Los dioses de la Pampa: 24



Y cuando el pastor pampeano tuvo el Lazo y las Boleadoras, pronto se apoderó del caballo; probo su carne, y le gusto a la par, sino más que la de la vaca. Pan entonces para completar su obra, le hizo entender quede este animal podía sacar otros servicios, aprovechando su ligereza, y que sólo dominándolo, sería el verdadero rey de la Pampa.

Pero a Pan le gusta divertirse, y no le indicó los medios para lograr ese fin.

El Indio era ligero para correr; pero comprendió que otra cosa que andar a pie tenía que ser el recorrer la llanura, montado en el caballo, y entabló con él una larga lucha de astucia, de violencia y de paciencia.

Teniéndolo bien asegurado, creyó que cosa fácil sería tenerse sentado en él; y saltando encima, se abrazó con toda su fuerza del pescuezo del animal. Loco de terror, a la vez que enfurecido, éste pataleó, se abalanzó, corcoveó, se echó atrás y se revolcó en el suelo, tratando de aplastar al que quería ser su amo.

A golpes lo emprendió éste con él, entonces; y fue peor; a coces y mordiscones se defendió el animal indomable.

Y comprendió el hombre que más hacía la paciencia que la fuerza; lo acarició en vez de pegarle, lo acostumbró a verlo a su lado sin asustarse; a dejarse tocar; y cuando le pareció suficientemente preparado, volvió a saltarle en el lomo.

El caballo ahora temblaba, pero quieto se quedaba; tan quieto que el hombre no tenía necesidad de tenerse abrazado del pescuezo, pues ni siquiera se movía.

Los ojitos maliciosos de Pan y su boca burlona sonreían en silencio.

Confiado, se atrevió el jinete a sacudir al bagual un chirlo; y el bagual salió disparando con el hombre pegado a él, abrazado, sin resuello y con los ojos cerrados y los labios apretados.

Pan seguía sonriendo, y cuando el hombre, a la vez embriagado por la carrera vertiginosa y desconsolado de que fuera sin rumbo, se deslizó del bagual y volvió a pie, Pan le sugirió la idea de meterle en la boca, al caballo, un bocado de cuero, que atado con riendas, serviría para sujetarlo y manejarlo.

Dicen que el hombre entonces se prosternó a los pies de Pan, conociendo que era dios.