Carta segunda: II

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Pero déjome de diálogos, y voy a ser metódico, no se me vaya a tomar a mí por una corporación. Diálogo... perigeo. Apunte usted estas dos palabras para luego, que han de venir a colación cuando el método lo exija.

Las preposiciones griegas que en español se convierten en inseparables cuando se aprovechan para componer palabras nuestras, son muchas y de varias clases; el Diccionario incluye algunas, tratando de ellas en artículo aparte, y olvida otras, las más, como dije antes, sin criterio alguno en tal selección. Al probar esto con hechos, tengo que seguir un orden. ¿Cuál? Para que no diga Quintilius que no cito con muertos, voy a remontarme al primer libro que se imprimió en griego; fue en Milán, allá por los años de 1476. Se trata de la Gramática de Constantino Lascaris, gramático que después de la toma de Constantinopla pasó a Italia y enseñó griego a la hija del duque de Milán. (¿Eh, soy yo erudito?)

Pues bueno; el Sr. de Lascaris dice, sin quitar ni poner:

Tón de protheséon (proceséon no significa la procesión, señor Tejado) oktokaideka ousón, ex eisi monosyllaboi, en, eis, ex, syn, pros, pro; duodekaideka de dysillaboi -383- ana, kata, dia, meta, para, anti, epí, peri, anfi, apo, hypo, hyper.

Todo esto quiere decir, que de las dieciocho preposiciones (griegas), seis son monosilábicas, a saber: en, eis, ex, sun (sin), pros, pro, y doce de dos sílabas, ana, kata, dia, meta, para, anti, epi, peri, anfi, apo, upo (hypo), huper (hyper).

Vamos ahora a ver cuáles de estas preposiciones admite el Diccionario que entren en composición de palabras españolas; todas las que estén en este caso es claro que tienen el mismo derecho que peri () para ser registradas por la Academia en artículo aparte. -Para evitar confusiones, dejo algunas de las preposiciones monosilábicas que son iguales o muy semejantes a otras latinas. Comienzo por (sun, syn; cum, en latín, en español, con).

El Diccionario no habla de sin (que es nuestro sun) no le consagra artículo como a peri. -El sin de que trata el Diccionario es el nuestro, el español, que significasine en latín, y es preposición separativa, todo lo contrario de nuestro syn griego, que significa con. ¿Es que: no hay palabras compuestos de syn en castellano?

¡Sabe Dios cuántas! El Diccionario, a los pocos renglones de hablar de syn, sin acordarse del griego para nada, escribe: Sinagoga (del griego ; de , reunir) y después sinalefa, sinapismo, síncope, sincretismo, sincróniro... y aquí es donde por vez primera se hace cargo de que estas palabras se forman con sun, sin, y dice: de con, y tiempo; y después vienen sindéresis y síndico, y aquí vuelve a decir lo de sun, sin, , con. Detrás aparecen sinécdoque, sinéresis, sinfonía, sinoco, sínodo, sinónimo, etc., etcétera51, y el Diccionario repite lo de sin, con () cuando le da la gana; y cuando no, se calla y copia la palabra entera griega sin descomponerla. Y todo ello sin criterio fijo; porque no sólo no recuerda el =concuando la palabra es doblemente compuesta; aun en aquellas voces en que no hay más que (sin) y el simple, se abstiene de descomponer y analizar cuando le parece bien. O haber citado el sin, con, por separado una sola vez, la primera que se encontrase, o ponerlo siempre que el caso fuera igual. Pero no, señor; el Diccionario hace lo que quiere, y se acabó. Algún malicioso podría creer que los académicos se abstenían de analizar el vocablo cuando no sabían si el sin, primera sílaba, era o no era la preposición . Pero tampoco debe de ser esto, porque hay varias palabras en que no puede caber duda al más zote de que se trata de la preposición syn y las voces son compuestos de sun y el simple, y, sin embargo, el Diccionario no las descompone. Nada, nada, que no hay más que lo dicho: arbitrariedades, falta de método, porque son todos los que trabajan. (¡Qué han de ser todos!)

Este sun, syn, con, sólo rige dativo (datiké moné suntasetai)dice Lascaris (don Constantino) (porque hay otro.) Por lo cual la Academia no se embrolla, gracias a la igualdad de significado de la preposición. Ya la veremos en otras.

No sucede lo que con sun (sin)con pros, la cual gueniké, kai datiké, kai aitiatiké syntassetai, es decir, rige, o se construye con genitivo, dativo y acusativo. Pues ya puede regir todo lo que quiera, porque el Diccionario no le hace caso, y prescinde de ella como si no rigiera nada... ni entrase en composición de palabra alguna admitida. Si entra tal, y el Diccionario le reconoce al decir: «Prosodia, de pros, hacia, y odé, canto», y aunque no explícitamente viene a reconocerlo en prosopopeyay otras palabras. De modo que, como siempre, omite el artículo correspondiente a esta preposición, porque le da la gana. Pero volvamos a la prosodia para ver qué modo tiene de señalar la etimología el Diccionario: de pros, hacia, y odé, canto. No se ve la tostada ni se ve la prosodia. Canto y hacia, júntense como se quieran, no dan, ni aproximadamente, la idea de prosodia. Lo de odéestá bien; odé significa cantus, carmen, canción, poesía, pero pros significa muchas más cosas que hacia, y para explicar el significado de prosodia por su etimología hay otros sentidos de pros mucho más adecuados. Y ahora habla Theil, autor a quien citaba el mismo Quintilius, si no recuerdo mal, y que yo cito, porque, su gramática tiene la autoridad de ser un extracto de la famosa del ilustre Rafael Kuchner.

Theil, dice que, con genitivo, pros significa un movimiento, una tendencia que tiene su punto de partida delante de un objeto, y añade: «se emplea sobre todo (con genitivo) cuando se trata de determinar la posición de un lugar: oikein pros notou anemon, habitar hacia el Sur: en latín se dice: ab Oriente ab Occiden te habitare».

Bueno, este es el hacia de la Academia; pero, ¿qué tiene que ver la prosodia con esto? Pros significa también ante, a favor de, y una relación de causa, de versión, de creación, todo esto sin salir del genitivo. Con dativo significa permanencia, reposo ante un objeto o cerca de él; también significa atención a una cosa, ocuparse de ella, y, por último, relación de dependencia.

Con acusativo, significa el objeto; la dirección, el movimiento hostil o amistoso hacia un objeto, el tiempo aproximado, la conformidad al punto de vista, la causa el fin propuesto, etc., etc. ¿No ve claro el señor Quintilius que, entre tantas acepciones apuntadas, la de hacia es de las más lejanas de lo que puede significar pros en prosodia? Me he detenido en esta palabra, como lo haré en diálogo y perigeo y otras, porque prueba la falta de atención con que se ha tratado esta materia de las etimologías en cuanto a la preposición. La Academia coge una preposición griega, y entre los muchos, significados que puede tener, toma el primero que encuentra, y lo aplica a diestro y siniestro. ¿Es, esto formalidad?

Y basta de pros y vamos a pro.

Pro, dice el Diccionario, del latín pro. De modo que del progriego tampoco se acuerda. ¿Es que no incluye palabras que se compongan con el pro griego? No, señor; es, como siempre, que no le da la gana acordarse del tal pro hasta que truene. Es decir, ni siquiera cuando descarga el primer trueno, que es este (el primero, claro; porque confuso, sordo, hay antes otro). Problema del gr. problema, de proballo, lanzar hacia adelante. -Aquí, como se ve, ya era ocasión de estudiar el pro, separado de ballo, pero el Diccionario no quiere. No oye el primer trueno. Viene Proceleasmático, y tampoco; como si cantara. El Diccionario no oye. Se necesita que la Academia mire a las estrellas, para que conozca que está tronando. En efecto, llega a Proción, estrella muy notable, y aquí se hace cargo, y dice: del gr. Prokyon; de pro, delante, y kion, perro... Después viene procítico de proklino, inclinar hacia adelante, y vuelta a callar. Y así discurriendo, como dice Valera, la Academia, sigue con pro el mismo método que con sun y con pros; el de no seguir ninguno.

¿Por qué, en igualdad de circunstancias, analiza unas palabras compuestas y otras no? ¿Por qué analizar, v. gr., prólogo y no prolepsis? ¿Por qué dice propileo, v. gr.: propylaion, pórtico, vestíbulo; de pro delante y pylé, puerta; y en cambio se calla en propóleos, y no suelta más prenda que esta: «Propóleos, m., del latín propólis, del gr. própolis. Betún con que las abejas bañan las colmenas o vasos antes de empezar a obrar». Por no explicarse la Academia, por no descomponer y analizar ese propólis, me quedo yo lleno de dudas en punto a la legitimidad con que del propólis latino y del própolis griego, se sacó propóleos con el significado de betún con que las abejas, etc., etc.

Por lo pronto, el marqués de Abrantes y Raimundo de Miguel no sabían que el latín propolis significaba propóleos, pues dicen sólo que es un aceite con que las abejas, etc., etc., Se ve que el propóleos no le han inventado los académicos, ni ahora aparece por primera vez en el Diccionario; pero lo que yo pregunto es esto: ¿por qué propóleos, si en griego y en latín es propolis? ¿Es porque se forma la palabra con el genitivo? No. ¿Es porque?... En fin, expondré mis confusiones para que me las resuelva quien pueda. Si en griego hay una palabra igual a propoleos, sin necesidad de recurrir a propolis, de ella parece que debe de venir nuestro betún de abejas. En efecto, abro el Diccionario greco-latino de Leopold (Lexicón græco-latinum manuale ex optimis libris concinnatum, Lipsiae, 1869) que es autor de los más recomendables, si no el más, en nuestros días, como aseguran ilustres profesores y no me negará Quintilius; pues bien, en Leopold encuentro (pág. 795) propóleos on, suburbanus... y nada más.

No puede ser esto. ¿Qué tiene que ver suburbanus con el betún o aceite que las abejas, etc., etc.? Sigo leyendo: propoleuóleó: sumpropolos, ministro...

Tampoco puede ser esto: sigo: propolios on, ante tempus canescens... tampoco puede ser esto. Sigo: propolis, eos, e; ¡ya está!, esto es; en efecto, tenemos propolis y el genitivo propoleos (con omega) luego esto es... ¡Ay!, tampoco. Porque eso no significa aceite ni betún, sino, como ello mismo lo dice, pars urbis proxima ad aditum, parte de la ciudad próxima a la entrada... y nada más, nada de aceite ni betún.

Luego aún no ha parecido nuestro propoleos. Propoloson, significa famulus, minister, y aunque hay criados, fámulos que dan betún a las botas y ministros que se dan charol... no es tampoco el propoleos que buscamos. Y en Leopold no hay más palabras que tengan forma igual o parecida a la que se quiere.

Dejemos al Sr. Dr. E. F. Leopold. Al fin su lexicón es un manual, y aunque optimis libris concinnatum, ello es que no contiene todas las palabras, aunque sí las propiamente clásicas. Él mismo lo dice: Itaque omnia quidem verba, quæ apud classicos, qui vocantur, scriptores reperientur, cum significationibus suis recepta et exposita sunt: verum quæ è lexicis tantum vetustis et glossariis, ut Pollucis, Hesychii, Suidæ, aliorum proferuntur, non a certo adhibita auctoribus, ea in hac quoque altera editione sunt praetermissa...»

Bueno; en vista de que el señor Leopold no admite las palabras de los léxicos y glosarios de autores vetustos, vamos nosotros a ver si en esos autores parece el propoleos, betún de abejas. Confieso que de los que cita Leopold no tengo a la mano más que a uno, a Suidas, compilador griego que se cree vivió hacia el siglo XI. De él no se sabe nada a punto fijo, ni siquiera si es el autor del Lexicón que lleva su nombre. Pero, sea o no sea, vamos allá. Abro, después de limpiarle el polvo, Suidæ Lexicon greco-latino; busco, busco... y nada, no parece nuestra palabreja. Encuentro muchas de las que ya hemos visto en Leopold; pero la nuestra no, no hay tal propoleos, ni propolis, betún.

Y me voy con la música a otra parte: Thesaurus græcæ linguæ ab Henrico Stephano constructus. Busco, busco... y tampoco parece mi betún.

Pero... ¡al fin!, llego a un lexicón greco-latino publicado en Basilea hace muchísimo tiempo, y compuesto con auxilio de otros trabajos filológicos escritos per G. Bedacum, J. Tusanum, E. Gesnerem (auctorem damnatum), H. Junium, R. Constantinum (auctarem damnatum), M. Hopperum (auctorem damnotum), etc., y, encuentro lo que busco, o poco menos, en ese repertorio donde hay tantos autores condenados.

Y leo, propolis ios, (ios, no eos.)femenino. Crasior materia et viscosa infandamentis opera quæ apes instituunt.

Propolis, Plinio. (Y según Miguel, Celso.)

¡Gracias a Dios! Ya tenemos nuestro betún explicado, aunque sea por autores condenados. Pero ¡horrible duda! ¿Por qué si es propolis propolios femenino, la Academia convierte el propolis en propoleos masculino? ¿Por qué no dijo propolios a lo menos? ¡Pues apenas va diferencia de uno a otro! Diciendo propóleos no hay más remedio que sacar la palabra de propolis propoleos, compuesta de pro y polis, poleos, ciudad.

Y de la ciudad y sus compuestos, no puede salir el betún con que limpia la Academia; y así, aunque recordemos que poleos en la forma dórica es polios, nada tenemos adelantado, porque no salimos de la ciudad, y por aquí no asoma el betún.

Nada de lo dicho significa que yo niegue la legitimidad del propoleos, de la Academia, sino que digo que por no explicarse, da ocasión a todas estas confusiones. De mi humilde investigación resulta que, cuando más, debía decirse propolis o propolios. Claro que me equivocaré; pero, ¿por qué no se explica la Academia? Y no se me venga con que las sinodales de Zaragoza hablan de propoleos, porque no se trata de eso, sino de exponer la etimología de la palabreja, y justificar su forma actual. En fin, veremos si Quintilius u otrus nos lo explica todo.

Otras cosas vienen detrás, que ni Dios (y usted perdone) las explica. Pero no adelantemos los acontecimientos, como decían antes las novelas. Por hoy basta.

En la carta próxima, que procuraré que sea la última, y en la que hemos de ver lo mejorcito (v. gr., díptero, diálogo, perigeo, etc., etc.), comenzaremos por la preposición ana. Esta tampoco la tiene el Diccionario, y eso que habla de otro griego. Pero tienen ojos y no ven.