Escena V

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LUIS, RICARDO, JORGE, MOZO, AGUSTÍN, JULIÁN, AMELIA, MARÍA JULIA y LISANDRO.


(Aparece LISANDRO por la escalera.)


RICARDO.- ¡Guarda la que se arma!... ¡Fíjate quién viene!


LUIS.- Un demonio... No, no. Es peligroso... No hay que dejarlo. (Se levanta.)


RICARDO.- No seas pavo... Dejalo que se arregle. Nos divertiremos un rato...


JORGE.- Está claro... En todo caso, después nos metemos...


LUIS.- No sean idiotas... Yo me lo llevo... (Avanza al encuentro de LISANDRO y lo toma por un brazo.) Vení... tengo que hablarte...


LISANDRO.- (Desasiéndose.) Esperate un minuto... Tengo que decirle una cosa al mozo... A ese mozo de hoy. Se me ocurrió en la calle... No lo mato porque está muerto.


LUIS.- Dejate de zonceras y vení conmigo.


LISANDRO.- Soltame... soltame te he dicho...¿Sos capataz?... Largate pues... ¿Querés que te mate? Ya no tengo revólver, pero es lo mismo... Me dieron cinco pesos por él... Vamos a tomar un whisky... Pero aguarda que tengo que hablar con el mozo... (Avanzando.) ¡Mozo!... Oiga... (LUIS se le coloca a la derecha como para impedir que vea el grupo de JULIÁN y le obliga a converger a la izquierda, sentándose casi a la fuerza en la silla que él ocupaba, de modo que dé la espalda al otro grupo. AMELIA y JULIÁN, que se han erguido al reconocer a LISANDRO, permanecen un instante en azorada expectativa.)


JULIÁN.- (A AMELIA.) Siéntese... ni una palabra. (AMELIA se desploma en la silla y extiende los brazos ocultando el rostro.)


LUIS.- Che, Lisandro... Continúa la conversación de hoy... iba muy linda... Sostenías que los hombres de carácter son unos hombres... ¿Cómo era?...


LISANDRO.- No era así... verás... Pero hay que tomar algo, pues... ¡Mozo!...


MOZO .- (Que llega con dos botellas de whisky.) Aquí está su whisky...


LISANDRO .- (Sirviéndose.) Esto yo lo pago... Todo lo que se tome... Bueno... pues... lo que yo digo es que... no sé si lo dije... pero ahora lo he pensado bien... Sostengo que los hombres buenos, los hombres sensibles y de gran corazón son los únicos o los más propensos a contraer un vicio... Eso es... Y en cuanto tienen un vicio, están muertos... Por eso no me maté yo... ni lo maté al mozo... A los vivos, a ésos sí que se les mata... A ésos, sí... ¡Como a perros! (Suena un taponazo de champagne en la mesa de JULIÁN. LISANDRO, que iba a llevarla copa a los labios, vuelve lentamente la cabeza hacia un lado, y como le resulta incómodo hace el movimiento opuesto. Luego se incorpora y deja caer la copa al suelo y se queda unos instantes con su mirada idiota fija en el grupo.) ¡Amelia!... ¡Vos!... ¡Mi mujer!... Allí... (Avanza tambaleante.)


JULIÁN.- (Incorporándose.) ¡No se acerque porque lo mato!


LISANDRO.- (Deteniéndose.) ¡A mí! ¿Porqué?... ¡Es mi mujer ella!... ¡Mi Amelia!... (Avanzando.) Ella... ¡La misma! (De un salto se pone junto a él. Tumulto. Vocerío en todo el bar. Acuden Parroquianos y Mozos. Algunos se trepan a las mesas del fondo. Pasada la primera impresión de sorpresa, MARÍA JULIA, solícita, aparta a AMELIA, abriéndole paso entre la gente y se la lleva.)


LUIS.- (Queriendo separarlos.) Julián... Déjalo... Es un infeliz...


JULIÁN.- Eso es, voy a permitir que me mate. (Forcejea y lo sienta en el suelo.)


LISANDRO.- Pero... ¡si yo no le hice nada!...¿Por qué?... (Lo levantan.) ¡No le hice nada!... Estaba mi mujer allí... (A JULIÁN.) Me parece que yo no le he faltado al respeto...