La guerra al malón: Capítulo 21
Una mañana —marchaba la columna a través de una picada abierta la víspera en el monte— circuló la noticia de que una mujer acababa de dar a luz un niño en medio del camino. Fuimos a verla, el mayor, el médico del cuerpo y yo.
Efectivamente, recostada en el tronco de un chañar sobre el poncho que un buen soldado había tendido, vimos a la mujer del cabo Gómez que envolvía en no muy suaves pañales al hijo que le llegaba en tan inoportuno momento. Auxiliada con palabras de aliento y de coraje por el médico, ya que no era posible hallar otra cosa allí, la enferma fue subida a caballo, y sostenida por dos soldados que marchaban a pie, a los lados de la montura, consiguió llegar al lugar en que la división acampó. Inmediatamente madre e hijo fueron bañados en las no templadas aguas del Colorado; y, al otro día, cuando la columna se puso de nuevo en movimiento, la vimos pálida, pero serena y conforme, sobre el recado, cantando el arrorró a su hijito al compás del tranco de su cabalgadura.
Bien era cierto que el cabo Gómez había pasado la noche dándole a su compañera, para que echara nuevas fuerzas, caldo de piche con bastante maíz hervido.
Cuando ocho días más tarde nos adelantamos al grueso de las tropas para llegar a Choele—Choel el 24 de mayo por la tarde, la mujer de Gómez no quiso quedarse a retaguardia. Marchó con nosotros, y con nosotros llegó, sin dar estorbo ni trabajo, al término de la expedición.