Méjico (Viajes) 3

​El Museo Universal​ (1869)
Méjico (Viajes) 3


MÉJICO
Continuación.

El espectáculo de los toros no tiene verdaderamente atractivo, si no es la primera vez que se le ve. Entonces se goza del brillante aparato de la plaza. La alameda es un bello parque situado en el centro de Méjico: sombras de árboles, flores que espontáneamente brotan, aguardiente y una fontana bastante notable, hacen de este sitio un paseo agradabilísimo, pero casi únicamente destinado al usa de los niños y gente pacífica. Allí se ve al hombre estudioso con su libro en la mano; á la costurera que aguarda á su novio, y á veces á alguna que otra señora.

El paseo de las cadenas que se estiende al pie de la catedral sólo es frecuentado por las noches, en las que la sociedad se reúne al resplandor de la luna tan espléndida en estos climas. Las señoras van muy compuestas cubriéndose la cabeza con el clial para protegerse del fresco de h noche. Las bellas hacen aquí alguno.prisioneros y los caballeros algunas conquistas. El pueblo de Méjico se compone de mestizos de todos colorea y de algunos indios, que suministran al comercio los sirvientes de ambos sexos, los cargadores y los aguadores. En los arrabales hormiguean mujeres y niños derrotados, que viven en miserables moradas. Estos seres ofrecen el aspecto de una población enfermiza por el mal aire, el mal alimento y peores costumbres. Los frailes y los padres son muy queridos de los léperos. Se tratan de padres á hijos, y éstos habitan casi todos casas llamadas de vecindad, pertenecientes al clero ó á las corporaciones religiosas. El uno es siempre deudor del otro; y asi es, que los p idres pueden con toda segurid ni recorrer los campos. Rara vez f>s desbalijan y sólo algún desalm ido se atreve á pedirles la bols i ó la villa. Pero sigamos con los monumentos de la ciudad y sus cercanías. El mas importante sin duda es la catedral, que forma el lado Norte de la plaza de armas, como el palacio el Este, la diputación el Sur, y el pórtico de las Ihmas el Oeste. Comenzada bajo el reinado de Felipe II en 1573, la catedral no fue verdaderamente concluida hasta 1791, costando su fábrica 2.446,000 pesos. Visto desde la plaza, el edificio presenta el magestuoso aspecto de las iglesias de la segunda mitad del sialo XVI. La fichada es notable por el contraste de sencillez que forma con los demás templos de la ciudad. Tiene tres puertas, situadas entre dos columnas dóricas y correspondientes á las tres naves. Por encima de la puerta principal, dos pisos sobrepuestos y adornados de columnas dóricas y corintias, soportan un pequeño campanario de esbelta forma y coronado con tres estátuas que representan las tres virtudes teologales. A cada lado se elevan las torres de severo estilo que terminan en cúpula á una altura de 78 metros. El interior es todo dorado. Un inmenso coro ocupa loda la nave principal y se une por una galería de composición preciosaal altar mayor, que según me han dicho, es una imitación del cíe San Pedro en Roma. • Las dos naves laterales están destinadas á los fieles, y en ellas no se ven sillas ni bancos de ninguna clase. Las mejicanas que asisten al oficio divino, se arrodillan ó se sientan en el suelo. Los hombres permanecen de pie, pero se ven muy pocos en el interior de la iglesia, deteniéndose regularmente en la puerta para ver entrar y salir á las señoras. Entre los objetos de arte que posee la catedral, hay que recordar un lienzo de Morillo, conocido con el nombre de la Virgen de Belén, y que en verdad no es de las mejores obras del gran pintor; la iglesia sin embargo la guarda como el objeto más precioso. El lienzo esta en muy mal estado y pide una restauración inmediata. Citaremos también una Virgen de la Asunción, de oro macizo y peso de 1,116 onzas. La lámpara de plata, maciza también, colgada delante del santuario, costó 350,000 francos. También citaremos muchos diamantes, esmeraldas, rubíes, amatistas, perlas y zafiros, una multitud de vasos preciosos de oro y plata de un valor incalculable. La catedral encierra el sepulcro de Iturbide. En frente de la pared de la torre izquierda mirando ¡d Oeste, se halla el famoso calendario azteca, descubierto el 17 de diciembre de 1790 en las obras que se hacían para la esplanada del Empedradillo. Este calendario fue colocado en la pared de la catedral por órden del virey, que tuvo buen cuidado de conservarlo como el monumento más precioso de la antigüedad india. Podríamos hacer aquí un resumen de la obra de Gama en lo que concierne al calendario; pero careciendo de espacio, nos abstenemos de ello. Hé aquí el título de la obra, que el lector, si gusta, podra consultar. «Descripción histórica y cronológica de las dos piedras indias halladas en Méjico en 1790, por don Antouio de León y Gama.—Méjico, 1832. El sagrario es una inmensa capilla dependiente de la catedral. Allí se celebran los casamientos, los bautismos, etc., y la Divina Magestad está sin cesar de manifiesto para ia veneración de los fieles. Es imposible dejar de detenerse ante la puerta del Sagrario, y aunque el conjunto sea de bastante mal «usto, no puede uno ménos de admirar el extraordinario lujo de la ornamentación. Hemos hablado de la costumbre religiosa qúe impone á todo transeúnte la obligación de arrodillarse en la calle, ó á lo ménos pararse y descubrirse al paso del Viático. Encontramos en algunas crónicas de la época, que en otros tiempos era preciso unirse á la procesión y acompañara! sacerdote hasta la casa del enfermo. El virey mismo, no estaba exceptuado, y muchas veces se vió obligado á ponerse á la cabeza de la columna. Saliendo de Méjico por la puerta de Belén y siguiendo el acueducto que va hácia la parte de Tacubaya, se llega al castillo de Chapúltepec. Verdadero oasis en el valle, Chapúltepec se eleva sobre un montecillo volcánico de cerca de 200 pies, cubierto de espléndida vegetación, en que se ven magníficos sabinos, especie de cipreses, que suelen tener 75 y aun 80 pies de circunferencia. Chapúltepec es uno de los más antiguos recuerdos de Méjico. En el siglo octavo, según las antiguas crónicas, la colina era ya el asiento de una colonia de industriosos habitantes notables por su cultura. Durante un largo período, los pueblos nómadas del Norte se suceden y mezclan en este terreno siempre disputado, hasta que la vanguardia de las hordas mejicanas, acogidas por Jolotl, rey de los Cbichimecas, obtuvo permiso para fundar á Chapúltepec. Desde la fundación definitiva de Méjico, Chapúltepec se convirtió-en un lugar de peregrinación. Más tarde, entibiada la devoción popular, los reyes aztecas lo convirtieron en museo histórico, y sus rocas fueron destinadas á trasmitir á la posteridad la fisonomía de los grandes soberanos de Méjico. Axayacatl hizo colocar su estátua sobre una roca de la colina, y el padre Acosta dice haber visto bellos retratos en bajo-relieves de Motezuma II y sus hijos. En tiempo de este cacique, Chapúltepec vino á ser la residencia imperial timamente Miramon lo restauró haciendo de él su morada. Pero volvamos á Méjico. En la plaza de la Aduana, plaza siempre llena de carros y muías, está situado el convento de Santo Domingo, muy decaído ya de su antiguo esplendor. En tiempo de guerra civil sirve de fortaleza á los pronunciados, quienes desde lo alto de los campanarios hostilizan á sus enemigos, posesionados de las azoteas de las casas ó de las torres de los inmediatos conventos. El claustro de Santo Domingo ofrece un triste aspecto. Los cuadros que adornaban las galerías están hechos pedazos y las paredes ennegrecidas con el humo de la pólvora. La buena época de Santo Domingo, se remonta al tiempo de la Inquisición, de que fue asiento. Los anales hacen subir al año 1616 las fiestas que solemnizaron el primer auto de fe en Méjico. Cuarenta y ocho condenados sucumbieron en la inauguración del terrible tribunal, cuyos decretos se siguieron egecutando hasta principios de este siglo. No asi el convento de San Francisco. Situado entre la calle del mismo nombre, la de San Juan de Letran y Zuletta, cubria una superficie de mas de 60,000 metros cuadrados. Con sus magníficos claustros y sus bellos jarnines, era en nuestro

(Se continuará.)

z.