La equivocación de un verdugo

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


La equivocación de un verdugo.

Sacaron por ladrón á un gitano á darle doscientos azotes por las calles de Sevilla; y conociendo por los primeros que recibió que la fiesta no era cosa de reir, volvió la cara al verdugo, llamando su atención, y luego, juntando los estremos de los dedos índice y pulgar, y ensanchándolos en forma de peso duro, le hizo creer que si ablandaba la mano recibiría la recompensa en mejicanos de buenaley.

El verdugo, que en estos contratos debia estar ducho, trató al solapado ladrón con una blandura inusitada, y como era justo, cuando llegó á la prisión reclamó su paga.

— ¿De qué paga me hablas? dijo el gitano, haciéndose el tonto.

— De la que tú me ofreciste rodeándote el ojo con los dedos como si señalaras un duro.

— ¡Já! ¡já! ¡jal contestó el gitano, ya lo entiendo; pero hombre, si lo que yo te queria decir es, que al levantar la penca se me abria tanto ojo de c, como indicaban los dedos.