Los condenados: 34


ACTO III editar

Patio en el convento de la Esclavitud, de Berdún. A la izquierda, primer término, un portalón grande, por donde se entra de la calle. Una campana en la parte superior sirve para llamar desde fuera. En segundo término, una construcción baja, como pabellón o casa de jardinero, con puerta pequeña. A la derecha, segundo término, construcción románica, con pórtico monumental, que conduce a las dependencias del edificio, claustros, iglesia, celdas. En primer término, y adosada a los machones de sillería secular, una construcción moderna, que es la enfermería, con puerta. Al foro, rompimiento de emparrado que da paso a la huerta, de frondosa vegetación. Es de día.


Escena I editar

GINÉS, en mangas de camisa, con una cesta de flores, que va escogiendo para formar ramos, y entregarlos a SOR MARCELA.


SOR MARCELA.- Verdaderamente, Ginesillo, yo le creí perdido para siempre.

GINÉS.- Perdido, ¡ay! Yo también me lo creí.

SOR MARCELA.- Pero, con el favor del cielo, has vuelto a esta santa casa, donde te criaste.

GINÉS.- Más que favor, Madre Marcela, milagro de Dios ha sido mi vuelta.

SOR MARCELA.- ¿Milagro?

GINÉS.- Sí, señora.

SOR MARCELA.- ¿Y cómo has venido?

GINÉS.- En el propio caballo de Santiago.

SOR MARCELA.- De don Santiago Paternoy. Ya nos lo contó él. Pues, mira, le hizo gracia. Confiesa, Ginés, que eres un pillo.

GINÉS.- ¡Bendito animal! Volaba.

SOR MARCELA.- Y no sé cómo la Madre Superiora te admite después de dos años de correrías escandalosas entre gentes de mal vivir.

GINÉS.- He visto mucho mundo.

SOR MARCELA.- Mundo malo, ¡ay!

GINÉS.- ¿Y qué? Debemos conocer también lo malo para evitarlo. Iterum impiorum vigilate...

SOR MARCELA.- ¡Calla, tonto!

GINÉS.- Si lo dice David... Y otra cosa: en el perverso mundo aprende uno a expresarse con gracia y soltura, y a pronunciar cada voquible como Dios manda.

SOR MARCELA.- ¿También eso?

GINÉS.- Habrá notado usted que me expreso como un caballero. Total, que antes rebuznaba, y ahora... hablo.

SOR MARCELA.- En efecto: has vuelto un poco más fino; menos ganso, quiero decir. ¡Ea, ya tenemos bastante! No cortes más. Con esto basta para adornar los altares. (Llaman a la puerta, y abre GINÉS.)