ADVERTENCIA


SOBRE


LA EPÍSTOLA PRIMERA DEL APÓSTOL S. JUAN.
Escribió san Juan esta carta á los fieles para combatir diferentes hereges, de los cuales unos negaban la divinidad de Jesu-Christo, como Cerintho y Ebion, otros su humanidad, como Basílides; y otros la necesidad de las buenas obras, como los nicolaitas. Advierte tambien á los fieles que se guarden de los falsos apóstoles ó seductores, á los cuales llama Antechristos. Toda esta carta está llena de una luz y uncion admirables.—Parece que se escribió poco antes de la ruina de Jerusalem. Algunos Padres la llaman Epístola á los parthos (nacion célebre por sus guerras contra los romanos); pero comunmente se cree escrita ai los hebreos cristianos.
EPÍSTOLA PRIMERA
DEL APÓSTOL S. JUAN.
Anuncia san Juan la doctrina que oyó el mismo Jesu-Christo nuestro Señor, el cual es vida y luz que nos alumbra y da vida, purificándonos de los pecados que tememos.

1 Lo que fue desde el principio ó desde la eternidad, lo que oimos, lo que vimos con nuestros ojos, y contemplamos, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de la vida;

2 vida que se hizo patente, y así la vimos, y damos de ella testimonio, y os evangelizamos esta vida eterna, la cual estaba en el Padre, y se dejó ver de nosotros:

3 esto que vimos y oímos [1], es lo que os anunciamos, para que tengais tambien vosotros union con nosotros, y nuestra comun union sea con el Padre, y con su Hijo Jesu-Christo.

4 Y os lo escribimos para que os gozeis, y vuestro gozo sea cumplido.

5 Y la nueva, que oimos del mismo Jesu-Christo, y os anunciamos, es, que Dios es luz, y en él no hay tinieblas ningunas.

6 Si dijéremos que tenemos union con él, y andamos entre las tinieblas del pecado, mentimos, y no halamos verdad.

7 Pero si caminamos á la luz de la fé y santidad, como él está asimismo en la luz [2]; síguese de ahí que tenemos nosotros una comun y mútua union, y la sangre de Jesu-Christo, su Hijo, nos purifica de todo pecado.

8 Si dijéremos que no tenemos pecado, nosotros mismos nos engañamos, y no hay verdad en nosotros.

9 Pero si confesamos humildemente nuestros pecados, fiel y justo es él, para perdonárnoslos, y lavarnos de toda iniquidad segun su promesa.

10 Si dijéremos que no hemos pecado, le hacemos á él mentiroso, y su palabra no está en nosotros [3].

CAPÍTULO II.
Nos exhorta á no pecar, y á acogernos á Jesu-Christo, cuando hubiéremos pecado. Encarga la observancia de los mandamientos, especialmente del primero. Consuela á todos, y amonesta que nos apartemos de los incrédulos y hereges, á quienes llama Antechristos.

1 Hijitos mios, estas cosas os escribo, á fin de que no pequeis. Pero aun cuando alguno por desgracia pecáre, no desespere, pues tenemos por abogado para con el Padre, á Jesu-Christo justo y santo;

2 y él mismo es la víctima de propiciacion [4] por nuestros pecados; y no tansolo por los nuestros, sino tambien por los de todo el mundo.

3 Y si guardamos sus mandamientos, con eso sabemos que verdaderamente le hemos conocido [5].

4 Quien dice que le conoce, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.

5 Pero quien guarda sus mandamientos, en ese verdaderamente la caridad de Dios es perfecta; ypor esto conocemos que estamos en él, esto es, en Jesu-Christo.

6 Quien dice que mora en él, debe seguir el mismo camino que él siguió.

7 Carísimos, no voy á escribiros un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, el cual recibisteis desde el principio: el mandamiento antiguo es la palabra divina que oísteis.

8 Y no obstante yo os digo, que el mandamiento de que os hablo, que es el de la caridad, es un mandamiento nuevo, el cual es verdadero en sí mismo, y en vosotros [6], porque las tinieblas desaparecieron, y luce ya la luz verdadera.

9 Quien dice estar en la luz, aborreciendo á su hermano ó al prójimo, en tinieblas está todavía.

10 Quien ama á su hermano, en la luz [7] mora, y en él no hay escándalo.

11 Mas el que aborrece á su hermano, en tinieblas está, y en tinieblas anda, y no sabe á dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.

12 Os escribo á vosotros, hijitos [8], porque vuestros pecados están perdonados por el nombre de Jesus.

13 A vosotros, padres de familia, os escribo, porque habeis conocido al que existia desde el principio. Os escribo á vosotros, mozos, porque habeis vencido al maligno espíritu.

14 Os escribo á vosotros, niños, porque habeis conocido al Padre. A vosotros, jóvenes, os escribo, porque sois valerosos, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y vencísteis al maligno espíritu.

15 Ved pues lo que os escribo á todos: no querais amar al mundo [9], ni las cosas mundanas. Si alguno ama al mundo, no habita en él la caridad ó amor del Padre;

16 porque todo lo que hay en el mundo, es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos, y soberbia ú orgullo de la vida: lo cual no nace del Padre, sino del mundo.

17 El mundo pasa, y pasa tambien con él su concupiscencia [10]. Mas el que hace la voluntad de Dios, permanece eternamente.

18 Hijitos mios, esta es ya la última hora ó edad del mundo [11]; y así como habeis oido que viene el Antechristo, así ahora muchos se han hecho Antechristos: por donde echamos de ver, que ya es la última hora.

19 De entre nosotros ó de la Iglesia han salido, mas no eran de los nuestros [12]: que si de los nuestros fueran, con nosotros sin duda hubieran perseverado en la fé; pero ellos se aportaron de la Iglesia, para que se vea claro que no todos son de los nuestros [13].

20 Pero vosotros habeis recibido la uncion del Espíritu santo [14], y de todo estais instruidos.

21 No os he escrito como á ignorantes de la verdad, sino como á los que la conocen y la saben; porque ninguna mentira procede de la verdad, que es Jesu-Christo.

22 ¿Quién es mentiroso, sino aquel que niega que Jesus es el Christo ó Mesías? Este tal es un Antechristo, que niega al Padre y al Hijo.

23 Cualquiera que niega al Hijo [15], tampoco reconoce al Padre: quien confiesa al Hijo, tambien al Padre confiesa ó reconoce.

24 Vosotros estad firmes en la doctrina, que desde el principio habeis oido: si os manteneis en lo que oísteis al principio, tambien os mantendréis en el Hijo y en el Padre.

25 Y esta es la promesa que nos hizo él mismo, la vida eterna [16].

26 Esto os he escrito en órden á los imposlores, que os seducen.

27 Mantened en vosotros la uncion divina, que de él recibísteis. Con eso no teneis necesidad que nadie os enseñe; sino que conforme á lo que la uncion del Señor os enseña en todas las cosas, así es verdad, y no mentira. Por tanto estad firmes en eso mismo que os ha enseñado.

28 En fin, hijitos mios, permaneced en él, para que cuando venga, estemos confiados [17], y que al contrario no nos hallemos confundidos por él en su venida.

29 Y pues sabeis que Dios es justo, sabed igualmente que quien vive segun justicia, ó ejercita las virtudes, es hijo legítimo del mismo.

CAPÍTULO III.
Del amor de Dios ácia nosotros. Encarga de nuevo el precepto de la caridad fraternal; y concluye exhortando á la observancia de los mandmnientos de Dios.

1 Mirad qué tierno amor ácia nosotros ha tenido el Padre, queriendo que nos llamemos hijos de Dios, y lo seamos en efecto. Por eso el mundo no hace caso de nosotros, porque no conoce a Dios nuestro Padre.

2 Carísimos, nosotros somos ya ahora hijos de Dios; mas lo que seremos algun dia no aparece aun. Sabemos si que cuando se manifestáre claramente Jesu-Christo, serémos semejantes á él en la gloria, porque le verémos como el es [18].

3 Entre tanto quien tiene tal esperanza en él, se santifica á sí mismo [19], así como él es tambien santo.

4 Cualquiera que comete pecado, por lo mismo comete una injusticia, pues el pecado es injusticia [20].

5 Y bien sabeis que él vino para quitar nuestros pecados; y en él no cabe pecado.

6 Todo aquel que permanece en él, no peca; y cualquiera que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.

7 Hijitos mios, nadie os engaño. Quien ejercita la justicia, es justo, asi como lo es tambien Jesu-Christo.

8 Quien comete pecado, del diablo es hijo [21], porque el diablo desde el momento de su caida continúa pecando. Por eso vino el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.

9 Todo aquel que nació de Dios, no hace pecado; porque la semilla de Dios, que es la gracia santificante, mora en él, y si no la echa de sí no puede pecar, porque es hijo de Dios.

10 Por aquí se distinguen los hijos de Dios de los hijos del diablo. Todo aquel que no practica la justicia, no es hijo de Dios, y así tampoco lo es el que no ama á su hermano:

11 en verdad que esta es la doctrina que aprendísteis desde el principio: que os ameis unos á otros.

12 No como Cain, el cual era hijo del maligno espíritu, y mató á su hermano. ¿Y por qué le mató? Porque sus obras eran malignas, y las de su hermano justas.

13 No extrañeis, hermanos, si os aborrece el mundo [22]

14 Nosotros conocemos haber sido trasladados de muerte á vida, en que amamos á los hermanos. El que no los ama, queda en la muerte, ó está sin caridad:

15 cualquiera que tiene ódio á su hermano, es un homicida [23]. Y ya sabeis que en ningun homicida tiene su morada la vida eterna.

16 En esto hemos conocido la caridad de Dios, en que dió el Señor su vida por nosotros, y así nosotros debemos estar prontos á dar la vida por la salvacion de nuestros hermanos.

17 Quien tiene bienes de este mundo, y viendo á su hermano en necesidad, cierra las entrañas para no compadecerse de él [24], ¿cómo es posible que resida en él la caridad de Dios?

18 Hijitos mios, no amamos solamente de palabra y con la lengua, sino con obras y de veras ó sinceramente:

19 en esto echamos de ver que procedemos con verdad; y así alentarémos ó justificarémos nuestros corazones en la presencia de Dios.

20 Porque si nuestro corazon nos remordiere [25], Dios es mayor que nuestro corazon, y todo lo sabe.

21 Carísimos, si nuestro corazon no nos redarguye, podemos acercarnos a Dios con confianza;

22 y estar ciertos de que cuanto le pidiéremos, recibirémos de él; pues que guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables en su presencia.

23 En suma este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesu-Christo, y nos amamos mútuamente, conforme nos tiene mandado [26].

24 Y el que guarda sus mandamientos, mora en Dios, y Dios en él; y por esto conocemos que él mora en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado [27].

CAPÍTULO IV.
Por la fé y la caridad se disciernen los espíritus que son de Dios de los que no lo son. Nos exhorta al amor de Dios y del prójimo; y dice que la perfecta caridad excluye todo temer.

1 Queridos mios, no querais creer á todo espíritu, sino examinad los espíritus, si son de Dios ó siguen su doctrina; porque se han presentado en el mundo muchos falsos profetas.

2 En esto se conoce el espíritu de Dios: todo espíritu, que confiesa que Jesu-Christo vino al mundo en carne verdadera, es de Dios;

3 y todo espíritu, que desune á Jesus [28], no es de Dios; antes este es espíritu de el Antechristo, de quien teneis oido que viene, y ya desde ahora está en el mundo [29].

4 Vosotros, hjitos mios, de Dios sois, y habeis vencido á aquel, porque el que está con vosotros y os ayuda con su gracia, es mayor que el espíritu del Antechristo que está en el mundo.

5 Esos tales son del mundo; y por eso hablan el lenguage del mundo, y el mundo los escucha.

6 Nosotros somos de Dios. Quien conoce á Dios, nos escucha á nosotros [30]: quien no es de Dios, no nos escucha: en esto conocemos los que están animados del espíritu de verdad, y los que lo están del espíritu del error.

7 Carísímos, amémonos los unos á los otros, porque la caridad procede de Dios. Y todo aquel que así ama, es hijo de Dios, y conoce á Dios.

8 Quien no tiene este amor, no conoce á Dios, puesto que Dios es todo caridad ó amor.

9 En esto se demostró la caridad de Dios ácia nosotros, en que Dios envió á su Hijo unigénito al mundo, para que por él tengamos la vida.

10 Y en esto consiste su caridad [31]: que no es porque nosotros hayamos amado á Dios, sino que él nos amó primero á nosotros, y envió á su Hijo a ser víctima de propiciacion por nuestros pecados.

11 Queridos mios, si así nos amó Dios, tambien nosotros debemos amarnos unos á otros [32].

12 Nadie vió jamás á Dios [33]. Pero si nos amamos unos á otros por amor suyo [34], Dios habita en nosotros, y su caridad es consumada en nosotros.

13 En esto conocemos que vivimos en él, y él en nosotros, porque nos ha comunicado su Espíritu.

14 Nosotros fuimos testigos de vista, y damos testimonio de que el Padre envió á su Hijo para ser el salvador del mundo.

15 Cualquiera que confesáre [35] que Jesus es el Hijo de Dios, Dios está en él, y él en Dios.

16 Nosotros asimismo hemos conocido, y creido el amor que nos tiene Dios. Dios es caridad ó amor; y el que permanece en la caridad, en Dios permanece, y Dios en él.

17 En esto está la perfecta caridad de Dios con nosotros, que nos da confianza para el dia del juicio, pues que como él es [36], así somos nosotros en este mundo.

18 En la caridad no hay temor [37], antes la perfecta caridad echa fuera al temor servil, porque el temor tiene pena [38]; y así el que teme, no es consumado en la caridad.

19 Amemos pues á Dios, ya que Dios nos amó el primero [39].

20 Si alguno dice: Sí, yo amo á Dios; al paso que aborrece á su hermano, es un mentiroso. Pues el que no ama á su hermano á quien vé, ¿a Dios, a quien no vé, cómo podrá amarle?

21 Y sobre todo tenemos este mandamiento de Dios: que quien ama a Dios, ame tambien á su hermano.

CAPÍTULO V.
Virtud admirable de la viva fé y de la caridad. Tres testigos en la tierra demuestran que Christo es verdadero hombre; y otros tres en el cielo le demuestran verdadero Hijo de Dios; en cuya fé halla el hombre la vida eterna.

1 Todo aquel que cree [40] que Jesus es el Christo ó Mesías, es hijo de Dios. Y quien ama al Padre, ama tambien á su Hijo [41].

2 En este conocemos que amamos á los hijos de Dios, si amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos.

3 Por cuanto el amor de Dios consiste, en que observemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son pesados [42].

4 Así es que todo hijo de Dios, vence al mundo; y lo que nos hace alcanzar victoria sobre el mundo, es nuestra fé.

5 ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesus es el Hijo de Dios?

6 Jesu-Christo es el que vino á lavar nuestros pecados con agua y sangre: no vino con el agua solamente [43], sino con el agua y con la sangre [44]. Y el Espíritu es el que testifica, que Christo es la misma verdad.

7 Porque tres son, los que dan testimonio en el cielo [45]: el Padre, el Verbo y el Espíritu santo; y estos tres son una misma cosa [46].

8 Y tres son, los que dan testimonio en la tierra [47]: el Espíritu [48], y el agua, y la sangre [49]; y estos tres testigos son para confirmar una misma cosa [50].

9 Si admitimos el testimonio de los hombres, de mayor autoridad es el testimonio de Dios: ahora bien, Dios mismo, cuyo testimonio es el mayor, es el que ha dado de su Hijo este gran testimonio.

10 El que cree pues en el Hijo de Dios, tiene el testimonio de Dios consigo ó á su favor. El que no cree al Hijo, le trata de mentiroso, porque no ha creido al testimonio que Dios ha dado de su Hijo.

11 Y este testimonio nos enseña, que Dios nos dió vida eterna: la cual vida está en su Hijo Jesu-Christo00 [51].

12 Quien tiene al Hijo, tiene la vida: quien no tiene al Hijo, no tiene la vida.

13 Estas cosas os escribo, para que vosotros, que creeis en el nombre del Hijo de Dios, sepais que teneis derecho á la vida eterna.

14 Y esta es la confianza que tenemos en él, que cualquiera cosa que le pidieremos conforme a su divina volundad, nos la otorga.

15 Y sabemos que nos otorga cuanto le pedimos, en vista de que logramos las peticiones que le hacemos.

16 El que sabe que su hermano comete un pecado que no es de muerte [52], ruegue por él, y Dios dará la vida al que peca no de muerte. Hay empero un pecado de muerte [53]: no hablo yo de tal pecador, cuando ahora digo que intercedais [54].

17 Toda prevaricacion, es pecado; mas hay un pecado que acarrea sin remedio la muerte eterna [55].

18 Sabemos que todo aquel que es hijo de Dios, no peca [56]; mas el nacimiento que tiene de Dios, por la gracia le conserva, y el maligno espíritu no le toca.

19 Sabemos que somos de Dios, al paso que el mundo todo está poseído del mal espíritu.

20 Sabemos tambien que vino el Hijo de Dios, y nos ha dado discrecion para conocer al verdadero Dios [57], y para estar en su Hijo verdadero. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna que esperamos.

21 Hijitos mios, guardáos de los ídolos. Así sea.

FIN DE LA EPÍSTOLA PRIMERA DE SAN JUAN.

  1. Del Verbo eterno, hecho hombre para nuestra salvacion.
  2. Y es la misma luz divina sustancial, que ilumina á todos.
  3. Puesto que la Escritura nos dice que somos pecadores todos, y que todos necesitamos de la misericordia divina. Psalm. CXV. v.11.—III. Reg. VIII. v.46.—Rom. III. v.4.—Jac. III. v.2.
  4. Víctima divina que se ofreció en la cruz, y se ofrece cada dia en el altar, y con la que satisface y aplaca al eterno Padre.
  5. O que le conocemos con fé viva y animada de la caridad.
  6. Por haberle renovado y perfeccionado Jesu-Christo en el Evangelio, enseñándonos que debemos amar aun á nuestros enemigos. Otros traducen in ipso, en Jesu-Christo: por lo que dice san Juan en su Evangelio XIII. v.34.—XV. v.12.
  7. Véase Luz.
  8. Y os doy la enhorabuena.
  9. Véase Mundo.
  10. O todos sus atractivos.
  11. Vários intérpretes creen que habla aquí san Juan de la ruina del pueblo judáico, destruccion de Jerusalem y su Templo, etc., todo como figura de la ruina universal del mundo. Véase cómo hablaba Jesu Christo, Matth. XXIV. v.24.—Joann. V. v.43.
  12. O del número de los Verdaderos fieles.
  13. O que tambien hay entre nosotros falsos hermanos.
  14. Joann. XVI. v.13.
  15. O no reconoce á Jesus por Hijo de Dios.
  16. La cual consiste en la union con el Padre y el Hijo.
  17. De ser reconocidos por hijos suyos.
  18. Y esta vision nos trasformará en una imágen suya.
  19. O hace lo posible por vivir santamente.
  20. O una trasgresion ó violacion de la Ley.
  21. Pues sigue sus máximas y espíritu.
  22. Porque claro está que vuestra vida es una condenacion contínua y perentoria de sus vicios.
  23. Delante de Dios, que vé su deseo de perder al prójimo. De todos los crímenes se puede decir lo que del adulterio declaro el Señor, Matth. V. v.28.
  24. Esto es, no ejercita con él la misericordia, la beneficencia y la benignidad.
  25. De haber usado de dureza con nuestros hermanos, no quedará oculto á Dios nuestro delito.
  26. Joann. VI. v.29.— XIII. v.31.— XV. v.12. XVII. v.3.
  27. Espíritu que todo él es caridad.
  28. O negándole la divinidad, ó bien el ser de hombre.
  29. Por medio de esos hereges, sus precursores.
  30. Sabiendo que somos sus ministros.
  31. O la grandeza de su amor.
  32. Imitando á nuestro Padre celestial.
  33. Para poderle amar perfectamente. Joann. I. v.18.
  34. Supliendo en cierta manera al infinito amor que le debemos.
  35. Con viva fé, animada de la caridad.
  36. O fue durante su vida perseguido y condenado.
  37. Toda ella inspira confianza.
  38. O va acompañado de afliccion.
  39. Y manifestémosle mas nuestro amor, amando por amor suyo á nuestros prójimos. Otros traducen: Nosotros, pues, amamos á Dios, porque él nos amó antes.
  40. Con fé viva, animada de la caridad.
  41. Y así á todos los fieles que son hijos de Dios, engendrados por su gracia.
  42. Pues el amor los hace fáciles y suaves. Matth. XI. v.30.
  43. Como Juan Bautista, cuyo bautismo solo excitaba á penitencia, mas no perdonaba los pecados.
  44. Que salieron de su costado, en la cruz.
  45. De que Jesus es el Hijo de Dios. El Padre le reconoció por tal en el bautismo y trasfiguracion. El mismo Verbo encarnado demostró que lo era, ya con sus milagros, ya delante de Caiphás; y el Espíritu santo con los dones milagrosos que comunicó á los apóstoles.
  46. Los arrianos omitieron en algunos códices este testimonio tan claro y expreso de la divinidad de Jesu-Christo, y de la Trinidad de las Personas divinas. Y así es que algunos hereges han querido impugnar la legitimidad de este texto, alegando algun códice en que falta: lo cual nada prueba contra la universal sentencia de los santos Padres y escritores de los primeros siglos de la Iglesia, que ó le citan con las mismas palabras, ó se refieren claramente á ellas. A mas de san Cypriano, Tertuliano, san Athanasio, etc., le citan literalmente nuestro español Itacio, ó sea Victor Uticense, en los libros ad Marivadum, y Eterio y Beato contra Elipando; y se vé en los libros litúrgicos de nuestra iglesia mozárabe; y no ménos en los antiquísimos códices de diferentes iglesias que consultó el cardenal Cisnéros para la edicion políglota complutense de la Biblia. Véanse otras muchas pruebas en la Disertacion que se halla en la Biblia de Carrieres.
  47. De su verdadera humanidad.
  48. Que entregó al morir.
  49. Que derramó por su costado. San Agustin y algunos otros Padres entienden que el Espíritu indica al Padre; pues ya dijo Jesu-Christo: Dios es Espíritu (Joann. IV. v.24): el agua significa al Espíritu santo, llamado agua viva (Joann. VIII.); y finalmente, la sangre denota al Hijo, que tomó carne y sangre para redimir al mundo. San Leon dice que estos tres testigos son el espíritu de santificacion, la sangre de la redencion, y el agua del bautismo. Ep. X.
  50. Como en una fuente inexhausta de vida.
  51. Y la poseeis ya en algun modo, por la firme esperanza que teneis en Jesu-Christo.
  52. O no es de los que dejan sin recurso al pecador, bien que sea mortal.
  53. Como la apostasía, la impemtencia final, ú otro contra el Espíritu santo.
  54. Con tanta confianza de ser oidos. Heb. X. v.28.
  55. Por la obstinacíon del que peca.
  56. Como se mantenga tal. I. Joann. III. v. 6 y 9.
  57. Y reirnos de los dioses falsos.