Las rocas de Dover

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

XIV

LAS ROCAS DE DOVER

¡Rocas de mi país! Dejad que en torno
Cobije vuestros picos parda bruma,
Y alzáos, como soberbia fortaleza,
Sobre la hirviente espuma.

Así, cual sois, mi espíritu os saluda;
Así, arrostrando tumbos y procelas
De entumecido mar, guardad la Patria,
Inmobles centinelas.

Viajando, atrás dejé cielos azules,
De vid ornadas fértiles colinas.
Meridionales melodiosos vientos,
Venerandas ruinas.

Mi senda embalsamó con blando aroma
La flor del mirto; y al caer el día
Adurmió mi dolor gaitero errante
Con triste melodía.

¡Islas de Grecia! ¡Cármenes de España!
¡Purpúreos cielos de la augusta Roma!
Más que vosotros el natal peñasco
Grato á mi vista asoma.

Tuyo el descanso del festivo día,
Tuya la paz que el casto hogar encierra,
Tuyos ¡Patria! los héroes que muriendo
Consagraron tu tierra.

Aun ecos de su voz guarda la brisa,
Aun huellas de sus pies impresas duran;
Arboles majestuosos á tus templos
Aun sus nombres murmuran.

Su noble sangre se mezcló á las ondas
De tu agitado mar.—Hoy todavía
¡Por ti vivir, morir, glorioso sea,
Querida Patria mía!