La Tigra: 03
Escena II
editarDichos y OLIVERA (que entra al final del número, ocupando una de las mesas a cargo de LA TIGRA, llama fuertemente con las manos. LA TIGRA como si tal.)
HAYDÉE. -¡Tigra! ¡Tenés gente! (Bajo, al RUBIO.) Es él... ¿Te das cuenta?
EL RUBIO. -¿Se armará, entonces, che?
OLIVERA. -(Llamando de nuevo, más fuerte.)
EL REGENTE. -¿Qué es eso? ¿Se han vuelto sordas?
LUIS. -Atendelo, andá.
LA TIGRA. -(Alzándose.) No y no. (Acercándose a HAYDÉE.) ¿Quieres hacerme el favor de servir a ése?
HAYDÉE. -¿Yo? ¡Ja, ja! No me meto en la vida privada, che.
LA TIGRA. -Estás muy comadre, pero te disculpo porque es la bebida la que habla por ti. ¡Infeliz!
HAYDÉE. -¡Jajay!
OLIVERA. -(Vuelve a llamar.)
REGENTE. -(Acercándose a LA TIGRA.) ¿Pero qué hace usted? ¿Qué se ha creído?
LA TIGRA. -Digo que no lo atiendo. Y si no está conforme, ahora mismo me entrega la cuenta y me voy.
REGENTE. -Pero mujer, usted sabe que ese hombre es capaz de armar un escándalo.
LA TIGRA. -Que lo arme.
REGENTE. -Está bien. Cuando le parezca, pase por el mostrador a entregar. Queda despachada.
LUIS. -¿Por qué han de obligarla a despachar a un compadre?
LA TIGRA. -Tú te callas. Eso no te importa.
LUIS. -¿Cómo que no me importa? Lo he de decir a gritos.
LA TIGRA. -Usted se sienta. (Lo sienta, manteniendo una discusión.)
REGENTE. -Haydée: atienda usted al señor. Hasta que se cierre la casa, tiene usted todas las mesas a su cargo.
HAYDÉE. -¡Jajay! Está bueno. Con permiso, muchachos. Yo no seré muy tigra, pero no me asusto de tan poca cosa. ¡Biaba más o menos!
LA TIGRA. -(Acercándose a HAYDÉE, rápidamente.) ¡Ah, no! No te has de lucir a mi costa. Sal de ahí. Acaba de emborracharte, que mañana te entenderás conmigo. Mañana, ¿me oyes? (Oprimiéndole el brazo violentamente.) ¡Mañana!...¡Inmundicia!...
HAYDÉE. -(Vencida.) ¡Está bien, está bien! Mañana. (Se sienta. LA TIGRA se acerca a la mesa de OLIVERA.)
EL RUBIO. -¿Y por qué no se la diste, che?
LA TIGRA. -¿Qué va a tomar? (LUIS observa la escena dispuesto a intervenir.)
OLIVERA. -Buenas noches. Café. (LA TIGRA va al mostrador; los MARINEROS le hacen una demostración al pasar.)
LA TIGRA. -(Regresando con el café.) Sírvase.
OLIVERA. -Gracias. ¿Cuánto es?
LA TIGRA. -Treinta.
OLIVERA. -¿No lo podés hacer menos? Tomá: treinta y diez de propina.
LA TIGRA. -(Aceptando.) Muchas gracias. (Ademán de irse.)
OLIVERA. -No, no te vas; sentate.
LA TIGRA. -No.
OLIVERA. -Mirá: a tu purrete te lo voy a arreglar.
LA TIGRA. -¿Sí? ¡Qué lástima!
OLIVERA. -Está bueno. No vayas a salir con él, porque yo tengo que hablarte.
LA TIGRA. - Está bien. Haré un nudo en el pañuelo para no olvidarme.
OLIVERA. -Eso es. Hasta luego.
LA TIGRA. -(Confusa, viéndolo salir.) Hasta luego.
LUIS. -¿Qué quería?
LA TIGRA. -¡Oh! ¡He de probarles que todavía soy la Tigra! (Bebe de un sorbo su copa.)
¿Quieres más whisky tú? Yo voy a servirme. (Va al mostrador).
EL RUBIO. -Sí, hombre: las biabas han quedado para la salida.
JORGE. -Yo no voy nada.
HAYDÉE. -¿Cuánto jugamos a que mañana hay una camarera enferma?
JORGE. -Vos.
HAYDÉE. -¡Jajay! (LA TIGRA vuelve con la copa.)
LUIS. -¿Me vas a decir la verdad?
LA TIGRA. -Sí, hijo, sí.
LUIS. -¿Qué ha venido a hacer ése?
LA TIGRA. -Como de costumbre. A buscar de esto. (Dinero.) ¡Canalla!
LUIS. -Pero mujer de Dios, ¿por qué no lo mandaste al diablo? ¿Le tienes tanto cariño?
LA TIGRA. -¿Cariño? Ni esto. Costumbre y necesidad.
LUIS. -¿Necesidad?
LA TIGRA. -Sí; lo que te decía hace rato. Este hombre es para mí, un objeto, un incidente. Por otra parte, con la vida que llevamos, es muy conveniente un hombre así, que inspire respeto a los de su clase.
LUIS. -Es decir, que yo no te sirvo, porque no soy un compadre, ni un perdulario, ni un matón.
LA TIGRA. -No, hijo; al revés. Quien no sirve soy yo.
REGENTE. -(Acercándose.) Diga. Si es que va a continuar aquí, haga el favor de hacer su número, que van a dar las doce.
LA TIGRA. -Está bien. Voy. (Apura una copa y se encamina al escenario.)
HESPERIDINA. -(Llamándola.) ¡Chist! ¡Chist! ¿Cuánto es?
LA TIGRA. -Cinco cuarenta.
HESPERIDINA. -Tome seis. (Al darle el dinero le estrecha las manos conservándolas mientras hablan.) ¿Y por qué no ha cantado esta noche?
LA TIGRA. -Voy a cantar en seguida...
HESPERIDINA. -Entonces no me voy. ¿Cantará el estilo de la piedra, eh? Tráigame otra copita.
LA TIGRA. -¿Jerez?
HESPERIDINA. -No, de lo otro. (LA TIGRA va a servirlo. Mientras, aparece una pequeña criatura ofreciendo flores, en la mesa de los criollos le toman algunas para HAYDÉE. Los MARINEROS compran también, acariciando a la chica; de vuelta, LUIS la detiene en su mesa y adquiere el resto de las flores. LA TIGRA aparece en el escenario y canta acompañándose con la guitarra. Canta vidalitas; muchos aplausos, y momentos antes de terminar, LUIS se adelanta y le arroja un montón de flores. Aplausos, ladridos y maullidos. HAYDÉE en la mesa de los criollos, al volverse LUIS, radiante, a su sitio, oye algunas pullas que parten del grupo, y se vuelve rápidamente.)
GRUPO. -(De la mesa de los criollos.) ¡Papanata! ¡Otario!
LUIS. -¿Qué? ¿Qué hay? ¿Es conmigo? (Expectativa en los del grupo, enmudecen. LA TIGRA observa inquieta la escena.). Hablo con ustedes, compadrones.
JORGE. -(Burlón.) Estése quieto, joven. Nadie se ha metido con usted.
EL RUBIO. -Vaya a su casa, que será mejor. La vieja le estará esperando en la escalera, joven farrista.
LUIS. -(Despreciativo, volviéndose.) ¡Compadres y cobardes!...
EL RUBIO. (Deteniéndolo por el saco.) ¡Che, che, che! ¿Qué es lo que has dicho?
LUIS. -(Dándole un golpe.) Esto he dicho. (Tumulto. La patota la arremete contra LUIS, quien reparte puñetazos que es un gusto. Los INGLESES, recogidos, empiezan a dar. ¡Hurrahs! El SEÑOR HESPERIDINA se arrincona en cualquier parte. LA TIGRA interviene vio lentamente en defensa de LUIS, hasta que consigue separarlo del grupo y lo obliga a tomar asiento.)
INGLESES. -¡Hurrah! ¡Hurrah!, ¡Hurrah!
LUIS. -(Sentado, arreglando el sombrero.) ¡Cobardes! ¡Cobardes!
LA TIGRA. -¡No tienen vergüenza! ¡Cuadrilleros! ¡Cuatro hombres para una criatura!...
REGENTE. -Se va a cerrar el establecimiento. ¡A la calle!... ¡A la calle o llamo a la policía! ¡Vamos saliendo! (La patota hace mutis, haciéndose pasada algunas burlas a LUIS. A LUIS.) Usted también.
LUIS. -Ya me voy. ¿Cuánto es, Tigra?
LA TIGRA. -No; no te vayas. Espérame y saldrás conmigo.
LUIS. -(Tomándole la mano.) ¿De veras?
LA TIGRA. -De veras.