La madre de la mejor/Acto II

Acto I
​La madre de la mejor​ de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto II

Acto II

Salen LISENO , FARÉS y ELIUD , pastores.
LISENO:

  Decienda, Farés, al río
poco a poco ese ganado.

FARÉS:

Goloso del verde prado,
anda saltando el cabrío;
  ¡Rita, acá! Por la ladera,
verá el manso donde va.

ELIUD:

No le deis prisa, que ya
pisa la blanca ribera.

(Dentro se haga ruido de ganado con esquilas y con cencerros, como que baja a beber.)
LISENO:

  Los vaqueros bien pudieran
tener las vacas un rato,
hasta que bebiera el hato.

FARÉS:

Jamás a que beba esperan:
  verá, pues, donde se queda
aquel carnero manchado.

ELIUD:

Tírale piedra o cayado.

LISENO:

No hay mejor puesto en que pueda
  beber a gusto, que aquel
por bajo del olivar.

ELIUD:

Ya poco deja el lugar
nuesamo y Bato con él.

LISENO:

  Después que Dios fue servido
de dar milagrosamente
fruto a su esposa, no siente
si hay ganado o si hay perdido.
  Al principio imaginé
que no pasara adelante,
pero fruto semejante
ya tan adelante fue,
  que está cerca de parir.

FARÉS:

A la cuenta si estará,
que nueve meses habrá
que Joaquín trató de ir
  con Bato a Jerusalén,
donde en la puerta Dorada
halló su mujer amada
que le esperaba también.

LISENO:

  Linda paz de los casados
son los hijos.

ELIUD:

Lazos son,
que uno y otro corazón
tienen para siempre atados.
  Donde no hay hijos, no hay gusto,
paz, sosiego, ni quietud.

FARÉS:

¿Es aquel Bato, Eliud?

ELIUD:

Paréceme más robusto:
  pero ¡voto al sol! que es él
si el deseo no me engaña,
mas que viene a la montaña
por cabritos, queso y miel.
  ¿A dónde bueno perdido?

(Sale BATO .)
BATO:

Dios guarde la buena gente;
paz, salud y vida aumente.

LISENO:

Bien vengas; ¿a qué has venido?
  ¿Qué tenemos por allá,
hijo o hija?

BATO:

Aún no ha llegado
aquel parto deseado
que el mundo esperando está.
  Y puedo decirlo bien,
pues a milagro se tiene,
y así del contorno viene
mucha gente a Nazarén
  a visitar la preñada,
que tiene tanta hermosura,
que muestra que es la criatura
alguna cosa sagrada.
  Loca está la parentela,
de pensar e imaginar
que algo quiere Dios obrar,
pues tantas cosas revela.
  Que como quien quiere hacer
unos palacios reales,
va juntando materiales
que dan su intento a entender.
  Así parece que aquí,
aunque Dios no se declara,
casa y palacios prepara;
lo demás no es para mí.
  Que esto y otras cosa tales
oí decir a Joaquín,
mirando aquel serafín,
con mil rayos celestiales.
  Él, en efecto, me manda
que venga alegre al ganado,
y para este deseado
parto que en vísperas anda,
  algunos regalos lleve;
que vendrán deudos a casa,
y como no es casa escasa,
quiere cumplir lo que debe
  a su justa obligación
y al regocijo del día.

ELIUD:

Parece que en alegría
nos bañas el corazón.
  No dudes, sino que Dios
algunos cimientos funda,
pues que la estéril fecunda.

FARÉS:

Siendo tan santos los dos,
  claro está que lo ha de ser
lo que dellos procediere.

BATO:

Farés, no es justo que espere:
luego me pienso volver;
  vengan algunos cabritos
y los más gordos corderos,
miel de olorosos romeros,
quesos de la encella escritos,
  y fruta seca, si alguna
tenéis en vuestra cabaña.

FARÉS:

Lo que hubiere en la montaña
lleva a aquella blanca Luna.
  Y dile, Bato, a señor,
que dé aviso a quien los ama,
luego que para nusama,
si quiere hacernos favor.
  Porque habemos de ir allá
a regocijar la fiesta,
y cada cual con su cesta
de lo que tuviere acá.
  Que solo en oír decir
que Ana ha de parir, no hay hombre
que no se alegre del nombre
sin saber que ha de partir.
  Ven y escoge a tu contento
cuanto hay bueno en el ganado.

BATO:

De Joaquín es, Dios loado,
y con qué notable aumento:
  vamos, y estad prevenidos
de instrumentos pastoriles,
de flautas y tamboriles
y de salterios polidos.
  Aderezad castañuelas,
y panderos, y sonajas;
que nos hemos de hacer rajas.

ELIUD:

Todo este monte consuelas
  con prometerle ese día.

BATO:

Dichoso el vientre fecundo
que promete a todo el mundo
tanta paz, tanta alegría.

(Sale SANTA ANA y JOAQUÍN .)


JOAQUÍN:

  No me canso de decir
requiebros al vientre santo,
mas ¿quién puede decir tanto,
ni tanto puede sentir,
si lo que habéis de parir,
Ana hermosa, es una estrella
que Dios quiere hacer tan bella?
Cualquiera encarecimiento
dará muestras del contento,
mas no de igualar con ella.
  ¡Bendito el dichoso día,
Ana mi mujer amada,
que os vi en la puerta Dorada,
del oro de mi alegría!
Cuando pienso que María
hoy vive dentro de vos,
y procede de los dos,
querría estar de rodillas,
porque tantas maravillas
todas van llenas de Dios.
  A la esfera de la luna
parece ese vientre santo,
luna que ha de crecer tanto,
sin tener mengua ninguna,
luna hermosa, que si alguna
luz al sol ha de tener,
esta pienso que ha de ser,
porque Dios ha prevenido
muchos hombres que han nacido,
mas no como esta mujer;
  y pues Dios mujer previene,
no sé si piense que sea
esta aquella que desea
el mundo, y que el tiempo viene
que la frente quebrar tiene
su planta al dragón inmundo.
Que hacer lo estéril fecundo
y no siendo hombre el que nace,
sin duda es arca que hace
para que se salve el mundo.

ANA:

  Dulce esposo, el alegría
que comunica a mi pecho
esta prenda que le ha hecho
un cielo desde aquel día,
esta divina María
que el Ángel nos anunció,
mil pensamientos me dio
viendo tanta gloria en ella,
si es del claro sol la estrella,
y el alba vengo a ser yo;
  mas como mi indignidad
bate las alas al suelo,
dejo, mi Joaquín, al cielo
del secreto la verdad.

JOAQUÍN:

Donde tanta claridad
se muestra, luz hay oculta.
La indignidad dificulta
nuestros mortales despojos;
mas luz que abrasa los ojos,
si no es sol, ¿de quién resulta?
  Vos parecéis un cristal,
María una lumbre clara
que su resplandor declara,
y resplandor celestial.
Con esta misma señal
nacieron Isaac, Sansón,
Josef y Samuel, que son
hombres en fin; mas el día
que Dios promete a María,
Dios tiene más ocasión.
  ¡Oh quién serviros pudiera
igualando a su deseo,
que rico y pobre me veo,
rico por lo que quisiera,
y pobre, porque no fuera
el mundo regalo dino!

(Sale RAQUELA .)
RAQUELA:

Aquí ha entrado tu sobrino.

JOAQUÍN:

¿Cuál dellos?

RAQUELA:

Josef.

JOAQUÍN:

Pues entre.

(Sale JOSEF y un pastor con una cuna nueva.)
JOSEF:

Que aquí juntos os encuentre
quiso Dios, porque el tributo
rinda alegre al dulce fruto
de tan casto y santo vientre.
  Tíos de mi corazón,
tomad con pecho sincero,
deste pobre carpintero,
no el presente, la intención.
De David y Salomón
desciendo, mas mi humildad
no heredó la majestad,
que si su cetro tuviera,
del mar de Ofir os rindiera
más oro mi voluntad;
  cuando supe que sabéis,
desde aquel dichoso día,
que habéis de llamar María
al tesoro que tenéis,
y que mil siglos gocéis,
no sé qué me dio en el alma
que me dejó todo en calma,
y dijo toda gozosa:

JOSEF:

¿De quién ha de ser esposa
esta soberana palma?
  Diome, aun antes de nacida,
mi prima tanta afición,
que en medio del corazón
la tengo toda esculpida,
y así a la niña querida,
niña en los ojos de Dios,
por serviros a los dos,
quise labrar una cuna
para aposentar la Luna
deste cielo que sois vos.
  Busqué luego, amada tía,
unas tablas de ciprés,
y hallé luego dos o tres,
y dije: ¡Por vida mía,
que habéis de hacer a María
la primer cama que tenga,
en tanto que la prevenga
otras grandezas el cielo;
que no es posible que al suelo
para menos glorias venga!
  Llega, Elí; perdonad, tíos,
pues sois tan santos y llanos,
que esto labre con mis manos;
porque los deseos míos,
de los ébanos sombríos
  y el terso marfil bruñido,
quisieran que hubiera sido,
o que toda un nácar fuera,
porque quien tal perla espera,
tal caja hubiera tenido.

JOSEF:

  Quisiera daros cortinas
de tela, y cielo de cielo;
que brocado y terciopelo
parecen cosas indignas;
esto ofrezco a sus divinas
prendas, en que el alma enseño,
que si de más fuera dueño,
más le hubiera presentado,
pero Sol tan disfrazado
ande en carro tan pequeño.

JOAQUÍN:

  Josef, de vuestra intención
estamos bien satisfechos,
y vos sabéis nuestros pechos,
y en qué grado vuestros son.
La cuna ha sido invención
muy vuestra, imitando el arca
de aquel santo Patriarca,
en que la paloma viva
que traiga la verde oliva,
que cielos y tierra abarca.
  Mil cosas, con el contento,
digo que apenas las sé,
y que decillas no fue
más causa que el sentimiento,
y para agradecimiento
os digo, Josef querido,
que habéis la barca traído
donde la estrella del mar
ha de salir a guiar
al navegante perdido.

JOAQUÍN:

  Y añado, por más consuelo,
y de vuestro amor ventaja,
que habéis labrado la caja
para la joya del cielo.
Y digo con santo celo,
movido de Dios por vos,
que esta joya de los dos
ha de ser tan rica y bella,
que se ha de engastar en ella
el mismo diamante Dios.

JOSEF:

  En el nombre de María
tantas virtudes se ven,
que sus letras dicen bien
qué joya y qué piedras cría:
por la M, se podría
decir que esta joya hermosa
es margarita preciosa.
Por la A, que es amatiste,
que de azul claro se viste,
del cielo color celosa.
  Que rubí muestra la R,
de color subido y fino.
La I, que es bálsamo divino,
que no hay mal que no destierre.
  Con la A, será alectoria,
piedra de honor y memoria.
Mirad si es joya bastante
para engastar el diamante
que la corona de gloria.

ANA:

  Joaquín, un nuevo accidente
me ha dado.

JOSEF:

Aquí está Raquela.

ANA:

Aunque accidente consuela
y con templanza su frente.

RAQUELA:

Pues, señora, prestamente
ven conmigo.

ANA:

  Esposo mío,
en aquel gran Dios confío
de mi esperanza el efecto.

(Vanse, poniendo las manos en los hombros de RAQUELA .)
JOAQUÍN:

El fruto otra vez prometo,
y desde aquí se le envío.

JOSEF:

  Joaquín, yo voy a avisar
a mi casa, porque sé
que a Jacob no le podré
mejores nuevas llevar.
Que os viniera a visitar
  quisiera, mas no anda bueno.

JOAQUÍN:

El cumplimiento condeno
y considero el amor.

JOSEF:

El cielo os dé su favor,
aunque estáis de tantos lleno.

JOAQUÍN:

  Divino Jehová, principio y fin
sin principio ni fin, Dios de Sión,
¿qué trono es este, eterno Salomón,
que fundas en la casa de Joaquín?
¿Qué arca de uno y otro querubín,
cubierto con tan alta perfección?
¿Qué tierna vara del divino Aarón;
qué cedro en monte o fuente de jardín?
Altas sospechas, gran Señor, me dan
que de la humilde casa de Belén
quieres que venga al mundo el nuevo Adán.
Dichoso yo, dichosa Nazarén
si cumples la promesa de Abraham,
que si esta es alba, vendrá el sol también.

(Salga BATO .)
BATO:

  Mi señora te ha llamado:
entra a hacerle compañía:
verás que es obscuro el día
y el mismo sol, comparado
  a la luz del aposento,
donde con susurro blando
parece que están cantando
en algún dulce instrumento.
  Entra, señor, que te llama.

JOAQUÍN:

Ya se acerca mi alegría,
ya viene el alba del día,
que el alma en gloria me inflama.
  ¿Trajiste bastantemente
para dos huéspedes?

BATO:

Creo
que he igualado tu deseo,
y que aunque venga más gente,
  para todos ha de haber
qué comer y qué cenar;
pero no dejes de entrar:
así Dios te dé placer,
  verás la casa, un jardín
lleno de olores del cielo.

JOAQUÍN:

Todo resplandece el suelo,
¡oh venturoso Joaquín!

BATO:

  ¡Y cómo si es venturoso
quien tanta gloria merece!
¿Qué es esto que resplandece?

(Sale GABRIEL cercado de ÁNGELES .)
ÁNGELES:

Deja, Gabriel generoso,
  que así juntos te adoremos.

GABRIEL:

Ángeles, alzaos: mirad
que solo a su Majestad
esa adoración debemos.

ÁNGELES:

  Quien del Rey ha merecido
oficio tan preeminente,
y comisión de asistente
a su lado esclarecido,
  de la que ha de ser su Madre,
bien merece adoración.

GABRIEL:

Yo traigo esta comisión,
que me dio el Eterno Padre,
  para ser Ángeles de guarda
de la que Madre ha de ser
de su Hijo, que nacer
muy presto en la tierra aguarda.
  Hoy son ocho de Septiembre,
hoy ha de nacer María,
porque en el mundo alegría
y oliva de paces siembre.
  De dos años y dos meses
será al templo presentada
esta espiga sazonada
de Dios entre castas mieses.
  Estará otros once en él,
y de trece desposada
con Josef, esta sellada
puerta que vio Ecequiel,
  esta zarza, que jamás
ardió, con el fuego en medio
de trece años y medio
y de trece días más,
(Hínquense de rodillas los ÁNGELES .)
  Ha de concebir al Hijo
de Dios, cuando en ella encarne,
hecha la palabra carne.

BATO:

¡Qué divino regocijo!
  Parece que blandamente
oigo hablar sin ver a quién.
¡Oh, dichosa Nazarén,
donde tal gloria se siente!
  ¡Oh venturoso aposento!

(Levántense los ÁNGELES .)
GABRIEL:

De catorce años María,
y tres meses, verá el día
del divino nacimiento
  del hombre y Dios en la tierra,
hecho pasible y mortal,
y allí, coro celestial,
con cuanta grandeza encierra
  la soberana milicia,
después que se hayan besado,
con abrazo regalado,
dulce paz, santa justicia,
  cantaréis, pues que la guerra
cesó en el dichoso suelo,
la gloria a Dios en el cielo,
la paz al hombre en la tierra.
  Yo voy con humilde celo
a servir a esta señora,
que tanto a Dios enamora,
que le hace bajar del cielo.
  Vuestras angélicas bocas
canten y muestren placer;
de su guarda voy a ser.

ÁNGELES:

¡Dichoso Gabriel, que tocas
  aquel arca soberana
del más divino maná,
si envidia cupiera allá,
como en condición humana,
  los Ángeles la tuvieran
de tu preeminencia hoy!

GABRIEL:

A verla y servirla voy,
que ya en las manos la esperan
  sus padres, más que dichosos.

ÁNGELES:

Todos iremos contigo.

BATO:

Que hablan y cantan digo;
cantaréis himnos gloriosos;
  es sin duda que en la tierra
hoy hace Dios maravillas.
Dios que soberbios humillas,
y cuya espada destierra
  a la arrogancia del cielo;
Dios que la humildad levantas,
¿qué son maravillas tantas
en el cielo y en el suelo?
  Todo florece y respira
suave y divino olor:
prodigioso resplandor
en esta casa se mira:
  Pienso que están a racimos
los ángeles por los techos
como de las palmas hechos;
tal vez por ella los vimos.
  ¡Qué acordados instrumentos!
Sin duda que el parto llega;
la luz mas que el sol me ciega:
ojos, no miréis atentos.
(Toquen dentro chirimías, y en acabando canten.)
  Ave regina coelorum,
ave domina Angelorum,
  salve radix, salve porta,
ex qua mundi lux est orta.

(Tornan a tañer, y salgan los tres pastores, LISENO , FARÉS y ELIUD , con unas cestas.)


LISENO:

  Allá puede tener el que quisiere
cuenta con el ganado, que este día,
no digo los pastores, los corderos
vendrán a Nazarén saltando todos,
mejor que cuando entre canales de agua
pasaba el pueblo de Israel seguro,
el mar Bermejo en cristalino muro.

FARÉS:

Aquí está Bato y todos sin sentido.

ELIUD:

¡Hola, Bato! ¿qué es esto?

BATO:

¿De qué suerte
habéis venido a Nazarén vosotros?

ELIUD:

Con los pies que tenemos, y en las manos
estos presentes para la parida.

BATO:

¿Cómo o cuándo supisteis que lo estaba?

FARÉS:

Era tanto en el monte el regocijo
de cabras, de cabritos y corderos,
de toros, de becerros y de vacas,
el saltar, el balar y el alegría;
eran tantas las flores que nacieron,
tanto el olor de casia, cinamomos,
cedros, aloes, mirras, y laureles,
tantas las fuentes que brotaron agua
por los resquicios de las secas peñas
y entre las hierbas de los verdes prados,
tantas la luz, las voces y la música
que celebraba el nombre de María,
que claramente vimos que nacía.

ELIUD:

Sin esto, por los aires resonaba
su nombre en celestiales instrumentos,
y como se ve el sol de donde nace,
de Nazarén se vía que nacía
la que llaman los ángeles María.

LISENO:

Dejamos admirados los ganados,
y venimos a ver el venturoso
parto de una mujer que en estos años,
de estéril hace Dios ser tan fecunda,
que baña el mundo en gozo y alegría
pariendo la hermosura de María.

ELIUD:

Guíanos, Bato; que ofrecer queremos
lo que en aquestas cestas recogimos:
rústicos dones, pero ricos ánimos.

LISENO:

Yo traigo cuatro vivos conejuelos,
que ojalá que la niña mejor fuera
porque comer y retozar los viera.

FARÉS:

Yo seis panales de la miel más pura
que en todos estos montes se ha criado,
y que solo mirar el artificio
desta sabia, aunque mínima república,
puede admirar el más sutil ingenio.

BATO:

Pues yo te juro que los labios bañe
de la más pura y celestial criatura
que ha visto la terrestre compostura.

ELIUD:

Aquí le traigo, Bato, unos pichones,
no ingratos a los cebos de sus padres,
que por las nuevas mal pobladas plumas
descubren la gordura de la carne:
guíanos, por tu vida, a la parida.

BATO:

Vamos, que yo no sé lo que ha pasado,
pero sé que ha nacido, porque afuera
así lo oí, como presente a todo;
hablaré con Raquela, y si nos diere
licencia a todos juntos como estamos,
veremos a la madre y a la hija,
que según con las dos se alegra el cielo,
no las tiene mejores todo el suelo.

(Vanse.)


(Sale un REY JUDÍO y otros dos criados.)
JUDÍO 1.º:

  Parece que manda hacer
el cielo este regocijo,
y para darlo a entender,
como en pregones lo dijo
con música desde ayer.
  El aire que resonaba
parece que nos decía
que la tierra en paz estaba
y que una estrella nacía
que al divino sol llamaba.
  Pues siendo así, ¿no es razón
hacer regocijo y fiestas?

JUDÍO 2.º:

Previniendo una canción,
baile, gran señor, se apresta
de los que más diestros son.

JUDÍO 1.º:

  Pues con ellos quiero ir
al templo, y en él pedir
a los cielos qué sería
la causa desta alegría
que hoy nos han hecho sentir;
  que las cosas que contemplo
son peregrinas mercedes.

JUDÍO 2.º:

Darás de humildad ejemplo;
ya viene la fiesta, y puedes
irte con ellos al templo.
(Salen los músicos de judíos, y los que bailan; canten y bailen.)
  Nunca el sol salió más bello,
runfalalén.
Ni con más lindo cabello.
fanfalalán.
Nunca fue tan claro el día.
runfalalén,
ni trajo tanta alegría,
fanfalalán.
Que se alegren manda el cielo,
runfalalén,
Todos los hombres del suelo,
fanfalalán.
No sabemos la ocasión,
runfalalén,
pero alegrarse es razón,
fanfalalán.
Por Septiembre primavera,
runfalalén,
¿Quién ha visto, o verla espera?
fanfalalán.
Cuando nace algún cometa,
runfalalén,
está la tierra sujeta,
fanfalalán,
Mas cuando nace una hembra,
runfalalén.
Que no hay sol que más alumbre,
fanfalalán,
todos contentos están,
fanfalalán.

(Vanse.)


(Sale otro REY NEGRO con algunos criados.)
REY:

  Samo tan regocijara
de ver lo sielo tan beyo,
que non podemo hablar deyo
siendo neglo y ellan crara.
  Turo en placer nos bañamo
desta divina alegría,
po sieto la tierra mía
grande contento le damo.
  Por tun vilas que me contas
lo que ha habido por allá.

NEGRO:

Tomé si la contará;
tengamo un poco de conta.
  Hoy que del meso Setiembro
pensa que tenemos ocho,
sando el cielo llovendero,
triste nubraro y mencónico,
de repente se serena
hacia la banda del Congo,
y sale el siñolón Febo
yena de cabeyo rojo;
al mismo punto vimo
por montes, vayes y sotos,
floriro turo la planta,
canela, clavo oloroso,
jengibre, nuece moscada,
pimientas y sinamomos,
luego esmaltará los prados
de tanta liria vistoso,
tanto azule campanilla,
tanto trébole y enojo,
perejila, yerba buena
mucha, culantrillan poco,
y otras flores que podían
un Mayo volveyan locos;

NEGRO:

luego las parleras aves
abren los picos sonoros,
yevando a sus dulces tiples
con trambajos los arroyos;
cantaba la sirgueriya,
la calandria, el ruiseñolo,
la perdiz, la cogujalas,
la cernícala y cinsontos,
y aunque no sabemo quién,
nacemo con tanto gozo;
María, María, dice
la pampangaya y lo tordo;
luego de los montes altos
bajaba el gamo y el corzo
a las aguas de las fontes,
sin tomar del arco asombro;
a los pinos encumbralas
trepaba el ligero monos,
y los piñones sacando,
a quien mira hacemos cocos:
mirando tanta alegría
lo Neglo de Manicongo,
ropa de algodón se viste
labrara con seda y oro,
ponemo lo paragate
más blanca que riñan de ojo,
con su cinta culurara,
que parecemo un madroños,
mucho de casicabele
atamo turo brioso,
que aunque zambo, bien sabemo
bailar como un andimoños;
sacamo tamborilico,
guitarrillas, clavicordios,
e con pandero e sonajo
cantamo e bailamo en corro;
si no lan quiere creer,
mira cómo viene toro;
véngase tras ella prima,
que aunque neglo, gente somo.

NEGRO:

(Salen los músicos de negros, y los que bailan; cantan y bailan.)
Usié, usié, usiá,
que no sabemo lo que será;
purutú, purutú, purutú,
si nadie la sabe, cáyala tú.
Cuando el cielo muestra
tanto resplandore,
y en la tierra nuestra
nace tanta flore,
algún gran favore
el cielo nos da.
Usié, usié, usiá,
que no sabemo lo que será;
purutú, purutú, purutú,
si nadie la sabe, cáyala tú.

(Vanse.)
(Salen dos gitanos.)
GITANO 1.º:

  Por toda Menfis, Lucino,
se esparce tanta alegría,
que parece que este día
con señal del cielo vino.
  Algún pronóstico es
de nuestra felicidad.

LUCINO:

No es aquesta claridad
de un sol, parece de tres;
  y que todos a porfía
dan tal luz a mil extraños
reinos, que el tiempo en sus años
no vio tan hermoso día.
  Quererte pintar la mar
sería imposible cosa,
pues siendo tan espaciosa,
que ocupa mayor lugar
  muchas veces que la tierra,
así se vio puesta en paz,
que de alterarla incapaz
se vio del viento la guerra.
  Pudieran no solo naves
de alto bordo y galeones,
peregrinar mil naciones,
sobre las ondas suaves:
  mas la más pobre barquilla,
sin alterar el igual
campo de puro cristal,
ver la más remota orilla.
  Focas, delfines, ballenas,
pacíficos navegaban,
y por las ondas andaban,
de coral y perlas llenas.

LUCINO:

  Pues si la mar, que furiosa
quiere sorberse la tierra,
estaba en paz, poca guerra
en esta ocasión dichosa
  la tierra padecería;
antes, vestida de paz
de blanca arenosa faz,
la verde hierba vestía.
  Fue tal el olor suave
y la divina hermosura
de su variedad, segura
de que el invierno la acabe,
  que porque nadie codicie
su plata y oro, las minas
cubrieron de piedras finas
la terrestre superficie.
  Y rubias escorias de oro,
y junta tanta riqueza,
la misma naturaleza,
quedó con mayor decoro.

GITANO 1.º:

  Tantos prodigios, Lucino,
de alguna Real persona
pronostican la corona.

LUCINO:

Algún Dios del cielo vino
  a ser en la tierra humano,
pues nunca jamás el cielo
previno gloria en el suelo
de aplauso tan soberano.
  Mira la fiesta que hace
Egipto al Sol, a la Estrella,
al Rey o la Reina bella
que con tantas fiestas nace.
  No hay hombre sin regocijo.

GITANO 1.º:

Pues sigámoslos también,
y día de tanto bien,
quede en las memorias fijo.
(Salen músicos gitanos y los que bailan; cantan.)
A la dana dina,
a la dina dana,
a la dana dina,
señora divina,
a la dina dana,
Reina soberana.
Quienquiera que sea
la que hoy ha nacido,
que el suelo ha vestido
de verde librea,
Egipto la vea,
su bella gitana,
a la dina dana,
Reina soberana,
a la dana dina,
señora divina.
Quienquiera que tiene
tan alto valor,
que a sembrar amor
a la tierra viene,
pues Dios la previene
y el Sol la encamina.
A la dana dina,
señora divina,
a la dina dana,
Reina soberana.

(Vanse y salen CLEOFÁS y JOSEF .)
JOSEF:

  Creciendo de Jacob el mal postrero,
Cleofás, que ya postrero le he llamado
por parecerme que es tan duro y fiero,
  no hay que aguardar que a nuestro tío amado
venga a dar parabién de su sobrina,
pues Joaquín le tendrá por excusado;
  ha parido una niña tan divina,
Ana dichosa y santa, que parece,
no de Arabia, mas Fénix Palestina;
  ésta que sus parientes enriquece,
y el mundo con sus gracias enamora,
nombre de Aurora, y aun de Sol merece,
  y ¡ay Dios! si fuese de aquel Sol Aurora,
que espera el mundo, y que este alegre día
tomase dél la posesión ahora.

CLEOFÁS:

  A ver en la montaña en que vivía,
a Joaquín el Arcángel anunciado
las gracias y excelencias de María,
  muestra que el cielo ha puesto y declarado.
En este venturoso nacimiento,
el tiempo de los hombres esperado,
  démosle el parabién con el contento
que es justo que tengamos sus sobrinos.

(Salen SANTA ISABEL y ZACARÍAS .)
ISABEL:

Ese fuera excusado ofrecimiento.

ZACARÍAS:

  Mi querida Isabel, si somos dignos
de ver cumplidos tan alegres días,
esos serán pronósticos divinos.

JOSEF:

  Ya vienen Isabel y Zacarías
a ver la bella prima que ha nacido
con generales fiestas y alegrías.

CLEOFÁS:

  Enhorabuena hayáis los dos venido.

ISABEL:

¡Oh, Cleofás! ¡Oh, Josef! ¿Ana está buena?

JOSEF:

Buena estará la que tan buena ha sido;
  no hemos entrado; tú, señora, ordena
que juntos visitemos la parida,
y la niña también de gracias llena.

(Salen RAQUELA y BATO .)
RAQUELA:

Buena ha sido la fiesta.

BATO:

  Es escogida.
Para ser de sus rústicos pastores.

ISABEL:

¿Levantóse mi prima, está vestida?

JOSEF:

Está Joaquín con ella.

BATO:

  Entrad, señores,
veréis la primavera toda en Ana,
y en una flor del sol todas las flores;
  aun no se levantó, que es de mañana,
pero tiene salud, tiene hermosura,
y la del sol la niña soberana.

ISABEL:

Vámosla a ver.

BATO:

  Pues bien podéis, segura
de que veréis la aurora y el sol mismo,
que el cielo ilustra con su lumbre pura,
  y ausenta las tinieblas al abismo.

(Vanse.)
(Salen LISENO , FARÉS y ELIUD .)
LISENO:

  Aquí están Bato y Raquela.

FARÉS:

Hoy habemos de jugar,
porque de puro bailar
no hay hueso que no me duela.

BATO:

  ¿No topastes a Isabel,
la esposa de Zacarías,
la estéril por tantos días?

ELIUD:

¡Oh santo Dios de Israel,
  que das esterilidad
para mostrar tu grandeza,
poniendo en esta aspereza
divina fecundidad!
  Pienso que Isabel también
otro día parirá,
que por dicha ahora está
estéril para más bien.

BATO:

  ¿Isabel ha de parir?

ELIUD:

¿Ana no parió?

BATO:

Dejemos
para el cielo esos extremos,
que él puede hacer y decir.

FARÉS:

  No hay para Dios imposible.

LISENO:

Eso mismo digo yo,
y que pues Ana parió,
será de Isabel posible.
  ¿Qué juego se ha de inventar?

BATO:

Uno en que estemos sentados,
y que quedando tiznados,
nadie se pueda alabar.

LISENO:

  Ya tengo mi asiento aquí.

RAQUELA:

Yo a tu lado.

ELIUD:

Yo me asiento
a donde esté más atento.

FARÉS:

Y yo, Eliud, junto de ti.

LISENO:

Va de juego.

BATO:

  Cada cual,
deste nombre de María
tome una letra.

LISENO:

La mía
es M.

BATO:

Buena.

LISENO:

¿Y qué tal?

RAQUELA:

  Pues yo tomo el A primera.

FARÉS:

Yo la R

ELIUD:

Yo la I.

BATO:

Y yo, porque no escogí,
me agrado del A postrera.
  Cada cual, señores, diga,
por su letra comenzando,
algún nombre, preguntando
al que quiere que prosiga.

LISENO:

Comienza, pues.

BATO:

  Eme, di
¿qué es María?

LISENO:

Milagrosa,
pues nació tan gloriosa;
pero responda la I.

ELIUD:

  Insigne entre las mujeres;
mas diga la R.

FARÉS:

Digo
Que es Rica, pero prosigo;
A primera, si tú quieres.

RAQUELA:

  Digo que es Arco del cielo;
A postrera, di quién es.

BATO:

Arca del diluvio a tres;
quedar sin nombre recelo;
M, ¿qué es María?

LISENO:

  Mar;
pero diga el A postrera.

BATO:

Arpa de David.

ELIUD:

No fuera
mucho aquesta vez errar;
  R, ¿quién es esta niña?

FARÉS:

Regalo del mismo Dios.

BATO:

Bien dicho.

FARÉS:

Mas decid vos:
desta zarza, palma y viña,
  señora I, ¿qué sentís?

ELIUD:

Que es Infanta de los cielos,
de quien tiene el Ángel celos,
que los perdió.

BATO:

Bien decís.

ELIUD:

  Mas ¿qué siente deste sol
la M?

LISENO:

Tengo por llano
que es de David soberano
la santa esposa Micol;
  mas ¿qué dice el A primera?

RAQUELA:

Que es divina Abigail.

BATO:

Respuesta ha sido sutil.

RAQUELA:

¿Qué responde el A postrera?

BATO:

Que es Abisac.

RAQUELA:

  ¡Qué veloz!

BATO:

Mas la R, ¿qué dirá?

FARÉS:

Que es Rut, que espigando está
en los rastrojos de Booz.

BATO:

  Como tan bien te gobiernes,
no perderás.

FARÉS:

¿Quién es I?

ELIUD:

Iudit, que dé muerte aquí
al más soberbio Olofernes.
  Mas R, ¿a quién diréis ya?

FARÉS:

A Rebeca. ¿Y la A postrera?

BATO:

Que es Ave de quien espera
hacer del cielo maná;
  pero la primera diga.

RAQUELA:

Que es Árbol de oliva hermosa,
de los hombres paz dichosa
que sus discordias mitiga.
Mas ¿la R?

FARIS:

  Diré yo
que es bellísima Raquel,
ramo de verde laurel
y rosa de Jericó.
  Diré que es Reina y Rubí
y reparo de los hombres.

BATO:

Por uno dices mil nombres.

ELIUD:

Sus padres vienen aquí.

(Salen JOAQUÍN y ANA , de parida, con la niña santísima en los brazos, ISABEL , ZACARÍAS , JOSEF y CLEOFÁS .)
JOSEF:

  No paséis de aquí, señores;
esto por merced os pido,
aunque perdemos de ver
ese sol hermoso y lindo;
y suplícoos que me hagáis
tal merced, amados tíos,
que pongáis en estos brazos,
puesto que humildes e indignos,
esa infanta, ese traslado
del sol y del cielo empíreo.

ANA:

Por cierto de buena gana,
Josef, amado sobrino;
que bien estará en tus brazos
esa prenda de los míos,
que cuando fuera mayor,
eres tú tan casto y limpio,
que puedes tenella en ellos.

(Dásela a JOSEF en los brazos.)
JOSEF:

¡Oh mi niña, oh paraíso,
oh más hermosa que el cielo!
Abrid, abrid los zafiros
de quien toma luz el sol.
Mirad, mirad vuestro primo;
yo soy Josef, Josef soy;
de Jacob, niña, soy hijo;
de David también desciendo.
Reyes me dieron principio;
niña por gran bien nacida,
niña de los ojos míos
y aun de los ojos de Dios,
pues ha tanto que os ha visto,
abrid el rubí precioso
de aquesos labios benditos,
porque se descubra el cielo
sin mirar al cielo mismo;
¿cómo os halláis en la cuna
que de cipreses os hizo
este pobre carpintero,
después que os tiene tan rico?
¿Dormís bien? Dichosa quien
os aduerme; mas ¿qué digo?
Tomad, que me lleva el alma,
y pienso que el cielo os quito.

JOAQUÍN:

Mucho nos honras, Josef.

JOSEF:

La honra que he recibido
Dios la sabe; entraos, señores;
que baja el sereno frío
y hará mal a tanto bien.

ISABEL:

Yo también, prima, bendigo
fruto de tal bendición;
presto volveré a serviros.

ZACARÍAS:

Volved, Ana, al aposento.

ANA:

Adiós, parientes queridos.

JOAQUÍN:

Entrad, señora, y guardad
ese tesoro infinito;
que si el amor no es quien causa
las ideas que fabrico,
vos seréis, Ana dichosa,
llamada en todos los siglos
la Madre de la Mejor,
Madre de cuantas lo han sido.