Las vidas paralelas de Plutarco/Licurgo

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

LICURGO.



Nada absolutamente puede decirse que no esté sujeto å dodas accrca del legislador Licurgo; de cuyo linaje, peregrinacion y muerte, y sobre todo de cuyas leyes y gobierno, en cuanto á su estabiecimiento, se hacen relaciones muy diversas, siendo el liempo en que vivió aquello en que ménos se conviene. Algunos dicen que floreció contemporáneamente á lito, y que con él estableció la tregua Oilmpica; de cuyo númoro es el filósofo Aristóleles, que produce como testigo un disco que se guarda en Olimpia, en el que todavía se mantiene escrito el nombre de Licurgo. Los que ban dado la cronologia y sucesion de los reyes de Esparta, como Erastólenes y Apolodoro, lo bacen no pocos aãos anterior á la primera Olimpiada. Timeo sospecha que bubo en Esparta en diversos tiempos dos Licurgos, y los Bucesos de ambos por la excelencia se confundieron en uno, habiendo casi alcanzadó el más antiguo los tiempos de Homero; y áun algunos dicen que llegó á ver á este poeta. Tambien Jenofonte da å entender su antigüedad, diciendo que vivió cuando los Heraclidas; porque aunque en linaje fueron Heraclidas áun los últimos reyes de Esparta, en esto quiere significar que llama Heraclidas á los primeros de aquellos, inmediatos á Hércules. Mas en medio de esta confusion de la historia, para escribir la vida de este legistador procuraremos seguir, entre las diferentes relaciones, las que envuelvan ménos contradiceion, 6 es- Lên apoyadas en la fe de más acreditados testigos.

Aun el poeta Simónides no tiene por padre de Licurgo å Ennomo, sino á Prutanis; pero casi todos forman asf la genealogia de Ennomo y Lieurgo: que de Patrocles el de Aristodemo fué hijo Soo, de So Eurution, de éste Prutanis, de éste Ennomo, y de Enomo y su primera mujer Poludectes, y despues más jóven Licurgo de Dianasa, como lo escribió tambien Eutuquidas, baciéndole sexto en órden desde Patrocles, y undécimo desde Hércules. Entre Bus ascendientes se señaló mucho Soo, porque en su reinado hicieron los Esparciatas sus esclavos á los lotas, y adquirieron gran extension de terreno, quitándole á los Arcađes. Cuéntase tambien de esle Soo, que hallándose siliado por los Clitorios en un paraje áspero y falto de agua, convino en que les dejaria el terreno que por armas les babia tomado, si bebian de una fuente cercana él y cuantos con él estaban. Acordado asi, y sellado con el recíproco juramento, al encaminarse á la fuente con los suyos ofreció el reino al que no bebiese; pero nadie pudo eontenerse, y bebieron todos: entónces bajando él el áltimo, no hizo más que rociarse con el agua á presencia de los enemigos, y se marchó, reteniendo el terreno, porque no habian bebido todos. Mas aunque por estos sucesos logró mucha estimacion, no fué de ét, sino de su hijo de quien los reyes de su raza se lamaron Eurutionidas; porque parece baber sido Eurution el primero que reformó en la autoridad real lo que tenía de demasiado absoluta, comunicando el poder y congraciándose con la machedumbre; y de esta reforma, insolentándose de una parte el pueblo, y de otra haciéndose los reyes odiosos si querian usar de la fuerza, ó poco respetables si cedian por condescendencia y debilidad, sucedió que por mueho tiempo cayó Esparta en anarquia y desórden; y cste fué el que quitó la vida al padre de Licurgo que ya reinaba; porque meticndo paz en cierta riña, fué herido con un cuehilo ordinario, y murió dejando el reino á su bijo mayor Poiadectes.

Huerto éste de ali á muy breve tiempo, todos creian que le correspondia reinar á Licurgo, y entró á reinar basta que se supo que la mujer del hermano estaba en cinta. Cuando esto se divulgó, anuneió que el reino pertepecia al niño, si fuese varon, y declaró que él reinaba como tutor. Llaman los Lacedemonios á los tutores de los reyes prodicos. Sucedió que la cuñada le envis ocultamente Ehensajes, é hizo proponerle que queria deshacerse del preñado, con tat que casándose con él reinasen en Esparta. Horrorizóse del intento, pero no lo contradijo; ántes fingiendo que lo aprobaba y tenía á bien, le dijo que no era menester que ella se estropcara el cuerpo, ó se pusiese en peligro apretándose ó tomando hierbas, sino que 1 su cuenta quedaria deshacerse de él despues de nacido.

Entreteniéndola de esle modo hasta el parto, cuando entendió que cra llegada la hora de éste, envió personas que la observasen y estuviesen con cuidado en tos dolores, cor órden de que si lo que paria èra hembra, se entregase al punto á las mujeres; pero si fuese varon, se lo llevaran, estuviera en la ocupacion que estuviese. Estando, pues, éi comiendo con los magistrados, dió aquella á luz un varon, y vinieron los mipistros trayéndole el niño: tomole en los brazos, y se cuenta que dijo á los circunslanles: «0s ha nacido un roy, oh Esparciatas;» y que despues le coloco en el trono real, dándole el nombre de Carilao[1], porque todos s0 mostraban muy alegres, ensalzando su prudencia y su justicia. Vino à reinar en todo unos ocho meses. Era por otra parte muy bien visto de los ciudadanos; y en mucho[1] Xapd siguffca gozo, regocijo; de donde Be deriva este nombre.

mayor número que los que le obedecian como à tutor det Rey y depositario del mando, eran los que se le aficionaban por su virtud, y se mostraban prontos á cuanto les mandase. Habia, no obstante, quien le tenía envidia, y quien procuraba oponerse á sus aumentos viéndole todavía jóven, principalmente los parienles y familiares de la madre del Rey, la cual se miraba como agraviada; y el hermano de ésta, Leonidas, zahiriendo en una ocasion á Licurgo con demasiada osadía, se dejó decir que ya sabia que él babia de reinar, haciendo nacer sospecha, y sembrando contra Licurgo la ealumnia, si al Rey le sucedia algo, de que habia alentado contra él. Otras expresiones eomo esta le llegaban tambien de la cuñada: por tanto, incomodado con ellas, y temeroso por lo que podia ocultársele, resolvió evilar con su ausencia toda sospecha, y andar peregrinando, hasta que el sobrino, hecho ya grande, hubiese dado sucesor al reino.

Embarcándose con esta determinacion, se dirigió en primer lugar á Creta, donde se dió á examinar el gobierno que alti regia; y acercándose á los que tenian mayor concepto, admiró y tomó varias de sus leyes para trasladarlas y usar de ellas restituido á su casa; pero tambien hubo algunas quo no le parecieron bien. Con amistad y agasajo inclinó á que pasase á Esparta á uno do los que gozaban mayor opinion de sabios y politicos, llamado Tales: en la apariencia, como poeta lírico de que tenía fama, y para hacer oslentacion de este dote; pero en realidad con el objeto de que biciose lo que los grandes legisladores: porque sus canciones eran discursos que por medio de la armonía y el número movian á la docilidad y concordia, siendo de suyo graciosos y conciliadores, Asi los que lo oian se duluificaban sin sentir en sus costumbres, y por el deseo de lo honesto oran como atraidos á la union, del encono que era entónces como endémico de unos contra otros; y parecia en cierta manera que aquel preparaba el camino á Licurgo para la educacion. De Creta se trasladó Licurgo al Asia, queriendo, segun se dice, comparar con el régimen eretense, que era moderado y austero, la profusion y delicias asiáticas, como los médicos con los euerpos sanos los abotagados y enfermizos, para comprender mejor la diferencia de sus modos de vivir y de sus gobiernos. Descubriendo allí primero, segun parece, los poemas de Homero guardados por los descendientes de Creofito, y admirando en ellos entre los episodios que parece fomentan el deleite y la intemperancia, mezclada con gran artificio y euidado mucha politica y doctrina, los eopió con ánsia, y los recogió para traerlos consigo; pues aunque habia entre los Griegos cierta fama oscura de estos poemas, eran pocos los que tenian de ellos algun trozo dislocado, como los habia proporcionado el acaso; y Licurgo fué el primero que principalmente los dió á conocer. Los Egipcios creen que tambien los visitó Licurgo, y que admirado de la separacion que ellos más que otros pueblos hacian de la clase de los guerreros, la trasladó á Esparta, y confinando á los artesanos y operarios, formó un pueblo verdaderamente urbano y brillante; y en esto áun hay algunos escritores griegos que convienen con los Egipeios; pero que hubiese pasado tambien Licurgo á la Libia y á la España, y que habiendo corrido la India hubiese tratado con los Gimnosofistas, fuera del Esparciata Aristocrates el de Hipareo, no sabomos que lo haya dicho otro alguno.

Los Lacedemonios echaban mucho de ménos á Licurgo en su ausencia, y diferentes vcces le enviaron á llamar; porque en tos reyes no advertian que se diferenciasen en otra cosa del vulgo que en el nombre y los honores, y en aquél se descubria un ánimo superior, y cierto poder que atraia las voluntades. Aun á los reyes no era repugnante su vuelta, sino que más bien esperaban que, hallándose presente, la muchedumbre se contendria en su insolencia, Volviendo, pues, cuando los ánimos estaban ast dispuestos, TOMO 1.

7 inmediatamente coneibe el designio de causar un trastorno, y mudar el gobierno: como que de nada sirve ni á nada conduce una alteracion parcial en las leyes, sino que es menester hacer lo que los médicos con los cuerpos enfermos y agobiados con diferentes males, que exprimiendo y evacuando los malos humores con purgas y otros medicamentos, les hacen comenzar otro género de vida. Con estos pensamientos, lo primero que hizo fué dirigirse á Delfos; y habiendo consullado al Dios y héchote sacrificio, volvió con aquel tan celebrado oráculo en el que la Pitia le liamó caro á los Dioses, y Dios más bien que hombre, s te anunció que consultando sobre buenas leyes, el bios le daba é inspiraba un gobierno que se habia de aventajar á tcdos. Alentado con esto, reunió á los principales, y los exhortó á que con él tomasen parte en las novedade3: bien que ántes reservadamente babia tratado con sus amigos, y despues se habia acercado tambien á la muchedumbre, inclinándolos á su plan. Cuando legó el momento, encargó á treinta de los próceres que de madrugada se presentaran armados en la plaza, para consternar é intimidar á los que pudieran oponerse; y de estos Hermipo enumeró hasta veinte, los más distinguidos; pero el que más parte tuvo y más ayudó á Licurgo en el establecimionto de sus leyes se llamaba Artmiada. Como se hubiese movido algun alboroto, el rey Carilao tuvo miedo, porque decia que de todo se le haria autor, y se refugió al templo de Minerva; pero despues á fuerza de persuasiones y asegurado con juramentos, se alentó, y volvió á tomar parte en to que se hacía; porque era de ánimo apocado, tanto, que se cuenta que Arquelao, que reinaba con ól, á los que en cierta ocasion le celebraban, les dijo: «Cómo no ha de ser buen hombre Carilao, cuando ni siquiera para los malvados es áspero?»

Entre las muchas innovaciones hechas por Licurgo, la prineipal faé la ereacion del Senado, del que dice Platon, que unido á la autoridad real mal dispuesta, é igualado con ella en las resoluciones, sirvió para los grandes negocios de salud y de freno; porque estando eomo en el aire el poder, é inclinándose, ora por parte de los reyes å la tiranla, y ora por parte đe la muchedumbre à la democracia, equilibrado y contrapesado con la autoridad de los ancianos, que era á modo de un comun presidio, tuvo ya más seguro órden y consistencia; adhiriéndose los veintiocho aneianos á lbs reyes, siempre que habia que contrareslar á la democracia, y dando vigor al pucblo para evitar la tiranía. Y dice Aristóteles que se establecieron en este número, por- · que siendo treinla los primeros que se asociaron á Licurgo, dos por miedo abandonaron el pueslo; pero Esfairo dice que desde el principio fueron en este número los elegidos para dar dietámen, acaso por la calidad del número siete multiplieado por cuatro, y porque igual en sus partes despues del seis es perfecto; pero á mí me parcee que la más cierta causa de haberse nombrado los ancianos en este número, fué para que fuesen treinta entre todos, contándose con los veinliocho los dos reyes.

Tomó Licurgo con tanto cuidado este primer paso, que trajo de Delfos un vaticiņio, á que se da el nombre de Retra, y es de este tenor: «Edificando templo á Júpiter Sila- »nio y á Minerva Silania, conviene que tribuyendo tribus, »centuriando centurias, y creando un Senado de treinta »con los Arqueguetas, tengan éstos el derecho de congre- »gar segun los tiempos á los padres de familias entre Ba- »buca y Cnaquion, de tratar con ellos, y de disolver la »junta,» En este vaticinio tribuir tribus, y centuriar centurias, es dividir y repartir el pueblo en secciones, de las cuales á las unas se les llamó tribus, y á las otras centurias[2]. Arqueguetas se decian los royes; y congregar era[2] Dukh signiflca propiamente tribu; pero too no se sabe á qué correspondia. Los diccionarios le dan tambien el significado de tribu; pero no pudo ser que el pueblo de Lacedemonia estuviese distribuido en tribus y más tribus: ignorándose, pues, cuál era reunir en junta pública; porque quiso que se refiriese á Apolo el principio y la causa del gobicrno. Babuca y Cnaquion llaman ahora al rio Enunto; aunque Aristóteles dice ser Cnaquion el rio, y Babuca el puente. En el espacio que mediaba, se tenian las juntas públicas, sin que hubiese pórticos ni otro ningun aparato; creyendo que nada contribuian, sino que más bien dañaban estas cosas para el acierto, porque exeitan en los ánimos de los concurrentes ideas fútiles y vanas, cuando fijan la vista en las estatuas, en las pinturas, en los balcones teatrales, y en los techos muy artificiosamente labrados. Congregada la muchedumbre, á ninguno de ella se le permitia hablar de otros asuntos, y solo era dueño el pucblo de decir scbre el dictimen propuesto por los ancianos y los reyes; pero fué más alelante cuando alterando los de la muchedumbre, y violentando las propuestas con añadir ó quitar, los reyes Polidoro y Teopompo añadieron esto å la Retra: «Mas si el pue- »blo no fuese por lo recto, permitese á los provectos y á »los Arqueguetas el no aprobarlo, sino separar y desunir al npueblo, como que trastornan y contrahacen la propuesta »fuera de lo conveniente.» Y éstos persuadieron lambien á la ciudad que el Dios io habia ordenado; como de ello hace · mencion Tirteo en estos versos:

Oyeron con su oido, y nos trajeron[3] Este oráculo y versos admirables, Que predijera por la Pitia Febo:

«Tengan el mando los excelsos Reyes, »Que son tutores de la amable Esparta, »Y las graves ancianos, luégo el pueblo; »Y yo los premiaré con rectas leyes.»

allf la subdivision de las tribus, se ha usado para darle denorminacion de una voz que por si misma se hace entender, para que asi se dé alguna explicacion á este oráculo bien confuso,[3] Esta es tenida por la mejor leccion.

Sin embargo de baber templado asi Licurgo su gobiern0, viendo todavia sus sucesores á la oligarquía inmoderada y demasiado fuerte, 6 segun la expresion de Platon, hinchada yambiciosa, la contuvieron como con un freno con la autoridad de los Eforos unos ciento y treinta años despues de Licurgo, babiendo sido el primero que fué nombrado en Eforo Elato en tiempo del rey Teopompo; de quien se euenta que motejado por su mujer de que dejaba á sus hijos menor autoridad de la que habia recibido, le respondió: «Antes mayor cuanto más duradera;» porque en realidad con perder lo que en ella habia de exceso se libró de peligro; 1anto, que no le sobrevinieron los males que los Mesenios y Argivos causaron á sus reyes, por no haber querido éstos ceder 6 relajar en favor del pueblo ni un punto de su autoridad: lo que hizo del todo patente la sabiduria y prevision de Licurgo á los que pusieron la vista en las sedieiones y desastrados gobiernos de los Mesenios y Argivos, pueblos vecinos suyos, y enlazados en parentesco, como lo eran sus reyes; pues habiendo sido al principio iguales, y áun al parecer mejor librados en el repartimiento, con todo les duró el bienestar muy poco diempo, trastornada su constitusion, de parte de los reyes por su allanería, y de parte de los pueblos por su inobediencia; manifestándose de este modo que fué una felicidad casi divina para Esparta haber tenido quien así concertase y templase su gobierno; pero esto fué más adelante.

La sogunda y más osada ordenacion de Licurgo fué el repartimiento del terreno; porque siendo terrible la desigualdad y diferencia, por la cual muchos pobres necesitados sobrecargaban la eiudad, y la riqueza se acumulaba en muy pocos, se propuso desterrar la insoleneia; la envidia, la corrupcion, el regalo, y principalmente los dos mayores y más antiguos males que todos estos, la riqueza y la pobreza; para lo que les persuadió que presentando el pafs todo como vacio, se repartiese de nuevo, y todos viviesen entre si uniformes é igualmente arraigados; dando el prez de preferencia á sola la virtud, como que de uno á otro no hay más diferencia ó desigualdad que la que induce la justa reprension de lo torpe y la atabanza de lo bonesto; y diciendo y hbaciendo, distribuyó á los circunvecinos todo el demas terreno en tres mil suertes, y el que caia hácia la ciudad de Esparta en nueve mil, porque estas fueron las suertes de los Esparciatas. Algunos dicen que Licurgo no hizo más que seis mil suertes, y que despues Polidoro añadió otras tres mil; y otros que éste hizo la mitad de las nueve mil, y la otra mitad las habia becho Licurgo. La suerte de cada uno era la que se juzgó podria producir para ia contribucion, que era por ei hombre setenta fanegas[4] de cebada, y doce por la mujer, y á una cantidad de frutos líquidos proporcionada; porque creyeron que esta era comida suficiente para que estuvieson sanos y fuertes, sin que ninguna otra cosa ies hiciese falta. Refiérese que mucho más adelante, volviendo él mismo de un viaje al país, en tiempo que acababa de bacerse la siega, al ver las parvas 6mparcjadas é iguales, sonriéndose habia đicho á los que alli se ballaban: «Toda la Laeonia parece que es de unos hermanos que acaban de hacer sus parliciones.»

Intentaba repartir tambien los muebles, para hacer desaparecer toda desigualdad y diversidad; pero cuando vió que asl á las claras era mat recibida esla reforma; tomó otro camino y trajo á órden el lujo en estas cosas. Y en primer lugar, anulando toda la moneda antigua de oro y płata, ordenó que no se usase otra que de bierro, y á esta en mucho peso y volúmen le dió poco valor; de manera[4] El medimno griego, en el sentir de los que con inteligenciahan tratado estas cosas, correspondia exactamente á la fanega castellana.

que para la suma de diez minas[5] se neccsitaba de un cofre grande en casa, y de una yunta para trasportarla. Y con sola esta mudanza se libertó Lacedemonia de muchas especies de crimenes; porque, zquién habia de hurtar ó dar en soborno, 6 trampear, 6 quitar de las manos una cosa que ni podia ocultarse, ni excitaba la codicia, ni babía utilidad ca deskacerla? porque apagando, segun se dice, en vinagre el hierro acerado heche ascua, te dejó endeble y de mal trabajar. Desterró además con esto las artes inútiles y de lujo, pues sin echarlas nadie de la ciudad, debieron decaer con la nueva moneda, no teniendo las obras despacho; por cuanto una moneda de hierro, queera objeto de buria, no tenfa ningun atractivo para los demas Griegos, ni estimacion alguna; asi, ni se podian comprar con ella efectos extranjeros de ningun precio, ni entraba en los puertos nave de comercio, ni se acercaba á la Laconia ó soflsta palabrero, 6 saludador y embelecador, ú hombre de mal tráfico con mujeres, ó artifice de oro y plata, no habiendo dinero: de esta manera privado el lujo de su incentivo ó pábulo, por si mismo se desvaneció; y á los que tenian más que los otros de nada les servia, no habiendo camino por donde se mostrase su abundancia, que tenfa que estar encerrada y ociosa. Pero para eso las cosas manuales y necesarias, como los lechos, las sillas, las mesas, se trabajabau entre ellos con primor; y el jarro laconio era el preferido por la tropa, segun dice Cricias; porque con su color cubria á la vista en el agua y demas cosas necesarias lo que podia hacerlas de mal beber; y pegándose y adhiriéndose á los bordes por dentro la tierra, si alguna tenfa, quedaba eon esto limpia la bebida. Tambien esto debe atribuirse al legislador, porque desterrados los artifices de cosas inútiles, en las necesarias mostraban su babilidad.

[5] La mina venia á valer unos trescientos y cincuenta reales de nuestra actual moneda.

Queriendo perseguir todavia más el lujo y extirpar el ánsia por la riqueza, añadió otro tercer establecimiento, que fué el arreglo de los banquetes, baciendo que todos se reuniesen á comer juntos los manjares y guisos señalados, y nada comiesen en casa, ni tuviesen paños y mesas de gran precio, ó pendiesen de cortantes y cocineros, engordando en tinicblas como los animales insaciables, y echando á perder con las costumbres los cuorpos, incitados á inmoderados deseos y á la hartura, con necesidad de sueños largos, de baños calientes, de mucho reposo, y de estar como en continua enfermedad. Cosa era esta admirada; pero más admirable todavía haber hecho indiferente y pobro la riqueza, como dice Teofrasto, con los banquetes comunes y con la sobriedad en la comida; porque ni tenía uso, ni empleo, ni vista ú ostentacion un magnífico menaje, concurriendo al mismo banquete el pobre que el rico; siendo ciertisimo aquel dicho vulgar, que de cuantas ciudades hay debajo del sol, sólo en Esparta se conserva Pluto ciego, y como una pintura se eslá quieto sin alma y sin movimiento. Ni comiendo en su casa les era dado ir despues hartos á la mesa comun, porque los demas observaban con cuidado al que no comia ó bebia con ellos, y le tachaban de gloton y delicado que desdeñaba el público banquete.

Por lo mismo se dice haber sido esta la institucion que mayor oposicion encontró en los rieos, los cuales, sublevados contra él, gritando se reunieron en gran número, y por fin le acometieron á pedradas hasta obligarle á reti- • rarse de la plaza corriendo. Y de los demas pudo escaparse y refugiarse al templo; pero un jóven demasiado pronto é iracundo, aunque de buena indole en lo demas, llamado Alcandro, le acosaba y perseguia, y al volverse hácia él, éste le birió con una vara que llevaba, y le sacó un ojo.

No se alteró Licurgo con tanto daño como habia recibido, sólo se paró de frente, y mostró á los ciudadanos el rostro 91 LICURGO.

bañado en sangre; y saltado el ojo: entónces fué suma la vergüenza y sentimiento que los ocupó á todos, tanto, que posieron en su poder á Alcandro, y le fueron acompañando basla su casa, dándole muestras de su disgusto. Licurgo á los demas los despidió alabando su porte; y en cuanto à Alcandro, mandándole entrar en casa, no hizo ni dijo contra él cosa que le ofendiese; solamente diciendo á sus comensales y criados que se retirasen, le mandó que le sirviese. Alcandro, que era de buena disposicion, hacia ca- Hando io que se le ordenaba; y permaneciendo al lado de Lieurgo siguiendo su método de vida, pudo hacerse cargo de la dulzura de su carácter, de los afectos do su ánimo, de su arreglado porte, y de su dureza para el trabajo; con lo que le miró ya como debia, y dijo á sus camaradas y amigos, que Licurgo no sólo no era ni áspero ni orgulloso, sino que él sólo era suavo y afable para todos. Este fué el castigo y pena que recibió: de ser un jóven inquieto y altanero, quedar becho un hombre bien educado y prudente.

Licurgo, como monumento de su herida, edificó el templo de Minerva, á la que apellidó Optiletis, porque ca el dialecto dórico å los ojos se les itama optilos. Algunos, y entre ellos Dioscórides, que redujo á sistema el gobierno de Lacedemonia, dicen que Licurgo fué si herido, pero no perdió el ojo, y que edificó el templo en reconocımicntode la curacion. De resulta de aquel desgraciado suceso dejaron los Lacedemonios el uso de ir con baston á las juntas públicas.

Llamaban los Cretenses á los banquetes públicos andria[6], y los Lacedemonios Adicia, ó porque eran ofleinas de amistad y concordia, poniéndose la d en lugar de la i[7], 6 porque acostumbraban á la moderaeion y ai ahorro[8]. Tampoco hay inconveniente en que se bubiese[6] Que puede interpretarse jnatas de hombres.

[7] Filia es amistad.

13) Ostdw Rigniflca parsimonia, ahorro.

arrimado por abuso la primera letra, como algunos qui ren, habiéndose lamado edicia de la comida[9]. Reúnen de quince en quince, y apéas más ó ménos: pone ca uno de ios concurrentes al mes una fanega de harina, ocl coas[10] de vino, cinco minas[11] de queso, dos minas media de higos, y además para el condimento muy po cosa en dinero. Fuera de esto, los que sacrificaban prin cias, ó habian estado de caza, enviaban al banquete algui parte; porque el que sacrificaba ó estaba de caza, si se hacia tarde[12], podia quedarse á comer en casa; los dem debian concurrir, y asf se guardó escrupalosamente p mucho tiempo: pues cuando el rey Agis volvió del ejé cito, despues de haber vencido á los Atenienses, quiso é mer con su mujer, y habiendo enviado á pedir sus raci nes, no vinieron en mandárselas los Polemarcos; y porqi de enfado al dia siguiente no hizo el sacrificio á que é obligado, le multaron. A estos banquetes asistian tambi los muchachos, llevados á ellos como á escuelas de ter planza, donde oian conversaciones polílicas, y bajo la é señanza de preceptores libres se acostumbraban á cha cearse, á usar de burlas sin chocarrería, y á sufrirlas si chanceaban con ellos; porque se tiene por muy propio i Lacedemonios saber sufrir las chanzas, y el que no las il vaba tenía que declararse ofendido, cesando entónces que se ehanceaba. A cada uno le decia al entrar el m anciano, mostrándole las puertas: «Fuera de éstas no ha i salir palabra.» Dieen que el recibimiento del que queria s admitido á un banquete se hacía de este modo: tomaba i la mano cada uno de los de aquel banquete un trozo masa, y al pasar el sirviente, que llevaba en la cabeza u:

[9] E"8w signiica comer, y sdwdn comida.

[10] La coa venis á ser slete cuartillos castellanos, medida Toledo.

[11] La mina equivalia á doce oazas y media.

[12] No leyéndose así no hace sentido la cláusula.

rasija, lo echaba en ella como se echan los volos, el que sdmitia llanamente; pero el que repugnaba, apretándolo bien en la mano; haciendo aqui el mismo efecto el estar aplastado, que en los volos el estar agujereado; y con sóto encontrarse uno asi, no lo admitian, porque querian que la rouoion fuese con placer de todos. Al ser asf desecbado le decian xtxaddetçat[13], porque Itaman cado á la vasija đonde se recogen los trozos de masa. De todos sus gnisos el más recomendado es el caldo negro, y los ancianos no echan ménos la carne, sino que la dejan para los jóvenes, conlentándose por toda comida con aquel caldo. Refiérese de uno de los reyes del Ponto, que precisamente por el lal ealdo compró un eocinero de Lacedemonia; y que habiéndolo gustado, se indignó contra éste, el cuał le dijo:

«j0h seior, para que guste este całdo es menester bañarse en el Eurotas!» Despues de haber bebido moderadamente se retiran sin farol, porque ni del banquete ni de otra parte es permitido ir con luz, para que se acostumbren á andar de noche resueltamente y sin miedo. Y este es el órden do los banqueles públicos.

No dió Licurgo leyes escritas, y ántes era esta una de las llamadas retras; porque creia que lo más esencial y poderoso para la felicidad de la ciudad y para la virtud estaba eimentado en las costumbres y aficiones de los ciudadanos, con lo que permanecia inmoble, teniendo un vinculo más fuerte todavía que el de la necesidad, en el propósito firme y seguro del ánimo y en la disposicion que produce en los jóvenes para cada cosa la educacion preparada por el legislador. Para los tratos de poca entidad y de intereses, que segun los casos ocurren ya de un Dodo ó ya de otro, creyó ser lo mejor no circunscribirlos Con la necesidad que inducen la escritura y los usos invariables, sino dejarlos para que los así educados juzguen[13] Como si dijéramos, caer de la vastja.

de ellos segun las circunstancias, que añaden ó quitan;.

porque todo el negocio de la legislacion lo hizo consistir en la crianza. Era, pues, una de las reiras, como se ba dicho, no usar de leyes escritas. Olra contra el lujo era la de que toda casa tuviera ia armazon del tejado labrada de hacha, y las puertas de sola la sierra, sin otro instrumenlo; pues lo que despues dijo Epaminondas de su mesa, «este convite no admite traicion,» esto mismo lo habia pensado ántes Licurgo: «esta casa no consiente profusion y lujo.»

Nadie á la verdad sería tan simple y menguado que en una casa pobre y popular fuese á poner 6 lechos con piés de plata, 6 alfombras brillantes, 6 vajilla de oro, ú otra cosa de lujo consiguiente á estas, sino que era preciso que á la casa correspondiese el iecho, á éste los paños, y á los paños todo el demas menaje y prevenciones. De esle modo de vivir nació el que Leotuquidas el mayor, comiendo en Corinto, como viese que la armazon del techo de la casaera muy preciosa y artesonada, hubiera preguntado al huésped si entre ellos nacian escuadreados los maderos.

Otra tercera reira refiere Licurgo, que era la que prohibia hacer guerra á los mismos enemigos, para que no se hagan guerreros con la costumbre de defenderse muchas veces; y esto fué de to que tiempo adelante acusaron principalmente á Agesilao, porque con sus repetidas y multiplicadas incursiones y guerras en la Beocia habia hecho contrarios dignos de los Lacedemonios á los Tebanos; y por lo mismo, viéndole herido Antaleidas, le dijo: «Este es ei premio con que los Tebanos te pagan su aprendizaje, pues no sabiendo ni queriendo pelear, tú se lo has enseñado,» A estos establecimientos les dió el nombre de retras, como decretados por los Dioses y como sus oráculos.

Como tenía por la mayor y más preciosa funeion del legislador el cuidado de la educacion, tomándole de léjos, atendia como uno de los primeros objetos al matrimonio y la procreacion de los hijos; pues que no se dió luégo por vencido en la empresa de hacer contenidas á las mujeres, como quiere Aristóteles, por no poder remediar la relajacion é imperio de aquellas, à causa de que estando los hombres continuamente en el ejército, tenian que dejarlas doeñas de todo, y que contemplarlas por lo mismo y llamarlas señoras; sino que tambien hizo en esle punto lo que pudo. Ejercitó los cuerpos de las doncellas en correr, luehar, acrojar el disco y tirar con el arco, para que el arraigo de los hijos, tomando principio en unos cuerpos robustos, brotase con más fuerza; y tlevando ellas los partos ton vigor, estuviesen dispuestas para aguantar alegre y facilmente los dolores. Removiendo, por otra parte, el regalo, ei estarse á la sombra y toda delicadeza femenil, acostumbró á las doncellas á presentarse desnudas igualamente Fre los mancebos en sus reuniones, y á bailar asi y cantar en ciertos sacrificios en presoncia y á la vista de éslos.

En ocasiones, usando ellas tambien de chanzas, los reprendian útilmente si en algo habian errado; y á las veces tambien, dirigiendo con cantares al efecto dispucstos alahanzas á los que las merccian, engendraban en los jóvenes una ambicion y emulacion laudables: porque el que habia tido celebrado de valiente, viéndose señalado entre las doncellas, se engreia con los elogios; y las reprensiones, envueltas en el juego y la chanza, no eran de ménos fuerza que los más estudiados documentos; mayormente porque d estos actos concurrian con los demas padres de fanilia los reyes y los aneianos. Y en esta desnudez de las dontellas nada habia de deshonesto, porque la acompañaba el pudor, y estaba léjos toda lascivia; y lo que producia cra UDa costumbre sio inconveniente, y et deseo de tener buen i taerpo; Lomande con lo femenil cierto gusto de un orgullo ingenuo, viendo que se las admitia á la parle en la virtud y BR el deseo de gloria: así, á ellas era á quienes estalba bien el hablar y pensar como de Gorgo, mujer do Leonidas, se refiere; porque diciéndole, á lo que parece, una forastera:

«;Cómo vosotras solas las Espartanas dominais á los hombres!-Tambien nosotras solas, le respondió, parimos hombres.»

Estas mismas cosas preparaban los casamientos: hable de las reuniones de las doncellas, del presentarse desnudas, y de sus combates en presencia de los jóvenes, que eran atraidos por una necesidad, lo geométrica, sino amorosa, como dice Platon. Tachó además á los célibes cor cierta infamia: porque eran desechados del espectáculo de las doncellas en sus pompas; y en el invierno les haciar los presidentes dar desnudos una vuelta por la plaza; y !or que por alli pasaban les cantaban cierlo cantar, en el que se decia que les estaba bien empleado por no obedecer t las leyes. Eran asimismo privados de los honores que lor Jóvenes tributaban á los ancianos: asl, nadie reprendió le que contra Dereilidas se dijo, sin embargo de ser un acreditado general; y fué que pasando él, uno de los jóvenes no le cedis el asiento, diciéndole: «porque tú no dejas quier me lo ceda á mí.» El casamiento era un rapto, no de doncellitas tiernas é inmaturas, sino grandes ya y núbiles. La que babia sido robada era puesta en poder de la madrinaque le cortaba cl cabello á raiz y vistićndola con ropa s zapatos de hombre, la recostaba sobre un mullido de ramas, sola y sin luz; el novio entónces, no embriagado n trastornado, sino sobrio, como que venia de comer en é banquete público, se le accrcaba, le desataba el ceñidor y se ayuntaba á ella, poniéndola sobre et lecho. Deteniéndose allí por poco tiempo, se retiraba tranquilamente adonde ántes acostumbraba á dormir con los demas jóve nes; y en adelante hacia lo mismo, pasando el dia con sus iguales, reposando con ellos, y no yendo en busca de la novia sino con mucha precaucion, de vergüenza y de uniedo de que lo sintiese alguro de los de adentro, en le que le auxiliaba la novia, disponiendo y proporcionandc que se reuniesen en oportunidad y sin ser notados de na die; y esto solian ejecutarlo no por poco tiempo, eino que aigunos tenian ya hijos ántes que saliese al público quiénes eran sus mujeres. Este modo de comunicacion no sólo era un cjercicio de continencia y moderacion, sino que don en los cuerpos los hacía de más poder, y en el amor Como nuevos y recientes, no retirándose faslidiados ú indiferentes como de un trato indecente, sino quedando siempre en uno y otro reliquias de deseo y de complacencia. Y sin embargo de haber conciliado á los casamientos lanto pudor y decencia, no por eso dejó do desterrar los celos necios y mujeriies; porque lo que hizo fué remover de! matrimonio la afrenta y todo desórden, dejando en comunion de los hijos y su proereacion á todos los que lo merecian, y mirando con desden á los que trataban de hacer eslas cosas exclusivas & incomunicables á costa de mueries y de guerras; porque el marido anciano de una mujer Doza, si habia algun jóven gracioso y bueno á quien tralara y de quien se agradase, podia introducirlo con su mujer, y mejorando de casta, hacer propio lo que asl se procrease. Tambien á la inversa era permitido á un hombre excelente, que admiraba á una mujer bella y madre de hilos hermosos casada con otro, persuadir al marido á que le consintiese gozar para tener en ella, como en un terreno recomondable por sus bellos frutos, hijos generosos, que fuesen semejantes y parientes de otros como ellos.

Porque en primer tugar no miraba Licurgo á los hijos como propiedad de los padres, sino que los tenia por co- MInes de la ciudad: por lo que no queria que los ciudada- Dos fueran hijos indiferentemente de cualesquiera, sino de tos más virtuosos; y por otra parte notaba de necias y orgullosas las disposiciones en esle punto de otros legisladores; los cuales para las castas de los perros y de los caballos por precio ó por faver buscan para padres los mejores que pueden hallarse, y en euanto á las mujeres, cerrándolas como en una fortaleza, no permiten que procreen sino de ellos, aunque sean ó necios, ó caducos, ó enfermizos; como si los malos hijos no lo fueran, ántes que en daño de los demas, en daio de los que los tienen en sus casas y los crian, y por el contrario los buenos, si tienen la suerte de ser bien nacidos. Con ser tales entónces estos establecimientos en lo ſisico y en lo político, se estuvo tan léjos de la liviandad de que más adelante fueron tachadas las mujeres, que se hacta inereible en Esparta la maldad del adulterio: ast se conserva en memoria el dicho de Geradas, uno de los antiguos Esparciatas, el cual, preguntado por un forastero qué pena se daba en Esparta á los adálteros, le respondió: «Entre nosotros, oh buésped, no los hay;» y replicándole «;y en el caso que los hubiese?n «Pagan, dijo Geradas, un loro tan grande,que por encima del Faigcto beba del Eurotas.» Como el forastero se admirase y repusiese, a;cómo puede baber buey tan grande?n sonriéndose Geradas volvió á decirle: «y cómo puede baber un adúltero en Esparta?» Y esto es lo que se refiere acerca de sus casamientos.

Nacido un hijo, no era dueño el padre de criarlo, sino que tomándole en los brazos, le llevaba á un sitio llamado Lesca[14], donde sentados los más ancianos de la tribu, reconocian el niño, y si era bien formado y robuslo, disponian que se le criase, repartiéndole una de las nueve mil suertes; mas si le hallaban degenerado y monstruoso, mandaban llevarle á las que se llamaban apotetas ó expositorios, lugar profundo junto al Taigeto; como que á un parto no dispuesto desde luégo para tener un cuerpo bien formado y sano, por sf y por la ciudad le valia más esto que el vivir. Por tanto, las mujeres no lavaban con agua á los niños, sino con vino, haciendo como experiencia de su complexion: porque se tiene por cierto que los cuerpos epilépticos y enfermizos no provalecen contra el vino, que[14] Especie de tertulia.

los amortigua; y que los sanos se comprimen con ét, y fortalecen sus miembros. Habia tambien en las nodrizas su cuidado y arte particular; de manera que criaban á los nilos sin fajas, procurando bacerlos liberales en sus miembros y su figura; fáciles y no melindrosos para ser alimentados; imperturbables en las tinieblas; sin miedo en la soledad, y no incómados y fastidiosos con sus lHoros. Por esto mismo muchos de otras partes compraban para sus hijos amas lacedemonias; y de Amicla, la que crió al ateniense Atcibiades, se dice que lo era; y á éste mismo, segan dice Platon, le puso Pericles por ayo á Zopiro, que en nada se aventajaba á cualquiera otro esclavo. Mas á los jóvenes Esparciatas no los entregó Licurgo á la enseñanza de ayos comprados ó mercenarios, ni áun era permitido á cada uno criar y educar á sus hijos como gustase; sino que él mismo, entregándose de todos á la edad de siete affos, los repartió en clases, y haciéndolos compañeros y camaradas, los acostumbró á entretenerse y holgarse juntos. En cada clase puso por caba de ella al que manifestaba más juicio y era más alentado y corajudo en sus luchas, al cual los otros le tenian respeto, y le obedecian y safrian sus castigos, siendo aquella una escuela de obedieneia. Los más ancianos los veian jugar, y de intento bovian entre ellos disputas y riñas, notando asi de paso la Indole y naturaleza de cada uao en cuanto al valor y perseperar en las iuchas. De letras no aprendian más que lo preciso; y toda la educacion se dirigia á que fuesen bien mandados, sufridores del trabajo, y vencedures en la guerra: por eso, segun crecian en edad, crecian tambien las pruebas, rapándolos hasta la piel, haciéndoles andar descalzos, y jugar por to comun desnudos. Cuando ya te- Dian doce años no gastaban túnica, ni se les daba más que ona ropilla para todo el año; así macilentos y delgados en sus cuerpos, no usaban ni de baños ni de aceites, y sólo atgunos dias se les permitia disfrutar de este regalo. Dor- TOMO 1.

8 mian juntos en fila y por clases sobre mullido de ramas que ellos mismos traian, rompiendo con la mano sin hierro alguno las puntas de las eañas que se crian á la orilla del Burotas; y en el invierno echaban tambien de los que se llaman matalobos, y los mezclalban con las cañas, porque se creía que eran de naturaleza cálida.

Cuando ya habian venido á este estado, se manilestaban los ancianos apasionados y amadores de los jóvenes que más se seualaban, concurriendo más á menudo á sus gimnasios, y hallándose en sus luchas y sus chanzas, no de paso, sino en términos de parecer que todos eran padres, ayos y superiores tambien de todos; de manera que no habia momento vaclo, ni lugar libre de amonestador y castigador del que en algo errase. Nombrábase además un director de los jóvenes de entre los varones de más autoridad; y éste por elases elegia como por cabo al más prudente y belicoso de los Eirenes. Dan este nombre á los que están en el segundo año de haber salido de la puericia; y el de Meleirenas á los de más edad de los jóvenes.

El Eiren, pues, que tenia veinte años, mandaba á los que le estaban sujetos en las peleas, y de los mismos se valia como de sirvientes en los banquetes públicos. A los más crecidos les mandaba traer leña, y verduras á los más pequeños, y para traerlo lo hurtaban, unos yendo á los huertos, y otros introduciéndose en los banquetes de los hombres con la mayor astucia y sigilo; y el que así no lo hacía llevaba muchos azotes con el látigo, haciéndosele cargo de desidioso y torpe en el robar. Robaban tambien lo que podian de las cosas de comer, estando en acecho de los que dormian ó se descuidaban en su custodia; siendo la pena del que era cogido azotes y no comer: y en general su comida era escasa, para que por sí mismos remediaran esta penuria, y se vieran precisados á ser resueltos y mañosos. Y este era el objeto de la comida tan tasada; pero dicen que además servia para que los cuerpos creciesen:

porque se tiene por cierto que el cspíritu se difunde á lo largo cuando no tiene que detenerse y ocuparse mucho en lo ancho y profundo comprimido del excesivo alimento, sino que va arriba por la misma ligereza, estando ágil el cuerpo, y preståndose con facilidad. Créese que conduce tambien para la belleza, porque las constituciones delgadas y esbeltas son más propias para que los cuerpos sean derechos, y las gruesas y bien mantenidas se oponen á esto por la pesadez; así como de las mujeres en cinta se dice que purgando los hijos salen sl delgados, pero bellos y graciosos, por la ligereza de la materia, que es más dócil á la formacion. Pero quede para mejor exámen la causa de este suceso.

Con tal diligencia hacian los muchachos estos burtos, que se cuenta de uno que hurtó un zorrillo, y lo ocultó debajo de la ropa, y despedazándole éste el vientre con las uñas y con los dienteg, aguantó y se dejó morir por no ser descubierto; lo que no se hace inereible áun respecto de los jóvenes de abora, á muchos de los cuales hemos visto fallecer aguantando los azotes sobre et ara de Diana Ortia. En los banquetes sentado el Eiren, á uno te mandaba cantar, y á otro le dirigia alguna pregunta que pidiese una meditada respuesta, como por ejemplo: cuál de los hombres es el mejor, 6 qué le parecia tal accion de alguno. De este modo se acostumbraban desde luégo á juzgar de lo bueno y honesto, y á poner cuidado en discernir las acciones de los ciudadanos, porque si preguntado alguno quién era buen ciudadano, 6 quién no tenía este concepto, se hallaba dudoso en responder, tenfanlo por señal de un espíritu tardo y poco inflamado en el amor de la virtud.

La respuesta debia contener la causa, y una demostracion encerrada en breve y cortada senteneia; y el castigo del que respondia sin reflexion era ser mordido por el Eiren en el pulgar. Muchas veces el Eiren, imponiendo estas penas å los muchachos á presencia de los ancianos y do los 102 PLETARCO.-LAS VIDAS PARALELAS.

magistrados, daba las pruebas de que los castigaba con razon y como era debido; y miéntras daba el castigo nada se le decia; pero retirados los muchachos, se le hacía cargo si habia sido en la reprension más áspero de lo justo, ó al reves, si habia andado iadulgente y blando. Los amadores tomaban parle en el concepto de los jóvenes en bien y en mal: asi se dice que habiendo un jóven prorumpido en la lucha con un grito impropio, fué multado su amador por los magistrados. Con todo de ser entre ellos tan recibido esto de tener amadores, que áun las mujeres de mayor opinion de bondad tenian doncellas å quienes amaban, no habia celos ni envidias, sino que solia ser esto mismo principio de amistad entre si en los que amaban á uno mismo, y de comun acuerdo trabajaban en hacer á su amado el más excelente de lodos.

Era tambien una de las lecciones de los jóvenes enseñarlos á usar un lenguaje que tuviera cierta acrimonia mezclada con gracia, y que se biciera muy notabie por su concision: porque con la moneda de bierro bizo Licurgo que en mucho peso tuviera poco valor, como hemos dicho; pero en cuanto á la moneda del lenguaje, por el contrario, quiso que en una diccion concisa y breve se encerrase mucho sentido; formando eon el mismo silencio á los jóvenes sentenciosos y muy diestros en dar respuestas; porque así como en los dados á los placeres el exceso bace que por lo comun queden débiles y enervados para la procreacion, de la misma manera el inmoderado bablar hace la diccion necia y vacía de sentido. Dicese, pues, del rey Agis que burlándose un Ateniense de las espadas de los Lacedemonios por ser cortas, y diciendo que los jugadores de manos se las beberian con gran facilidad en sus tabtados; apues nosotros, le respondió, alcanzamos muy bien con ellas á los enemigos:» á este mismo modo hallo yo que el lenguaje lacónico, que parece demasiado conciso, abraza bien los asuntos, y se clava en la mente de los oyentes: porque el mismo Licurgo parece que era tambien hombre de pocas palebras y muy sentencioso, si hemos de juzgar por las memorias que nos quedan: como, por ejemplo, en cuanto á gobierno, cuando á uno que đeseaba se estableciese la democracia le respondió: «establece lú primero democracia en tu casa;» y en cuanto à sacrificios, que respondió al que le preguntaba, por qué los babia ordenado tan ligeros y de poco precio, «para que no pos quedemos algun dia sin poder ser piadosos;» y en cuanto á los combates, que dijo no habia probibido á sus ciudadanos otras contiendas que aquellas en que no se extiende là mano. Corren tambien respuestas suyas de esta especie por cartas, como á los ciudadanos: ¿de qué manera nos libraremos de incursiones de los enemigos? «si sois pobres, y no podeis más uno que otro;» y acerca de las murallas, que «no está sin muros la ciudad que se ve coronada de bombres, y no de ladrillos.» Mas en cuanto á la autenticidad de estas cartas, tan dificil es dar como negar .el asenso.

De to mal que estaban con los largos razonamientos pueden servir de muestra estos apotegmas: el rey Leonidas á uno que intempestivamente razonó sobre negocios importantes; «huésped, le dijo, hablas de lo que conviene como no conviene.» Carilao el sobrino de Licurgo, preguntado acerca de lo pocas que eran las leyes de éste, respondió que «los que gastan pocas palabras no han menester muchas leyes.» Arquidamidas, como algunos censurasen al sofista Ecateo, porque convidado at banquete nąda babia bablado en él: «el que sabe hablar, les dijo, sabe tambien el cuándo.» Sus dichos acres, que indiqué tenian tambien algun chiste, son por este término: Demarato, como un hombre notado por su conducta usase de chanzas con él, baciêndole impertinentes preguntas, y entre ellas le repitiese esta muchas veces: «zquién es el mejor de los Espareiatas.»-«El que ménos se parczea á ti,» le respondió.

Agis, oyendo á algunos alabar á los de la Elide porque celebraban con grandeza y justicia las flestas Olimpicas, «zqué mucho hacen los Eleenses, dijo, en usar de justicia al cabo do einco años en un solo dia?» Teopompo á un forastero que se mostraba afecto, y decia que sus conciudadanos le llamaban el amigo de los Esparciatas: «mejor te eslaria, huésped, le respondió, que te llamasen cl amigo de sus ciudadanos.» Plistonax el de Pausanias á un orador 104 Ateniense, que llamó ignorantes á los Lacedemonios: «muy bien dices, le repuso, porque de los Griegos nosotros solos no hemos aprendido nada malo de vosotros.» Arquidamidas á uno que preguntó cuántos eran los Esparciatas, «los bastantes, le dijo, oh huésped, para acabar con los malos[15].» Aun en lo que decian como por juego se descubria el hábito que tenian formado; y es que se acostumbraban å no usar del habla sin objeto, y á no proferir voz ninguna que no encerrase un sentido digno de atencion: asf, el que fué convidado para oir á uno que imitaba muy bien al ruiseñor, «yo, dijo, he oido al mismo ruiseñor muchas veces.»

Otro, habiendo leido esta inscripcion:

Por querer apagar la tiranfa Fueron despojo del sangriento Marte, Muertos de Selinunte ante las puertas, «muy bien empleado, dijo, que muriesen, pues que no la dejaron que se abrasase toda.» Un jóven, prometiéndole otro que le daria unos gallos que morian en la pelea: «esos no, le dijo; dáme gallos que maten en la pelea.» Otro, viendo á algunos hombres que en un viaje eran llevados en sillas de manos: «no me dé Dios, dijo, que yo me siente donde no me ha de ser dado ceder el asiento á un anciano.»

[15] En los apotegmas lacónicos del mismo Plutarco se dice con Ios enemigos, y es más propio.

Era tal el carácter de sus àpolegmas, que no sin causa dijeron algunos que más de Esparciata era el filosofar, que el gustar de los ejercicios giumnásticos.

No era ménos atendida la educacion que se les daba acerca del esmero y pureza en el lenguaje; y sus versos tenian cierto aguijon que elevaba el ánimo y promovia los intentos alentados y activos. La diccion era sencilia y sin ernato sobre asuntos graves y morales, siendo por lo comun ó elogios de los que habian muerto por Esparta, en los que se ponderaba su dichosa suerle, ó reprensiones de los medrosos, bạciendo ver la miserable y desgraciada vida que vivian, ú ostentacion tambien y jaclancia de su virtud, que no desdecia de las respectivas edades: de los cuales poemas no será fuora de propúsito presentar uno para muestra; porque formándose tres coros en las fieslas, segun las edades, empezando el de los ancianos, cantaba:

Fuimos nosotros fuertes y animosos Cuando gozamos de la edad lozana.

Respondiendo et de los hombres de florida edad, decia:

Nosotros hoy lo somos: quien to dude Venga, y la prueba le estará bien cara.

El tercero de los mocitos:

Nosotros lo seremos algan dia, Yá todos os haremos gran ventaja.

Finalmente, si alguno pusiese la atoncion en los poemas Lacónicos, que todavía nos quedan algunos, y examinase sus ritmos marciales, łos que cantaban á la flaula al tiempo de embestir á los enemigos, juzgaria que no sin razon unieron Terpandro y Pindaro la fortaleza con la música; porque el primero cantó de los Lacedemonios:

Florece alli de juventud el brío, La dulce musa y la jasticia entora.

Y Pindaro dice:

Allt de los ancianos el consejo, La intrepidez de juventud brillante, Los coros, y tas musas, y el contento:

porque á un tiempo los representan muy músicos y muy guerreros, Que andar suelen al lado uno de otro, Usar bien del acero y de la lira, como dice el poeta espartano[16]. Porque ántes de la batalla el Rey sacrificaba á las Musas, como en memoria de su educacion, y de que se eslaba en momentos críticos, para que aquellas les asistiesen en los peligros, y diesen á los que combatian hacer cosas dignas de que se hablase de ellas.

Á veces, alzando lamano en la aspereza de la educacion, no impedian á los jóvenes que tuvieran algun cuidado del cabello y de su adorno en armas y vestidos, mirándolos con la complacencia con que se mira á los caballos orgullosos y engreidos al dirigirse al combate. Por tanto, criando cabello luégo que salian de la edad pueril, ponian en él particular esmero entre los peligros de la guerra, para que apareciese limpio y bien peinado, teniendo pre- [16] Aleman, de euyos poemas han quedado muy leves tragmentos.

sente cierta sentencia de Licurgo á este propósito, porque decia que ol cabello á los bien parecidos los lhaeia más bermosos, y á los feos mucho más espantosos. Aun en los ejercieios usaban de más blandura cuando estaban en el ejéreito, y todo el método de vidđa no lo llevaban alli para con los jóvenes tan riguroso y lan tiranle; de manera que sóio para ellos entre todos los hombres venta á ser la guerra un descanso de los ejercicios marciales. Formada la falange, y estando ya á la vista los enemigos, el Rey bacia el sacrificio de una cabra, y al mismo tiempo daba la órden á todos de que se coronasen, y á los flautistas la de que tañesen el aire de Cástor, y tambien daba el tono para el himno de embeslir; de manera que todo esto hacia grave y terrible la vista de unos hombres que marchaban al numeroso sonido de las flautas, sin claros en la falange, sin turbacion alguna en sus espíritus, y que más bien con eemblante dulce y alegre eran por la música como atraidos al peligro; pues no era de creer que eayese 6 excesivo miedo ó excesiva cólera en bombres asf dispuestos, Bino una gran calma de espiritu con esperanza y osadla, como si un Dios se les apareciese. Marchaba contra los enemigos el Rey, teniendo consigo á uno que llevase corona obtenida en los juegos solemnes: refiérese por tanto que uno á quien en Oiimpia se le daban grandes sumas y 2o quiso recibirias, sino que con la mayor fatiga luchó y venció á su cortrario, diciéndosele despues: «Qué es lo que has adelantado, oh Esparciata, con la victoria?» respondió sonriéndose: «Pelearé con los enemigos formado delante del Rey.» Vencidos y puestos en ratirada los enemigos, los perseguian sólo hasta dejar con su fuga bien 2segurada la victoria; y despues retirábanse ellos tambien, no reputando por accion generosa ó digna de los Griegos el desbacer y aniquilar á los que cedian y dejaban el campo; lo que no sólo era honesto y laudable, sino útil lambien: porque sabiendo los que tenian guerra con ellos 4.

que acababan con los que eran obstinados, pero perdonanaban á los que se rendian, tenian por más provechoso el retirarse que el hacerles frente.

Del mismo Lieurgo dice Hipias el sofista que era muy belicoso é inteligente en la formacion de los ejércitos; y Fitostefano le atribuye la distribucion de la caballeria en escuadrones, dieiende que el escuadron, segun aquél lo ordenó, era en número de cincuenta cabalios, dispuestos en una formacion que hacía cuadro; pero Demetrio Falereo es de sentir que de ningun modo se ocupó por si en cosas de guerra, y que su ánimo fué ordenar un gobierno pacífico. El haber dado su atencion á la tregua de Olimpia inclina at mismo concepto de que era amante de la paz. Algunos refleren, segun advierte flermipo, que Licurgo al principio no hizo caso ni tomó parte en las disposiciones de Iito, y sólo yendo de viaje casualmente se halló de espectador; pero que alli oyó á su espalda una voz como de hombre que le reprendia, y se maravillaba de que no inclinase á sus ciudadanos á lener parte en aquella solemne junta; y como volviéndose á ver quién era, de ningun modo viese presente al que le habló, reputándolo por cosa divina, se dirigió á Ifito, y contribuyó á hacer la flesta más magnífica y más estable.

La educacion duraba aun en la edad adulta; porque á nadie se le dejaba que viviese segun su gusto, sino que la ciudad era como un campo, donde todos guardaban el órden de vida prescrito, ocupándose en las cosas páblicas, por estar en la inteligencia de que no eran suyos, sıno de la patria: por tanto, miéntras otra cosa no se les ordenaba, se ocupaban en ver lo que hacian Ios jóvenes; en enseftiarles alguna cosa provechosa, 6 en aprenderla de los más ancianos. Porque de las cosas buenas y envidiables que Licurgo preparó á sus ciudadanos fué una la sobra de tiempo, no permitiéudoles que se dedicasen en ninguna manera á las artes mecánicas, y no teniendo por qué afabarse en allegar caudal, cosa que cuesta mucho cuidado y Irabajo, por haber hecho la riqueza inútil y áun despreciable. La tierra se la cultivaban los llotes, los cuales les pagaban el canon establecido. Halándose un viajero esparciata en Atenas á tiempo que estaban reunidos los tribunales, y sabiendo que uno á quien se babia impuesto la pena de los holgazanes se retiraba apesadumbrado, acompañándole sus amigos, que lambien to sentian, pedia á los que se hallaban presentes que lte mostraran un hombre tcusado por una causa tan hberal: ipor tan propios de esclavos tenian el afan en las obras mecánicas y la codicia! De pleitos fué consiguiente que saliesen con salir del di- Rero, no pudiendo haber entre ellos ni avaricia ni miseria; gozando todos de abundancia en la igualdad, y manteniéndose con poco por su parsimonia. Las danzas, los regocijos, los convites y los pasatiempos de la caza, el gimnasio y las tertulias ocupaban toda su vida cuando no militaban.

Los que no. tenian treinta años no bajaban nunca á la plaza, sino que por medio de sus parientes y amadores bacian los acopios que habian menester. En los ancianos ara tambien mal visto detenerse mucho tiempo en estas ocupaciones, y no gastar lo más del dia en los gimnasios y en las tertalias, que hemos dicho las llamaban lescas: porque reunidos en éstas se entretenian bonestamente unos con otros, sin acordarse de nada que condujese á aumento de caudal 6 á gananeia mercantil, sino que su principal ocupacion consistia ó en alabar una accion honesta, 6 en vituperar una cosa torpe, por juego, y con una risa que era maravillosamente útil para el aviso y la correccion; pues dun el mismo Licurgo no fué un hembre nimsamente severo, ántes refiere Sosibio que hızo el simulacro de la risa, introduciéndola oportunamente, como un lenitivo del tra- • bajo y de su género de vida, en los convites y en aquellos pasatiompos. En general, acostumbró á los ciudadanos á no querer ni áun saber vivir solos, sino á andar como las abejas, que siempre están en comunidad, siempre juntos alrededor de su caudillo, casi fuera de si por ei entusiasmo y ambicion de parecer consagrados del todo á la patria; pudiendo verse esta idea áun en algunas de sus expresiones. Porque Pedareto, no habiendo sido elegido entre los trescientos, iba muy ufano, como regocijándose de que la ciudad tuviese trescientos que le aventajasen. Pisistratidas, babiendo sido enviado de embajador con otros á los generales dei rey de Persia, como éstos preguntasen si venian como particulares, ó si eran enviados, «si negociamos bien, respondió, somos embajadorea públicos; si no, venimos por nosotros mismos.» Argileonis, madre de Brasidas, viendo entrar en su casa á unos ciudadanos de Anipolis que habian hecho viaje á Lacedemonia, les preguntó si Brasidas habia muerto con honor y de un modo digno de Esparta; y celebrándole éstos á su hijo, y diciendo que otro igual no le tenfa Esparta, «no digais eso, huéspedes, les repuso: Brasidas era bueno y honrado; pero Lacedemonia liene otros muehos varones más excelentes que él.»

Al principio nombró él mismo á los senadores, como hemos dicho, de entre los que eran del Consejo; pero luego en lugar del que moria estableció que se eligiese el que fuese reputado por más virtuoso entre los que pasaban de sesenta años. Contienda era esta, sin duda, la más grande y más digna de disputarse de cuantas pueden ocurrir entre los hombres; porque no se trataba de elegir entre los ágiles el más ágil, entre los fuertes el más fuerte, sino de que el que fuese reputado por más virtuoso y prudente entre los prudentes y virtuosos tuviese para toda la vida por premio de la virtud un gran poder en la república, siendo dueño de la muerte, de la infamia, y en general de las cosas de más entidad. Hacfase la eleccion de esta manera: reunido el pueblo, elegia ciertos hombres de probidad, los que eran encerrados en una estancia próximadonde no pudiendo ni ver ni ser vistos, oian, sin embargo, la gritería de los congregados; porque era el elamor público el que decidia de la eleccion entre los contendores, tos cuales no todos de una vez, sino de uno en uno por suerte, daban en silencio un paseo ante la junta. Los encerrados tenian unas listas, y en ellas señalaban el punto å que respecto de cada uno subia la griteria, no sabicnde de quién se trataba, sino sólo que fué el primero, el segundo, el tercero, ů otro segun el número de los quo babian ido pasando; y aquel por quien habia sido do mayor número y más 3ostenida, era el que quedaba nombrado.

Coronábase éste, y visitaba los templos, llevando en su seguimiento á muchos jóvenes que lo ensalzaban y proclamaban, y tambien muchas mujeres, que con cánticos le elogiaban y le daban el parabien. Cada uno de sus apasionados le obsequiaba con un convite, diciéndole: «con esta mesa te honra la patria.» Pasaba de allí al banquete público, donde todo se hacta segun costumbro, excepte que al presentarle la segunda porcion la tomaba y la guardaba; y despues del banquete, á la puerta misma del edificio, concurriendo allf las mujeres de su parentela, llamaba á la que tenía en más aprecio, y dándole la porcion, le decia:

que habiéndola recibido como premio, se la regalalba; con lo que las demas, elogiándola tambien, la acompañaban á Bu easa.

Arregló asimismo Licurgo perfectamente lo relativo á los entierros; porque trató en primer lugar de desterrar toda supersticion, y por lo tanto no prohibió que se sepultasen los muertos dentro de la ciudad, y que se pusiesen sas monumentos cerca de los templos; criando y familiarizando á los jóvenes con estos espectáculos, para que no se turbasen ni horrorizasen con la muerte, ni se tuviesen por contaminados con sólo tocar un cadáver, 6 pasar por delante de una sepultura. Despues mandó que nada se en- ...

terrase con el muerto, y sóto se envolviese en un paño encarnado con hojas de olivo. No era lampoco permitido inscribir otro nombre que el de quien moria en la guerra, 6 el de las sacerdolisas. Señaló un tiempo muy limitado para el duelo, nada más que once dias: al duodécimo se hacía un Sacrificio á Céres, y con esto debia cesar el duelo: porque nada habia ni de más ni de ménos; y en todo babia mezclado, con lo que contempló preciso, ó una excitacion á la virtud, 6 una invectiva contra el vicio. Cuidó tambien de que por todas partes hubiese en la ciudad muchedumbre de ejemplos, con los que criados y como impelidos los ciudadanos, era preciso que se excitasen y formasen á lo bueno y honesto. No le agradó por tanto que, aunque quisiesen, viajaran ó anduvieran por otras tierras, para que no trajeran costumbres extranjeras, usos de gente indisciplinada, y diferencia de ideas sobre gobierno; y áun dispuso que se mandara salir á los que sin objeto últil se fuesen introduciendo en la ciudad; no como cree Tucidides por miedo de que se hiciesen imitadores de su gobierno, y de que aprendiesen algo conducente á la virtud, sino ántes para que no fuesen maestros de algun vicio. Porque con los cuerpos forasteros precisamente se han de iatroducir voces extranjeras; las voces nuevas llevan consigo nuevos pensamientos, de los que es preciso se originen muchos afectos y deseos discordes, que no guarden consonancia, como si fuese una armonia, con el gobierno eslablecido: por lo mismo, creia que más debia guardarse la ciudad de que tuviesen entrada las malas costumbres que de que se introdujesen cuerpos contagiados.

En todo lo dicho ningun vestigio hay de injusticia ó de codicia, que es to que algunos achacan á las leyes.de Licurgo, las cuales, dicen, asi como proveen completamente á la fortaleza, son defectuosas en cuanto á la justicia. Si la llamada Criptia hubiese sido una de las instituciones de Licurgo, como dice Aristóteles, ésta habria sido la que á EJCURGO.

113 Platon le hubiese becho formar el concepto que formó de aquel gobierno y del que le estableció. Era de osta forma:

los magistrados á cierlo tiempo enviaban por diversas partes á los jóvenes que les parecia tenian más juicio, los cuales llevaban sóło su espada, el alimento absolutamente preciso, y nada más. Estos, esparcidos de dia por lugares escondidos, se recataban y guardaban reposo; pero á la noche salian à los caminos, y á los que cogian de los Ilotes les daban muerte; y muchas veces yéndose por los campos, acababan con los más robustos y poderosos deellos. Refiere Tucidides en su historia de la guerra del Peloponeso, que habiendo sido coronados como libres aqueilos llotes que primero los Esparciatas habian señalado como sobresalientes en valor, recorrieron así los templos de los Dioses, y de allí á poco desaparecieron de repente, siendo más de quinientos en número, sin que ni entónces ni despues haya podido nadie dar razon de cómo se les dió muerte. Aristóteles es tambien quien principalmenle escribe que los Eforos lo primero que bacian al entrar en su cargo, era denunciar la guerra á los lloles, para que no fuera cosa abominable el matarlos. Por otras cosas odiosas y duras se dice que se les hacia pasar, tanlo, que obligándolos á beber inmoderadamente, los llevaban por los banquetes públicos para que vieran los jóvenes lo que es la embriaguez, y les obligaban á entonar canciones, y bailar danzas indecentes y ridiculas, no permitiéndoles las que. eran de hombres librea: por esto dicen que más adelante, mandándoseles á los Ilotes que fueron hechos cautivos por el ejércilo levantado en Tebas contra Esparta, que cantasen los poemas de Terpandro, de Aleman y Espendonte el Lacedemonio, se exeusaron diciendo que no querian sus amos. Parece, por tanto, que los que dijoron que en Esparta los libres eran completamente libres, y los esclavos, esclavos hasla lo sumo, comprendieron muy bien lo que en este punto iba de Esparta á otros pueblos.

Pienso, pues, que esta dureza se introdujo en Esparta más adelante, especialmente despues del gran terremoto, de resulta del cual se dice que los llotes, ineorporándose con los Mesenios, causaron graves daños en toda la region, y pusierou à la ciudad en gran peligro: porque no atribuiria yo á Licurgo una institucion tan atroz como la Criptia, infiriendo su carácter de la humanidad y justicia que en lo demas de su vida resplandece, confirmado con el testimonio de Apolo. Identificados ya con la costumbre sus principales establecimientos, y fortalecido suficientemente el gobierno para poder marchar por sí, y salvarse tambien por sí mismo, como con respecto al mundo dice Platon que Dios se complació al verle formado, y que se movia con el movimiento primerc que le habia impreso; de la misma manera regocijado y contento con la belleza y excelencia de su iegislacion puesta en obra, y que seguia su camino, meditó cómo, en cuanto es dado á la humana prudencia, la haria inmortal é inatterable para lo fnturo. Congregándolos, pues, en junta á todos, les hizo presente que en general estaba todo bastante bien ordenado en la ciudad para hacerla feliz y victuosa; pero lo más esencial y de mayor fuerza no lo introduciria sin haber ántes acudido al oráculo del Dios: por tanto, que deberian atenerse á las leyes establecidas, y no alterar ó innovar nada en ellas hasta que él volviese de Delfos; porque entónces harian lo que el Dios prescribiese. Convinieron todos en ello, y le exhortaron al viaje; y cou esto tomando juramento primero á los Reyes y Senadores, y despues á todos los ciudadanos, de que se mantendrian y vivirian en el gobierno constituido hasta que Licurgo volviese, partió á Delfos.

Presentado ante el oráculo, y baciendo sacrificio al Dios, le preguntó si sus leyes eran propias y suficientes para que su ciudad fuese feliz y virtuosa, á lo que como le respondiese el Dios que las leyes estaban perfectamenle establecidas, y que la ciudad sería muy ilustre y celebrada si se mantuviese on el gobierno de Licurgo, escribiendo Bsto oráculo, lo envió á Esparta; mas dl, baciendo otro saerificio al Dios, y saludando á sus amigos y á su hijo, resolvió no dejar tibres á sus ciudadanos del juramento, sino más bien salir espontáneamente de la vida, hallándose ya en una edad en la que se está en sazon 6 de vivir todavia, 6 de hacer punto si se quiere, cuando todo parece que ha legado al colmo de la felicidad. Quitóse, pues, la vida con no comer, creyendo que en los hombres públicos conviene que áun la muerte no deje de ser pública, ni sin fruto el lérmino de su vida, sino que éste participe de su virtud y de su actividad; y que para el que habia ejecutado cosas tan grandes, el fallecimiento debia ser verdaderamente el lėrmino de su felicidad, y su muerte como la guarda de lug bienes y dichas que durante su vida babia preparado á sus ciudadanos, pues que le estaban tigados eon el juramento de que se mantendrian en aquel gobierno hasta que volviese. Y no se engañó en su juicio, porque Esparta sobresalió en la Grecia en gobierno y en gloria por los quinientos años que observó las leyes de Licurgo; esto es, miéntras que no hizo novedad en ellas ninguno de los catorce reyes que hubo desde él hasta Agis el de Arquidamo; puesto que la creacion de los Eforos no fué mudanza, sino adicion hecha al gobierno, é introducida al parecer en favor del pueblo, más bien sirvió para corroborar la aristocracia.

Reinando, pues, Agis, se entrometió el dinero en Esparla, y con el dinero la invadió tambien la codicia y el ánsia de la riqueza por medio de Lisandro, que con ser inaccesible al dinero, lenó sin embargo á su patria de amor á la riqueza y de lujo, introduciendo en ella el oro y la plata, y trastornando las leyes de Licurgo; reinando las cuales hasta allí, no parecia que Esparta era un pueblo regido Con un gobierno, sino una persona que bacía vida.ejercitada y filosófica; ó por mejor decir, asi como los poetas TOMO 1.

9 fingen que Hércules, no teniendo más consigo que una piel y un pało, recorria la tierra castigando á los tiranos inju8- tos y crueles, de la misma manera esta ciudad con sola una mochila y una mala ropilla, dominando á la Grecia muy segun su građo y voluntad, deshizo autoridades injustas y tiránicas que se habian introducido en los gobiernos, decidió sobre guerras, y sosegó tamulto8, muchas veces sin ni siquiera mover un escudo, sino con solo enviar un mensajero, al que todos acudian para hacer lo que se les mandaba y ordenaba, como las abejas cuando la maestra se presenta: ;lanto era lo que prevalecia en buenas leyes y en justicia! Asf, yo no puedo ménos de maravillarme de los que dicen que los Lacedemonios sabian ser mandados, pero ignoraban el mandar, y de los que celebran aquel apolegma de Teopompo, el cual, diciéndole une que Esparta se babia salvado por sus reyes, que sabian mandar, «mejor por sus ciudadanos, le respondió, que saben obedecer.» Porque no sufren el obedecer al que no es capaz de imperar, y la obediencia es instruecion que viene del que gobierna; porque el mandar bien es lo que produce el bien ejecular; y á la manera que la perfeccion del arte de la equitacion consiste en hacer al caballo manso y dóoil, así es propio de la ciencia de reinar el formar súbditos obedienles. Los Lacedemonios, pues, inspiraban á los demas, no docilidad, sino deseo de ser mandados y de obedecerles: así es que no iban á pedirles, ó naves, ó dinero, 6 soldados, sino un general esparciata; y en alcanzándole, le empleaban con honor y respeto, como á Gilipo los Sicilianos, los de Calcis á Brasidas, y á Lisandro, Calicratidas y Agesilao todos los habitantes del Asia; teniendo á estos grandes varones por moderadores y reguladores de cada pueblo, y de quien le gobernaba, y mirando á la mişma ciudad de Esparta como aya y maestra de una vida arreglada y de va gobierno bien ordenado; segun lo cual parece satirizó Estratonico á los pueblos, prescribiendo y 116 mandando como por burla á los Atenienses ordenar procesiones; å los de Elide arreglar combates, como que en esto sobresalian; y á los Lacedemonios azolarlos cuando no lo biciesen bien; lo que sólo se invenló para hacer reir: pero Antistenes el Socrático, viendo á los Tebanos muy orgullosos despues de la batalla de Leuctras, dijo que en nada se diferenciaban de unos mucbachuelos que se vanagloriaban de haber dado una zurra á su ayo.

Mas no entró en las miras de Lieurgo dejar una ciudad que imperase á otras mucbas, sino que creido de que como · en la vida de los hombres, asi tambien en la de las ciudaces, la felicidad no podia provenir sino de la virtud y de la concordia entre sf, con relacion á esto la ordenó y conformó, para que sus eiudadanos por muy largo tiempo se conservasen libres, independientes y moderados. Y este mismo tipo de gobierno se propusieron Platon, Diógenes y Zenon, y todos cuantos son alabados por haber querido hablar de estas cosas, con no habernos dejado más que letras y palabras. Este, pues, que sacó á luz, no letras y palabras, sino un gobierno inimitable, y que á los nian por quimera la que llamaban disposicion ó idea de un sabio, les puso ante los ojos á toda una ciudad flosofando, justamente excedió en gloria á todos cuantos ban puesto mano en estas cosas entre los Griegos. Por esto dijo Aristóteles que gozaba en Lacedemonia unos honores muy inferiores á los que le eran debidos, no obstante ser grandes los que se le hacen, porque le está consagrado un templo, y como á Dios se le hacen eada año sacrificios:

dicese tambien que traidos á la patria sus despojo8, cayó un rayo en el sepulcro; lo que no ha sucedido á ninguno otro de los personajes distinguidos, sino despues à Euripides, que murió y fué sepultado en Nacedonia junto á Aretusa; de manera que fué para los apasionados de Euripides una grande excelencia y un testimonio muy favorable el que le hubiese sucedido lo mismo que al hombre más que amado de los Dioses y más santo le habia sucedido ántes.

Algunos dicen que Licurgo murió en Cirra; Apolotemis que caminando á Elis; Timeo y Aristoxeno que viviendo en Creta; y éste añade que los Cretenses de Pergamia muestran su sepulcro junto á la carretera. Dicese que no dejó otro bijo que Antioro, muerto el cual sin hijos, se extinguió su linea; pero sus amigos y parientes suscitaron una sucesion que durd por largo tiempo; y à los dias en que les tocaba el mando los llamaban Lieúrgicos. Aristócrates el de Hiparco dice que los buéspedes de Licurgo, habiendo éste muerto en Creta, á su ruego quemaron su cuerpo, y arrojaron las cenizas al mar, para precaver el que Hevados sus despojos en algun tiempo á Lacedemonia, mudaran el gobierno, como que habia vuelto y se habia desatado el juramento; que es lo que bay que decir de Licurgo.


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