Leyenda de Al-hamar: Libro de los alcázares
Libro tercero: el libro de los Alcázares
editar¡Granada! Ciudad bendita
Reclinada sobre flores,
Quien no ha visto tus primores
Ni vió luz, ni gozó bien.
Quien ha orado en tu mezquita
Y habitado tus palacios,
Visitado há los espacios
Encantados del Edén.
Paraíso de la tierra,
Cuyos mágicos jardines
Con sus manos de jazmines
Cultivó celeste hurí,
La salud en tí se encierra,
En tí mora la alegría,
En tus sierras nace el dia,
Y arde el sol de amor por tí.
Tus fructíferas colinas,
Que son nidos de palomas,
Embalsaman los aromas
De un florido eterno Abril:
De tus fuentes cristalinas
Sulcan cisnes los raudales:
Bajan águilas rëales
A bañarse en tu Genil.
Gayas aves entretienen
Con sus trinos y sus quejas
El afan de las abejas
Que en tus troncos labran miel:
Y en tus sauces se detienen
Las cansadas golondrinas
A las playas argelinas
Cuando emigran en tropel.
En tí como en un espejo
Se mira el profeta santo:
La luna envidia el encanto
Que hay en tu dormida faz:
Y al mirarte á su reflejo
El arcángel que le guia
Un casto beso te envia
Diciéndote: —«Duerme en paz.»
El albor de la mañana
Se esclarece en tu sonrisa,
Y en tus valles va la brisa
De la aurora á reposar.
¡Oh Granada, la sultana
Del deleite y la ventura!
Quien no ha visto tu hermosura
Al nacer debió cegar.
¡Aláh salve al Nazarita
Que derrama sus tesoros
Para hacerte de los Moros
El alcázar imperial!
¡Aláh salve al rey que habita
Los palacios que en tí eleva!
¡Aláh salve al rey que lleva
Tu destino á gloria tal!
Las entrañas de tu sierra
Se socavan noche y dia;
Dan su mármol á porfía
Ged-Elvira y Macäel;
Ensordécese la tierra
Con el són de los martillos,
Y aparecen tus castillos,
Maravillas del cincel.
Ni un momento de reposo
Se concede: palmo á palmo,
Como á impulso de un ensalmo,
Se levanta por do quier
El alcázar portentoso
Que, mofándose del viento,
Será eterno monumento
De tu ciencia y tu poder.
Reverbera su techumbre
Por las noches, á lo lejos,
De las teas á la lumbre
Que iluminan sin cesar
Los trabajos misteriosos,
Y á sus cárdenos reflejos
Van los genios sus preciosos
Aposentos á labrar.
¿De quién es ese palacio
Sostenido en mil pilares,
Cuyas torres y alminares
De inmortales obra son?
¿Quién habita el régio espacio
De sus cámaras abiertas?
¿Quién grabó sobre sus puertas
Atrevido su blason?
¿De quién es aquella corte
De galanes Africanos
Que le cruzan tan ufanos
De su noble Amir en pós?
En su alcázar y en su porte
Bien se lée su nombre escrito:
Al-hamar. —¡Aláh bendito,
Es la Alhambra! —¡Gloria á Dios!
Al-hambra
editar¡Salud, favorita bella
Del Amir mas poderoso!
¡Salud, tienda de reposo
De la gloria y el placer!
¡Vele Dios tu buena estrella,
Dichosísima señora!
¿Quién de tí no se enamora
Si una vez te llega á ver?
Al-hamar vertió en tu seno
De sus perlas los tesoros,
Te hizo perla de los Moros,
Puso reinos á tus piés.
Noble Reina, de labores
Tu real manto arrastras lleno
Y cada una de sus flores
UN soberbio alcázar es.
Hermosísima Africana,
Rie y danza voluptuosa:
Tu albo seno es una rosa
En lo fresco y lo gentil.
Regocíjate, Sultana,
Rie y danza sin pesares,
Que el compás de tus danzares
Llevarán Darro y Genil.
Rie y danza: ¿Quién descuella
Como tú en poder y gala?
¿Quién compite, quién iguala
Tu opulenta magestad?
Donde tú sientas la huella
Ván sembrando los amores
La semilla de las flores
Que perfuman tu beldad.
¿Dónde está la altiva reina
Que á la par de tí se ostente?
Dónde estéa la que su frente
Se corone como tú?
Son jardines tus cabellos,
Que aromado el viento peina
Cuando mayo prende en ellos
Tocas de verde tisú.
Diadema con que ciñe
Tu granada, son tus brillos
Del color en que se tiñe
Roja el alba al purpurar;
Tus diamantes son palacios
En gastados en cintillos
De murallas de topacios,
Que deslumbran el mirar.
Y esas bóvedas ligeras
Cual prendidos cortinages,
Y esos muros como encages
Delicados en labor,
De las manos hechiceras
De los Genios han salido,
Que en secreto ha sometido
A su dueño el Criador.
¡Régia Alhambra! ¡Aureo pebete,
Perfumero de Sultanas!
Tus arábigas ventanas
Son las puertas de la luz.
El Oriente se somete
A tus piés como un cautivo,
Y hace bien de estar altivo
De tenerte el Andaluz.
Jeneralife y Granada a vista de pájaro
editarEntre lirios al velado
El galan Jeneralife
Da al ambiente enamorado
Dulces besos para tí;
Como Ondina que ligera
Huyendo desde su esquife,
Vuelto el rostro á la ribera,
Se los da á quien queda allí.
¿Qué Sultan su alcázar tiene
De jardines enramado,
De una peña así colgado
En mitad del aire azúl?
Con los siervos que mantiene
El del Bósforo sonoro
No hará nunca á fuerza de oro
Otro igual en Estambul.
Del peñon en la alta loma
semejando está que vuela
Como rápida paloma
Que se lanza de un ciprés:
Mas si el ojo se asegura
De que inmoble está en la altura,
Le parece una gazela
Recostada entre una miés.
Sus calados peristrilos,
Sus dorados camarines,
Sus balsámicos jardines
De salubre aire vital,
De los Silfos son asilos,
Que, meciéndose en sus flores,
Cantan libres sus amores
En su lengua celestial.
Y en las noches azuladas
Del verano, oculta cita
Trae amantes á las Hadas
Sus caricias á gozar:
Y al rayar el alba hermosa
Que interrumpe su visita,
En sus alas de oro y rosa
Tornan vuelo á levantar.
Atalaya de Granada,
Alminar de escelsa altura
De la atmósfera mas pura
Colocado en la region
¿Qué no ven de cuanto agrada
Tus ventanas por sus ojos?
¿Qué se niega á los antojos
Del que asoma á tu balcon?
Junto á tí los Alijares
Ataviados á lo moro
En el rio de aguas de oro
Ven su gala y brillantez;
Mas allá, sobre pilares
De alabastro, Darlaroca
Con su frente al cielo toca,
Que la sufre su altivez.
A su par los frescos baños
De las Reinas granadinas,
Cuyas aguas cristalinas
Se perfuman con azahar
Y se entoldan con las plumas
De mil pájaros estraños,
Que se ván con grandes sumas
A las Indias á comprar.
A tu izquierda el montecillo
Cuyo pié Genil evita,
Reflejando en sí la Ermita
De los siervos de la Crúz:
A tu diestra el real castillo
Sobre el cual voltéa inquieta
La simbólica veleta
Del bizarro Aben-Abúz.
Mas allá los cerros altos
(Cuyo nombre y cuya historia
Dejarán dulce memoria)
Del Padúl y de Alhendin:
Y allá más los grandes saltos
De las aguas de la sierra,
Cuya eterna nieve cierra
De tus reinos el confin.
A tus piés Torres-Bermejas
Con sus cubos pintorescos,
Que avanzadas y parejas
Aseguran tu quietud:
Y bajo ellas, el espacio
Respetando del palacio
De su rey, los valles frescos
Donde habita la salud.
¡Oh pensil de los hechizos,
Bien amado de la luna!
¿Qué echa menos tu fortuna
En la gloria en que te ves?
Abre, avaro, antojadizos
Tus moriscos agimeces,
Y ve qué es lo que apeteces
Con Granada ante tus piés.
¿De tu vista caprichosa
Qué no alcanzan los deseos?
Sus mezquitas, sus paseos,
Su opulento zacatin,
Su Bib-rambla bulliciosa
Con sus cañas y sus toros:
De valor y amor tesoros
Albunést y el Albaycin:
Sus colmados alhoriles,
Sus alhóndigas rëales,
Sus sagrados hospitales,
Régias obras de Al-hamar,
Todo está bajo tu sombra
¡Oh floron de los pensiles!
De tus plantas siendo alfombra
Y encantándote el mirar.
¡Oh palacio de la zambra,
Camarin de los festines,
Alto rey de los jardines,
De aguas vivas saltador,
Real hermano de la Alhambra,
Pabellon de áuras süaves,
Favorito de las aves,
Y del alba mirador:
De los pájaros el trino,
De las áuras el arrullo,
De las fiestas el murmullo
Y del agua el manso són,
Dan al ámbito divino
De tu alcázar noche y dia
Una incógnita armonía
Que embelesa el corazon!
Encantando laberinto
Consagrado á los placeres,
Tú escalon del cielo eres,
Tú portada del Edén.
En tu mágico recinto
Escribió el amor su historia,
Y á os justos en la gloria
Las Huríes se la léen.
Al-hamar en sus alcázares
editarLiberal de sus erarios,
Protector del desvalido,
Fiel, lëal para el vencido
Y del sabio amparador:
Por amigos y contrarios
Estimado en paz y en guerra,
Es la egida de su tierra
Al-hamar el vencedor.
En la paz, rey justiciero,
Oye atento en sus audiencias
Y dá recto sus sentencias
Por las leyes del Korán.
En la guerra, compañero
Del soldado, bune guerrero,
Por valiento va el primero
Como va por capitan.
Ostentosa en aparato,
Costosísima en su porte,
A los ojos de su corte
Muestra su alta dignidad:
Pero al dar con tal boato
Real decoro á la corona,
Niega sóbrio á su persona
Lo que da á su magestad.
No dejado, mas modesto
En su gala y vestidura,
Da á su cuerpo limpia holgura
Y elegante sencillez:
Y recibe á su presencia,
Donde quiera al bien dispuesto,
Con cordial benevolencia
Al dolor y á la honradez.
Franco, afable, igual, sencillo
En su vida y ley privada,
En su pecho está hospedada
La leal cordialidad;
Y depuesto el régio brillo,
Los amigos de su infancia
En el fondo de su estancia
Hallan siempre su amistad.
Sus mas fieros enemigos
Los Amires castellanos
Le visitan cortesanos
Y le piden proteccion:
Y él les trata como á amigos,
Con sus nobles les iguala,
Les festeja y les regala
Sin doblez de corazon.
Moderado en sus placeres
Cual frugal en sus festines,
Da opulento á sus mugeres
Mesa opípara en su harén;
Pero no entra en sus jardines
Tierno amante ó fiel esposo
Hasta la hora del reposo,
Como á un príncipe está bien.
El Korán cuatro sultanas
Le permite, y como tales
En sus cámaras rëales
Alojadas cuatro están.
A las cuatro tiene vanas
El amor del Nazarita,
Mas ninguna es favorita
En el alma del Sultan.
Las almées y los juglares
De mas gracia y mas destreza
Tiene á sueldo, con largueza
Atendiendo á su placer:
Y en sus fiestas familiares
Las prodiga el noble Moro
Cuanto pueden amor y oro
Por espléndido ofrecer.
Es su harén del gozo fuente
Y de fiestas laberinto:
Estremece su recinto
Siempre alegre conmocion,
Y resuena eternamente
Por los bosques de la Alhambra
El compás de libre zambra,
De las músicas el són.
Al-hamar en tanto, á solas
Con sus íntimos cuidados,
En el bien de sus estados
Piensa inquieto sin cesar;
Y sobre las mansas olas
De aquel mar de dicha y calma
Brilla el faro de su alma,
Vela el ojo de Al-hamar.
Afanoso, inquieto, activo
Mientras dura el dia claro,
De los débiles amparo,
Peso fiel de la igualdad,
Sin quitar pié del estribo.
Sin dejar puerta, ni torre,
Mi mercado, ve y recorre
Por sí mismo la ciudad.
Por do quier con recta mano
La justicia distribuye,
Por do quier sagáz se instruye
De las faltas de su ley,
Y la enmienda soberano
Del bien de su pueblo amigo,
Porque sirva de castigo
Y de amparo de su grey.
Así el noble Nazarita,
Rey y luz del huerto ameno
De Granada, Edén terreno
Modelado en el Korán,
Sus alcázares habita
De virtud siendo rocío,
Siendo rayo del impío,
Y decoro del Islám.
Vencedor, nunca vencido,
Rey piadoso, juez severo,
En la lid buen caballero,
Y en la paz sol de su fé:
De sus pueblos bendecido,
De enemigos respetado,
Y de fieles rodeado,
El escelso Amir se ve.
Y así mora el Nazarita
Sus alcázeres dorados,
Misteriosamente alzados
Del placer para mansion.
Mas ¿quién sabe si él habita
Su morada encantadora,
Y el pesar oculto mora
En su régio corazon?
Triste, isomne, solitario,
Como sombra taciturna
Que á su nicho funerario
Un conjuro hace asomar,
A las brechas angulares
De su torre de Comares
En la lobreguez nocturna
Tal vez asoma Al-hamar.
Apoyado en una almena
De la gigantesca torre,
Del rio que á sus piés corre
Oye distraido el són,
Y contempla en los espacios,
Que la espesa sombra llena,
De su corte y sus palacios
El fantástico monton.
Pertináz á veces mira
Del fresco valle á la hondura,
Sombra, espacio y espesura
Anhelando penetrar:
Muévese allí el áura mansa
No más: de mirar se cansa,
Y el rostro vuelve y suspira
Melancólico Al-hamar.
¡Cuántas veces en la almena
Le sorprende la mañana,
Y al afan que le enagena
Treguas da su resplandor:
Y sin dar un hora al sueño
De Granado vuelve el dueño
De sí á echar lo que le afana,
De sí mismo vencedor!
Mas ¿quién lée sobre su frente
El oculto pensamiento
Que tras ella turbulento
Lleva al alma de él en pós?
Solo aquel que da igualmente
Las venturas y los males,
Y las dichas terrenales
Con el duelo acota. —Dios.
Dios, que terra y mar divide,
La eternidad sonda y mide,
Del espacio sabe el límite,
Y del mundo ve el confin.
Dios, cuya grandeza canto,
Y con cuyo nombre santo
Al libro de los alcázares
Reverente pongo fin.