La de San Quintín: 17
Escena II
editarDichas; VÍCTOR por el fondo.
VÍCTOR.- ¿Qué mandan las lindas proletarias?
RUFINA.- Que te prepares. Necesitamos de tu co... operación revolucionaria y disolvente.
ROSARIO.- Somos las hordas populares... Pedimos pan y trabajo; y como no nos dan el pan, lo hacemos; pero no para que se lo coman los ricos.
VÍCTOR.- (Riendo.) ¿Van a hacer pan?
ROSARIO.- Rosquillas, hombre, para el pueblo soberano. (Señalándose a sí misma.)
RUFINA.- Y traerás aquí la tabla de amasar, las latas y todos los adminículos.
ROSARIO.- Y luego usted se dignará llevar la tarea a la boca del horno.
VÍCTOR.- Encendido está ya. Parece un corazón enamorado. Conviene esperar a que se temple.
ROSARIO.- Con el frío de la sana razón.
RUFINA.- Vuélvete a la huerta. No diga papá que te entretenemos.
VÍCTOR.- (Contemplando estático a ROSARIO.) (¡Divina, sobrenatural mujer...! ¡Miserable de mí!). ¿Me llamarán luego? ¿Es de veras que me llamarán?
ROSARIO.- Sí, hombre, sí.
VÍCTOR.- Pues abur.
(Vase por el fondo.)
RUFINA.- ¡Qué guapo y qué simpático!
ROSARIO.- Sí que lo es. Corazón grande, alma de niño.
LORENZA.- (Que ha entrado y salido repetidas veces en la escena, llevando los trastos de planchar.) Señoritas, no olvidarme las gallinas. Es hora de darles de comer.
ROSARIO.- Sí, vamos.
(Al ir hacia el fondo son detenidas por DON JOSÉ y EL MARQUÉS, que entran. Vase LORENZA por la izquierda.)