Los intereses creados: Acto I, Cuadro primero, Escena III
ARLEQUÍN y el CAPITÁN que salen por la segunda izquierda.
ARLEQUÍN .-Vagando por los
campos que rodean esta ciudad, lo
mejor de ella sin duda alguna, creo
que sin pensarlo hemos venido a dar
frente a la hostería. ¡Animal de costumbre
es el hombre! ¡Y dura costumbre
la de alimentarse cada día!
CAPITÁN.- ¡La dulce música de
vuestros versos me distrajo de mis
pensamientos! ¡Amable privilegio de
los poetas!
ARLEQUÍN .-¡Que no les impide
carecer de todo! Con temor llego a
la hostería. ¿Consentirán hoy en
fiarnos? ¡Válgame vuestra espada!
CAPITÁN.-¿Mi espada? Mi espada
de soldado, como vuestro plectro
de poeta, nada valen en esta ciudad
de mercaderes y de negociantes..
¡Triste condición es la nuestra!
ARLEQUÍN.-Bien decís. No la sublime
poesía, que sólo canta de nobles
y elevados asuntos; ya ni sirve
poner el ingenio a las plantas de los
poderosos para elogiarlos o satirizarlos;
alabanzas o diatribas no tienen
valor para ellos; ni agradecen
las unas ni temen ías otras. El propio
Aretino hubiera muerto de
hambre en estos tiempos.
CAPITÁN.-¿Y nosotros, decidme?
Porque fuimos vencidos en las últimas
guerras, más que por el enemigo
poderoso, por esos indignos traficantes
que nos gobiernan y nos
enviaron a defender sus intereses sin
fuerzas y sin entusiasmo, porque nadie
combate con fe por lo que no
estima; ellos, que no dieron uno de
los suyos para soldado ni soltaron
moneda sino a buen interés y a mejor
cuenta, y apenas temieron verla
perdida amenazaron con hacer causa
con el enemigo, ahora nos culpan
a nosotros y nos maltratan y
nos menosprecian y quisieran ahorrarse
la mísera soldada con que
creen pagarnos, y de muy buena gana
nos despedirían si no temieran
que un día todos los oprimidos por
sus maldades y tiranías se levantaran
contra ellos. ¡Pobres de ellos si ese
día nos acordamos de qué parte están
la razón y la justicia!
ARLEQUÍN.-Si así fuera. . . , ese
día me tendréis a vuestro lado.
CAPITÁN.-Con los poetas no hay
que contar para nada, que es vuestro
espíritu como el ópalo, que a
cada luz hace diversos visos. Hoy
os apasionáis por lo que nace y mañana
por lo que muere; pero más
inclinados sois a enamoraros de todo
lo ruinoso por melancólico. Y
como sois por lo regular poco madrugadores,
más veces visteis morir el sol
que amanecer el día, y más
sabéis de sus ocasos que de sus auroras.
ARLEQUÍN.-No lo diréis por mí,
que he visto amanecer muchas veces
cuando no tenía dónde acostarme.
¿Y cómo queríais que cantara a1
día, alegre como alondra, si amanecia
tan triste para mí? ¿Os decidís
a probar fortuna?
CAPITÁN .-¡Qué remedio! Sentémonos
y sea lo que disponga nuestro
buen hostelero.
ARLEQUÍN.-¡Hola! ¡Eh! ¿Quién
sirve? (Llamando en la hostería.)