Los derechos de la salud: 03


Escena II editar

(Dichos y ALBERTINA)

LUISA.- (alborozada, yendo a su encuentro.) ¡Albertina! ¡Albertina!...

ALBERTINA.- (Retribuye las caricias extremosas de LUISA con cierto embarazo que no pasa inadvertido para ésta.) ¿Cómo estás, Mijita?... ¿Qué?... ¿Has llorado, Mijita? ¡Qué cara tan fúnebre! ¿Seguro que esta desalmada de Luisa te ha regañado?... ¡Qué perversidad! ¡A la madre y a la hijita de tanta gente!...

LUISA.- Llora por mí. Se le ha ocurrido que estoy enferma de gravedad, que estoy tísica; ¡nada menos!...

MIJITA.- ¡Oh, hijita!... (sollozante.)

LUISA.- Observa esos pucheros. Es muy capaz de soltar el trapo otra vez. (Abrazándola.) Pobre viejita. Tranquilízate. Te juro que nunca me he sentido tan bien.

ALBERTINA.- Efectivamente. Te ha probado la estadía en las Sierras. ¿Cuántos kilos? Y buenos colores y espíritu alegre. Mijita, ¿cómo se te han ocurrido semejantes cavilaciones?...

LUISA.- Tan indiscretas, sobre todo...

MIJITA.- Yo... yo... Yo me voy. (Se va deprisa, ahogándose.)