La piedra cansada: cuadro décimo

La piedra cansada de César Vallejo
ACTO TERCERO

ACTO TERCERO

Cuadro Décimo


 Huerta en Tullpac, región de los huaylas. Mañana de sol ardiente.Paz campesina. Puerta abierta al camino real, primer término,derecha; al fondo izquierda, se adivina una cabaña. Rumor de fiesta en torno a la cabaña; cantos, danzas, risas juveniles. Por momentos,rondas jubilosas dispérsanse entre los árboles. Kaura y Ontalla están hilando, sentadas en el césped.

 Los Uyurqui, pobres, en desgracia, viven en la región desde algún tiempo.


KAURA: — ¡Y yo le vi! Pretenden que me engaño. ¡Yo le vi! Acaba yo de volver de la terraza. Un gran silencio reinaba en el palacio. Siempre agitada por la idea de la expedición que yo juzgaba injusta, contra los kobras que serían sometidos de grado o a la fuerza a nuestras armas,recostada en mi lecho, no dormía. Un cansancio profundo, un inmenso desaliento iba envolviéndome en un sopor poblado de fantasmas de la guerra. Era el tiempo en que aún no me daba cuenta de que yo no he nacido para un hombre, sino para los hombres; de que todo ese estado de espíritu sentimental, vago, sin forma ni objeto precisos, en que me debato, no es otra cosa que la expresión de un amor entrañable y universal por toda la humanidad. Entonces, como ahora, no me interesaba ningún individuo en particular. La idea del matrimonio era completamente extraña a mi naturaleza, y como ahora te decía, lo único que despertaba en mi corazón simpatía, pasión de todos mis días, era la vida solitaria de las gentes, de los ayllus, de la comunidad entera...


ONTALLA: — Es lo que siempre he pensado, Kaura. En ti se ha perdido una mujer excepcional...


KAURA: — Eso lo ignoro, Ontalla. Sólo sé que nada me atraía tanto como las vastas empresas del reino, las vicisitudes de la vida de los pueblos, en fin, los grandes acontecimientos del Imperio. (Volviendo al hilo de sus pensamientos) Y, repito, ¡yo le vi! Estoy segura. Oí de pronto unos pasos apagados que se acercaban. La luna, cayendo sobre lo alto de los muros, sumía la parte baja del dormitorio en una semi-oscuridad. Luego, me pareció ver recortarse una sombra en la puerta...


ONTALLA: — Ya soñabas. Era un sueño. De otro modo no se explica como no gritaste, no pediste auxilio.


KAURA: — Se detuvo en medio de la habitación, como si tratase de ver claro. Llegó hasta la cama de Oruya... y oí un brusco rumor de ropas... y luego le vi salir, escurriéndose, como había entrado...


ONTALLA: — Que hayas visto al asesino, no diré, que no. Pero leviste ya, a mitad dormida y mezclado a tu sueño.


KAURA, absorta en la siniestra evocación: — Y no puedo recordar más... Cuando la madre acudió, pidiendo auxilio, fueron los gritos que me despertaron...


ONTALLA: — ¡Pobre Oruya! ¡Estrangulada!... ¿Por qué? ¿Por quién? ¿Habrá sido un loco?


UNA ANCIANA, asomándose a la puerta del camino: — ¿Qué sucede, vecinos? ¿Por qué tanto golgorio? ¿Hay entierro? ¿Chicha verde? (Atisba, escucha y se va)


UN ANCIANO, dejándose ver del lado de la cabaña, a la farándula invisible: — ¡La primera papa del año, hela en mis manos!


LA FARANDULA, en coro: — ¡Adoremos a la papa y el maíz!


ANCIANO: — ¡Hay que celebrarla! ¡Contemplarla! ¡Es morada con pintas amarillas! ¡Qué buena!


LA FARANDULA: — ¡Dancemos! ¡Dancemos! ¡Todos con una flor del papal en los labios!


ANCIANO: — Alabemos la mata, rociándola de chicha.


LA FARANDULA: — Cantemos la balada del arado.UNA VOZ:— Papa morada, signo de mendigo.


OTRA VOZ: — ¿Signo de mendigo?. ¡Mal agüero!


VOCES: — ¡Al contrario! ¡Mendigo es buen presagio!


LA FARANDULA: — ¡Dancemos! ¡Cantemos! ¡Alabemos a la papa morada! (Un chasqui se asoma a la puerta del camino)


CHASQUI: — ¡No matar! ¡No mentir! ¡No estar ocioso! Tengo sed: un vaso de agua...


ONTALLA: — Un chasqui. (Al chasqui) Entra. Vayas o vengas, el polvo del camino te acompañe. (Se apresura a traerle de beber)


CHASQUI: — Asociadme a la alegría de vuestra morada. ¿Quipuchica? (Viene, corriendo, por el foro, Huacopa)


KAURA, al chasqui: — No. La primera papa del año... ¡Es morada!Pasará, según parece, un mendigo por el ayllu. (El chasqui bebe)


HUACOPA, acercándose al chasqui: — Eso dicen. No se sabe a ciencia cierta. Diez veces treinta lunas tengo y nunca he visto un mendigo...¿Has visto tú, alguno, chasqui? (Ontalla y Kaura siguen hilando, sumidas en sus reflexiones)


CHASQUI: — No. Nunca. Dicen los villacs que los viejos traen abundancia; los jóvenes, conquistas; y los adolescentes, una gran natalidad. A veces son ciegos, sordos, penetrados de ideas raras y de pasiones misteriosas.


HUACOPA: — ¿Y qué dicen? ¿De dónde vienen?


CHASQUI: — Una vez, mi abuelo vio un mendigo, parado en una peña, al venir la noche. Era de una gran hermosura, fuerte, alto, en plena juventud; tenía en su rostro una expresión de felicidad impresionante. Era rubio y sus ojos profundos de viajero estaban como perdidos en un sueño.


HUACOPA: — ¿Y qué le dijo a tu abuelo?


CHASQUI: — Nada. De pronto desapareció de la peña. Cuando mi abuelo se aproximó, se alejó entre las piedras, como si andase en el viento.


HUACOPA: — Se cuenta que ellos llevan a las comunidades y a los pueblos,una especie de bendición secreta de los dioses.


CHASQUI: — Hay gentes que, una vez que han visto un mendigo, les queda para siempre una perenne gana de llorar. En todo caso, los mendigos carecen de parientes, ocultan el lugar donde nacieron y hasta sea firma que no son seres normales como el común de los quechuas, sino que son "dobles" de personas ausentes en trance de morir. "Dobles", "triples" o"céntuplos", ya que, como tú sabes, cuando morimos, el hombre se multiplica en innumerables criaturas, que se esparcen en todas direcciones por el mundo. (Bebe otros tragos de agua)


HUACOPA: — ¿Qué buscan? Qué persiguen?


CHASQUI: — Precisamente, nadie sabe lo que buscan o persiguen los mendigos. (En ademán de irse) ¡Reverdezca la planta de tu puerta!...


HUACOPA: — Que el polvo del camino te acompañe. (El chasqui vase. Del lado de la cabaña, llegan ahora lejanos, los rumores de alegría)


UNA VOZ, de más allá de la cabaña: — ¡Huacopa! ¿Dónde estás?Vamos al río.


HUACOPA, yéndose por la izquierda: — ¡Esperadme! ¿Quién toca mi pututo?... (Pausa)


ONTALLA, dejando a un lado su labor y extasiándose en la contemplación del cielo: — ¡Profundidad del cielo de los huaylas! ¡Qué hermosura!... Cuenta el padre que en Rajchi, el intiwatana tiene una columna que toca con su punta el cielo. En tiempos ya remotos, una vez,durante un temblor, al moverse la columna, quebró con su punta el cielo,haciéndolo pedazos. Todavía hoy se ve en la comarca fragmentos por el suelo; la gente los llama lagunas encantadas. Hay quienes, para cerciorarse, han puesto el pie y han encontrado que es duro y resbaloso...¿En qué piensas? ¡Kaura!...


KAURA, también mirando el cielo: — Me parece estar viendo la ladera de Wajojto. Abajo, en la margen del río, habían naranjales y membrillos. Y luego, más allá, tras un meandro, una inmensa hondanada, de vertientes abruptas. Un grito resonaba del peñón, de cueva, en cueva, al infinito...Un día pudimos contar que el eco respondía ochentas veces, hasta morir en un rumor levísimo, alargado...


ONTALLA, pensativa: — ¡Quién nos lo habría dicho! ¡Destronado Lloque Yupanqui, desposeída y arrojada la nobleza, entronizada la anarquía en el Imperio!... Unas cuantas lunas han bastado para tamaño terremoto social.Sin duda, en la fruta moraba ya el gusano; los primeros fracasos de la expedición contra los kobras —expedición absurda, improvisada y emprendida contra la voluntad del pueblo— ha hecho el resto. Las intrigas de la corte, las excentricidades y caprichos personales del Inca, prepararon el desastre que la descomposición latente del ejército y las rivalidades de sus jefes, no han hecho `más que precipitar...


KAURA: — Un raimi va a hacer ya de aquel motín. Revuelta infame, concebida únicamente contra la dinastía. ¿En nombre de qué causa nacional?


ONTALLA: — Pero esto no irá lejos. Lloque Yupanqui volverá al poder.Todo depende del resultado final de la expedición, cuyos fracasos, después de todo, no son sino incidentes momentáneos. Si, a la larga, ella acaba bien, antes del equinoccio, estaremos de nuevo en la corte.


KAURA: — Lo dudo mucho, Ontalla.


ONTALLA: — Entre tanto, paciencia, amiga mía. Soportemos el exilio y la desgracia. Suframos y esperemos. (Vuelve a su rueca) Y sobre todo,cuidemos nuestro incógnito.


KAURA: — Y luego, aún suponiendo que volviésemos a la posesión de nuestros bienes y prerrogativas, un dolor irremediable, una herida sin fondo, seguirá siempre abierta en nuestros corazones: la muerte de Oruya. El recuerdo de la noche de su muerte, lo llevo bien grabado en mi memoria. Más aún: a medida que pasa el tiempo, cuando pienso en esa noche, me parece que en el centro del recuerdo, la sombra del asesino, que yo estoy bien segura de haber visto, va dibujándose, precisándose, animándose y adquiriendo algo así como los contornos de una silueta extraña, conocida... que yo creo haber visto en otra época... (Como hundida en la contemplación de una visión) Es una pesadilla... una obsesión... un... (Volviendo, horrorizada, la cara y refugiándose en Ontalla) ¡Ontalla! ¡Ahí está! ¡Ahí está!...


ONTALLA: — ¡Otra vez, Kaura, ese fantasma!, ... (La abraza) ¡No es más que un fantasma!


KAURA: — Es una sombra. Ahora mismo, he visto su mirada. Una mirada sin ojos…


ONTALLA: — Todo eso lo comprendo, pero ello no impide que hay que reaccionar y ser sensata. (Tomándola de pronto por la mano) ¡Ven,kaura! ¡Ven! ¡Ven conmigo! (La lleva precipitadamente por el foro) ¡Respiremos!... ¡Aire! ¡Aire! ¡Aire!,... (Vanse. Un coro juvenil se oye a lo lejos. Dos campesinos entran por la puerta del camino)


CAMPESINO PRIMERO: — Si un Inca fuese un dios o el hijo de Viracocha, ¿cómo explicarse que Lloque Yupanqui haya sido destronado por hombres tan corrientes como nosotros, ambiciosos y llenos de defectos, como la generalidad de las gentes?


CAMPESINO 2: — Es lo que me digo yo. (Cruzan de izquierda a derecha absortos en su conversación)


CAMPESINO PRIMERO: — En buena cuenta, nadie sabe ahora quién gobierna a los quechuas. Hoy hay un Inca, mañana otro o varios a la vez.¿Serán todos ellos dioses o hijos de Viracocha? Y si vuelve Lloque Yupanqui al trono, como dicen que volverá, ¿de nuevo será dios o hijo de Viracocha? ¿En qué quedamos?


CAMPESINO 2: — Los designios del Inti son impenetrables. Todos somos sus hijos y, en cierto modo, todos somos dioses. (Vanse por la derecha)


TELÓN