eso le plantó al el semejante, y es claro que significa, según dice Leopold correctamente, relación de causa, modo (esto es) et ratione. Pudo decir: ava, a modo de.

Muchas cosas pudo decir, pero no semejante. En otra parte significa de nuevo, y más abajo contra. Eso es engañar al público. No es así como se explican las cosas. Ana sí puede significar contra; pero no... no es eso lo que quiere decir cuando se trata de anacronismo. Dice la Academia: Anacronismo, de ana, contra, y cronos, tiempo. Siendo así, anacronismo debe significar contratiempo; ello mismo lo dice. Pues, no, señor; significa, según la Academia, «Error, que consiste en suponer acaecido un hecho antes o después del tiempo en que sucedió».

Y, en efecto, anacronismo no significa contratiempo, si bien tampoco significa exclusivamente el error de que habla la Academia, sino otras muchas cosas que no siempre son errores (pues lo «anacrónic» o no se refiere sólo al pensamiento), y que no se reducen a atribuir lo acaecido en un tiempo a otro. Y prueba de que es así, es que la Academia dice antes: «Anacrónico, que adolece de anacronismo»; y todos saben que se llaman anacrónicas muchas cosas que no adolecen de ningún error, porque no pueden errar, porque no tienen con qué. Si la Academia hubiera explicado bien el anacronismo, no hubiera estado tan mal traducir ana por contra en esta ocasión.

En otra parte ana ya no significa semejante, un adjetivo y sino cambio, un sustantivo. Y es lo que ya dije más atrás: el Diccionario hace significar a las palabras que entran en composición lo que le conviene que signifiquen, para explicar lo que él sabe que significa el compuesto. Esto unas veces; otras, en lugar de seguir su capricho traduciendo preposiciones por sustantivos y adjetivos, se atiene al significado literal de una de las acepciones de la preposición, y aunque le pegue al simple como a un Cristo dos pistolas, se lo encaja. Pero dejome de reflexiones.

Dice el Diccionario: «Anagrama, del gr. ana, cambio, y gramma, escritura». ¡Qué gana de hacerlo mal! Eso significaría entonces cambio de escritura. Y no hay tal; dejando ya lo de , cambio, que pudo decirse con más propiedad, hay que notar que (gramma) no significa escritura, sino letra, quod scriptum est. Pues eso es escritura, dirá alguno, quod scriptum est; no señor, escritura tiene su modo de decirse en griego: se dice (grammateia), eso, eso significa escritura. ¿Y quién duda que la acepción principal y más corriente de anagrama es cambio (pase el cambio) de letras? Cambio de lugar, por supuesto.

Después, el Diccionario admite muchas palabras griegas que empiezan por ana, y no dice si en efecto se componen de nuestra preposición y debía decirlo, porque si no, se puede entender que cuando él no lo apunta, no hay tal composición, y, sin embargo, si la hay muchas veces, aunque otras no, siquiera pueda parecérselo al que no sepa griego ni por el forro. Y los maliciosos, vuelta a maliciar si no se explicará la Academia en tales casos por no saber cómo explicarse.