La patria americana
¡Oh madre de una raza prepotente,
Amable aún en juventud rïente!
Envidian tu esplendor y de él se asombran
Otras, que sienten de la edad los daños;
Miran tus verdes años,
Y con escarnio ó con desdén te nombran.
A tus mejillas concedió la Aurora
El rosicler que tus montañas dora;
Tus pasos — no es más raudo el ágil vuelo
Del ciervo indócil que tus selvas hiende;
Y la esperanza esplende
En tus ojos, radiantes cual tu cielo.
¿Qué te importa la burla ó la impostura
Si en medio de tu prole estás segura?
Tus émulas no saben cuan querida
Eres tú; cuál tus hijos, de ti en ruedo,
Combatieran sin miedo,
Hasta rendir el último la vida.
Cegadas por su orgullo ellas ignoran
Cuánta virtud tus gentes atesoran;
Cuan candidas doncellas, cuan gentiles,
Tus valles, como flores, embellecen;
Qué fuertes pechos crecen
Como tus robles, en tu suelo, á miles;
Qué cordial acogida en hoya agreste
Brindan tus soledades del Oeste;
Cómo hay guardada fe y verdad reinante,
Cuánto el hombre es amado y Dios temido,
Ya en selvático nido.
Ya donde su onda el mar rompe sonante.
Libertad te custodia, y nunca cierra
Paso á los oprimidos de la tierra;
Da al persegaido sombra en tus vergeles,
Trabajo al infeliz, pan á su boca;
Cuando á tns lindes toca,
Detiene el despotismo sus lebreles.
¡Oh joven madre! aun mostrarás tu seno
Úe nuevo encanto y abundancia lleno.
De fuerzas potentísimas te dotan
Los años, que se impelen, voladores;
Tu faz gana esplendores,
Riquezas más y más á tus pies brotan.
Más fúlgido y glorioso á cada instante
Será tu aspecto, ¡y te alzarás gigante!
Y si hacer osan á tu nombre agravios
Tus hermanas mayores, á tu vista
Su desdén no resista,
Y el necio sonreír muera en sus labios.